Qué es proyecto sagitario?

Cursos de Iniciación a la astronomía.

Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

Charlas, cursos, campamentos, observaciones grupales.

sábado, 21 de abril de 2018

Historia de la niña que quería ver la Luna

Historia de la niña que quería ver la Luna


Había una vez una niña que amaba ver la Luna. 
Cada vez que salía a la noche, miraba el cielo y si no veía allí a la Luna, exclamaba,

Y la Luna, dónde está la Luna, yo quiero ver la Luna…

Estos desvelos pueden parecer nimios pero aquellos que  leímos El Principito bien sabemos que nada hay en el Universo más delicado que el alma de un niño.


Una mañana, la niña estaba en su patio con la cabeza gacha, fija la vista en su muñeca de trapo. Las muñecas de trapo son las Peponas de mi infancia, solo que las peponas se compran y las muñecas de trapo se fabrican con amor, trapo sobre trapo, zurcido sobre zurcido para encantar a nuestros hijos e hijas.

Esta Muñeca, a la cual le preguntó la niña por la luna, era grande, casi tan alta como ella, cuyo cuerpo, frágil y hermoso, tembló, al decir,

Pepo, ¿dónde… dónde está mi Luna?

Por supuesto, Pepona no contestó.



Una tarde soleada como la risa, la niña estaba en la escuela y preguntó,

¿Alguien sabe por qué la semana pasada vimos la Luna cerquita de la bandera y hoy no está?


Ninguno de sus compañeros supo contestar.



Una noche fresca de noviembre, los grandes organizaron una fiesta en un campo cercano. Un hombre de barba blanca vino con telescopios y cuentos viejos, y vecinos y amigos se reunieron en el casco de la estancia junto a unas araucarias a ver noche, estrellas y planetas. El hombre habló a todos de sus luces, sus soles, sus años y lejanías. Poco o nada de lo que dijo interesó a la niña que había acudido a la fiesta de la mano o el recuerdo de su padre.

La niña había visto a Luna en el horizonte uno o dos días atrás, casi a esa misma hora en que ahora trascurría la fiesta. Pero la Luna no estaba. Solo su ausencia, la oscuridad, el pobre brillo de las estrellas, ínfimo al lado del de la Luna.

Duelen los espacios llenos cuando se vacían. Esta es una verdad del cielo. Lo supo Dios y tal vez por eso llenó de astros el cosmos. Lo supo también la niña pues perdió más de una cosa que le pertenecía, que le daba vida, que aún extraña. Quizá por ello la niña sufre el no saber dónde está la Luna, cuándo sale, cuándo duerme.


El hombre de barba blanca habló de nubes y estrellas, habló de soles muertos y de nuevos soles que nacían ahora mismo, allí, dijo, sobre sus cabezas.

La niña miró arriba pero no vio nacimiento alguno.

La niña miró el vacío en el horizonte.

La niña pensó en su padre y miró al lado y solo vio el recuerdo, algo vago, una sonrisa que se desvanece, un calorcito, nomás. Y en seguida el fresco de la noche.


El hombre habla lejos. La fiesta continúa. Lejos habla la gente. Las estrellas son lejanas, dice el hombre; las araucarias son altas, piensa ella. Solo los murciélagos pasan rápido a su lado y se alzan y desaparecen en la misma noche que les da vida.


La niña siente el fresco de la noche y también siente el calorcito del recuerdo de eso que ama y que no está. Se toca el costado del vestido y siente el zurcido a la altura del pecho. Está zurcido, aunque su vestido es hermoso: el más lindo vestido de todos los que allí se ve.

La niña toca con sus dedos el zurcido y siente la noche y el recuerdo y del fondo de esa angustia reconoce unas palabras,

 La Luna… dice el hombre de barba blanca, retrasa en apariencia al paso de la Tierra, por ello demora su aparición sobre el horizonte, cada día un poco más.

La niña olvida su frío y su calor y ahora todo su cuerpo escucha esas voces que llegan de ahí nomás, tan cerca:

La Luna repite una fase cada 29 días, dice el hombre.

Es decir, cada 29 días, la Luna ha completado un círculo alrededor de la Tierra y muestra así una misma fase a los hombres y los niños que le observamos.

