El chasquido del sol en la punta del río*.
Buen día, don Sagi, ¿qué hace tan temprano en la vereda?
Acá ando, mi amigo, disfrutando el sol que todavía está
bajito.
Lo bien que hace, más tarde se pone bravo.
Ya lo creo, faltan pocos días para el verano.
Dígame, don Sagi, ¿de qué está hecho el sol que calienta
tanto?
Ah, ¡qué pregunta! Sabe, hace miles de años que las personas
curiosas se preguntan lo mismo, pero hace muy pocos años que se conoce la
respuesta.
Epa, ¿me dice curioso?
Ser curioso no es malo si usted curiosea el mundo y no a los
demás. Al contrario, ser curioso es lo mejor si quiere saber las cosas de
verdad.
¿Se puede saber las cosas de mentira?
Pero claro, che. Sabe cuántas cosas equivocadas cree la
gente.
Dígame algunas, don Sagi.
Después le cuento. Estábamos hablando del sol: Los primeros
hombres y mujeres que curiosearon acerca del sol vivieron en Grecia, un país
que está al borde del mar y tiene muchas islas.
Mire, usted. Yo creía que habían sido los egipcios los
primeros en curiosear al sol. Ellos también vivieron cerca del mar y de un río,
leí. De un río que corre como su Paraná, don Sagi: el río Nilo.
Sí, más o menos. El Paraná corre de norte a sur, y el Nilo
corre al revés, pero entiendo el punto. Además, los egipcios creían que el sol
era un Dios. En cambio, en Grecia hubo hombres y mujeres que pensaron de otro
modo las cosas.
Y qué dijeron del sol, don Sagi.
Pues hubo un científico de esa época que dijo que el sol era
una piedra muy caliente, una piedra incandescente**.
No es mala idea. Una piedra caliente da mucho calor. Pero
para mí me parece que el sol es de fuego o de carbón encendido.
En parte acierta, che, porque se podría decir que está
encendido. Pero no es de carbón ni tiene llamas. Déjeme pensar un rato más en
ese griego, vestido con una túnica, que usaba sandalias y escribía en la arena,
Anaxágoras era su nombre, el que propuso que el sol era una piedra.
¿Escribía en la arena? ¿No usaban libros?
Libros había, pero muy distintos a los nuestros. Se los
escribía en papiros que formaban rollos. Pero los maestros de esa época
trazaban sus dibujos y letras en el piso, lo cual parece que era muy cómodo:
mientras daban sus clases, andaban paseando por las plazas y las orillas del
mar y escribían de parado o sentados en el suelo, con un palo nomás, y después
borraban todo con el pie. Si usted no prestaba atención, chau.
¡Daban clases en las plazas! Fabuloso.
Si, che. Y sabe qué pienso… ¿se acuerda del cuento del sapo
que vio al sol apagarse en el río? Bueno, si el sol fuera una piedra muy, muy
caliente, entonces ese cuento sería aún más hermoso.
¿Por qué, don Sagi?
Pues porque sería más cierto: una piedra muy caliente que
cayera al agua… de verdad haría un chasquido, y una buena nubecita de vapor.
*En ciencias: Dudo que muchos alumnos conozcan lo que es un
chasquido. Propongo recrear chasquidos con los dedos o sogas o telas, o a
sumergir una piedra bien caliente en una olla de agua. Esta última práctica nos
daría una idea exacta de lo que Roldán quiso expresar y los niños jamás
olvidarán el término ni el momento, ni la idea de que para alguien el sol pueda
haber sido una piedra caliente.
**Anaxágoras. Vivió en el siglo VI antes de nuestra era.
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