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viernes, 29 de noviembre de 2013

El Timbero- Noche primera.

El Timbero

El Timbero es el nuevo telescopio del Señor Blues, un refractor Apocromático de 80mm de boca a f6, serie 6000 de la marca Meade.

El equipo fue adquirido a Óptica Elena y llegó hace una semana, justo antes de que se largara el mini temporal.
Sabrán disculpar, pero era un regalo que me debía. El miércoles 27 fue mi cumpleaños y esta joya óptica vino a tapar un par de amarguras provocadas por quienes uno menos lo espera, que en la vida nunca faltan buenas ni malas.

El apo fue probado en visual junto a Cristián Nochelli y el Rubio. El sábado nos juntamos sobre  las 23.30, cuando las almas se aprestaban a dar su puntual recorrida por el camposanto. Nos abrigamos en el patio astronómico Cebollita stars, mate de por medio, y mostramos la noche a tan prolijo envío desde el atormentado norte de nuestra América. El Rubio fue el primero en verlo, sacamos con cuidado infinito el atachet, mullido hasta el hartazgo, y sopesamos ambos el ota blanco: Pesadito, el vago.


En eso estábamos cuando cayó –demorado- el dueño de casa, don Cristián. A tiempo llegó para desenvolver el diagonal dieléctrico de 2 pulgares, 99% de reflectividad, aduce. Bonito, el tipo, en caja senior o XXL, mullida también, como para una siesta hasta la china, de dónde seguro viene, que los yanquis ya no fabrican ni fósforos.


Trae la caja box del dieletrico un adaptador para el SCT Meade que es un sueñito. Con elongador para el LX200 y sin elonguer para el LX90. Como quiso el Roger que un servidor ambos tenga, me viene de perillas el conjunto; el elonguer, el espejuelo, y todo lo que seguir trayendo quiera, siempre que sea de vidrio, o de aluminio con forma de tubo.

A un costadito del box del dieléctrico encontramos un ocus plosl de 26mm, que por allí tiramos como si fuera basura, y una cajita misteriosa que ¡Oh la, la! traía dentro un buscador red punto maravilloso, más pesado que mi suegra, lo cual le concede un valor supletorio. Sabido es, desde Jurasic Park en adelante, que todo lo que sea pesado uno lo toma como caro. Así, no dudo, estos orientales, taimados, nos envían accesorios comunardos pero pesaditos, de modo que mi cerebro, de clase media baja lastimosa, interprete, como el perro de Pablov: pesado caro, pesado caro, pesado caro…

Montamos el Ota sobre la Eq 5, colocamos el diel y a este, en 2´´, un ocus Meade verde y gordo como el mentiroso mayor de la tele, ese que apenas respira, un  UWA de 28mm a los 4800mm del Timbero.

Quise que la primera luz fuera M42 y allí estalló el cielo: la nebulosa, el trapecio, la espada, las estrellas del cinto, una romería de lucecitas puntuales y unos barritos por doquier. No me he puesto aún a calcular el campo ni el cielo ni nada, porque muchas técnicas se diluyen en el corazón del hombre que mira el cielo. Sabida es la reflexión de Walt Witman, cuando tras escuchar una conferencia astronómica salió a caminar solo y meditabundo bajo las pálidas, filosas estrellas. No diré que como él me sentí, pero maso. Ahí estaban los amigos, la noche, las estrellas y el Ota maravilloso, enseñándonos a mirar de nuevo, porque hay un antes y un después de mirar por un tubo como este.

Voy a tratar de ser claro. Tengo un ota Hokenn 203 1000, reflector -de primera; tengo un LX90 de 203mm y un LX200 de 305mm -ambos ACF. Nunca había mirado tan lindo dentro de un ocular. Las estrellas son menos, mucho menos que puntuales. No sirve la idea de alfiler, los alfileres tienen diámetro, estas estrellas, las observadas dentro del timbero, no lo tienen.

