“Yo he visto en la noche oscura llover sobre mi cabeza los rayos de lumbre pura de la divina belleza.” ― José Martí
Qué es proyecto sagitario?
Cursos de Iniciación a la astronomía.
Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.
Charlas, cursos, campamentos, observaciones grupales.
miércoles, 30 de noviembre de 2016
viernes, 25 de noviembre de 2016
miércoles, 16 de noviembre de 2016
Un plumazo
Un
plumazo.
Buenos
días, mi nombre es Sergio y amo el cielo. Mi anhelo es que alguno o alguna de
ustedes, después de esta lectura, se inclinen hacia él, le conozca un poco más,
tenga ganas de recorrerlo, con la vista pero también con la mente y, por qué no,
con el corazón.
La
noche está plagada de luces.
Hablo
de la noche bajo cielos libres de contaminación lumínica. Son pocos estos
cielos. El hombre va dando cuenta de cada rincón oscuro. Iluminamos la noche
con luces de neón porque, es mi idea, retrocedemos como especie. Un animal que
le debe al cielo su estadía sobre la faz de la Tierra, se vuelve contra él y lo
oculta bajo falsas luces en pos de una supuesta seguridad que no llegará nunca
por este camino.
¿Por
qué digo que el hombre debe al cielo su estar acá? Porque los hombres
evolucionamos y nos apoderamos del mundo en tanto que nos creamos un modo de
interactuar con él, diverso del utilizado por el resto de animales. Nosotros construimos
un saber que evolucionó hasta hacerse ciencia; y este saber, esta ciencia que
puede con el mundo, que lo sojuzga y somete, nació con la observación minuciosa
de esos astros que otrora inundaban el sueño nocturno.
La
primera observación humana del cielo debe de haber acontecido en el momento
mismo en que los homínidos abandonaron las espesas selvas que entonces poblaban
la región centro oriental africana. Abandonamos ese edén para internarnos hacia
el naciente, balbuceantes y temerosos, en un viaje de un millón de años que
comprendió el entero mundo, y que hoy tantea en el espacio. Imaginemos por un
momento. Hablo de una especie que ha evolucionado desde las madrigueras
miserables de debajo de las raíces arbóreas, donde éramos poco menos que
comadrejas, hasta las altas copas, ya parecidos a lo que ahora vemos cada
mañana, al enjuagarnos los dientes en el espejo de casa. Hablo de una especie
que, en ese largo asenso –de la madriguera a la copa- ha incorporado, primero,
la visión nocturna, en tonos de grises, provista por los bastoncillos, tan cara
a los aficionados observadores como el que escribe, y, después –mucho después,
ya arriba de los mamá árboles- la visión binocular, para un salto preciso de
rama en rama. Este proto homínido con pelos, cola y mañas sanas, que vivió
siempre en grupo, desarrolló la visión binocular por puro accidente, porque se
trasladaba de rama en rama, porque debía elegir entre una cargada de frutos y
otra pobre. Tan solo porque esto pasó hace cinco o seis millones de años, es
que podemos hay medir la distancia a las estrellas, por paralaje. Por el mismo
truco gracias al cual, al dar un brinco, asían nuestras manos una próxima rama
horizontal y no un porrazo mayúsculo. Tan solo por esto, señoras, señores,
Aristarco midió el cielo, dedujo la distancia Tierra Sol y Tierra Luna.
Espero
no haberlos espantado. En mis charlas me gusta que las cosas estén claras. Y no
hay claridad allí donde no hay origen. El origen lo es todo. Si sé de dónde
vengo, puedo saber con certeza a dónde voy. Hoy el mundo de la ciencia ignora
muchas cosas. Entre ellas, si el Universo se expande o qué diantres hace. Si no
sabemos esto, digo, es porque no podemos aún explicarnos cuál fue el origen. Cuando
expliquemos el origen sabremos el destino. Es mi opinión.
