El Timbero
El Timbero es el nuevo telescopio del
Señor Blues, un refractor Apocromático de 80mm de boca a f6, serie 6000 de la
marca Meade.
El equipo fue adquirido a Óptica Elena y llegó hace
una semana, justo antes de que se largara el mini temporal.
Sabrán disculpar, pero era un regalo que me debía. El
miércoles 27 fue mi cumpleaños y esta joya óptica vino a tapar un par de
amarguras provocadas por quienes uno menos lo espera, que en la vida nunca
faltan buenas ni malas.
El apo fue probado en visual junto a Cristián Nochelli
y el Rubio. El sábado nos juntamos sobre
las 23.30, cuando las almas se aprestaban a dar su puntual recorrida por
el camposanto. Nos abrigamos en el patio astronómico Cebollita stars, mate de
por medio, y mostramos la noche a tan prolijo envío desde el atormentado norte
de nuestra América. El Rubio fue el primero en verlo, sacamos con cuidado
infinito el atachet, mullido hasta el hartazgo, y sopesamos ambos el ota
blanco: Pesadito, el vago.
En eso estábamos cuando cayó –demorado- el dueño de
casa, don Cristián. A tiempo llegó para desenvolver el diagonal dieléctrico de
2 pulgares, 99% de reflectividad, aduce. Bonito, el tipo, en caja senior o XXL,
mullida también, como para una siesta hasta la china, de dónde seguro viene,
que los yanquis ya no fabrican ni fósforos.
Trae la caja box del dieletrico un adaptador para el SCT Meade que es un sueñito. Con
elongador para el LX200 y sin elonguer para el LX90. Como quiso el Roger que un
servidor ambos tenga, me viene de perillas el conjunto; el elonguer, el
espejuelo, y todo lo que seguir trayendo quiera, siempre que sea de vidrio, o
de aluminio con forma de tubo.
A un costadito del box del dieléctrico encontramos un
ocus plosl de 26mm, que por allí tiramos como si fuera basura, y una cajita
misteriosa que ¡Oh la, la! traía dentro un buscador red punto maravilloso, más
pesado que mi suegra, lo cual le concede un valor supletorio. Sabido es, desde
Jurasic Park en adelante, que todo lo que sea pesado uno lo toma como caro.
Así, no dudo, estos orientales, taimados, nos envían accesorios comunardos pero
pesaditos, de modo que mi cerebro, de clase media baja lastimosa, interprete,
como el perro de Pablov: pesado caro, pesado caro, pesado caro…
Montamos el Ota sobre la Eq 5, colocamos el diel y a este, en 2´´, un ocus
Meade verde y gordo como el mentiroso mayor de la tele, ese que apenas respira,
un UWA de 28mm a los 4800mm del Timbero.
Quise que la primera luz fuera M42 y allí estalló el
cielo: la nebulosa, el trapecio, la espada, las estrellas del cinto, una romería
de lucecitas puntuales y unos barritos por doquier. No me he puesto aún a
calcular el campo ni el cielo ni nada, porque muchas técnicas se diluyen en el
corazón del hombre que mira el cielo. Sabida es la reflexión de Walt Witman, cuando
tras escuchar una conferencia astronómica salió a caminar solo y meditabundo
bajo las pálidas, filosas estrellas. No diré que como él me sentí, pero maso.
Ahí estaban los amigos, la noche, las estrellas y el Ota maravilloso,
enseñándonos a mirar de nuevo, porque hay un antes y un después de mirar por un
tubo como este.
Voy a tratar de ser claro. Tengo un ota Hokenn 203
1000, reflector -de primera; tengo un LX90 de 203mm y un LX200 de 305mm -ambos
ACF. Nunca había mirado tan lindo dentro de un ocular. Las estrellas son menos,
mucho menos que puntuales. No sirve la idea de alfiler, los alfileres tienen
diámetro, estas estrellas, las observadas dentro del timbero, no lo tienen.
