Qué es proyecto sagitario?

Cursos de Iniciación a la astronomía.

Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

Charlas, cursos, campamentos, observaciones grupales.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Gracias, Señor del Carro



Gracias, Señor del Carro

Hoy don Blues se levantó temprano y como siempre se cebó unos amargos. Filosóficos los amargos, dice, pues insiste en que esa actitud –ya atávica- de fruncir el ceño al chupar el mate, da oportunidad a la mente de descifrar quién sabe qué misterios del pensamiento, qué secretos del intelecto ocultos a los mortales del común, que beben mate, café o té. De la variedad nombrada, sostiene Blues que la bebida recurrente del té es lo peor para el intelecto, pues, siendo infusión predilecta en Inglaterra, dice, está todo dicho.

Como sea, se tomó sus amargos y luego de cargar a Tuboro y su montura en Quéchatitache (la excelente Kangoo 1.6, 16 valves), darle un beso a su chica (la dormilona Mimoni) y asegurarse unos patacones en los bolsillos, partió a la ruta rumbo al naciente, hacia la ciudad de Rosario, la misma que lo viera nacer hace ya 50 pirulos, a llevarle una estrella a unas cuantas decenas de niños de un jardín de infantes de zona oeste.
Llegó en menos de lo que se llega a Rosario montado en una nave como Quéchatitache a velocidad crucero, pues el jardín de infantes está a un paso de los límites de la gran ciudad con la vecina Pérez.


El barrio del colegio es agradable y muestra su pujanza. Allí vio casas repletas de niños, árboles por doquier y ningún edificio. Muy pocos carteles pues aunque la zona está cambiando rápido, aún carece de esos desparpajos del desarrollo céntrico. Cada cuadra tiene todavía su potrero, o su club, o su iglesia. Solo un poquitin de papeles en el suelo sobre alguna vereda, de vez en vez, nada que no se pueda limpiar con una pequeña campaña que los involucre a todos en lavarle la cara al barrio, pensó Blues.
Unas avenidas amplias como sonrisas de niños después de la AUH (y más en este municipio, donde la Muni cuida de cada niño como si fuera de oro), condujeron a don Blues hasta la esquina de la escuela. Enfrente, antes de doblar, vio unos fonavis, un descampado rico para los teles y una cancha de fútbol, propicia a las infancias.
Vio esos descampados o alambrados y dobló apenas el semáforo incrementó la frecuencia de sus luces, es decir, fue del rojo al verde.

Fuera del colegio había mujeres tomando mates y la calle estaba cortada con cintas blancas y rojas. Blues estacionó y pronto bajó su magia, el telescopio Coronado solarmax, muñido con un ocus 7-21 de SW -por si alguien pedía candelas- y el genérico que Meade incluye con el equipo .


Las porteras chuparon sus mates y su sol, el cual acariciaba las hojas de un alerce, alto, allí enfrente. Su sombra teñía la vereda de tolerable y solo el ingreso a la escuela estaba soleado y picaba fuerte. Allí paró don Blues su montura eq2 y en menos de dos pasos le zampó a Tuboro arriba.

¿Quién mira primero?, preguntó a las chicas y una mujer joven y bella dijo, alzando los hombros, Bueno, que sea yo.
Así empezó una mañana muy especial.


Don Blues vive haciendo esto, en pocos días su taller de astronomía de Bigand cumplirá tres años de trabajo. En ese corto periodo ha recorrido más de 10.000 kilómetros llevando telescopios de aquí para allá, llevando sus rompecabezas, sus historias y sus rabietas, y cada evento o jornada aún le parecen la primera, pues no le abandonan los nervios, la sorpresa, la ilusión y el entusiasmo.

Siente nervios porque en el fondo nunca sabe exactamente qué irá a pasar en cada jornada; sigue acumulando años y se va poniendo viejo; los dedos de la mano se le agarrotan cada mañana y últimamente ha dado en pensar qué será de sus teles el buen día en que vuelva a la tierra, a la espera de volver a ser estrella.

Siente sorpresa porque por más que le guste el cielo siempre encuentra a alguien que le hace una pregunta nueva, le transmite una pasión anterior, le muestra con cariño que no va solo en ese curioso viaje, tan hermoso, detrás de unos pocos pasos dados por las luciérnagas en la nada.

Siente ilusión de ganar a alguien más cada día: a un niño, a una mujer, a un hombre, a un directivo, a un empresario, a gente común o no que ame, disfrute, difunda y gestione nuevos programas o planes o trucos -al menos- que acerquen el cielo a todos.

Esa ilusión se le trastoca entusiasmo y el entusiasmo en fuerza pues aprendió hace poco que la voluntad de un hombre que ha estudiado lo puede todo: No hay límite para lo que desee un hombre capacitado por su medio como lo estamos todos los que hemos estudiado.

Siempre dice esto a sus jóvenes amigos: puede quejarse un hombre abusado por el sistema, por las derechas del mundo; un hombre que no ha tenido la suerte de estudiar, ese puede quejarse; pero un hombre como él, dice don Blues, un hombre que tuvo familia, comida, estudio, ese hombre lo tiene todo en la vida.

Pues el mundo, fuera de la bestialidad de la guerra o los golpes de estado, es un juego de luces proyectadas por la voluntad.

Vean, dice Blues, hace tres años no sabía nada de astronomía, tan solo había leído el excelente Cosmos, ese librito de Hawking que habla del tiempo y poca cosa más, Confiesa y luego añade: 
Y así empecécon mucho más que nadie y con menos que muchos otros que tenía al lado
Hoy, tres años después, con el empuje de la voluntad y el apoyo incondicional de los amigos y gentes que se sumaron al proyecto, tiene don Blues 7 u 8 telescopios de máxima calidad óptica, todos los diseños, todas las monturas, solo para que las personas puedan observar por cada clase de telescopio, dice, cuando alguien le pregunta ¡Para qué tanto!, para que tres cata, tres refra, tres reflectores, dos solares.


Don Blues mostró el sol frente al jardín de infantes “El Ceibo de Anahí”, en Rosario, esta mañana, soleada como pocas. 
Los docentes han mirado todos, los directivos y las supervisoras, dos damas elegantes como sendas galaxias que en su danza han unido a sus hijas, las bellas estrellas de sus brazos. 
Tocó después a los niños, de tres, cuatro y poco más años que llegaron golosos al acto y le metieron ojo a Tuboro, el increíble coronado solarmax de 40mm de apertura.
El sol lucía especial y hermoso hoy, como a propósito, pensó más de una vez. Tuvo prominencias notorias a las 10, las 9, las cuatro, las 5 y más todavía. Y manchas nítidas, tres o cuatro si mirabas rápido y sin ganas 8las retrató su amigo y tocayo, don Sergio Bais, mediante un SW de 250mm y un filtro Oakland). Hubo filamentos y con el filtro Ha al mango Blues pudo ver muy clara alguna irregularidad pequeña proyectada en sombras sobre la fotosfera, en lo que interpretó como el pulso de las esferas calientes de la zona convectiva, pujando contra esa última capa, casi a la vista. Eran como pelillos de bebe, delgadas y notorias espículas en toda la superficie, vistas contra el fondo brillante, opacas en su densidad a 60x casi, con el ocular 7-21 SW y él sentado a la sombra del ceibo.

Imagen tomada por Sergio bais y Grupo Goco, de Olavarría.

Los niños observaron a gusto. El que no vio de una, miró de nuevo, y después las mamás y los papás que con ellos estaban. 

El acto por el nombre del jardín incluyó discursos, himnos y un espectáculo de magia. Hacía rato que don blues observaba a un hombre cuyo aspecto le llamó la atención: barba rala, saco marrón y pantalón negro, quién en determinado momento se acercó a un niño y dos niñas que esperaban dentro del colegio junto a una bandera argentina. El hombre le dijo al varoncito: Cómo te llamás, y el chico contestó, le dijo su nombre; ¿Vos sos el abanderado? Continuó el hombre, Muy bien, las chicas tienen que estar a tu lado, así y bla bla... continuó la charla. Los niños le escuchaban en silencio.
El hombre hablaba y sobre la boca tenía uno de esos parches que amplifican lo que uno dice para estar seguro de que todos van a oírnos. Blues estaba parado atrás y podía ver cómo el saco pronunciaba la forma oculta del inalámbrico del micrófono. Sobre una mesa, detrás del hombre y frente a Blues, había una maleta y un maletín de ATDL*, o eso le pareció. Observó el maletín con cuidado, estaba cerrado pero sobresalía un paño amarillo, comprendió que era un pañuelo.
*ATDL: ver en el diccionario mi vocabulario de jaleo:  http://sagitarioblues.blogspot.com.ar/2012/09/el-pequeno-laruse-ilustrado-del-atdl.html




Poco después el hombre subió al estrado a dar su show de magia ante los calurosos aplausos de madres y niños. Blues se sintió emulo de ese hombre a quién había escuchado hablar con los niños. Sin poder decir por qué, temió lo que era obvio: que de algún modo tuvieran algo en común. Pienso que fue la forma de hablar. Blues nunca se permite una forma común en la expresión, aunque se precia de ser simple al explicar las cosas. Simple no es común para él. Y mucho menos televisivo, pues Blues es de esos timadores que se creen libres de ciertos tics tan solo porque no miran televisión.
Pronto el hombre que era un mago, queriendo hacer reír a la gente, nombró a no sé qué mujer que bailaba en un programa aparentemente llamado Bailando por un sueño. 
Blues movió la cabeza a un lado y a poco de que el espectáculo terminara se metió dentro del colegio. 

