Qué es proyecto sagitario?

Cursos de Iniciación a la astronomía.

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sábado, 26 de agosto de 2023

A mirar planetas se ha dicho

 A mirar planetas se ha dicho

Los antiguos griegos nos dejaron de herencia su saber astronómico. Muchas de las palabras e ideas que tenemos hoy vienen de las mentes de esas mujeres y hombres geniales que habitaron las islas y orillas continentales del Mediterráneo, hace ya 2500 años.

Para los griegos que pensaban por su cuenta, que indagaban el Cosmos sin atribuir todo a los dioses, había dos clases de astros en el cielo: las estrellas fijas, que giraban cada noche sobre ellos muy firmes, a un mismo ritmo, y las estrellas errantes o vagabundas, que se movían a su antojo, adelantando o retrocediendo entre aquellas, las fijas al firmamento. En griego, planeta quiere decir vagabundo. De modo que la palabra planeta habla en su origen de una propiedad, de una voluntad de contradecir al resto, de moverse libres.

En aquellos días, había siete planetas: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Estos eran los astros que se movían a su antojo entre las estrellas fijas al cielo*.

Hoy hemos variado nuestro criterio, al Sol solo le llamamos estrella, a la Luna satélite y gracias al desarrollo de los telescopios y las ideas científicas hemos sumado dos planetas no visibles a ojo desnudo (hoy estamos a la búsqueda de un noveno planeta, después de haber despedido a Plutón de tal categoría).

Mirar los planetas visibles a ojo desnudo es muy fácil, solo debemos saber cuáles astros son ellos y no estrellas fijas. En la antigüedad, sin luces artificiales, cada noche despejada era una fiesta para los ojos. Hoy, la estupidez humana ha sepultado el caudal de belleza y simbolismo que regala cada noche, y para reconocer o disfrutar de un planeta necesitamos la ayuda de un lazarillo, como la necesita un ciego para cruzar la calle.

¿Qué planteas podemos ver en estos meses de Agosto y Setiembre?

 

Saturno, temprano, en el este:

 

He aquí una carta celeste muy básica, generada con el programa stellarium. En mi blog hay un tutorial para aprender lo elemental y poder disfrutar.

Como vemos, sobre las 21 o 22 horas de estos meses (cada día un poquito más temprano, en otra nota explicaré por qué) podemos buscar y encontrar a Saturno, el planeta de los anillos, el dios del Tiempo, antiguamente llamado Cronos, padre de Júpiter en la mitología griega y luego en la romana.

He de contar que amo las mitologías y los libros que narran los credos de las diversas religiones. Hay mucho del cielo en ellos y no hablo del cielo como refugio de buenas almas, sino de cielo real, de observaciones y cosmogonías. Las cosmogonías son los relatos que narran el origen y evolución del Cosmos.

En la carta anterior pueden verse los datos necesarios para una observación precisa: día, mes y año, hora y minutos, cardinal geográfico y altura sobre el horizonte del observador. Hay en mi blog varios post que explican estas razones necesarias para una observación celeste, no voy a contarlas ahora**.

Júpiter, qué tarde, que me parta un rayo.


Para ver a Júpiter parece que tuviéramos que esperar hasta que el cielo gire en apariencia lo suficiente, y se nos hará la madrugada. Un garrón. Pero hay una solución a este pequeño problema: ¡levantarnos temprano en lugar de acostarnos tarde!




Vaya, qué bueno. Ahí está aún el hermoso y brillante dios del rayo, el fabuloso Júpiter, el Zeus griego (todos los planetas visibles a ojo desnudo tienen al menos dos nombres: el griego y el romano, es decir, el griego antiguo y el latín posterior. Los planetas Urano y Neptuno, no, sólo un nombre romano, pues la astronomía ya se había globalizado cuando fueron descubiertos).

Observar a Júpiter por las mañanas en estos breves meses nos trae una yapa, un premio no menor: en el este será posible ver al impresionante Venus.

Venus brilla como un loco porque su atmósfera absorbe los rayos de luz rojos e infrarrojos y refleja los azules, que son muy potentes. Ya me explicaré un poco al respecto.

Como cierre, les dejo como tarea que encuentren, en la última carta celeste, a las Tres Marías, el Cinturón de Orión, los tres Reyes magos, decía mi padre, y lo extraño tanto.

 

Sergio Galarza, maestro.

