Qué es proyecto sagitario?

Cursos de Iniciación a la astronomía.

Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

Charlas, cursos, campamentos, observaciones grupales.

jueves, 2 de mayo de 2013

Mirar por primera vez.


Mirar por primera vez.

Observar con el “Ojo de Japeto” es una experiencia memorable, sea que eches ojo sobre una nebulosa, sea que caigas sobre una estrella visitada como Rigil Kent. El porte de este amigo blanco es soberbio. De nombre comercial Puente de Luz, bautizado como arriba reza y renombrado luego como “Gracias Moni” por  Migue, quien estima que la presión que la naifa metiera para que me desprendiese del armatoste fue crucial para que lo hubiera llevado tan lejos; aunque yo le jure que lo entregué –a regañadientes, es cierto- para cumplir con la palabra empeñada. Quería que tuviesen semejante arma pues el Rodo andaba de a pié con un libro en gateras y el Migue picado por ver el Todo, pero ambos remoloneaban como niños vergonzosos frente a una torta de crema en cumpleaños ajeno, temerosos ante sus madres de gesto adusto. Así las cosas, encargué el telescopio al mítico Roger, el mejor proveedor de América del sur: Vos traemelo, Roier, si los vagos no pican y no lo quieren para si, papita pal loro... -le dije. Y el Roger en menos de lo que tomo para escribir este reporte ¡lo tenía armado en su negocio! Uy, qué clavos corté esos días, qué terror tuve a que Moni lo viera. Pensé entonces, Si lo ve, de una sabe que es para mí pues nadie en 5000 km. a la redonda es capaz de comprar en lo del Roier un Meade LB, un dobson de 400mm de cacerola, con perdón de la palabra. Todos los días pasaba por enfrente, me paraba en la vereda, veía cuán, cuán grande era, cómo obstruía el paso a los desprevenidos clientes que entraban a la óptica a por sus simples, mortales gafas, sus espejuelos livianos, acaso orgánicos, de no más de uno o dos milímetros de espesor; y allí mi precioso LightBridge, erguido cual un aljibe absurdo en medio del estar, con un espejuelo de cinco centímetros de grosor, pesado como un novillo, en oposición… astronómica, si cabe, con el resto del storage. Una semana estuvo el trasto en Óptica Elena, hasta que me animé a llevarlo a casa, a mentir-aseverar de una, No Moni, no es para mí, es para el Migue y para el Rodo, Sí, Mimoni, ya lo llevamos, apenas vayamos… Y, por dentro, Ojalá no lo quieran, ojalá no se decidan nunca, ojalá me lo pueda quedar, total, una vez que entró a la casa...
Ah, qué días aquellos, observar el mundo mediante la propuesta ¡Blue experience! Con el fabuloso Ojo de Japeto. Recuerdo unas anécdotas; cariñosa: La señora mamá del Roier me escucha decir El Ojo de Japeto y me reconviene, delante de todos, Sergio, Jápeto, es Jápeto; precavida, de un observador de fuste: No lo uses, no se lo des a los chiquillos, no lo uses en las plazas; amistosa, el Migue en el momento en que se entera: Uhhh chaguito, ¡qué hiciiiiiiiiste! Yo la estoy apalabrando a Liz, pero aún no afloja… Jajaja, ya iría a aflojar, que el Migue no es ningún zonzo.
Por estos lares muy poco jugo pude sacarle, sin embargo. Observé un par de veces desde la plaza de Bigand con niños y amigos, y luego en el campo, una noche con Daniel y otros amigos y parientes en La estrella; luego con Javier, Richi, Julián y Juan Pablo, en otra noche fría y húmeda como pocas, durante la cual despachamos choris y largas charlas; noche esta última en la que vi por primera vez la Hélice (más grandota y nítida que el dedo gordo de mi pié) y, por lo mucho que brillaban, por primera vez vi Carina (estuve con ella una hora, creo, paseando por sus aureolas de humo, los rizos de nube negra o brillante por igual; el homúnculo estaba sentado sobre mi nariz y la key hole se partía en dos o tres partes dentro de un Orión de 8mm y 65º de campo ap.) y la cara oscura de la Luna, iluminada con el débil resplandor de la atmósfera terrestre en unas vistas que guardaré en la sesera por siempre.




Al fin, pudo Moni ausentarse unos días de sus muchos quehaceres, cargué el Ojo en Quéchatitache y -sí, con desconsuelo, que lo sufrido no desmerece lo cumplido- lo llevé a los amigos cuyanos. La noche de estreno bajo los 68º long O. está redactada en “Aldo, el huidizo” http://sagitarioblues.blogspot.com.ar/2012/07/aldo-el-huidizo.html y salidas subsiguientes. Recuerdo de aquellas tenidas que localicé a la Moneda de Plata (NGC253) a través de las nubes, que al LB no lo detiene nada como no sea una pared. Y de adobones, la pared.

Pasaron los días como si los llevara el diablo, che, desde la compra del Ojo de Japeto hasta hoy: La estar del 2012, a la que no asistí; el alejamiento de EP; el plan de Proyecto Sagitario 2012, 35 actividades en 25 colegios, apoyado por Sygma Seguridad, por la Comuna de Bigand y la SECTeI de Santa fe; el fortalecimiento de amistades recientes: Cristián, Aldo Kleinman y Aldo Mottino; un par de vueltas por Rada Tilly, donde asistí a tres colegios, un club, una playa y una punta, la del Marqués; una vuelta por Olavarría (gracias de nuevo por esas veladas); la compra de “El Pequeño Juan” y Proyecto Sagitario en Rosario; la llegada de los cometas con motivo del nacimiento de mi nieto Leónidas; el inicio del plan 2013 de PS y la SPVG 2013, de posteo reciente; y, al cabo, el pasado fin de semana de vuelta por Mendoza, en plan trabajo y compra de tomates, que cada cual viaja por lo que cree justo.

Llegamos a San Rafael con Moni en la chatita. Mi Kangoo no tiene radio ni aire, pero le caben holgados un par de teles de envergadura o varios cajones de tomates. Llegamos al mediodía  del sábado después de almorzar unas zapatillas de jamón y queso. Esto es digno de saber y memorizar, amigas, amigos, que seguro seguirán ustedes viajando a las juntadas de Jaime en el futuro, y, según creo, no deben perderse esta Pernil Experience, de la mano de Proyecto Sagitario:
Cuando lleguen a Monte Comán, localidad sita al borde del desierto en el camino de la Horqueta, a/desde San Luís, verán sobre una de las últimas cuadras dos despensas o negocitos -a mano derecha si vas de vuelta-; el segundo -de afuera una ventana y una puerta sin esmeros, solo una pizarra con letras de tiza- está atiborrado de cosas, todas ellas para comer, para llenar la barriga, para abrigar el alma que de eso se trata si llegas del desierto o vas a internarte en él. El cuchitril es atendido por un señor tan amable como ancho y su muy querida esposa; ambos son pillos de alta estofa; te dirán: ¿Un sanguchito? Como no, Vieja, hacele un sanguchito de jamón a esta chiiica… y en menos de lo que tardo en cambiar un ocular se aparece la señora de dentro de la cocina con un paquete más grande y más pesado que un reflector de 90mm, con su montura correspondiente. Dentro del paquete, dos sanguchitos. Estos, con el siguiente set up: dos panes caseros hechos al horno de leña, cada uno de un pié y medio por un palmo de ancho y cuatro dedos de alto. De estos últimos, dos dedos corresponden a los panes superior e inferior, los dos dedos restantes para el mucho jamón y no poco queso, unas cuchilladas de manteca y tu saliva que ya va chorreando de tu bocaza, la cual, como las caderas de una parturienta, se desencajan lentas para permitir la entrada de semejante esperpento alimenticio.

Uff, amigas, amigos, qué panzada. Abrimos solo la mitad de uno y lo fuimos masticando despacito mientras la turbo blanca se encarama por esos senderos de ensueño coronados por álamos de cobre,  los cuales van escondiendo y mostrando las añosas viñas, los secaderos, el campo ralo y mustio tras las primeras heladas. Ese último tramo de mis llegadas a San Rafael siempre me entusiasma, me hacen pensar en vivir allá, en esa zona alejada de la ciudad, que ninguna es buena para nadie y menos para un astrónomo.