Antes
de adentrarme en lo desconocido del viaje que el hombre ha hecho hasta lograr
lo que hoy sabemos del cielo, quisiera sin embargo dejar en claro que el hombre
se halla sobre la Tierra por pura casualidad. No hay plan. No hay
premeditación. No hay sentido, incluso, para que estemos aquí.
Veamos:
¿por qué ese proto homínido se bajó un buen día de su arbolito y se lanzó a pie
a través de cuarenta mil kilómetros para darle la vuelta al mundo, y trescientos
ochenta mil más para llegar a la Luna?*
Muy
lejos de los deseos de Nietzsche, el hombre no se hizo a sí mismo. El proto
homínido dejó los bosques porque, en realidad, estos desaparecieron. Le fueron
hurtados. En pocos cientos de miles de años, lo que había ya no estaba, y esos
bichos perniciosos se dijeron: uh, ug, uh, que en su lengua
significa: hermanos, si nos quedamos acá
seremos todos pasto de fieras, no aceptemos esta miseria de vida, rebelémonos
contra la naturaleza que nos expulsa de nuestras
casas majestuosas, altas y frescas, y lancémonos a través de los eones en busca
de nuestra tierra prometida, Ea, amigos, a no desfallecer, caminemos hacia el
naciente, ¡promesa de un mañana mejor!
Diablos,
imagino a un homínido con este poder de concisión en su plática y me ruborizo, ¡que
pobre copia soy de aquél antepasado!
De
modo que así fue, el valle de rift no era tal, era una llanura; los vientos del
océano atlántico barrían África de oeste a este y toda esa franja era poblada
por árboles, selvas; en fin, un vergel pletórico de vida. Pero la Tierra aún
está caliente, en su centro, y ese calor asciende a través de las plumas, y las
plumas crean quebraduras, y esas grietas son los rift, precisamente (lean un
librito sobre la deriva continental, allí está todo). Cuando la quebradura se dio,
una parte, la este, se alzó, y los vientos, lejos de seguir su pasó húmedo
hasta el mar oriental, descargaron desde entonces su agua contra la pared de
roca, y continuaron soplando secos. Allí nació el valle del rift, allí hay
ahora un lago. Del lado occidental evolucionaron los simios; del lado Oriental
los homínidos degeneraron en homo.
Y
esto es to- to-do a-mi-gos, tan solo una plumazo –literal- en la larga historia
de un mundo cualquiera que aún emite por convección el calor remanente en su
núcleo.
Qué
triste parece. Suena pobre. El relato de las religiones -así como el del
psicoanálisis- es más rico, más reconfortante. En ellos somos los héroes y no
un accidente de la historia. Pero a mí no me arredra la nada. Soy epicúreo –o quisiera
serlo-, soy democriteo, es decir, me basta con lo que veo y con el momento, con
disfrutar cada instante, aún este en el cual me enfrento a la vacuidad, la nada
de existir porque sí. ¿Qué valores hallo en esto? Pues, los derivados de mi
capacidad de conocer. Amo la ciencia, amo saber, comprender, crear mi
conocimiento. Por supuesto, amo también a mis compañeros y compañeras de viaje,
mis nietos, mis hijas e hijo, mis familiares, mi pareja, mis amigos, mis
alumnos, la gente que no conozco y me escribe, a veces.
Y
porque amo, la nada ni me va, ni me viene, le ignoro casi, si no fuera porque
la tomo de límite. Límite a mis ambiciones y expectativas. La nada, lejos de
desilusionarme, me infunde ánimo. Si no hubo nada y no habrá nada, ¿por qué no
valorar entonces con mayor ahínco estos momentos? ¿Cómo no darle valor a cada
persona si sé que somos todos un nada, un plumazo, como dije, en el tiempo y el
espacio infinitos? Si la nada mandara en el subconsciente humano, ¿para qué las
guerras, para qué la explotación capitalista?
