En otro tiempo, sito en el ayer y el
mañana
Conocí a Jorge Ambrogio hace unos
años; él organizaba los juegos Evita en la etapa final del gobierno de Obeid,
aunque no se define como un partidista sino como persona que trabaja para la
gente. Ocho años después, durante la primera juntada observacional organizada
por Proyecto sagitario en Rosario, dio la causalidad que volviéramos a
vernos. Él ahora estaba haciendo de
abuelo, función mucho más amena y cálida, en una barrileteada del jardín, y yo
estaba haciendo de señor Blues, acercando el sol a los paseantes desprevenidos,
junto a la vera del hermoso Padre de los ríos.
Jorge vino a echar ojo y le invité a
que vinieran todos los familiares allí presentes (no el de los ríos, que ese no
solo observa el sol cada infinito día, sino que lo refleja en una miríada de
diamantes que se alzan y ondulan en cada olita, como bien describe nuestro
amado Juani Saer en cualquiera de sus libros, ya que todos menos uno
transcurren frente o dentro del Paraná*). Los padres no tuvieron tiempo para venir a ver, salvo uno o dos que
quedaron patitiesos con las imágenes que les prodigó el señor Tuboro, el
Coronado solarmax, el fabuloso telescopio para la observación solar segura y
minuciosa. Muchas veces medito sobre los equipos que pongo en manos de
cualquier vecino, los mejores, no ya de santa fe sino de América, ya que ningún
observatorio presta y deja en manos de un niño un telescopio catadióptrico de
300mm de cacerola (qfp), ACF & GPS, el Mercedes Benz de los telescopios, o
el mencionado Coronado que te deja ver no ya cada hermosa montaña de la Luna,
sino las prominencias fabulosas que a Helios le place arrojar aquí y allá en
cualquier momento del día.
Esa tarde junto al Paraná le dejé a
Jorge una tarjeta y en menos de lo que gira la Luna sobre sí me había llamado
para que participe de uno de sus proyectos con el barrio de la biblioteca Pocho
Lepratti. Imagínense los amigos y amigas
que me conocen. El barrio de la biblioteca que recuerda a Pocho, el mayor
hombre de Rosario, sacrificado por la angurria reutemenemista, asesinado en su
puesto de trabajo, en un comedor barrial. Fuimos con Mimoni corriendo a
llevarle el sol y los rompecabezas de “El cielo a tus piés” a esos niños, en
Parque Italia, puedes ver las imágenes en mi blog.
Pero como hablamos el mismo idioma,
el de las actividades libres, abiertas, para darle a quién no tiene o no sabe o
no le avisaron, eso que nosotros amamos, tenemos, nos avisaron; como no nos
asusta la “inseguridad”, ni los “chicos corriendo entre los telescopios”; como
no estamos detrás de ningún negocio y cada moneda que tenemos o tiramos en
ópticas la podemos decir a los cuatro vientos y las once dimensiones de este,
nuestro querido cosmos local y contemporáneo; como nuestro lugar en el mundo,
nuestra patria, es el mismo cielo, enseguida planeamos otra salida de los
equipos de Proyecto sagitario, otra juntadita en mi querido Rosario, donde
nací, donde viven mi tía y primas, donde viven dos amigos invalorables, donde
gobierna uno de los mejores proyectos políticos de este país, que yo siempre he
sido y seré un hombre politizado, además
de trabajar para quién lo pida, salvo que sea de derechas.
Surgió así la posibilidad de asistir
a Parque Regional Sur, Dr. Silvestre Begnis, a una jornada observacional de la
Luna y otros objetos del cielo nocturno.
A las 1830hs empezamos a desembalar
los telescopios y los muchachos el equipo de audio; no eran las 19 y ya los
vecinos y paseantes le metían ojo a una luna pálida sobre el cielo celeste de
la tarde.
