Estrellas de una noche de verano… que toca a su fin.
Brevísimo manual de observación nocturna del cielo.
Hemisferio sur (-33°)
He recibido durante las últimas
semanas consultas sobre observación astronómica por medio de telescopios de
parte de compañeras y compañeros que recién se acercan a esta afición. Lo que
sigue tal vez nos ayude durante las primeras incursiones.
El cielo visible durante las
noches despejadas es vasto, pero cíclico. De él deriva la ciencia que
conocemos. Una jornada observacional no alcanzará para conocer más que unas
pocas luces, pero nos iremos a la cama con la certeza de muchas noches por
delante.
Situémonos en una noche temprana
de fines de febrero o comienzos de marzo, unas dos horas pasado el ocaso, la bóveda
del cielo sobre nosotros. Lo ideal será reconocer primero los cardinales
geográficos. La línea meridiana, que indica los cardinales N y S exactos, se
traza sobre el piso del sitio de observación durante las horas próximas al
medio día solar (ver nota aparte). Si no la marcamos aún, una orientación
aproximada por medio de brújula será suficiente.
El brillo o magnitud de las
estrellas
No todas las estrellas se
muestran con el mismo brillo aparente. En principio, ignoramos si ellas
refulgen con distinto poder; o si acaso brillan todas por igual pero unas están
más lejos; o si su impacto aleatorio responde a una mezcla de estas razones… u
otras desconocidas. Los que sí sabemos es lo que vemos: las estrellas brillan
unas más, otras menos.
Desde antiguo se utiliza la
palabra magnitud para definir su fulgor. Las más notorias son las de primera
magnitud; las apenas visibles a ojo desnudo, de sexta magnitud. Estos fueron
los primeros pasos: ubicar su posición sobre la cúpula del cielo, y
catalogarlas según su magnitud o brillo aparente.
Mirar el norte.
Para los habitantes del
hemisferio sur, las estrellas visibles sobre el cardinal Norte se suceden a
medida que transcurre el año, moviéndose en apariencia de Este a Oeste en
contra de las manecillas de los relojes (movimiento retrógrado). Este avance de
la bóveda celeste con respecto a la salida del sol, se origina en el movimiento
de traslación terrestre. Vale la pena meditar un poco en él para hacerse una
buena idea de los movimientos reales y aparentes de los astros.
Constelaciones
Los antiguos observadores
agruparon las estrellas en constelaciones, alegorías de héroes mitológicos u
otro folclor.
Entre todas, y por la inclinación
del eje terrestre, el sol transita en apariencia doce de esas casas zodiacales.
Las constelaciones zodiacales son
las que transita el sol a lo largo del año. Conocerlas permite saber sobre qué
época estacional nos hallamos. Verlas en la noche nos trae noticias del
porvenir. Lo digo en sentido estricto: el zodiaco anticipa la estación por
venir. Si veo Escorpión en la hora vespertina acechando en el este, pues, a abrigarse,
se viene el invierno; si por el contrario, cuando febo se despide veo asomar a
Sirio, a alegrarse, se acerca el verano.
De modo que conocer las casas del
zodíaco puede ser la primera tarea, al menos esas tres o cuatro visibles en
esta época: Tauro, Gémini, Cáncer y Leo.
No menciono a Aries porque en el
mes de las fiebres está baja sobre el noroeste y porque sus estrellas son poco
notorias. De todos modos, si quieren verla, para nosotros es un patín, solo se
ven tres luces y se disfruta en enero, y antes. Quedándonos un poco, hasta las
doce, Leo es notoria por su signo de interrogación, u hoz, al decir de los
nórdicos.
Con respecto a los utensilios de
labranza que hay en el cielo, la hoz tiene miles de años en Europa y hasta el
más simple allá le conoce. Aquí, no. Aquí, para los escolarizados gracias al
peronismo, esa hoz es un signo de interrogación. Sucedió que en América las
gentes fueron explotadas durante pocos años y no son muchas las generaciones
que, obligados por el hambre y la oligarquía agraria, hubieron de usarla: el
indio no conoció la pobreza hasta el arribo del cristiano; el gaucho fue
miserable pero sin trabajo; los inmigrantes fueron nuestras primeras clases pobres, obreras.
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