Pero
este debe ser un texto de astronomía.
Vuelvo
a los astros...
Continuará.
*Aunque
no los recorrimos en línea recta -a los kilómetros terrestres y los celestes- sino
zigzagueando por valles y desiertos, por delgados istmos y por heladas tundras,
por los mares y los suelos, de modo que fueron millones de kilómetros sobre la
tierra –en el espacio, los viajes en línea recta son imposibles, hay que seguir
orbitales: el módulo Columba que llevó al hombre a nuestro satélite recorrió
algo más que 500.000 km.
martes, 15 de noviembre de 2016
Buenas Tardes
El Cielo.
Buenas tardes, mi nombre es Sergio y amo el cielo. Mi anhelo
es que alguno o alguna de ustedes, después de esta lectura, se inclinen hacia
él, le conozca un poco más, tenga ganas de recorrerlo, con la vista pero
también con la mente y, por qué no, con el corazón.
La observación del cielo puede ser simple contemplación, hay
en ello suficiente gozo y retribución, ver conjunciones planetarias, ver arco
iris, ver las manchas de la Vía Láctea, blancas por definición, pero también
oscuras, negras como el corazón de las tinieblas, origen de diversas figuras
celestes entre nuestros antepasados suramericanos, tanto más perceptivos que
los nórdicos (los pueblos del norte solo crearon constelaciones, es decir,
figuras con estrellas).
Los pueblos euroasiáticos tuvieron cosmogonías diversas, por
supuesto, pero como antes de conocernos unos absorbieron a otros, ese origen
múltiple fue pobre acervo del cual nos nutrimos, un menjunje en el cual
sobreviven nombres como Alnilam y Betelheuse* -propios de una doncella que
habitaba el cielo- para definir estrellas de la constelación Orión, pelafustán
nacido de una pishada.
Con la colonización y el genocidio, heredamos las leyendas
del norte. Una simbología basada en guerra y sexo llegó a nosotros con carácter
de cultura: Orión; el León batido por Hércules; los Gemelos; cada una de las
doce casas del Zoodíaco refiere a una aventura griega, a una leyenda, a un
saber homologado por el poder, tal es la labor de todo relato: perpetuar una
forma de pensar, de sentir el mundo. Pensemos que en aquellos años la cultura
se masificaba por medio de poesías y su representación primera fue el cielo. En
américa sucedió lo mismo, el cielo como pizarra inmensa donde los viejos de la
tribu contaban historias a los niños por las noches, junto al fuego. Nada hay
más fuerte que un relato. El relato unifica como pueblo, como familia, como
ser. Por ello hay una historia nacional, escrita por Mitre para los argentinos,
por ejemplo. Por ello hay un relato sobre los abuelos en cada familia: el
abuelo esto, la abuela lo otro. Por ello hay psicoanálisis, el discurso de Freud,
célibe hasta los treinta y pico y que sin embargo, cual si fuese un erudito en
el tema, nos dice: todo es pulsión, energía sexual reprimida…
En fin, debo hablar del cielo, de ese río que en las noches
de invierno lo cruza todo, pero la mente siempre se me va por otros caminos, otros
ríos, arroyuelos, en realidad; tal vez cunetas...
La Vía Láctea, el camino blanco, el camino de leche, leche
del seno de Hera, a quién le arrebataron al hijo cuando este mamaba y la leche
presurosa siguió surgiendo y surcó el cielo, y desde entonces allí está, una
zanja, una nube, un trazo que lento, muy lento gira sobre nosotros.
Pero… ¿de qué hablo? ¿Cuántos de nosotros hemos visto ese
río?
Los americanos creían que por lo que llamamos Vía Láctea -el
Río del cielo- ascendían las almas de los muertos. Porque para ellos cada
estrella es el alma de un ser querido que ha ascendido al cielo, y desde allá
nos mira, nos ilumina, nos sirve de guía.