Se acercaron cuatro o cinco hombres
que charlaban bajo los árboles, el mayor traía su celular atronando Money,
todos metimos ojo a Lumbricita y a Nuevosagitario. Estos últimos son mis “Good
boys”, mis telescopios Hokenn de batalla, cabeceras de playa, como se dice, dos
telescopios refractores de la mejor calidad, similares o mejores que sendos de
marcas famosas, como pude comprobar. Lumbricita debe su nombre a que es pequeño
(70/900 refractor, sobre EQ1) y fue adquirido para docencia en escuelas
primarias poco después de haber comprado a Lumbre pura, el newtoniano de 200mm
de cacerola (perdón por la palabra, tan odiosa). Nuevosagitario es un refractor
de 90mm y 910 de focal, sobre EQ2, una belleza, un lujo para cualquiera.
Los muchachos verdaderos observaron
Luna hasta llenarse las pupilas mientras Roger Watters nos apabullaba con su
música. Se fueron poco antes de que empiece la fiesta verdadera.
Apenas caída la noche, Luna brilló
como solo ella sabe hacerlo. Armé Luz del cielo y le puse una cámara, intenté
proyectar la filmación sobre una pantalla, pero la lámpara no daba la mejor
vista, así, nos abocamos sobre la pantalla de la pc. Unas treinta personas,
altas y bajas, nos ordenamos para observar y charlar en vivo sobre las imágenes
que proveían esas dos tecnologías puestas por Proyecto sagitario al servicio de
quién las pida.
Observamos en detalle cada zona de
Luna, los mares, los cráteres, las cadenas montañosas, no me animé a las fallas
pues la fase era muy amplia.
No voy a callar aquí que tenemos una
especie de facilidad para comunicarnos, para dejar en el que observa y escucha
una inclinación al cielo; hablamos toda la noche, casi, contando los
accidentes, cómo se produjeron hace millones de años, sus causas, sus azares,
como dice Silvio, y cada niño, cada adulto sonreía, escuchaba, repetía,
preguntaba, contestaba, inventaba y volvía a reír con un saber nuevo y
fascinante, que no le habían dado solo mis amigos, Aldo Mottino y Aldo Kleinman, quienes dieron el presente desinteresado y atento, el saber que les dábamos
narrándoles las historias que escribe sobre cada astro eso que llamamos ciencia,
sino que ellos y ellas mismos/as lo construían al interrogarse
sobre tan altas cuestiones. Mi postura hacia la escuela es algo crítica, lo sabe
cualquiera que me conozca. Propongo nunca más preguntar por algo que uno haya
enseñado. Dictar un mes de clases, dar libros para el estudio y, luego, tomar
exámenes sobre esto, me parece una zoncera. Uno debe indagar al otro solo sobre
aquello que el otro no sepa, para que su mente busque a ciegas (mirando con la
inteligencia) la respuesta correcta.
Aldo Mottino fue el primero en caer,
con tres colegas y amigos/amiga: los docentes de Conicet, José Pellegrino y
Ariel Quiroga, y la doctora Elena Ochoa. José se topó con labor inesperada,
habrá venido por vistas y se vio
obligado a mostrar. Aldo tomó las riendas de Nuevosagitario y cedió
Lumbricita al colega. En fin, así se hace la astronomía a veces, se mira, se
maneja, se habla, se comparte una noche y unas luces esquivas.
En un momento –estuve toda la noche
rodeado de niños, de adolescentes, de madres y padres, de señoras y señores-
miro a lo lejos, bajo los árboles del parque, tan lindo, tan limpio, tan
agradable en la calidez de la jornada, y veo que todo el camino está ocupado
por autos. Debe de haber habido no menos de treinta o más coches. Ahí reparé en
la cantidad de vecinos que había con nosotros. Una escuela o grupo de mujeres,
una pila de pibes, un montonal de adultos, todos mirando, preguntando, jugando
por allí. Otros, tirados en el césped, o sobre cartones si es que se sentaban
cerca de la pantalla, ya que había tierra, allí.
