Qué es proyecto sagitario?

Cursos de Iniciación a la astronomía.

Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

Charlas, cursos, campamentos, observaciones grupales.

martes, 4 de agosto de 2015

El Señor de las Estrellas


El Señor de las Estrellas


 El Señor de las Estrellas
Es curioso el modo en que la vida, como dijo el Nano, un día se nos ofrece en cueros.
Nací en un hogar más que pobre. Mi padre fue adicto al juego. Los apuros lo llevaron a equívocos que pagó sin queja. De él aprendí a amar el jazz, la astronomía, la etimología, los libros… y tal vez a morir sin cuitas.
Cuando tenía trece años y estaba enamorado de una compañera que iría al comercial, me dijo: Sergio, no tengo un peso para vos; estudiá en la técnica, aprendé un oficio y manejate solo.
Eso hice.

Después, muy pronto fui padre, a mi vez. Pasé miserias y amarguras pero a él nada le reprocho porque mis errores son míos.
Tenía la costumbre de vivir con libros a su vera, uno, dos, tres, también. Había leído los cinco tomos de la Enciclopedia Británica de cabo a rabo, un par de veces, en busca de los nombres de los asteroides. Por eso sabía tanto del origen o el significado de las palabras.
Era raro hablar con él; adminículo para rayar el queso, decía, o sacale la aponeurosis al vacío… Uno debía preguntarle, Pá, ¿qué es eso?
Cuando me separé, dijo: Vos podrías vivir del ajedrez.

Qué pena da, no poder preguntarle más, Pá, ¿qué es eso? ¿Qué significa?

Poco antes de morir, él, una tarde entré a su cocina. Mi viejo estaba sentado en su silla de los solitarios. Levantó la cabeza y achicó los ojos para enfocarme. Tenía el ceño fruncido de tanto forzar la vista, siempre el pelo blanco, y ahora poco. Me dijo: Tomá, Sergio, vos le darás mejor uso, y puso en mis manos su libro de Cecilia Payne-Gaposhkin.

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Hoy, cuando bajé frente a una escuela para una charla de astronomía, los niños gritaron,
¡Ahí viene, el señor de las estrellas…! Y todos corrieron arriba, al aula, a esperarme sentados en el piso, riendo, riendo.
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Hoy soy absolutamente feliz. Estoy enamorado y soy abuelo; vivo del ajedrez y de aquél oficio que el viejo me sugirió aprender; y enseño astronomía por ahí, donde me aceptan, donde me llaman o me reciben.
¿Puede uno pedirle más a la vida?
Sí.
Escuchen esto:
Mi nieto crece descomunal, lee todos los días, mira las estrellas, conoce las galaxias, la Luna, Saturno y los cometas. Hace unos meses comencé a preocuparme por su futura escolaridad. No podía soportar la idea de que la escuela le borrara las ideas, la sed de saber, el rigor científico que aplica cada niño hasta los cinco años, hasta que entra a un colegio y se lo destruyen. Muchas noches pensé en ese futuro con angustia. Pero hoy asistí invitado a dar esa charla a la escuela Bernardino Rivadavia, de Los Quirquinchos, y conocí a las MAESTRAS y ALUMAS/OS que desarrollan allí jornadas de escuela abierta, o jornada extendida, o como se llame el nuevo método que la gigante administración socialista de Santa fe lleva adelante en decenas de colegios.
Y entonces, cuando conocí todo lo que hacen, sonreí, y me sentí ansioso por el futuro de sol, por el entusiasmo de los niños y las niñas, por sus ganas de jugar y aprender, por el compromiso de esas docentes. Porque ahora aprender vuelve a ser un juego, como debió ser siempre y jamás un bodrio como es común, cuando te obligan a aprender cosas que jamás te servirán de nada, cuando te obligan a saber lo que es una función adiabática y no te incitan a averiguar por qué diablos una estrella es lo que es, o brilla, o late, o muere.
Hoy vi en Los Quirquinchos no el trabajo de ningún funcionario/a, sino el esfuerzo y la entrega de docentes geniales, risueñas, alegres, rebosantes de entusiasmo.

Hoy fui feliz, la vida se me tendió en cueros. Esta noche dormiré en paz y acaso sueñe con un nieto contento, que juega y ríe en su escuela al tiempo que aprende como nunca otro lo ha hecho antes.

Maestras de Los Quirquinchos… gracias.

































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