Dimos en la citi con las amigas los parientes y el cada vez más querido Migue y su linda familia; el Rodo andaba de paseo por Baires con sus estrellas al hombro, en el literal sentido de la palabra. 
Nos alojamos en un complejo de tres casas más lindas que un mak de 127mm. Con parque espeso y poca luz artificial, con unos techos arbolados a los que se accede por una escalera muy cómoda y accesible, tanto que me imaginé allí con mi Lamborghini. De verdad, para recomendar si no te importa lo que gastas, como corresponde a un hombre que se siente pobre como yo: La Pilar, de Horacio y Daniela.  http://www.lapilar.com.ar/
Pasamos tres días allá; hice mi trabajo; compró Moni sus tomates y solo el lunes pude ir a observar con Migue y el Ojo de Jápeto, como quiere la madre de mi socio el Roger (un chiste viejo: somos socios en el negocio pues mientras él vende los telescopios, yo los compro). En verdad, tanto el sábado como el domingo hubo un cielo de ensueño, lo pispiaba desde el parque de La Pilar, pero contingencias de casado me apartaron del gusto y el placer de caerle al amigo.
No dejo en el tintero una visita que le hice al Anticuario, una librería de primera que está ubicada a la vuelta del negocio del Migue en pleno centro de la ciudad.  Cada vez que caigo en una localidad me apersono en su librería y hurgo en los anaqueles pues sostengo que, en cada una, un libro muy especial me espera. Estaba otra vez el broli deseado aguardando por mí, aunque no supiese al ingresar cual era, lo supe al verlo: La Vida de un Joven Planeta, de Andrew Knoll, editora Crítica (los primeros 3.000 millones de años de la Tierra, apasionante); y Los agujeros negros, los cuásares y el Universo, de HL Shipman, editora Alambra. Ya ven, dos libros por lo cual se justifica el viaje; el resto: los amigos, el cielo, los vinos, el aceite; todo eso, de yapa.
Ya que estamos, el vino. He tomado mucho contenido de las verdes botellas del buen vino mendocino; he bebido malbec, cabernet sauvignon, sirah, barbera y bonarda, algunos pinot noir, y muchos, muchos merlot que quedan como mis preferidos. De estas varietales más o menos comunes en San Rafael me quedo con las vinificadas por los mismos productores, por las pequeñas bodegas, por emprendimientos que no exceden la hectárea y un galpón que, en Santa fe, no sería sino un garaje de auto, mientras que allá, en Cuyo, con la diversa mentalidad, es un microemprendimiento que exporta al mundo. En cuyo, un productor trabaja de sol a sol, literalmente (en la pampa esto no existe). La vid, para que dé vino, precisa de cinco años de trabajo previo y esmerado cuidado. 
Antes de volver, me corrí hasta lo de Carlos Camargo, titular de su finca, quien mantiene un par de hectáreas con tomates y vides. Produce Malbec y Cabernet de viña propia y justo el lunes lo pescamos con dos tanques de acero ahítos de Barbera de un viñedo amigo. Nos hizo probar el mosto del barbera, un zumo purpurado y dulzón más rico que una foto de M8 procesada por los amigos de surastronómico. Un vasito, nos dio, un par de dedos en él bastó para que mi alicaído espíritu se alzara al cielo diáfano del mediodía, que la una le caímos al pobre Carlos. Luego nos hizo probar el mismo líquido bendito pero culminada ahora su vinificación. Ah, qué placer, qué aromas allí, qué vahos alcohólicos más exquisitos. No dejen de ir a la finca Camargo, háganme caso. Me llevé una caja de sueños y unos litros de buen aceite de oliva, allí prensado, asimismo.
Como el martes nos volvíamos, quedamos con Migue para observar en la noche del Lunes. Llegué a su casa cuando cenaban los chiquillos y recibí de su Anita un dibujo precioso donde ella y yo caminamos tomados de la mano bajo un cielo luminoso, con un sol re-cheto que calza lentes ahumados dado su propio brillo.
Armamos al Ojo de Japeto en el traspatio, guarecidos de los reflectores que la gilada traduce: reflector-luz-seguridad; luego: muchos reflectores-mucha luz- mucha seguridad. Ay, la lógica amarilla.
Ubicado el pie de Ojo en el sitio preciso arranqué con Canopo para alinear el buscador. Hecho esto fui sobre M41 quien invadió por completo a un ocus plossl de 25mm genérico. De allí a un cúmulo muy bonito, el NGC2362 mag 4.1, sobre el cuarto trasero del Perro. Este es un cúmulo muy jovencito con estrellas de 5 millones de años clase O y B, y un centenar de estrellas en formación. Muy cerca tiene una gran nube de gas, la cual se supone alejada por la intensidad del viento estelar, tan brioso. 



Como Canis mayoris ya se iba a la cucha subimos a por el Triplete pero el norte estaba saturado por seguridades; subimos aún a por la Sombrero, la galaxia M104, la cual encontramos nítida en el buscador, al sur de la Puerta de las estrellas, así que le metimos ojo en varios oculares a dicha Gate. La galaxia se veía nítida, su barra de polvo característica, el brillo de su núcleo. Este conjunto es precioso en cualquier teles, ya que la Stargate y la Pequeña Sagita son inconfundibles y todas caben en el campo a bajos aumentos.