Otra maravilla fue ver la Gran nube Magallánica casi completa a todo lo largo del fov a 28mm. Ese 28 es otra gran adquisición, dios mío, una locura de ocular. La galaxia, vista por los marineros de expoliador portugués, se repantigaba en los 6 o 7 cristales del barrilazo. Apenas dejaba afuera las pantuflas y los mitones, el resto a la vista, la infinidad de cúmulos que en ella abundan, motes blancas como huevecillos de araña. La 2070 un faro, arriba a la derecha.

Mucho fuimos y vinimos, sin poder quedarnos en paz, con hormigas en el marote, con ese apocromático recién abierto al tálamo de la noche, enfocado a ojo, nomás, sin buscador.

Fuimos así –en pelo, diría un gaucho- a por R leporis, estrella cara a Sergio Bais. Ahora dispongo de un ejemplo para decir lo que vimos. Toma un cartón negro como la conciencia de ..., hazle un pinchazo muy fino, apuntalo luego en la oscuridad de tu cuarto al sensor de alarma pasivo; cuando de este se encienda su led, por el cartoncito lo miras. La R leporis, en el destello confuso de la ciudad y la Luna que franca y tranquila ascendía, era un acicate rojo. Mucho miramos ese resplandor único y rojo, y de allí nos fuimos a las Pléyades.


Las pléyades. Las pléyades no son para cualquiera en un apo Meade de 80mm serie 6000. Ojalá Eric nos hubiera dejado mirar a gusto por ese equipo, en Mendoza, el apo 5000. Yo fui y vi, un par de estrellas que dentro había; Cristián fue y no vio. Niet, no, fori, le dijo, Y ese fue el puntapié que dio origen a este regalo que me he hecho, Roger mediante, para los cincuenta.

Las Pléyades entran en el ocus de 28mm. Se ve clarito el caballito de juguete, el columpio de American Cycles que forman. Las estrellas del cúmulo las ves una por una, cual miríada euclídea pura. Azules, blancas, celestes, estaban todas las palomas allí. El Rubio y Cristian las miraron largo rato. Yo me tiré en mi poltrona; me dolía la espalda desde la mañana. A veces me agarran esos dolores, unos pinzamientos, unas contracciones, vaya a saber. Hay días en los que no me puedo mover. Esa noche húmeda y ventosa era una de ellas. Pero qué, ¿me iba a quejar? No me quejo ya casi de nada, vaya. Me he acostumbrado, como arriba dije.

Al fin, en bella y amplia fase, atacamos a Astarté.
Luna, en un apo, es cosa de ver.
Casi recuerdo la primera vez que la vi por medio de un teles comunardo, nomás, un 40 no sé cuántos, altacimutal. Y qué linda estaba, aunque su cara ha de haber sido un esperpento en ese equipo de juguete.

Luna, en el apo 80, muestra cuatro o cinco tonos de gris. Si le sumás los blancos, bueno, el número de colores alcanza al arco iris.
Causa estupor verla con esas tonalidades que uno le ignora. Fue, ahora que lo pienso, como si la viese desnuda, bañándose en la fuente, torna la cara hacia el agua del chorro.
El terminador estaba vivo, refulgía con perlitas de plata aquí y allá, las cúspides de los altos montes, los cráteres que se insinuaban minuto a minuto.
Recordé el libro Sidereus Nuncios, los detalles que Galilei apunta sobre este efecto hijo de la geometría esférica, que aquí Euclides ya ha cedido paso a geómetras posteriores.


Dije a viva voz lo que veía, ¡los colores de la Luna! Y no creyeron mi palabra los amigos. Cedí entonces el ocular y el focuser dual speed que, por cierto, gira 360º sobre sí para que no importe dónde apuntes, siempre ellos erguidos estén.

Miraron ellos, los amigos, esa noche los colores de la Luna y tuvieron que decirlo, ¡Sí, Sergio! ¡Sí señor Blues! En este apo, ¡la Luna muestra cuatro o cinco tonos de gris!

2 comentarios:

  1. Felicitaciones Sergio!! Ya te voy a decir de un día pegarme una vuelta para mirar por esta joyita :D

    un abrazo!!

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  2. Andrés, claro que se te espera por aquí¡¡¡¡¡¡¡

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