Las leyendas americanas, qué distintas de las euroasiáticas.
Miremos un poco la noche, próximo a la navidad podemos ver a Orión, las tres
marías… los tres reyes magos decía mi padre quién me mantuvo ajeno a las
licencias cristianas. Orión es esta figura, formada por cuatro grandes
estrellas: Rigel, una azul gigante, un sol magnífico, ya hablaremos de ella;
Saiph; Bellatrix y Betelheuse.
La gran Betelgeuse, una gigante roja, un sol miles de veces
más grande que el nuestro. A punto de estallar. A punto de reventar como
confeti esta noche, como dice Aute. Esas cuatro estrellas enmarcan la figura de
Orión. Rigel es un pie, Saiph el otro. Betelgeuse es un hombro, junto a
Bellatrix. En la cintura brillan -del oriente al oeste- Alnitak, Alnilam,
Mintaka, y pende del cinto la espada del guerrero, la espada o el puñal, como
le dicen. Una abuela me corrigió, una vez, durante una charla y frente a
cincuenta personas, no mienta, me
dijo, eso que cuelga no es la espada…
Tendría setenta años, sonreía, era una mujer feliz. Parece que el cielo sacara
de nosotros lo mejor, lo más puro. Hay algo místico en la observación del
cielo. Bueno, no para esa abuela…
Orión es un guerrero, un hombre soberbio que está allá arriba
por su torpeza o tozudez. Resulta que el tipo era un gigante y se preciaba de
poder matar cualquier animal. Esto es un pecado. No se mata cualquier animal.
Los pueblos originarios solo mataban crías y animales viejos. Los animales
adultos deben reproducirse, estos son intocables para cualquier cultura seria.
Orión se aparecía hoy con un oso, mañana con un tigre, el tipo era un zarpado. Un
día, la diosa de la naturaleza le dijo, Orión, cortala, no me matés cualquier
bicho, sabés que hay reglas y las reglas están para ser cumplidas, aunque seas
un semidiós. Recordemos que orión era hijo de un dios, mortal. Como Hércules, o
Aquiles. La cosa es que don Orión siguió con sus transgresiones. De modo que la
diosa le dijo, Orión, un día, un animal te cobrará todas estas deudas… Amenaza
que nuestro Héroe desestimó, por supuesto. Entonces, la Vaga se mandó la
desierto y de debajo de una roca se trajo un minúsculo escorpión. Con enjundia
lo zampó entre las pieles de la yacija del Gigante.
Cuando este, cansado de
liquidar bestias, se tendió a descansar, el artrópodo le clavó su aguijón (las
estrellas del final de la cola de Escorpio se llaman: Shaula, erguida; Lesath,
aguijón). Orión se paró de un salto, tiró las cobijas, vio al miserable y lo
aplastó de un sonoro chinelazo, poco después cayó exánime. Zeus, al ver a ambos
seres caídos, se apiadó de ellos y los colocó en el cielo. Esta es una de las
muchas historias que narran las desventuras de ese muchacho.
Sin embargo, los amerindios… ellos tuvieron y tienen otra
cosmovisión. Ellos ven en las cuatro estrellas (Rigel, Saiph, Bellatrix,
Betelheuse) un telar tendido en el cielo, en el cual está siendo tejido un
poncho que abrigue a los hombros durante el próximo invierno.
¿Qué les parece? Los dioses tejen un poncho para saldar
cuitas de los hombres… toda una enseñanza, creo yo. Toda una filosofía. Los
dioses no existen para martirizarnos, como es el caso del cristianismo, y ni
hablar de Jehová; los dioses cuidan de sus hombres, se preocupan por ellos. Con
otras constelaciones, es lo mismo, vean sino la leyenda del Toro Griego y su
anverso amerindio. Vean la leyenda de Crux… nuestra propia diatriba contra la
soberbia.