Aldo Kleinman llegó más tarde, con su
telescopio Meade 90 800 sobre AZ3. Apenas dejó su trabajo –es cirujano- cambió
el laparoscópico por el telescópico y disparó para zona sur. Con Aldo hicimos
amistad hace un tiempo, es astrofotógrafo –me encantan sus trabajos pues
guardan una impronta muy natural- y participa asiduo en mis notas sobre el
cielo, aportando sus trabajo -al igual que A Mottino, y otros amigos, claro- desinteresado
y feliz.
La noche tuvo de todo: Júpiter, M42,
descripción de las constelaciones Orión, Gémini, Leo, chismes sobre la vida y
naturaleza de las estrellas, y paneos con Stellarium mediante la pantalla. Un
momento de placer me lo dio la participación de varias chicas, creo que de una
escuela, las cuales reían y charlaban con todos sin empacho. Facundo, un
participante bajito, sabía un toco, así que le dimos el micrófono a que diera
su clase, explicaba con serenidad y autoridad pues de verdad sabía, no como el
que suscribe… Y una señora que no puedo nombrar, pues los caballeros carecen de
memoria, nos hizo reír a todos al confirmar que no podía salir en los videos,
pues estaba allí de incógnito, se había escapado de su casa.
El único que competía en belleza con
la reunión era el mismísimo Júpiter, quién hacía la plancha en el cielo junto a
sus galileanos satélites y un campo de pequeñas estrellas formando un cuadro
más lindo, dije, que la esperanza por el nieto al caer, don Leónidas, pachorra
total que no piensa dejar su holganza de días en el limbo absoluto de su
nebulosa uterina, acariciado allí por el calor de su estrella madre, mi bella
Naty, mi querida hija mayor. Piensa que, tal vez, en el momento que leas esta
nota, él estará pujando, pidiendo pitanza, saliendo a este mundo que aún no
corregimos, en busca de teta y cuidados que seguro le daremos, a correr sus
propios días de luces y sombras, a reír y llorar bajo las estrellas que nos
preceden y nos secundan; que son nosotros mismos, ellas, solo que en otro
tiempo, sito en el ayer y el mañana.
La gente que conocí y con la que reí
no la puedo contar. Regalé fotos, tarjetas, todo lo que sabía y los inventos
locos que por allí se escuchan, como cuando me puse a gritar para decir que
pasaba por la calle una estrella azul, y era la baliza de un patrullero.
La noche fue maravillosa. Pocas horas
antes de comenzar, estaba nublado, y treinta minutos después de terminar se
nubló total.
Apenas guardamos todo con Aldo
Kleinman (Aldo Mottino había tenido que dejarnos alguito antes, ya que era
responsable de sus colegas) ya las nubes nos cercaban sin enjundia, pero. Decidimos
ir a por vituallas, eran las 12, la hora cero, comenzaba el sábado y solos en
el parque tramamos unos sánguches o algún carlito que despachamos generosos en
un bar de Avenida del Rosario y San Martín. El trabajo estaba hecho, un
centenar de personas habían disfrutado del cielo una vez más, de la mano de los
Aldos, la Vecinal y Proyecto sagitario.
Hasta una nueva noche.
Sergio Galarza.
*Si no leíste aún Nadie Nada Nunca,
de JJ Saer, empieza por un libro más fácil, algo como Responso, imperdible
aventura apocalíptica, o El Entenado, ficción maravillosa sobre un hecho
cierto, no menos nutritivo de nuestra historia, como lo fue el fin de Solís, pero
no dejes de caer sobre el mencionado Nadie Nada Nunca, donde se describe la
Paraná desde adentro. Toda la obra de este santafesino alude al litoral, como
dije arriba. Otro libro fabuloso es La Grande, novela póstuma, inconclusa. Saer
es sin dudas el más grande escritor argentino, muy por delante de Borges, al
cual lo superan casi media docena de hombres: R Arlt, R Di Benedeto, R Pla, JJ Saer,
y muchos, muchos otros, sin olvidar al mismísimo JC Martini, por ejemplo, para
citar ya a dos rosarinos, tal la importancia de esta zona de escritores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario