Qué es proyecto sagitario?

Cursos de Iniciación a la astronomía.

Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

Charlas, cursos, campamentos, observaciones grupales.

lunes, 29 de agosto de 2011

Un Messier, dos Messier...


Un Messier, dos Messier, infinitos Messier…

Y arriba está la noche llena de ojos…
…Una pausa en el juego de la nada…
Julio Cortazar

Casilda es una ciudad como pocas, arriesgo. Si tú llegas de afuera, con cierto vento en los bolsillos, te deslumbra con sus plazas y sus avenidas pletóricas de árboles (y son tan hermosos: palos borrachos, jacarandaes, fresnos y plátanos). Los fines de semana es imposible transitar las calles céntricas y los edificios se erigen díscolos en medio de una pampa otrora definida infinita. Los autos importados fatigan el pudor y hasta hay un hombre que utiliza su helicóptero para desplazarse desde el ejido urbano hasta el Golf Club (una ponchada de metros… cinco mil). Luego hay más, claro, hay casas de chapa y cartón, centros para jóvenes huérfanos de toda orfandad y un zanjón que, dicen, guarda huesos de desaparecidos.

En esta múltiple Casilda vivo hace once años, aunque hay quienes dicen que soy de afuera y la verdad es que aún no puedo sentirme por entero de aquí. De aquí, donde vivió mi abuela hace setenta años, antes de casarse con su “Alfredo Berraz” -médico de los pobres y primer director del hospital zonal nº 48, de Bigand. Pero es que en esta misma ciudad se vota hoy a un defensor del genocidio para concejal de todos y vergüenza de quién esto escribe. Por supuesto, he hallado en estas calles a amigos entrañables y amores eternos -como son todos los amigos y todos los amores. En estas latitudes han nacido, al fin y al cabo, y gracias a uno de los amigos nuevos, las Plazas astronómicas, la guía Ella es tan linda…, el taller de astronomía Candela celeste, la 2º Justa astronómica y otras actividades de difusión y enseñanza, hijas de Proyecto sagitario y la tozudez vasca que heredé del Pelado Galarza, hacedor de Pionero, el reflector que tumba estrellas a lo pavote en cada plaza o escuela de Proyecto Sagitario.

Tanto andar bajo las estrellas, vas siendo reconfortado por gentes que no conoces, que te acercan un qué nota, o gracias por poder observar, o un simple y prefecto brillo en la mirada, después de haber intuido una lucecita dentro de un ocular en una noche cualquiera, sin que sepas quién es o cómo se llama y a quién acaso nunca más veas. De esta suerte, y gracias a Mi-Moni-incansable-hacedora-de-cosas, fue como di con Carla y Raúl. Moni lleva adelante un proyecto de enseñanza ecológica y esto la llevó a pedir la colaboración y la anuencia de los nombrados. Ambos viven en su campo y guardan para el futuro una reserva natural llamada El Espinillo, una estrecha franja de campo virgen que besa el Carcarañá, donde puede apreciarse la vegetación autóctona en la cual pululan espinillos, claro.
Mantener una reserva implica ciertos renunciamientos o privilegios, según como se mire. Renuncia, si corres tras el dinero como usual procede el otrora productor rural; privilegio si sabes que tus hijos valoran el verdadero trabajo, siembran y crían su comida, preservan la tierra para los nietos y pueden caminar por su tierra sin peligro de contaminarse y desarrollar uno de los miles de cánceres que esta región produce al año, mal que le pese al primer gobernador socialista de la argentina.

Para ir de lleno a lo que les interesa a los golosos del cielo (porque me voy en razones que no importan), Carla y Raúl, apenas al conocerme, me ofrecen su cielo y sus estrellas para que disponga de ellas como mejor me plazca. Imagínense, fue eso como ofrecerle dulces a un niño, números a Gauss o mujeres a Florentino Ariza. Como loco, dije, Carla, cuando quieras aquí estaré con uno, dos o tres teles, para que cada estrella caiga bajo nuestros ojos. Ni lerdos ni perezosos, me contestaron, bárbaro, invitamos a los amigos de Osky (su hijo) y nos reunimos.
El miércoles fue la cosa. Caí a las ocho, con pionero y nuevosagitario (reflector, 1501200, refractor, 90910). Apenas apearme diviso la sombra de Raúl, quién amable me saluda y su voz surge tras su barba, larga, rala y gris. Raúl es veterinario, fuma armados y una boina da coto a sus ojos vivos y su sonrisa fácil. Habla despacio –claro- y lee de todo. El primer día que entré a su casa tres cosas vi: el hogar imponente y la alta chimenea; el campo y la noche en los ventanales; los libros y un dibujo de la esfinge del Che. Los libros que Raúl y carla poseen son buenos, lo dice un entendido. Les tiro unos ejemplos: un Cortazar (Final de juego) y un Maquiavelo (Arte de la guerra), unos Cervantes y un Yaquespeare (obras, ambos).

Dónde me ubico, le dije, y él, donde quiera… en el potrero… o más allá, y el campo se pierde en la sombra.

Ojalá ustedes entiendan estos tics: ¡potrero! No hay más potreros en la pampa; los titulares de campo todo lo siembran. Siembran junto a las casas y luego aun derriban esas casas para más sembrar. Arrancan los árboles de los cascos para sembrar y siembran en las banquinas de las rutas, que son de todos. Raúl aún tiene potrero.

Allí fui, allí bajé a Pionero en un lugar aparente hasta ver qué onda, qué gentes venían a observar. El cielo mostraba luces en el cenit pero en el este se divisaban nubes. Se acercó Oscar y armamos el circo a medida que le recitaba los nombres y las funciones: trípode, montura, tubo, buscador, ocular, objetivo… Oscar es callado e inteligente. Ya ha leído amplio sobre nuestra alta materia y acaso se aburra en clase, donde los docentes quizá contemplan otros ritmos. Empezamos con Saturno antes de que el truhán huya bajo los árboles del oeste. Observamos sus anillos con 30x, 40x y 48x, para hablar un poco de las curiosas relaciones que dan vida a las magnitudes angulares y que llamamos aumentos. Después subimos hasta el querido bicho del cielo, el pérfido Escorpión, el predeterminado escorpión (Yo no entiendo –dicho con respeto- cómo hay gente que cree en los dioses. Creer en un ser -por ejemplo- con capacidad de inmiscuirse, de sugerir albedrío y después sorprendernos con el anatema de un castigo eterno. El escorpión sólo bastaría para dar por tierra con el esoterismo, amigos. Quién conozca la fábula del artrópodo y el batracio me dará la razón. ¿Cómo va a ser bueno un dios que permite a sus creaturas ser malo, ser ponzoñoso, y que luego quiera castigarlo por eso? En fin, no serán estas disquisiciones astronómicas, pero hacen a la cuestión, desde mi modesto observar el mundo.

Dimos con Escorpio dije y comenzamos con Antares, la gigante roja, y ya nos fuimos a por M4, y después M80, claro, ya que el cielo era relativamente claro, ahí arriba. Las nubes seguían subiendo desde el norte y la gente no llegaba. Carla se acercó después de terminar un dulce de leche casero que fue la locura, y pudo meterle ojo a estas bellezas del cielo. Carla miraba la noche y Raúl se demoraba en el ordeñe de sus chicas. En eso somos tocayos con Raúl. Él ordeña vaquitas, y yo ordeño las estrellas.
Al fin llegaron los invitados, dos compañeras de Oscar, un adolescente que había sido alumno de Mimoni y sus afables padres. Entre todos la cosa fue un robo. Le dimos durísimo a los messier que arriba fluían en su lenta danza. Mostrar un cúmulo globular es una de los lujos que la vida me ha dado. Admirar las reacciones de quién observa por primera vez Saturno, Júpiter u Omeguita…eso es saber vivir, amigos. Todo el que le mete un ojo a los equipos de Proyecto Sagitario se sorprende de la calidad y la cantidad de ópticas a disposición de los vecinos. La directora del colegio al que asiste Oscar, por supuesto también ha recibido su letrera y demora cualquier actividad astronómica en su establecimiento, pero algunos alumnos igual acceden a nuestros esfuerzos en estas y otras escapadas. Así es el conocimiento (lo fue en mi caso, al menos), muchas veces se inmiscuye -también él, pero sin ponzoña- en los planes preestablecidos. Los adultos pergeñan su red de falacias y los gurises dan con un loco plantado en medio de la noche escanciando luces y conceptos difusos (en mi caso, fue dar con una profesora de matemáticas que me enseñó integrales en el secundario y con un ingeniero que me deslumbró al recitar todo el contenido del programa de Electrotecnia de memoria). En fin, hace veintiséis años que trato de enseñar lo que amo (sólo eso) y las dificultades nunca las tuve con mis alumnos.
Observamos luego M7, el cúmulo de Tolomeo, hablando de las lejanas culturas mediterráneas, de sus creencias y sus pasiones, por supuesto, con jugosos aportes de los chicos quienes ya han visto varias pelis con leyendas griegas. Y observamos en silencio a M6 sin adelantar que es el cúmulo mariposa y así poder testear la asociación visual de cada uno. Gracias a Jaime García pude narrar la increíble historia de los pueblos de Oceanía, en la cual el Padre de los zelandeses pesca su isla del mar con la ayuda del terrible anzuelo que ellos ven allí donde nosotros dibujamos la cola de Scorpio. Todos sonrieron tomando por desmesurada la  figura pero he visto películas Neozelandesas, las cuales narran sus leyendas marinas (Jinetes de ballenas es una y es imperdible) y he visto sus tatuajes y sus raros bailes antes del rugby; ninguna aventura me extrañaría de ellos.
De allí nos fuimos a Sagitario, alto en el cenit tensando su arco y seguimos con todos sus messieres; explicando las nebulosas, sus brillos y sus sombras y antes de que el fuego nos llamara al living de la casa les regalé una de las tantas joyas que esconde El alhajero (el preferido de mi madre, la Kiki Berraz), en una cruz que de pié puntillas hacía mutis por el alto foro de los eucaliptus. La cruz se iba, dije, pero no fui tan tonto como para no pedir temprano que reparasen en ella, en como actúa de manecilla horaria. La charla dentro no desmereció en nada al techo de afuera, y nos permitió vernos las caras. Cenamos choris, morcillas y hamburguesas, dándole duro a un queso y un lomo a la pimienta (caseros) que eran la locura. Tuve, por último, el privilegio de saber los últimos instantes de Carlitos, el rosado chancho que, en contra de su voluntad –imagino-, ayunara para que nosotros no (con el perdón de Borges).

A eso de las 0,30 me pegué la vuelta p´al pueblo, pues en la mañana debía terminar varios trabajos y cumplir con las clases de Bigand del jueves, antes de dedicarme por entero a la juntada con la gente de EP, el viernes 26 y el sábado 28 de agosto. Está visto que mi destino es en las estrellas: salgo de una noche en el campo para dar clases de astronomía ¡y luego me voy un fin de semana a una juntada!
Uf. ¡Qué onda, toda una vida detrás de los Messier! Parafraseando al médico rosarino cuyo retrato encumbraba a la biblioteca de Raúl:

¡Un Messier, dos Messier, infinitos Messier es la tarea!


Sergio Galarza
Candela Celeste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario