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domingo, 17 de febrero de 2013

El meteoro de los Urales


El meteoro de los Urales
El pasado 15 de febrero, una luz intensa, que explotó en pleno día con el brillo de un par de soles, surcó los cielos de una ciudad de los montes Urales. Era un meteoro, un cuerpo celeste que irrumpió sin avisos en la atmósfera terrestre, y causó destrozos y alarma entre los vecinos al desintegrarse sobre la ciudad.

Los heridos sufrieron cortaduras producto de los muchos vidrios rotos. Sin embargo, ninguna roca rompió esos cristales. Fue el empuje del sonido de la explosión del meteoro, el ruido de esa bola de acero al desintegrarse en lo alto de nuestra atmósfera (el sonido puede golpear: nuestro tímpano transmite al cerebro sus mensajes -mediante ciertos huesesillos- a raíz de los golpes que recibe de las ondas sonoras que viajan por el aire; otro ejemplo es el de los truenos cuyo sonido golpea las ventanas y puertas durante las tormentas potentes o muy cercanas).

El bólido ingresó en la atmósfera de repente y solo allí se hizo visible al calentarse por frotar contra los átomos del aire. Antes de brillar él mismo por la temperatura alcanzada, todo meteoro es invisible en el espacio. Un cuerpo celeste que no genera su propia luz (como los soles o ciertas nebulosas) solo es visible cuando refleja luz ajena. Pero, si es pequeño, su reflejo será muy pobre. Así, aunque hay centenares de telescopios apuntando al cielo cada noche, la detección de piedras pequeñas como esta es en extremo difícil.

Los programas de tv que priorizan la audiencia a lo veraz por lo general manipulan los datos astronómicos -los magnifican u omiten-  para atraer en base al miedo. El miedo vende mucha propaganda. Creo que nosotros podemos hablar de esto sin temor, diciendo lo que se sabe y lo que no, lo que se puede esperar del cielo. En mi concepto, es mucho más peligroso para nosotros tomar sol en verano que todo lo que pueda caer durante 1 millón de años.

Los cometas -por ejemplo- fueron imprescindibles para la vida que conocemos pues se cree que ellos han traído del cielo el agua de los mares que nos forma (H2O) -durante la formación del sistema solar, todo el hidrógeno que sobró del Sol fue expulsado a los confines. Hay que recordar, asimismo, que el oxígeno atmosférico (el ozono: O3) no existía -fue fabricado aquí por las plantas. Así, sin la llegada numerosa de esos lejanos amigos, ninguno de nosotros estaríamos aquí (es cierto que este meteoro no traía agua, en apariencia, pero es que en el cielo hay de todo).

Entre los planetas Marte y Júpiter hay un área sembrada de roca, pequeños pedazos de los que alguna vez fue un planeta rocoso. Hablo del llamado Cinturón de Asteroides. Estas rocas, grandes y pequeñas, están allí, flotando a la deriva, tironeadas por la gravedad del Sol y la de Júpiter, el gran hermano. Cada tanto (siempre), algún pedazo de piedra se aleja del grupo y comienza a caer hacia el astro rey. Esta caída es lenta, en espiral, va el terrón dando vueltas durante millones de años (al cielo le sobra el tiempo) y de vez en vez dan su cara contra unos de nosotros, los planetas interiores: el rojo Marte, La Tierra Azul, el brillante Venus, o el rápido Mercurio. Es probable que de aquí viniera este meteoro.

El hombre ha vivido muy poco sobre la Tierra, llevamos apenas unos 3 millones de años aquí. En ese corto periodo (la Tierra tiene una edad de 4500 millones de años, es decir la tierra es mil quinientas veces más vieja que nuestra especie), han caído miles de meteoros y meteoritos. Algunos muy grandes, vaya. El más famoso* fue el que cayó en Tugunska, Siberia, a principios del siglo pasado (en 1908). Ese evento causó una explosión cuya onda barrió con millones de árboles en 60 kilómetros a la redonda -piensa que permitió durante días leer de noche en sitios tan lejanos como Inglaterra. Se cree que un lago es el residuo de tal sorpresa (el lago Cheko, de 800 metros de diámetro por 50 metros de profundidad).


Quiero decir con esto que los hombres podemos sobrevivir a tales espectáculos sin mayores problemas. Los hombres... como especie. Aquellas personas que vivieran en el punto de caída de una roca o hielo como esos no estarían de acuerdo conmigo.

Ocurre que el cielo no se mide con los relojes nuestros. Tenemos que ser humildes, no pensar que hay alguna grandeza destinada a nosotros y aceptar que solo somos un momento de curiosidad, de dolor y algo de alegría sobre la tierra.

En todo caso, la caída de estos meteoros, su difusión mediante tv y las redes sociales, solo debieran recordarnos que debiéramos ser gentiles, más cuidadosos con los demás, ya que la vida va y viene en un segundo de lo que durará el mundo.

*Hay cantidad de meteoritos famosos: el que terminó con los dinosaurios; el que cayó debajo de lo que hoy es antártica; el que cayó en el desierto de Arizona, hace unos 50.000 años; los muy famosos meteoritos de nuestro Campo del cielo, en Chaco, los cuales son los restos de un asteroide que explotara hace solo 6000 años. He de recordar que el asteroide que reventó sobre Chaco es el segundo en tamaño jamás conocido: pesaba unas 37 toneladas. Los Tobas creían que estas rocas eran sudor del sol, y los Wichis pensaban que eran trozos de Luna, arrancados por los jaguares (la constelación de Gemini, en América es llamada Yunta Puma: este par de felinos salta para devorar la Luna. Se explica así la correspondencia entre creencias).

2 comentarios:

  1. Sergio, te felicito por el comentario, es muy cierto lo que decís que los medios siempre manipulan los datos científicos para dar temor a la gente, tuve esa experiencia en el observatorio de amigos de la astonomia.

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  2. Gracias, Ale por dejar tu comentario. Un abrazo, siempre se los espera por aquí.
    Sergio

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