La única constelación que se basa en una idea afin es la de
Gemini, los gemelos. Para los griegos refiere la suerte de dos hermanos, Castor
y Pollux, los Dioscuros, soberbios, agresivos, apasionados. Están allí por
haber engañado a un Rey, y por amarse por sobre todas las cosas. Para los
amerindios esa constelación es Yunta Puma, dos pumas que saltan para devorar la
Luna.
*Alnilam
alude a un cintillo de perlas que ciñe la cintura de la doncella, Beteheuse es la mano de la princesa.
Continúa.
Sergio
Galarza.
Mirá qué Lunón III
Mirá qué Lunón III
Actividad educativa en el Colegio Candelaria de la ciudad de Casilda.
Participación de alumnos, alumnas y docentes del turno noche.
Observación y fotografía de la Luna. Charla sobre cuestiones astronómicas relacionadas con la Luna, los telescopios, las cámaras, la luz, la edición de las imágenes.
Cierre a cargo de la Profesora Marcela Ruíz con lectura de poemas sobre la Luna.
Actividad educativa en el Colegio Candelaria de la ciudad de Casilda.
Participación de alumnos, alumnas y docentes del turno noche.
Observación y fotografía de la Luna. Charla sobre cuestiones astronómicas relacionadas con la Luna, los telescopios, las cámaras, la luz, la edición de las imágenes.
Cierre a cargo de la Profesora Marcela Ruíz con lectura de poemas sobre la Luna.
sábado, 12 de noviembre de 2016
miércoles, 9 de noviembre de 2016
¡Mirá qué Lunón!
¡Mirá qué Lunón!
Admiro a mucha gente. Admiro a una mujer que lucha por el bien de los otros en forma denodada. Es docente. Me dijo una vez:
el docente debe aprovechar el acontecimiento, lo que sucede de improviso, debe apropiarse del acontecimiento y hacerlo materia de su enseñanza, materia con la cual los alumnos aprendan algo nuevo ese día.
Me dijo después: el buen docente... es como un cazador: cuando salta la perdiz, ¡lo aprovecha!
El lunes 14 de noviembre, la Luna se hallará en su perigeo, en su punto más cercano a la Tierra, en lo que un astrólogo -hace unos años- dio en llamar superluna (es triste mentar a uno de estos pícaros, mentirosos... pero es la verdad, fue uno de ellos el que así le nombró por tv... y listo, el desastre estaba hecho).
La superluna refiere a una Luna Llena que debiera de observarse con un diámetro aparente mayor a los de otras lunas llenas.
En efecto -el diámetro de la Luna llena del 14 de noviembre- será mayor al diámetro aparente de la luna llena de Octubre, y acaso sea el mayor en muchos años, pero...
¿Será de verdad perceptible por el ojo avizor del desprevenido andante de nuestros pueblos y ciudades?
Lo dudo.
De todos modos, aprovecharemos el acontecimiento, la propaganda barata y casi siempre errónea que vierten los teles y las radios, y prepararemos una puesta en el Colegio Candelaria de la ciudad.
En realidad, ya todo comenzó. El lunes pasado tuvimos una charla con los alumnos y docentes del colegio, miramos imágenes sobre la Luna y mostramos cómo medir su diámetro con una regla de plástico y un hilo. Charlamos sobre los principios físicos que se deducen de la órbita del satélite y le metimos cháchara al tema de los viajes a la Luna, tan popularizados por los necios que niegan tal locura humana, la de haber pisado Selene en el año 1969.
Dedicamos un capítulo a la grandeza de Galileo quién, aunque no fuera el primero en observar y dibujar Luna, sí fuera el que publicó sus conclusiones, el que plantó telescopios en una plaza para que el vulgo la observara, el que destruyó de una vez y para siempre las tonterías que entonces enseñaban las universidades de la época basadas en un antiquísimo Aristóteles.
Un viaje al espacio da tela para cortar:
¿Por qué un cohete avanza cuando libera la combustión de su barriga hacia atrás?
