El sábado 20 de noviembre el taller de Astronomía JCGalarza afrontó un nuevo desafío: Estuvo presente en la Kermés de Bigand con sus libros, sus imágenes y sus equipos. Ni que decir de sus alumn@s, quienes tuvieron la tarea de informar al público y de distribuir nuestro material de divulgación.
Sobre las 19,00 hs, mis hermanos y yo nos reunimos en conciliábulo (amo esta palabra), debíamos formar una estrategia adecuada al campo. Así, luego de media hora de arduas deliberaciones, elegimos nuestro apostadero conforme a las siguientes variables:
1º- ángulo de cielo libre de árboles y casas (prioritario).
2º- alumbrado para nuestra exposición fotográfica (importante, era el material sobre el que l@s talleristas se basarían para atosigar a los desprevenidos paseantes),
3º- paso natural del público (este fue el ítem mas peliau: había que lograr un equilibrio entre el hecho de que la gente nos encontrara con facilidad, y que no tropezase con nuestros teles y binos esparcidos ad hoc para la observación planetaria.
Al fin, nos hicimos fuertes en la esquina occidental, junto al reloj de sol, frente al edificio de la biblioteca pública (¡Insuperables augures!).
Desde allí, fluía el pueblo que quería saber de qué se trata lo nuestro; desde allí, veíamos el reloj de la iglesia, es decir, el cielo detrás, mientras contábamos los minutos que usaba Selene para empolvar su rostro y asistir al encuentro (El viril Júpiter le había precedido ¡pero con el tumulto apenas me di cuenta después de la milésima pregunta respondida!).
¡Cuanta gente nos visitó! Conocimos personas de Capital federal, de Firmat, de Funes y de Pérez, entre todos l@s amig@s locales. Expusimos el Hokenn planetario que sortearemos el día 25 de noviembre, entre los participantes de la 1º Junta Astronómica. Lo plantamos un poco al costado y nos mostró una Luna nítida, envuelta en espuma de colores. El público se maravilló con el arco iris que esta formó cuando su moneda llevaba unos treinta grados sobre el plano y pasaba con pudor detrás de unos jirones de nube que no quisieron dar ausente a la fiesta.
Expusimos nuestro hacer con devoción de artesano, pues el conocimiento astronómico, entre todos los conocimientos, es algo que uno construye con sus manos, casi. Poco a poco el cerebro va comprendiendo las causas y las razones, las leves fórmulas que rigen lo que no se ve, lo que nos maravilla y nos hace, con el paso de eones. Al menos este es mi caso; cada concepto tarda un tiempo en sedimentar, en fijarse en imágenes, en incorporarse al pensamiento cotidiano. Ver las estrellas irse, eternas hacia el ocaso, por ejemplo, cuánto lleva comprender su paso, ver la Cruz y saber que no, que no va a dormirse abajo, que solo da su ronda y sube de nuevo, siempre visible. Estas cosas simples, que todos debiéramos saber desde la primera escuela, y que no sabemos, a veces, nunca.
En fin, la noche cerró sobre nosotros y ahora apuntamos un teles al Dios (no a la iglesia, a Jove). Le dimos duro con nuestro Hokenn 150 1200, el newtoniano, con un ocular cómodo de 25mm, que nos daba 48x para no andar corriendo detrás del ángulo horario. Es que era mucha la gente (mayores, adultos, niñ@s) que hacía cola para mirar; haber puesto un aumento mayor hubiese sido un engorro. Igual, por primera vez veían tal astro, sus lunitas blancas. Ganímedes y Europa, sobre las tres del ocular, se superponían casi y había que narrar su doble silueta pues los ojos poco avezados las omitían.
Es sabido: si pudiéramos ver el mundo, acaso lo comprenderíamos, dijo ese viejito escritor argentino que murió en Ginebra, la ciudad.
Mi madre estaba allí y apenas discutimos por un legado de mi viejo: su primer teles, un refractor 30 500 bastante antiguo. Ella me lo había regalado cuando mi viejo se hizo estrella, y ahora me lo pide. Primero dije no, como es natural en mí, ser cerrado, necio; después comprendí mi error, perdoná má, ya te lo llevo esta semana.
Mis herman@s de fierro ahí. Nana cebaba amargos, Vero luchaba con la altacimutal de su reflector 76 700, y Juan esgrimía el tubo grande. Moni también, ahí, siempre, con un dolor de sesera atroz. Se compró mil plantines. Complementamos. Yo miro el cielo y listo, no hago niente; ella mira la tierra y le toca plantar, podar, cortar, todo el trabajo, bah.
La astrofografía fue un pequeño capítulo, esa noche. Una alumna hizo una tomas afocales con una compacta. El alma de la luna se fue con ella, al decir de los indios americanos.
Los chicos se portaron, como siempre. Repartían nuestro breve diario astronómico y, a los más interesados, nuestros escritos de divulgación. Estupor causa siempre la foto de Tracy mirando la tierra sobre los cristales del ventanal de la ISS. Qué fiesta fue verla pasar tan rápido a eso de las nueve. Fue un instante tan solo. Todos, el cuello quebrado, diciendo ahhhhhhhh.
Al fin, después de tres horas de actividad, con el buche gimiendo, levantamos campamento. Se venía el espectáculo mayor, un rally del Barrio Nuevo que canta fuerte, decían. Y como lo nuestro es la música de las esferas, tenue, suave, inaudible casi, pusimos pies en polvorosa.
Sergio Galarza
Talleres de astronomía.
Bigand - Casilda
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