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martes, 28 de diciembre de 2010

Tanta Distancia...

2º Plaza astronómica.

Tengo en el fondo de pantalla la cabeza de caballo en una toma de campo lograda por uno de nuestros astrofotógrafos de EP; hermosa toma, poética toma donde nada resalta sino el todo. Me quedo espacios de tiempo observando sus detalles, sus colores compuestos del rojo al negro, la mínima estridencia de las estrellas que la enmarcan. En nota anterior dije que había aprendido a discernir mi placer de la amargura de haber perdido a quien en esto me metiera; tal vez haya mentido, pues en ese negro y rojo no puedo sino ver los colores de la lepra, club de fóbal al que él y yo adscribimos.

El domingo sentí que las plazas astronómicas acaso han llegado para quedarse, este verano.
Aparcamos con Moni a las nueve y armé un solo teles, pensando que los jóvenes bien estaban con sus amigos jóvenes, echados sobre el suelo, hablándose y mirándose, que es lo que los jóvenes deben hacer; grandes pocos había y niños pocos también. Así que invité a mi musa con el helado más rico de la temporada, para agraciarla y para darle tiempo a aquél que cada noche cubre el cielo con su piel agujereada a que acabase su tarea.
Aquellos que conozcan Bigand, dudo lo echen al olvido. Bigand tiene los plátanos más altos y más nutridos que imaginarte puedas. Mira, te hago una propuesta; puedes cruzar el pueblo en pleno summer, en pleno meridiano, de sombra en sombra, sin que febo te vea.
Esos mismos plátanos circundan la plaza y las veredas frente a la plaza, así que poco tiempo tuvo quien firma para mostrar Júpiter a los que paseantes, ya que cuando la piel estuvo tendida, el malandra había transpuesto un puño el cenit.
Poca gente se arrimaba y Moni sentadita en la repo (arma in dis pen sa ble de un PAE -perfecto astrónomo enyuntado). Pero cronos también desandaba su camino: los cars daban su vuelta al perro, las familias también venían de tomar sus heladitos y como los niños no tienen remilgos cuando algo los motiva, la esquina comenzó a llenarse lenta pero constante. Con reflejos de pinponista advertí que era el momento de sacar un as de la manga, digo, de la chata: Lumbrecita a escena. Pum.
Ya éramos más de veinte y había cola en los teles. Llega David con dos mozos de cuerdas y plantan la pantalla y el proyector; saco la notebuc y las torres del audio: una sucesión de imágenes del transbordador y de la ISS para abrir el fuego sobre esos niños ciberizados… con María Elena Walsh de fondo!!!! (Vaya anacronía). Los pequeños demonios observaban y bailaban al mismo tiempo¡¡¡¡¡ Guau.

Buscar objetos de EP con las luces de la calle y las farolas de la plaza es arduo -lo juro- pero como la luna no iba a dar señas hasta la una al menos, había que arreglarse. Le dimos a Orión y después a Carina, mi preferida. De Carina a los cúmulos vecinos fue una fiesta. Como había mucho chico y poco docto conté una historia sobre las estrellas bebes que nacen todas juntas y que luego asisten al jardín sin poder separarse de sus hermanas y hermanos. Los chicos van a recordarlo, lo sé por el negro de sus ojos atónitos. Hubo que alzar gurises hasta el hartazgo, pero en realidad es laburo que place. Lo que cada vez me asombra menos es la rapidez con que le meten un dedo al ocular. Debo de haber limpiado unas cuatro veces cada lente. Ahora, antes de salir con el circo, lo primero que tomo son los pañitos que me provee mi óptica-storage (tanke Roger).
Otra alegría de la noche fue la forma en que Milton Gatti –el carpintero, blanco el cabello, un colorado de holgadas 70 traslaciones- me expresó su pasión por el cielo. Tanta distancia… tanta distancia... Le di unos binos y miré de lleno en sus ojos rojos, su expresión de saciedad y acecho por lo insondable. Le di los galileo 12x60; admite: yo ya no veo... me cuesta mucho ver… Así que le alcanzo la repo y lo invito a sentarse, a mirar tranqui la vastedad que nos envuelve. Se sienta con trabajo pues este Gepetto ha cortado mucha madera, amigos. Viendo el tiempo que pasó con los binos en ristre pensé que acaso Pepito Grillo le susurraba lejanos viajes al oído, noches donde una imponente Cetus se lo tragaba. Él caía a ese vientre oscuro con una sonrisa en la cara.
Pasa el tiempo con rapidez, los programas se suceden en la pantalla, la gente va y viene. Sobre las doce quería irme –dios me perdone- pero ahora era el momento de las de treinta: tres o cuatro mamás arriman a sus children nuevos. Invariable el asombro. A veces me figuro un verdadero animador de feria. Odiaría serlo. Me propuse unos límites, quisiera que siempre haya una posibilidad de conocimiento serio, de reflexión. Aunque Lupe me dijo, una tarde bajo los árboles: mirá, Sergio, yo vivía en el campo y mi padre no se cansaba de enseñarnos las figuras… pero no olvidaré nunca la primera vez que miré por un telescopio… En fin, Abramsom también cuenta que lo que ató a Brahe a la astronomía fue el hecho de ver una nova. Y tal vez a Hubble, creo. A lo mejor de entre estos pibes… sale otro Piazzentini.
Llega Eric, cofrade de mi padre que colaboró con el fondo para adquirir Pionero (H1501200) hace ya cinco años; enseguida Richi, con su esposa y su hija. Richi era secretario comunal durante aquellos hermosos primeros días. Su gestión puso un fifty del total, cuentan. Así es como se suceden los logros, sin que uno apenas se entere. Ayer se confabulan cuatro locos y un secretario para arrimar dos mil morlacos y hoy más de cuarenta personas de toda condición y edad le dan duro al ojo en una apacible plaza de pueblo.
En algún momento levanto la cabeza y veo a otro viejo amigo. Ya todos mis conocidos de la infancia se van poniendo viejos –debiera averiguar qué les está pasando. Están gordos, canosos; por suerte, aun guardamos una sonrisa para los reencuentros. Viene con su hija quién a su lado parece un juguetito, una muñequita pues él es enorme oso macilento. A la baby le señalo Lumbrecita pues Pionero está muy alto; mira y dice: hay estrellas (demostrando que Clark no inventó nada, al fin y al cabo); su padre quiere compartir la imagen y entonces comienza el lento proceso que le permitirá agacharse, poner una rodilla en la baldosa y arrimar también el ojo. Parece Goliat, derrumbándose bajo el disparo certero del cielo.

En fin, en algún momento empezamos a arriar el juego. David baja de su bici y ayuda, nos lleva otros veinte despegar. Moni va rendida cabeceando un sueñito. Yo manejo con cuidado porque voy muy cansado, los pies molidos; agendo en la mente: capítulo cuatro del Manual para el PAP (prefecto astrónomo pirata): buenos shoes.

Sólo resta pasar todo al papel y postear la nota, pero me llama uno que se dijo mi amigo. Son las 22hs del lunes y el auricular exclama: Sergio, ¿vamos a observar? Estuve buscando estrellas de carbono y quisiera mostrártelas. Guau. ¿Qué puedo decirle? Veinte minutos después lo paso a buscar. Viene con Harry-White (su H90900EQ2). Juntos nos alejamos por desiertos caminos de tierra evocando a David Vincent. Como él, vamos hacia la aventura y hacia otra apasionante noche de estrellas.

Sergio Galarza.
Bigand-Casilda
28 12 2010.

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