"Yo también soy astrónomo" Un aprendizaje nocturno.
La suerte viaja conmigo. Hace dieciséis años que ando con los telescopios a cuestas. Todo empezó con una tela de araña. Ya lo contaré algún día; en Cañás, charlando, puede rever la cosa y me quedó en la mente, dando vueltas. Como sea, hace años que viajo por estas rutas en busca de gentes que, lo sepan o no, van a amar el cielo. O al menos van a disfrutar de él por un buen rato.
Es la cuarta vez que viajo a Villa Cañás a trabajar en la divulgación de la astronomía, las dos últimas invitado por la secretaría de cultura de la Muni. Josefina creyó en la propuesta y primero fue la Soraida, una noche increíble en el camping, en la laguna. pueden ver imágenes de esa noche maravillosa en este blog. Si te gusta el cielo, si te gusta la naturaleza, andá a Villa Cañas, pasá una jornada en la Soraida. es el paraíso.
En esta oportunidad tuve un periplo movido. El primer día charlé con unos cien chicos y chicas del Jardín nro 29. Salas de 2 y 3 años, y los más grandes, salas de 4 y de 5 años. Paaaajarito, qué jaleo. Algunos chicos lloraron ante la novedad propuesta: ver imágenes del cielo, observar por el telescopio. Hacía tiempo que no pisaba arenas tan blandas. Participaron todos y todas, con sus ideas y saberes, con sus explicaciones tan frescas. Espero que haya salido bien. Me llegaron buenas devoluciones, ojalá no hayan sido estas dichas por amabilidad. Trabajar con niños es lo más delicado, lo más importante, lo más valioso que alguien pueda hacer jamás. Por eso el país pende de un hilo. Está en juego la educación, la atención a las infancias.
Quedé exhausto en el Jardín y sólo eran las 17 horas. Tenía por delante un nuevo taller, una charla con alumnos del Cepa 125 y del EEMPA José Verge. El Cepa es una escuela primaria para adultos. El EEMPA es un secundario. Son institutos públicos y apoyan a aquellos y aquellas que por una u otra razón no han podido completar sus niveles de aprendizaje. Ya estuve antes en muchos EEMPA y dicté charlas y talleres en diversos centros de contención a infancias. De todos modos, siempre una charla nos sorprende.
Sí, es probable que los participantes a mis actividades crean que ellos son los sorprendidos porque les cae de la nada un viejo que les habla del cielo, de las estrellas, de las astrónomas y astrónomos que forjaron las piedras sobre las que avanzamos en los cauces del saber. Pero el sorprendido acabo siendo siempre yo: Cuánto sabe cada uno de los que se forma y no sabe que sabe. Cuánto puede pensar y razonar sobre ciencia cualquiera de nosotros, en especial los jóvenes, en especial los que no tienen las cosas servidas.
Dos horas y media me tuvieron allí, charlando, contando, mostrando la Luna, Saturno, algunos cúmulos bonitos... Si le dijera a un diputado que desfinancia la educación que esos jóvenes, que esos hombres y mujeres no paraban de querer saber razones, causas, métodos científicos por los cuales aprendimos la vida de las estrellas, las distancias, las atmósferas, las lógicas que rigen y empujan los saberes... me creería?
El grupo del Cepa sí que es variopinto. Cariño recibí como para empacharme. Preguntas que aún me dan vueltas en la cabeza y ojalá no olvide nunca. Entre todos y todas me impactaron una joven silenciosa y atenta, Nati, quien disfrutó de la Luna como de un helado de chocolate y dulce de leche en pleno verano. Y un joven alto, no recuerdo su nombre, que apenas me vio con el telescopio, exclamó: ¡Yo también soy astrónomo!
Continuará
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