Antes que el hermoso Saturno alzara sobre el techo de la casa, nos corrimos al sur, y caímos sobre la enamorada de mí. NGC3372 nos sentó de traste, como siempre. Su Homúnculo, su llave. La cerradura es algo digno de describir después de haberle mirado una hora o poco más, claro. Una voluta humo negro se enrosca sobre un brillo apenas sugerido pero inconfundible en el ocus de 2´´ y 13mm. Esta figura tan curiosa resalta sobre la nebulosa brillante y deleita a cualquiera.
En oscura charla con el Migue nos preguntamos sobre los estados del espaciotiempo (así debe escribirse, decirse y pensarse, leí hace poco de un grande argentino), me refiero a eso tan curioso que, sea lo que sea, da hoy en energía, mañana en materia, y luego de ser otra vez energía trasmuta en no-espacio. Tal milagro constituye los agujeros negros, por ejemplo. Esto es algo que uno acepta, sí, como no, si lo leímos cien veces en cien libros distintos, que la energía del Bigbang deriva en materia ordinaria, que ésta da a energía cuando se comprime a la materia más allá de cierto punto, y que el espaciotiempo se hunde y desaparece si la acción de la materia es tal o cual (desaparece es palabra que no tiene significado, pues desaparece lo que es, y un hoyo negro no es). Uff. No conformes con estas conclusiones y después de recorrer el cúmulo NGC3532 y luego la Gema, y también la roja DY crucis (rojísima en el 400mm de cacerola -qfp) y el Joyero, pusimos en palabras esa vista de los dioses que implica lo siguiente: cuando vemos una galaxia, la vemos en un instante, quieta, enroscada si es una barrada o una espiral, y deducimos de sus brazos curvos el giro que efectúa, grácil, sujeta al tejido cósmico. Más, una mente de viviera 200 millones de años, le vería dar una vuelta completa, por ejemplo; y una mente que viviera 1000 millones de años, le vería girar cansina, y alejarse  al hacerlo. Qué espectáculo, qué espectáculo maravilloso ha de ser ver el cosmos en movimiento de su macro escala. Tal vez, en lejanas galaxias o aún sobre nosotros, aquí y ahora solo que invisibles e intangibles, seres impensables se recuestan por las noches a observar los Molinetes del cielo girar y soplar el cosmos con sus aspas de soles, polvo y conciencias.
¿Miran esos Prodigios a los soles que más allá de novas se cierran como flores nocturnas en la mañana, arrugando la geometría del espacio, acaso en esas figuras preciosas que forman los remolinos de agua en los ríos, o los gases en los cielos y que se ven asimismo sobre la atmósfera del gran Júpiter, por ejemplo, turbulencia titánica cada agujero negro que engulle lo que es para dar potencia centrípeta a los mirasoles del cosmos?
Acá no llegamos con el Migue pues él es hombre que lleva su cabeza sobre los hombros. Pero llego yo ahora que al cuete estoy sentado en mi silla frente al ordenador tecleando mi pasado. Y concluyo con lo siguiente, una mente aún más lejana y ubicua, ¿podría ver al mismo universo nuestro nacer, crecer y morir o dejar de ser al multiplicarse en cientos de nuevos universos sitos en otro algo, donde ni siquiera las reglas físicas fueran las mismas? Pero esto hace rato que no es ciencia, ni astronomía, ni nada, solo divagues.
Al meterle ojo a Saturno con el Ojo vimos el Migue y quien habla cinco tímidas luces que creímos sus satélites y que ahora les confirmo por Stellarium. Los cinco puntos brillantes eran Dione, Tetis, Rea y Titán. Una estrella vi como luna y ahora sé que Encélado era la quinta y no ese sol que pinta arriba. Antes de irme del relato dejo constancia de haber mirado un largo minuto a la bella nebulosa Azul de Crux, la NGC3918, una planetaria tan grande y tan blue como mis ganas en la difusión de la astronomía. Su disco nítido asusta y uno se dice, ¡diablos, qué mina esta!
De todos modos y ante la distancia infinita que media entre el ver y el contar lo visto, resumo lo siguiente: Rigel kent se veía nitidídsima, doble, muy bien resuelta, brillaba allí Rigil A y, aquí, a un milímetro gordo de ella, Rigil B. 
Increíble parece ir a mirar esa estrella tan visitada con el dobson de 16´´, y sin embargo fue como hacerlo por primera vez.

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