 

*El sol atrasa cada día unos cuatro minutos con respecto al fondo estrellado; la Luna parece avanzar a los saltos de jornada en jornada, demora casi 50 minutos su salida con respecto al resto luces (Luna quiere decir Luz). Mercurio y Venus jamás se apartan mucho del padre Sol, y por ello solo podemos verlos al amanecer o al atardecer (Venus es también conocido como El Lucero). Marte, Júpiter y Saturno se mueven por lo general de oeste a este por el cielo… pero los muy pícaros tienen la curiosa costumbre de retroceder cada tanto entre las estrellas fijas. A este retroceso se le llama retrogradación y fue durante siglos un problema para los astrónomos y matemáticos antiguos. ¿Por qué estos planetas retrogradaban en el cielo? ¿Por qué, durante meses, algunos planetas avanzan hacia el este y de pronto frenan e invierten su camino durante unos pocos días, como dudando o bailando, y luego vuelven a su camino habitual? La retrogradación fue una semilla que germinó en ideas fabulosas y al fin acertadas, y nos permitió cambiar poco a poco la idea que tuvimos del universo.

** Existen al menos dos sistemas de coordenadas importantes para detallar una región de cielo o anunciar una efeméride. Efeméride son las predicciones sobre los eventos celestes o astros visibles en cada época del año. El sistema de coordenadas que muestro en estas imágenes o cartas es el altacimutal. En él hay dos coordenadas que se cruzan y señalan un punto: la coordenada horizontal (acimut, az), que se mide con los 360 grados de círculo, aplicados sobre el horizonte que nos rodea como observadores; y la coordenada altura (h) que se mide de 0° a 90° desde el horizonte hacia arriba en vertical; hace base en la coordenada acimutal. El otro gran sistema de coordenadas celestes es el Sistema Ecuatorial Celeste, lo explicaré más adelante.

¡Anfractuosidades en la Luna!

 ¡Anfractuosidades en la Luna!

Qué lindo se ve con este telescopio, don Sagi, qué detalles, parece mentira que uno pueda disfrutar así, mirando el cielo.

“La observación del cielo cura las heridas del alma” me dijo una vez un doctor en astronomía, al que le conté una pena.

Bueno, don Sagi, usted es tan fana que ahora me va a decir que mirar el cielo además de lindo es bueno para la salud. Ya lo veo vendiendo pastillas de cielo para la angustia.

No es mala idea. Durante mucho tiempo llevé esta cura conmigo a los rincones del país. Y no sabe la gente cómo agradecía. Se hacían unas colas bárbaras esperando para ver.

Alguna vez conoció a alguien al que no le gustara mirar.

Podría decirse, en una playa que es el paraíso, donde me llevó un hombre muy pillo. Una tarde, ofrecía a la vera del mar ver el sol a través de un telescopio con filtro Ha, y una turista de unos cincuenta años me dijo: ¿mirar el sol, para qué?

¿Y usted?

Me quedé helado, sabe. Y ahora que lo pienso, a Galileo le pasó algo parecido. Resulta que en su época los libros decían que el único centro de giro del mundo era la Tierra, y que ningún otro astro era capaz de tener satélites.

Vaya, la Tierra era el centro del sistema ¿y el sol?

El sol era un planeta, es decir, un vagabundo que erraba a nuestro alrededor. También hubo un modelo intermedio muy ingenioso: los planetas giraban alrededor del sol y el sol giraba alrededor de la Tierra.

Vaya, qué extraño, el sol siendo tan grande…

Sí, pero había una carga de dogma muy fuerte. Dogma quiere decir creencia, algo así, y en ciencias no basta con creer. Bueno, resulta que en aquella época los profesores de la facultad decían que solo la Tierra era eje del resto de mundos en movimiento. Y va Galileo y mira Júpiter, y ¡qué ve!

¿Qué ve?

Las lunas de Júpiter, claro. ¿Qué iba a ver? ¿Marcianos?

Quién sabe.

No hay extraterrestres al alcance de los hombres, muchacho.

¿Por qué? ¿Cómo sabe?

Otro día le explico. Estábamos con Galileo. El hombre se arma un telescopio y lo planta en el medio de la plaza, en Florencia, creo. Imagínese, ni una luz eléctrica. Un cielo de locos.

Uh, don Sagi, con lo que extraña usted los desiertos.

Sí, bueno, más extraño a los amigos con que fui a los desiertos… pero déjeme hablar que no termino más. Va Galileo y mira Júpiter y ve unas estrellas que llama Mediceas y al cabo se da cuenta de que son satélites del planeta. Chau, a la basura con todos los libros de ciencia. Los profesores de la facultad no lo podían ni ver a Galileo.

Don Sagi, a Galileo ¿le dirían Gali?

¿Usted Quiere mirar o irse a su casa?

Uh, no. Cuente, cuente.

Y bueno, va Galileo y escribe un libro y los sabiondos de entonces no le creen ni media palabra. Y Galileo les dice: Hombres necios que acusáis, a este viejo sin razón, sin ver por este tubo, los satélites a la sazón…

¿Por qué Galileo veía esas lunas y los sabios no, don Sagi?

Pues, porque los sabios se negaban a mirar. Decían que no, que no podía ser, que no existían esas lunas. Pero no se atrevían a mirar.

Vaya, vaya, don Sagi.

Así fue. ¿Y? Qué ocular, eh. Hace rato que mira lo mismo, ¿le gusta esa cadena de montañas lunares?

Un lujo.

¿Sabe cómo habló de ellas Galileo?

Nop

Anfractuosidades, anfractuosidades en la Luna.

 

Sergio galarza

Docente

Celular: 3464 449820

Mail: sergiogalarza62@gmail.com

De sueños y yacarés

 De sueños y yacarés

Ey, don Sagi, cómo anda.

Bien, che, tranquilo, preparando el telescopio para esta noche.

Uy, después de cenar me vengo.

Acá lo espero.

Sabe, don Sagi, me mandó a leer de nuevo a Gustavo Roldán y eso hice. Y vi que usted tenía razón.

Don Sagi alza las cejas y sonríe. De los libros que ha leído pocos le han gustado tanto como los de ese chaqueño alborotador.

En todos sus cuentos hay un montón de astronomía. Confirma el joven.

Entre tantas otras cosas, sí.

Leí ayer Los sueños del yacaré, don Sagi, y tengo un montón de preguntas para hacerle.

Meta, nomás, pibe.

Voy a ir de a poco para no espantarlo.

Usted sabe cómo me gusta la gente curiosa. Dígame nomás lo que quiere saber, a ver si puedo contestarle.

Bien, en uno de esos cuentos se habla de que la tierra es redonda, pero los animales se horrorizan y dicen ¡qué locuras que sueñan estos bichos! Como si la tierra fuera plana, para ellos.

¡Qué buen cuento es ese!

Bueno, pero el otro día vi en internet que hay gente de verdad que dice eso mismo, que la tierra es plana; se llaman terraplanistas.

Ay, ay, ay. Tengo un amigo en La Plata que es astrónomo, y cuando escucha hablar de terraplanistas por poco sale corriendo.

Jajaja, si la tierra es plana puede correr hasta la otra punta, nomás.

Jajaja, muy bien dicho, pero si la Tierra es redonda se los vuelve a encontrar del otro lado.

Ambos ríen y miran el cielo que va perdiendo color al este, donde parpadea una luz pobre, por ahora, la primera estrella sobre la ciudad; y alza la Luna llena, imponente y anaranjada en el horizonte.

Ahora hablando en serio, don Sagi. Uno está cansado de ver fotos de la Tierra, que es redonda, y lo ha aprendido en la escuela y en los libros, y en las películas también. Pero todo eso lo niega el terraplanista. Dice que son mentiras. Deme usted una prueba de que la Tierra es redonda.

Perfecto. Mire usted la Luna. Redonda como una pelota. ¿Y ha visto una imagen del sol en el piso, cuando su luz atraviesa los espacios entre las hojas de una planta? Redondo como un chancho gordo. Por último: ¿ha visto usted un eclipse de Luna? Cuando la sombra de la Tierra empieza a tapar la Luna, esa sombra es curva, porque un cuerpo redondo es el que la crea.

Perdone, don Sagi, pero no me ha dicho usted nada que no haya visto en el video de los amigos de su astrónomo platense. Que la Luna se vea como un disco blanco no quiere decir que sea una pelota. Al contrario, mírela, si parece una moneda.

Puede ser, pero hace unos días esa Luna era gibosa creciente, y con el telescopio podían verse las sombras de las montañas de la Luna proyectadas hacia la izquierda, la zona que aún no estaba iluminada; y mañana o pasado venga usted y verá del otro borde las mismas sombras, porque empezará la fase decreciente, y podrá convencerse de la forma de pelota que tiene la Luna, como me gusta decir.

