Qué es proyecto sagitario?

Cursos de Iniciación a la astronomía.

Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

Charlas, cursos, campamentos, observaciones grupales.

martes, 25 de septiembre de 2012

Taller Juan Carlos Galarza se presenta en Rosario.


Rosario se ha convertido en los últimos años en la ciudad más abierta, inclusiva y amable de nuestro país. Diversas gestiones en pos de un mismo proyecto la han llevado sin titubeos a donde hoy está: la mejor salud municipal de América Latina; el plan Habitat (copiado por UN); la descentralización del gobierno; los planes de trabajo cooperativo; el apoyo a la cultura; la adhesión al proyecto de Francesco Tonnucci, que la hace Ciudad de los Niños; el Consejo de los niños, el cual sesiona paralelo al Consejo Municipal; y otros desarrollos de este tenor. Todo ello la hace la elegida de los turistas nacionales e internacionales (Rosario fue la primera ciudad argentina en tener un monumento al Genocidio perpretado por Turquía contra el pueblo Armenio y en tener un paseo dedicado a la diversidad de género, entre diversos proyectos dignos, como el de pintar las fachadas de los edificios con cuadros famosos de autores locales, hecho que convierte a la ciudad misma en un museo de arte).


Esta Rosario nos recibió ayer, en el seno de su ribera al Paraná, el padre de los ríos. 
Allí desembarcamos, con el taller de Astronomía de la Comuna de Bigand, el taller Juan Carlos Galarza, padre del fantástico Proyecto sagitario, el plan de difusión astronómico más ambicioso que conozca. Bigand es el pueblo de mis progenitores, y el único lugar que reconozco como propio. Por Bigand, por mi padre, por su memoria, quiero este trabajo sembrado en toda la provincia... por ahora.
Allí bajamos nuestros telescopios, dije, en el Parque de las Colectividades, bajo el bello sol, el amable sol; bajamos el Coronado Solarmax con filtro Ha, más conocido como Tuboro, tal su aspecto y valía, y el fantástico Nuevosagitario, el refra 90/900 sobre eq2, caballito de batalla de nuestras tropelías astronómicas. En el asiento trasero de la Scenic dormía aún el mítico Lumbre pura, el 200/ 1000, aguardando por las gemas de la noche.

 
Pronto los paseantes pudieron ver el sol en directo, sus manchas, sus filamentos, sus increíbles prominencias (ayer el vago se lució, ya que era el cumpleaños de mi hija Natalia, hija que, en marzo, tendrá su primer hijo o hija, dios la bendiga, y, claro, me hará abuelo. Pueden ir imaginando qué planes, qué nuevos trucos inventaré entonces, para llevar la astronomía hasta a los bebes. De hecho, ya el cielo prepara sus festejos acordes al motivo: en 2013 se hará visible un bello cometa).

Jóvenes de aquí y de allá pasaban caminando por nuestro sitio de ataque, Moreno y el río, en pleno Parque y le metían ojo al magnífico, y se despachaban con las explosiones, grandes como el proyecto suramericano en vigencia, libres, hermosas, rojas, rojísimas, expandiéndose en el infinito que nos rodea.
 

Había en un semáforo cercano, un matrimonio joven trabajando. Él hacía malabares, ella cuidaba los coches estacionados. Ambos vinieron a observar y charlar con nosotros. Les convidamos mates y explicamos la naturaleza de lo observado. Por lo general la astronomía seduce a todos y las incógnitas son tan, tan democráticas.
Al rato llegaron dos estudiantes alumnas de Bigand, que nos acompañaron hasta el final y a quienes les agradezco de corazón pues el esfuerzo era para ellas.


Como a las dos horas de observar, el viento frío nos corrió a reparo de un bonito restaurante. Cortado el mismo, la observación fue broma.
Seguía pasando gente, aunque ya teníamos público permanente pues nuestro gancho había pescado a tres, cuatro, cinco y en un momento ocho o nueve jóvenes, hombres y mujeres que se prendieron a la charla, a las incógnitas que el cielo nos propone cada día, si tenemos la voluntad de escucharle u observarle un minuto.
 