¿Por qué no se puede viajar a la Luna en línea recta a ella?
¿Cuántos días son necesarios para un viaje a la Luna?
¿Cómo hacer para volver?
Observamos varios lanzadores de cohetes por la web, incluso la partida del Apollo 11. Tratamos de imaginar en su conjunto la fuerza necesaria para librarse de la gravedad terrestre, de modo que recordamos a ese canijo de David, que sentó de un piedrazo a don Goliat, y otros ejemplos útiles en el momento.
La cosa seguirá el próximo lunes, con la observación del astro, un taller de fotografía mediante telescopio, un simulacro sobre la formación de cráteres, un tallercito sobre la medida de la distancia Tierra-Luna, y otras cosas más que el martes contaré.
Admiro a mucha gente. Admiro a una mujer que lucha por el bien de los otros en forma denodada. Es docente. Me dijo una vez:
el docente debe aprovechar el acontecimiento, lo que sucede de improviso, debe apropiarse del acontecimiento y hacerlo materia de su enseñanza, materia con la cual los alumnos aprendan algo nuevo ese día.
Me dijo después: el buen docente... es como un cazador: cuando salta la perdiz, ¡lo aprovecha!
El lunes 14 de noviembre, la Luna se hallará en su perigeo, en su punto más cercano a la Tierra, en lo que un astrólogo -hace unos años- dio en llamar superluna (es triste mentar a uno de estos pícaros, mentirosos... pero es la verdad, fue uno de ellos el que así le nombró por tv... y listo, el desastre estaba hecho).
La superluna refiere a una Luna Llena que debiera de observarse con un diámetro aparente mayor a los de otras lunas llenas.
En efecto -el diámetro de la Luna llena del 14 de noviembre- será mayor al diámetro aparente de la luna llena de Octubre, y acaso sea el mayor en muchos años, pero...
¿Será de verdad perceptible por el ojo avizor del desprevenido andante de nuestros pueblos y ciudades?
Lo dudo.
De todos modos, aprovecharemos el acontecimiento, la propaganda barata y casi siempre errónea que vierten los teles y las radios, y prepararemos una puesta en el Colegio Candelaria de la ciudad.
En realidad, ya todo comenzó. El lunes pasado tuvimos una charla con los alumnos y docentes del colegio, miramos imágenes sobre la Luna y mostramos cómo medir su diámetro con una regla de plástico y un hilo. Charlamos sobre los principios físicos que se deducen de la órbita del satélite y le metimos cháchara al tema de los viajes a la Luna, tan popularizados por los necios que niegan tal locura humana, la de haber pisado Selene en el año 1969.
Dedicamos un capítulo a la grandeza de Galileo quién, aunque no fuera el primero en observar y dibujar Luna, sí fuera el que publicó sus conclusiones, el que plantó telescopios en una plaza para que el vulgo la observara, el que destruyó de una vez y para siempre las tonterías que entonces enseñaban las universidades de la época basadas en un antiquísimo Aristóteles.
Un viaje al espacio da tela para cortar:
¿Por qué un cohete avanza cuando libera la combustión de su barriga hacia atrás?
¿Por qué no se puede viajar a la Luna en línea recta a ella?
¿Cuántos días son necesarios para un viaje a la Luna?
¿Cómo hacer para volver?
Observamos varios lanzadores de cohetes por la web, incluso la partida del Apollo 11. Tratamos de imaginar en su conjunto la fuerza necesaria para librarse de la gravedad terrestre, de modo que recordamos a ese canijo de David, que sentó de un piedrazo a don Goliat, y otros ejemplos útiles en el momento.
La cosa seguirá el próximo lunes, con la observación del astro, un taller de fotografía mediante telescopio, un simulacro sobre la formación de cráteres, un tallercito sobre la medida de la distancia Tierra-Luna, y otras cosas más que el martes contaré.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)