En la escuela me dijeron que la Tierra es un geoide, don Sagi.

Me gustaría mucho que esos maestros me dijeran lo que es un geoide. Mire, joven, en mis años de maestro aprendí un par de cosas, nomás: a la gente hay que hablarle del modo más simple posible.

Bueno, no sé, eso tuve que poner en la prueba.

Sí, y después pasan unos años y chau, se me hace terraplanista.

Y usted ¿saldrá corriendo, don Sagi?

No me dan las piernas, ya, pibe. Vaya a comer y vuelva en un rato, que miraremos por el telescopio la moneda de la Luna.

 

Fin

 

Basado en cuentos del libro El vuelo del Sapo, de gustavo Roldán.

Sergio Galarza, docente.

El chasquido del sol en la punta del río.

 El chasquido del sol en la punta del río*.

Buen día, don Sagi, ¿qué hace tan temprano en la vereda?

Acá ando, mi amigo, disfrutando el sol que todavía está bajito.

Lo bien que hace, más tarde se pone bravo.

Ya lo creo, faltan pocos días para el verano.

Dígame, don Sagi, ¿de qué está hecho el sol que calienta tanto?

Ah, ¡qué pregunta! Sabe, hace miles de años que las personas curiosas se preguntan lo mismo, pero hace muy pocos años que se conoce la respuesta.

Epa, ¿me dice curioso?

Ser curioso no es malo si usted curiosea el mundo y no a los demás. Al contrario, ser curioso es lo mejor si quiere saber las cosas de verdad.

¿Se puede saber las cosas de mentira?

Pero claro, che. Sabe cuántas cosas equivocadas cree la gente.

Dígame algunas, don Sagi.

Después le cuento. Estábamos hablando del sol: Los primeros hombres y mujeres que curiosearon acerca del sol vivieron en Grecia, un país que está al borde del mar y tiene muchas islas.

Mire, usted. Yo creía que habían sido los egipcios los primeros en curiosear al sol. Ellos también vivieron cerca del mar y de un río, leí. De un río que corre como su Paraná, don Sagi: el río Nilo.

Sí, más o menos. El Paraná corre de norte a sur, y el Nilo corre al revés, pero entiendo el punto. Además, los egipcios creían que el sol era un Dios. En cambio, en Grecia hubo hombres y mujeres que pensaron de otro modo las cosas.

Y qué dijeron del sol, don Sagi.

Pues hubo un científico de esa época que dijo que el sol era una piedra muy caliente, una piedra incandescente**.

No es mala idea. Una piedra caliente da mucho calor. Pero para mí me parece que el sol es de fuego o de carbón encendido.

En parte acierta, che, porque se podría decir que está encendido. Pero no es de carbón ni tiene llamas. Déjeme pensar un rato más en ese griego, vestido con una túnica, que usaba sandalias y escribía en la arena, Anaxágoras era su nombre, el que propuso que el sol era una piedra.

¿Escribía en la arena? ¿No usaban libros?

Libros había, pero muy distintos a los nuestros. Se los escribía en papiros que formaban rollos. Pero los maestros de esa época trazaban sus dibujos y letras en el piso, lo cual parece que era muy cómodo: mientras daban sus clases, andaban paseando por las plazas y las orillas del mar y escribían de parado o sentados en el suelo, con un palo nomás, y después borraban todo con el pie. Si usted no prestaba atención, chau.

¡Daban clases en las plazas! Fabuloso.

Si, che. Y sabe qué pienso… ¿se acuerda del cuento del sapo que vio al sol apagarse en el río? Bueno, si el sol fuera una piedra muy, muy caliente, entonces ese cuento sería aún más hermoso.

¿Por qué, don Sagi?

Pues porque sería más cierto: una piedra muy caliente que cayera al agua… de verdad haría un chasquido, y una buena nubecita de vapor.

 

*En ciencias: Dudo que muchos alumnos conozcan lo que es un chasquido. Propongo recrear chasquidos con los dedos o sogas o telas, o a sumergir una piedra bien caliente en una olla de agua. Esta última práctica nos daría una idea exacta de lo que Roldán quiso expresar y los niños jamás olvidarán el término ni el momento, ni la idea de que para alguien el sol pueda haber sido una piedra caliente.

**Anaxágoras. Vivió en el siglo VI antes de nuestra era.

Ver al sol hundirse en la punta del río

 Ver al sol hundirse en la punta del río



La astronomía está en todos lados, mi amigo.