Pero, dice el hombre, y hace una pausa, un círculo equivale a 360 grados, y 360 grados, divididos 29 días, nos da 12 grados por cada día

Es decir, dice otra vez el hombre, que no cesa de repetir cosas, la Luna retrasa 12 grados para volver a aparecer sobre el horizonte, de un día para el otro,

Y agrega, si la Luna salió ayer a las 20 horas, hoy lo hará un poco más tarde… ¿cuánto más tarde? Pues exactamente el tiempo necesario para que la Tierra gire esos 12 grados, es decir, unos 50 minutos...

La niña siente que algo se mueve dentro de ella. Lo que se mueve -no lo sabe- es su entendimiento y, al moverse sus ideas o saberes unas se caen y otras se acomodan donde antes no. La niña ha escuchado bien clarito que la Luna no sé qué hace que atrasa casi 50 minutos cada día… ¡Por eso una mañana vio la Luna junto al mástil, a la hora de izar la bandera y al día siguiente ya no estaba! Porque en el día siguiente ¡la Luna demoró 50 minutos para trepar hasta allá arriba! Y a esa hora la niña estaba en su aula. No salió al recreo sino hasta una hora y media después cuando el día inundó de luz el cielo y ya no pudo ver la Luna, que allí estaba, sin embargo.

La niña sonríe y mira su relojito. Ayer vio la Luna surgir por el horizonte casi a las ocho de la noche, y ahora son las nueve menos cuarto.

La niña dice o grita, casi, señor, señor.

El hombre de barba busca la mirada de aquella voz y la encuentra.

La niña dice, señor, señor.

El hombre dice, qué, niña.

La niña dice, Entonces… la luna… dentro de muy pocos minutos…

Aparecerá por el horizonte, dice el hombre, ¡miremos allá!

Todos giran y observan el horizonte este y… sí, ya fulgura en la lejanía, tan cercana ahora, ya se anuncia algo luminoso que ha de asomar, muy pronto. Algunos exclaman, sí, sí, allá, y señalan con el brazo estirado.

La niña sonríe y el rostro se ilumina. La niña sabe ahora dónde está la Luna, cuándo vuelve, cuándo volverá a verla, cada día.

La niña sonríe de par en par y el hombre la mira y dice,


¡Qué lindo vestido… lindo como la estrella Betelgeuse!



Catalina, de Luis Pescetti



Mirá las preguntas que te hacés, Catalina




(sugerimos la versión “álbum completo”)
del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo
Oscar Villán: click en la imagen
Oscar Villán: click en la imagen

“En la salita de 3 años, cada día ni bien llega, una niña anuncia qué Luna hay (Luna llena, cuarto menguante… etc.)”, me contó Magdalena.
Le preguntaron a los padres de dónde venía eso, y resultó que, una noche se había puesto a llorar pues la Luna había desaparecido.

Le explicaron y, a partir de ahí salió que sabe e informa en qué momento del ciclo está la Luna.
Se sintió tranquila sabiendo e informando. O le dio satisfacción o gusto saber…
o va a ser astronauta, astrónoma,
o alguien dedicada a calmar a los demás con información cierta,
o estudiosa de los ciclos de la vida.
o maga, o quién sabe.
Por lo pronto, me inspiró esta canción.
Les comparto dos borradores (¡eso no se hace!) el primero grabado en casa, y el segundo me lo envió Fernando Yáñez (con quien hicimos Primer sueldo), desde Montevideo cuando se la envié y, también, a boca pronta, grabada en su casa con la voz de Susana Bosch.
Como todo se puede y debe mejorar, en cualquier momento, quién sabe, a lo mejor tal vez, ponemos otras grabaciones, pero por razones de entusiasmo, ahora van estas:
versión casera-borrador-¡ay, yo con estos pelos! que Luis les envió: mp3 completo click acá
versión casera que los uruguayísimos Fernando Yáñez Susana Bosch le devolvieron: mp3 completo click acá



Mirá las preguntas que te hacés, Catalina

No todo lo que se va
no está.
Ni todo lo que no ves
no es.
No siempre que algo se aleja
nos deja.
Ni cuando se nos devuelve
nos vuelve.
Mirá la pregunta que te hacés, Catalina
por la Luna Nueva.
No todo lo que perdés
fue ayer.
Ni todo lo que se gana
es mañana.
No todo lo que soñás
buscás.
Ni todo lo que soltás
dejás.
No siempre lo más seguro
es duro.
Ni todo lo que se ve
eso es.
No todo lo que reluce
seduce.
Ni todo lo que es misterio

es serio

Runciman, Charla taller con docentes.