Allí fue donde cayó el artista. Pancho, el músico que tocara con León Gieco y que filmara Mundo Alas, venía con dos amigos y entre todos observamos Luna, Sol y varias fotos que luego regalamos entre los presentes. El pasado finde, había tocado con Jorge Rojas, contó, ese timador de las débiles notas que se ha hecho millonario, segregando su melaza a los tímpanos del medioevo pampeano. Espero que le haya pagado algo, a Pancho, el muy pícaro.
 

Antes de que el frío echara a los paseantes y a los presentes, tuve la alegría de ver a Claudia, una compañera de primaria, y a mi prima Ceci. A Ceci la veo más o menos seguido, pero a Claudia hacía 35 años que no la veía y, por cierto, está como siempre. Pero uno es varón, y sabe valorar a la mujer a toda edad. Pero ella es mujer y es sincera, así que pronto me dijo: Sergio, estoy tratando de hacer encajar lo que veo con lo que eras… ¡Y no hay forma!
Nunca es dura la verdad, lo que no tiene es remedio. Peso 120 kilos, 120.000 gramos, en el Sistema SCG, y espero que me entiendan.
Andaba  yo de aquí allá, como abombado tras la gente. En un momento cayeron 6 o 7 señoras muy bien vestidas y todas pudieron observar prominencias y cráteres por cero pesos. Y recuerdo ahora a dos personas que observaron temprano. Ambos iban en bicicleta. Uno de ellos tiró su transporte y dijo, Qué bueno, ¡gratis!, y, antes de irse: Es la primera vez que ligo algo gratis por acá. El otro, un hombre de trabajo, me dijo, Qué mirar ni qué mirar, apenas si puedo pedalear… y con eso me puso en mi lugar, venía muy cansado de andar el monstruo con corazón de cemento. Y esto me sumió en el profundo respeto que todos debiéramos guardar por los esfuerzos ajenos. Estoy acostumbrado, por vivir en Casilda, a escuchar gansadas del tipo: Uy, ese barrio... Algo así como lo que espetó ese muchacho llamado Chilavert (no el héroe Argentino, Martiniano Chilavert, quién será recordado por siempre por su patriotismo y valor; hablo arriba de un pánfilo que creo que jugó al fútbol y que hoy asevera su estulticia por tv), sin reparar en que cada vez que una persona humilde tome un peso que no le pertenezca (en el caso en que lo haga, cosa que no me consta) un señor acomodado ha evadido impuestos hasta el hartazgo por millones en media vida de trabajo.
 

Conocí gente muy valiosa, estoy seguro. Francisco se vino desde Esperanza, con la idem de pasar un buen rato observando el mundo, al decir de los griegos. Damián nos acompaño con su curiosidad sin fondo (de hecho, me dejó la espina saludable de querer observar La verdad desnuda). Y los hombres que me enseñaron tanto: cómo hallar el norte con un reloj, cómo trazar un camino, y qué sé yo cuántas cosas más.
 

Cuando la noche prometía la mejor de las transparencias, la temperatura ambiente nos dejó casi solos. Claudia y yo llevamos las cosas hasta el Scenic, justo a tiempo para que Mimoni nos viera y llegara a saludar, Hola, Moni, Claudia, hola, y en un tris nos despedimos.

 
Terminé de cargar las cosas, pero ya la tenía encima. Moni quería asestarme unas preguntas más filosas que las bayonetas que abatieron al mencionado héroe de la argentina, quién se inmolara frente a los cipayos que desde entonces, siempre han pugnado por la caída de nuestra independencia. La cosa no fue a mayores conmigo, gracias  al cielo, que por eso estoy aquí, escribiendo aún entero, pero me demostró que, como siempre, la vida del astrónomo es muy, muy peligrosa, más allá de la belleza de las estrellas que nos acompañan en el viaje.

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