Qué dice, don Sagi, cómo va a estar en todos lados la astronomía, si es una ciencia, y bien difícil es.

El viejo Sagitario está como siempre en el patio de su casa mirando sus plantas y el jovencito que le habla ha venido a charlar, nomás, pues comparten algunos gustos y vive a dos cuadras.

Qué va a ser difícil, m´hijo, si es una pavada. Mire, hasta en los cuentos para chicos hay astronomía.

Mmmm, no sabía. Y a mí me encanta leer. Dígame un cuento, a ver.

El vuelo del sapo, de Gustavo Roldán, tiene astronomía.

Qué va a tener, don Sagi, si lo leí y habla de un sapo mentiroso que promete que va a volar y todos los animales entran a discutir al lado del río, que sí, que no, y se les hace de noche y el sapo no vuela, por supuesto.

Pues vuelva a leerlo, muchacho, que se va a divertir y va a aprender astronomía.

A ver, don Sagi, explíqueme. ¿Dónde tiene astronomía ese cuento?

Usted lo dijo, el sapo y sus amigos están hablando al lado del río, y el sol cae pues se está haciendo de noche. ¿Y dónde cae el sol? En la punta del río. Sobre el final del cuento Gustavo Roldán dice: “los animales festejaban el triunfo del sapo, y tanto gritaron que no oyeron el chasquido que hizo el sol al hundirse en la punta del río…

Vaya memoria que tiene a su edad, don Sagi.

Es que es un cuento muy hermoso. Gustavo Roldán es el mejor escritor del mundo. Amo sus libros.

Usted ama sus libros, sí, pero ¿y la astronomía?

Pues ahí, en el chasquido que hizo el sol al hundirse en la punta del río. Sabe, nosotros tenemos cerca al Paraná, y el sol nunca se hunde en la punta del Paraná, el sol se acuesta en la pampa, nace del otro lado del río y se hunde en el medio del campo. Cuando Roldán cuenta que el sol se hunde en la punta del río está hablando de otro río, de un río que no corre como el Paraná, se da cuenta. Está hablando del río Bermejo, que corre de Oeste a Este, por eso en el Chaco se puede ver al sol hundirse en la punta del río… y en el Paraná jamás. Bueno, eso es astronomía.

Dice el viejo, abanicando sus brazos para acompañar el paso imaginario de algo así como una pelota o un artefacto parecido a una pelota, pero de silueta retorcida, pues sus manos están agarrotadas y los dedos torcidos quieren abrirse pero no lo logran del todo.

No me convence, don Sagi, eso es geografía para mí.

Pero claro, joven, si la geografía también es astronomía, no ve que estamos hablando del sitio donde se acuesta el sol, el oeste, eso es geografía, pero es astronomía.

Dice Sagitario mirando el campo al oeste, libre de casas. Y continúa:

Es astronomía porque tiene en cuenta dónde nace el sol y dónde se acuesta, y es geografía porque a esos sitios los orienta y el que lee puede hacerse una idea del mundo que le rodea.

O sea, qué si digo hacia dónde corre el río estoy hablando de geografía y si digo hacia dónde cae el sol estoy hablando de astronomía…

Dice el jovencito sonriendo, pues no termina de entender la diferencia.

Exacto, la astronomía es todo lo que aprendo acerca del cielo. Después, eso que aprendo puede cambiar de nombre o puedo leerlo en un mapa o en un cuento, pero ¿cómo fue que lo aprendí? Mirando el sol, y por eso es astronomía.

Dice don Sagi, y ambos se quedan mirando el horizonte que aquí también empieza a ponerse colorado.

 

Actividades propuestas:

Lectura del cuento El vuelo del sapo, de Gustavo Roldán

https://www.loqueleo.com/ar/libro/el-vuelo-del-sapo

Observación de un mapa físico argentino, orientación geográfica de los ríos principales. Curso de sus cauces.

jueves, 9 de febrero de 2023

Yo no te pido que me bajes un Cometa Azul

 Cometa ZTF o Cometa Azul

Cartas para observación mediante binoculares y o telescopio.


Un cometa de difícil observación a simple vista. Elegir horizonte norte limpio y libre de polución lumínica.

https://drive.google.com/file/d/1psKh1KUUJ7MNBK_F8GlNJWz4P0scHC0A/view?usp=share_link