El pasado 15 de febrero, una luz intensa, que explotó
en pleno día con el brillo de un par de soles, surcó los cielos de una ciudad de
los montes Urales. Era un meteoro, un cuerpo celeste que irrumpió sin avisos en
la atmósfera terrestre, y causó destrozos y alarma entre los vecinos al desintegrarse
sobre la ciudad.
Los heridos sufrieron cortaduras producto de los
muchos vidrios rotos. Sin embargo, ninguna roca rompió esos cristales. Fue el empuje
del sonido de la explosión del meteoro, el ruido de esa bola de acero al
desintegrarse en lo alto de nuestra atmósfera (el sonido puede golpear: nuestro
tímpano transmite al cerebro sus mensajes -mediante ciertos huesesillos- a raíz
de los golpes que recibe de las ondas sonoras que viajan por el aire; otro
ejemplo es el de los truenos cuyo sonido golpea las ventanas y puertas durante
las tormentas potentes o muy cercanas).
El bólido ingresó en la atmósfera de repente y solo
allí se hizo visible al calentarse por frotar contra los átomos del aire. Antes de brillar él mismo por la temperatura alcanzada,
todo meteoro es invisible en el espacio. Un cuerpo celeste que no genera su propia luz (como
los soles o ciertas nebulosas) solo es visible cuando refleja luz ajena. Pero, si es pequeño, su reflejo será muy pobre. Así, aunque hay centenares de
telescopios apuntando al cielo cada noche, la detección de piedras pequeñas
como esta es en extremo difícil.
Los programas de tv que priorizan la audiencia a lo veraz por lo
general manipulan los datos astronómicos -los magnifican u omiten- para atraer en
base al miedo. El miedo vende mucha propaganda. Creo que nosotros podemos
hablar de esto sin temor, diciendo lo que se sabe y lo que no, lo que se puede
esperar del cielo. En mi concepto, es mucho más peligroso para nosotros tomar sol en verano que todo lo que pueda caer durante 1 millón de años.
Los cometas -por ejemplo- fueron imprescindibles para la
vida que conocemos pues se cree que ellos han traído del cielo el agua de los mares que nos
forma (H2O) -durante la formación del sistema solar, todo el hidrógeno que
sobró del Sol fue expulsado a los confines. Hay que recordar, asimismo, que el oxígeno atmosférico
(el ozono: O3) no existía -fue fabricado aquí por las plantas. Así, sin
la llegada numerosa de esos lejanos amigos, ninguno de nosotros estaríamos aquí (es
cierto que este meteoro no traía agua, en apariencia, pero es que en el cielo
hay de todo).
Entre los planetas Marte y Júpiter hay un área
sembrada de roca, pequeños pedazos de los que alguna vez fue un planeta rocoso. Hablo del llamado Cinturón de Asteroides. Estas rocas,
grandes y pequeñas, están allí, flotando a la deriva, tironeadas por la
gravedad del Sol y la de Júpiter, el gran hermano. Cada tanto (siempre), algún
pedazo de piedra se aleja del grupo y comienza a caer hacia el astro rey. Esta
caída es lenta, en espiral, va el terrón dando vueltas durante millones de años
(al cielo le sobra el tiempo) y de vez en vez dan su cara contra unos de nosotros,
los planetas interiores: el rojo Marte, La Tierra Azul , el brillante
Venus, o el rápido Mercurio. Es probable que de aquí viniera este meteoro.
El hombre ha vivido muy poco sobre la Tierra , llevamos apenas
unos 3 millones de años aquí. En ese corto periodo (la Tierra tiene una edad de
4500 millones de años, es decir la tierra es mil quinientas veces más vieja que
nuestra especie), han caído miles de meteoros y meteoritos. Algunos muy grandes, vaya. El más famoso* fue el que cayó en Tugunska, Siberia, a principios del siglo
pasado (en 1908). Ese evento causó una explosión cuya onda barrió con millones
de árboles en 60
kilómetros a la redonda -piensa que permitió durante
días leer de noche en sitios tan lejanos como Inglaterra. Se cree que un lago
es el residuo de tal sorpresa (el lago Cheko, de 800 metros de diámetro
por 50 metros
de profundidad).
Quiero decir con esto que los hombres podemos
sobrevivir a tales espectáculos sin mayores problemas. Los hombres... como
especie. Aquellas personas que vivieran en el punto de caída de una roca o
hielo como esos no estarían de acuerdo conmigo.
Ocurre que el cielo no se mide con los relojes
nuestros. Tenemos que ser humildes, no pensar que hay alguna grandeza destinada
a nosotros y aceptar que solo somos un momento de curiosidad, de dolor y algo
de alegría sobre la tierra.
En todo caso, la caída de estos meteoros, su difusión
mediante tv y las redes sociales, solo debieran recordarnos que debiéramos ser gentiles,
más cuidadosos con los demás, ya que la vida va y viene en un segundo de lo que
durará el mundo.
*Hay cantidad de meteoritos famosos: el que terminó
con los dinosaurios; el que cayó debajo de lo que hoy es antártica; el que cayó
en el desierto de Arizona, hace unos 50.000 años; los muy famosos meteoritos de
nuestro Campo del cielo, en Chaco, los cuales son los restos de un asteroide
que explotara hace solo 6000 años. He de recordar que el asteroide que reventó
sobre Chaco es el segundo en tamaño jamás conocido: pesaba unas 37 toneladas. Los
Tobas creían que estas rocas eran sudor del sol, y los Wichis pensaban que eran
trozos de Luna, arrancados por los jaguares (la constelación de Gemini, en América
es llamada Yunta Puma: este par de felinos salta para devorar la
Luna. Se explica así la correspondencia entre
creencias).
Sergio, te felicito por el comentario, es muy cierto lo que decís que los medios siempre manipulan los datos científicos para dar temor a la gente, tuve esa experiencia en el observatorio de amigos de la astonomia.
ResponderEliminarGracias, Ale por dejar tu comentario. Un abrazo, siempre se los espera por aquí.
ResponderEliminarSergio