     En el patio habían dispuesto unas pizarras macanudas. Cada una tenía escrita una frase que varios chicos pronunciaran durante el año. Algo como esto:

Un niño ve a un hombre arrojar un papel al piso y dice: “Mirá, mamá, ese hombre tiró un papel al planeta…”

O ¿Para que sirven las plantas? Para poner contento al mundo.”

O “Vio seño, un chico llevó un arma al colegio". 
la seño: "Si, ¿se pueden tocar las armas…?" 
el chico: "¡Nooo, porque tienen bacterias!"

O La maestra: "Matías se escribe con un acento en lugar del punto de la i"; 
y el niño: "claro, porque si no diría papá”.

Este último ejemplo impactó a Blues, acaso porque se cree hombre de letras y, piensa él, todo lector debe indagarse sobre la semántica del sintagma. Tanto le impactó esa frase curiosa o sinsentido que, al referir su día a doña Dormilona, guardó un sitio de lujo para ella, cual si fuese la frutilla del postre.

Su Moni, después de oírle, le dijo
¿Y…?
y don Blues:
Y, que el chico dice: “claro, porque sino diría papá…”
y su Moni: ¿Y…?

En fin, Blues bien sabe que le resulta mucho más fácil explicar la curvatura del espaciotiempo a un productor del sur santafecino que una de sus perplejidades a Sumoni.


Blues pasó un día muy bueno, hoy. Cuando vive jornadas así, suele decir que ha pasado un día blues y Sumoni nada dice o apenas sonríe. Por prueba voy a contarles un detalle: En el acto de imposición del nombre al jardín de infantes habló la ex directora, quién había propuesto para tal fin: El ceibo de Anahí.
En un primer momento, Blues pensó que ese nombre no decía mucho, pero mucho se sorprendió cuando escuchó las razones que siguen, en boca de dicha señora, la actual supervisora:
Este jardín nació en una vecinal de aquí a tres cuadras. Allí dábamos clases y en el patio había un árbol, alto y lleno de hojas, única sombra donde los niños se guarecían en las tardes de octubre y noviembre. Era un ceibo.
Un buen día, la comisión de la vecinal nos dijo que iban a sacar el árbol pues habían decidido embaldosar el patio.
Imagínense, dijo la señora, una mañana llegamos a la vecinal y el árbol estaba talado, solo quedaba un tronco de un metro y sus ramas y hojas estaban tiradas afuera…
Resumo: la escuela actual estaba en obra, y esa mujer logró convencer al arquitecto para que dejara un lugar donde plantar dicho muñón.
 El tronco fue traído esas tres cuadras por un papá de un alumno, en su carro, y luego de varias disputas fue plantado.
El tronco talado y tirado por la comisión, plantado por esa ex directora en un rincón del jardín, es el árbol que ven en las fotos de esta nota, 
El ceibo de Anahí.

personal directivo, supervisoras y personal de mantenimiento del jardín

La historia de la supervisora de este jardín guarda un simbolismo que ella tal vez no percibió y que Blues sintió en su alma de viejo sentimental político:
El ceibo guarecía a los niños en una escuela inventada de la nada y fue arrancado, destruido y talado, cortando los lazos con el presente y las mejoras o los derechos de los niños, en ese caso.

Arriesga Blues que esto paso en los noventa o a principios del 2000.

Un padre con su carro, un padre cartonero -presume Blues, la directora solo dijo con su carro- se ofrece, colabora y sostiene la esperanza, la traslada, la lleva a donde debe estar.
El árbol era un muñón, no había sino esperanzas, esperanzas de pobre allí.
El árbol trasplantado, contra todo pronóstico o razón, se afianza y multiplica, crece, se estira, da sombras, protege de nuevo a los niños que son el mañana.

Es decir, ese árbol es símbolo de nuestra sociedad: En los noventa fue arrasada y un pobre cartonero la sostuvo para todos, la llevó literalmente en hombros.
La nueva casa y el amor de los que dirigen ahora las cosas le hizo fuerte y viva de nuevo; ahí está, nuestra sociedad, otra vez alta y colorida, llena de flores, de cara al futuro cuidando de nuevo a nuestro niños.

Blues cree que así debió terminar la señora su alegato, agradeciendo a esos vecinos humildes, garantes del futuro, y por eso cierra así esta nota:

Gracias Señor del carro, gracias por cuidar del ceibo, gracias por cuidar de mi país.

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