Runciman, Charla Taller con docentes

Junto a docentes y directivos de escuelas del sur, cercanas a Runciman, hablamos sobre astronomía en la escuela: 

Observación segura del sol, registro de manchas solares, historia sobre su observación y aporte científico; 

Observación de Luna, reconocimiento de cráteres, mares y zona de Terminador. 

Hipótesis sobre formación de la Luna; 

Naturaleza de la luz; 

Ubicación real de la Tierra en el espacio; constelaciones zodiacales y año; juego del Calendángulo; 

Reconocimos constelaciones y estrellas conspicuas. 

Uso del stellarium.






miércoles, 18 de abril de 2018

Astronomía educativa en Armstrong, Santa fe

Astronomía educativa en Armstrong, Santa fe


Taller con alumnos a las 1600 horas.

Taller con docentes a las 1800 horas.


La geometría en el cielo; la vida de las estrellas; la masa y la energía; la Tierra en el espacio; estrellas y planetas, sus atmósferas; cometas, asteroides y cráteres de impacto de meteoritos; el zoodíaco, la meridiana, las estaciones...


domingo, 15 de abril de 2018

Tu cielo, en Lucio V López, Santa fe.

Tu cielo, en Lucio V. López, Santa fe


Este lunes, desde las 20 horas, en el SUM de la Comuna, te esperamos para hablar y pensar astronomía. Si está despejado observaremos el cielo mediante telescopios.



martes, 10 de abril de 2018

Taller de astronomía en la Escuela Gral. San Martín, de Chabás, Santa fe.

Taller de astronomía en la Escuela Gral. San Martín, de Chabás, Santa fe.


Chabás es una localidad del sur de la provincia de Santa fe donde viví durante 20 años. 

Fui feliz en Chabás, y cuando vuelvo a dar clases, a ver a mi hijo y a mi hija, a ver a mis nietos o a dar clases a sus escuelas y talleres, mi alma vibra como nunca, agradecido de poder compartir con los demás todo eso que valoro, la vida misma.

Esta vez fue la escuela 142, las seños de séptimo me invitaron a charlar sobre latitud y longitud. 



Si esto lo lee alguien nuevo, que no conozca este tipo de actividades, se diría, 

Che, ¿para hablar de latitud y longitud lo llaman a este? ¡Si eso lo sabe cualquiera! 

Y puede que sea cierto, puede que todos los alumnos de Santa fe sepan qué es la latitud y qué la longitud... pero no todos saben toda la yapa que surge de estas charlas: 

Sea que hablemos de bueyes perdidos o de los siete toros del norte: el septentrión; 

sea que hablemos de longitud y latitud o de los idiomas en que fue escrita la ciencia a lo largo de su historia; 

sea que divaguemos sobre los niños científicos o acerca de los pros y los contra de beber detergente; 

sea que nos inmiscuyamos en la vida de Einstein o que nos horroricemos por el hecho de que una ciudad grande como Venado Tuerto pueda desaparecer en un segundo; 

sea que el palique trate sobre la posición que Argentina ocupa en cada mapa o globo, o que comprobemos el absurdo y el agravio que cometió la Tierra -al seguir girando como si nada fuera- mientras exponía mis ideas.



A los 56 años puedo decir que algo he aprendido.

Sé cómo motivar a un joven hacia la ciencia.

Sé cómo robar su atención y clavarla detrás de una pregunta, de una cuestión cualquiera, muchas veces disparatada, como ejemplificar las dimensiones espaciales por medio de una cartuchera, un fajo de cartulinas y unos hilos... 



En realidad, lo que he aprendido, es que no importa qué, siempre hay algo que uno quiere saber, y si ese algo es presentado como si fuera la razón de mi vida, otros querrán saber sobre ello, y me seguirán durante una hora, o dos horas, y divagarán conmigo detrás de las ideas más locas. 



Locas, muchas ideas, sí, pero nunca ajenas a la ciencia, a sus pasos, a sus modos, a su raciocinio perplejo y severo, y la clase, cuando acabe (porque esta es otra: una buena clase no acaba, continúa con el joven, con el hombre que pensativo camina hasta su casa, a sus miserias y riquezas cotidianas, igual que yo), cuando acabe la clase, dije, todos aplaudirán contentos, ahítos de experiencias que los han sorprendido, que de eso se trata.