Otra maravilla fue ver la Gran nube Magallánica casi
completa a todo lo largo del fov a 28mm. Ese 28 es otra gran adquisición, dios
mío, una locura de ocular. La galaxia, vista por los marineros de expoliador
portugués, se repantigaba en los 6 o 7 cristales del barrilazo. Apenas dejaba
afuera las pantuflas y los mitones, el resto a la vista, la infinidad de
cúmulos que en ella abundan, motes blancas como huevecillos de araña. La 2070
un faro, arriba a la derecha.
Mucho fuimos y vinimos, sin poder quedarnos en paz,
con hormigas en el marote, con ese apocromático recién abierto al tálamo de la
noche, enfocado a ojo, nomás, sin buscador.
Fuimos así –en pelo, diría un gaucho- a por R leporis,
estrella cara a Sergio Bais. Ahora dispongo de un ejemplo para decir lo que
vimos. Toma un cartón negro como la conciencia de ..., hazle un pinchazo
muy fino, apuntalo luego en la oscuridad de tu cuarto al sensor de alarma
pasivo; cuando de este se encienda su led, por el cartoncito lo miras. La R leporis, en el destello
confuso de la ciudad y la Luna
que franca y tranquila ascendía, era un acicate rojo. Mucho miramos ese
resplandor único y rojo, y de allí nos fuimos a las Pléyades.
Las pléyades. Las pléyades no son para cualquiera en
un apo Meade de 80mm serie 6000. Ojalá Eric nos hubiera dejado mirar a gusto por
ese equipo, en Mendoza, el apo 5000. Yo fui y vi, un par de estrellas que
dentro había; Cristián fue y no vio. Niet, no, fori, le dijo, Y ese fue el
puntapié que dio origen a este regalo que me he hecho, Roger mediante, para los
cincuenta.
Las Pléyades entran en el ocus de 28mm. Se ve clarito
el caballito de juguete, el columpio de American Cycles que forman. Las
estrellas del cúmulo las ves una por una, cual miríada euclídea pura. Azules,
blancas, celestes, estaban todas las palomas allí. El Rubio y Cristian las
miraron largo rato. Yo me tiré en mi poltrona; me dolía la espalda desde la
mañana. A veces me agarran esos dolores, unos pinzamientos, unas contracciones,
vaya a saber. Hay días en los que no me puedo mover. Esa noche húmeda y ventosa
era una de ellas. Pero qué, ¿me iba a quejar? No me quejo ya casi de nada,
vaya. Me he acostumbrado, como arriba dije.
Al fin, en bella y amplia fase, atacamos a Astarté.
Luna, en un apo, es cosa de ver.
Casi recuerdo la primera vez que la vi por medio de un
teles comunardo, nomás, un 40 no sé cuántos, altacimutal. Y qué linda estaba,
aunque su cara ha de haber sido un esperpento en ese equipo de juguete.
Luna, en el apo 80, muestra cuatro o cinco tonos de
gris. Si le sumás los blancos, bueno, el número de colores alcanza al arco
iris.
Causa estupor verla con esas tonalidades que uno le
ignora. Fue, ahora que lo pienso, como si la viese desnuda, bañándose en la
fuente, torna la cara hacia el agua del chorro.
El terminador estaba vivo, refulgía con perlitas de
plata aquí y allá, las cúspides de los altos montes, los cráteres que se
insinuaban minuto a minuto.
Recordé el libro Sidereus Nuncios, los detalles que
Galilei apunta sobre este efecto hijo de la geometría esférica, que aquí
Euclides ya ha cedido paso a geómetras posteriores.
Dije a viva voz lo que veía, ¡los colores de la Luna ! Y no creyeron mi
palabra los amigos. Cedí entonces el ocular y el focuser dual speed que, por
cierto, gira 360º sobre sí para que no importe dónde apuntes, siempre ellos
erguidos estén.
Miraron ellos, los amigos, esa noche los colores de la Luna y tuvieron que decirlo,
¡Sí, Sergio! ¡Sí señor Blues! En este apo, ¡la Luna muestra cuatro o cinco tonos de gris!
Felicitaciones Sergio!! Ya te voy a decir de un día pegarme una vuelta para mirar por esta joyita :D
ResponderEliminarun abrazo!!
Andrés, claro que se te espera por aquí¡¡¡¡¡¡¡
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