Bigand 22 07 10
Sobre la luz, los colores, y el ozono.
La astronomía se basa en la observación del cielo. Por supuesto, esta es posible porque los astros se manifiestan a nosotros por su intensidad luminosa.
Así, durante milenios, todo cálculo y teoría cosmológica (que explique el cosmos) nació a raíz de las simples observaciones de un pálido reflejo nocturno. Bien es cierto que nuestros antepasados estaban a salvo de la polución lumínica; esto es el opacar de las estrellas en medio de tanta luz de las ciudades.
Quién pueda aventurarse a zonas alejadas recuperará un poco de aquél privilegio humano, desconocido hoy por millones.
Especialmente hermosos son los cielos de Mendoza, San Luís, San Juan: solo están contaminados los cielos de los principales centros turísticos. Basta con evitarlos para ser feliz con el espectáculo.
La luz es un fenómeno de la naturaleza, y una herramienta para los astrónomos. Sin luz hubiese habido una ciencia de verdad distinta a la que nació de la mente del hombre antiguo.
La luz se genera principalmente en las estrellas. Sin estrellas no habría luz. Cuando los átomos se fusionan en el centro de los soles, se libera o emite (se arroya al infinito espacio) gran cantidad y variedad de energía (e).
Parte de esta energía toma la forma de luz visible y se desplaza a una velocidad límite en forma de ondas.
Estas ondas podemos imaginarlas como olas en el agua. Pero cuidado, este es un ejemplo fácil, y falso. Las olas son fluctuaciones o variaciones periódicas en un medio dado (en nuestro ejemplo el agua), y durante años los astrónomos buscaron sin éxito ese medio sobre el cual la luz ondulara. No lo hallaron, acaso no exista. Aún así, continuemos.
Las ondas se diferencian o se distinguen unas de otras por su frecuencia (f). La frecuencia de una onda es un número que nos dice la cantidad de veces que una altura (cresta) de la onda varia en un tiempo dado.
Por ejemplo: tiro una piedra al arroyo y cuento cuatro olas u ondas nacidas del choque de la piedra con la superficie del agua. Las cuento –a las olas- en dos segundos, luego estas desaparecen. La frecuencia es entonces “2”. f = 2. Es decir cuatro olas en dos segundos: f= nº ondas/ tiempo. Luego: f= 4/2.
Sabemos que la luz visible del sol es blanca, pero que esta puede ser descompuesta en los siete colores del arco iris mediante el uso de un CD (o de un arco iris, claro). Es decir, los colores en que la luz se divide tienen una misma naturaleza pero una distinta frecuencia: hay colores distintos porque varían las frecuencias de la luz que llega a nuestros ojos.
La superposición de las frecuencias de los siete colores del arco iris da como resultado el retorno a nuestro consabido color blanco.
Cuando uno divide a la luz blanca que llega del sol en los colores del arco iris se dice que está analizando el espectro visible de la luz.
¿Qué nos dice esto?
En primer lugar que existen luces o frecuencias invisibles al ojo humano. Por supuesto, el ojo humano sólo ve en determinadas frecuencias de emisión de energía de la luz. Hay muchas otras frecuencias de la luz que le son negadas, que están prohibidas a nuestros ojos. Constituyen los llamados espectro ultravioleta (UV) e infrarrojo (IR). Esto es, más allá del arco iris conocido:
Violeta color de mayor frecuencia.
Azul
Celeste
Verde
Amarillo
Naranja
Rojo color de menor frecuencia.
Hay otros colores, otras frecuencias, pero no podemos verlas pues nuestros ojos evolucionaron durante millones de años en conjunto con el mundo. Los rayos ultravioleta mayormente no penetran las capas del ozono y son reflejados al universo; los rayos infrarrojos no podemos verlos porque quemarían nuestros ojos, tienen la particular costumbre de calentar los objetos.
Las frecuencias infrarrojas no pueden ser vistas pero sí pueden ser sentidas. Si acercas la mano a un carbón encendido, aunque esté sin llama, pronto sentirás como se te calienta la piel: estas sintiendo las emisiones infrarrojas.
Si estuvieras expuesto durante mucho tiempo a los rayos ultravioleta, entonces quedarías ciego, y afrontarías el riesgo de desarrollar un cáncer de piel, pues los UV pueden dañar o alterar tus células. De hecho, en los hospitales se esteriliza los instrumentos quirúrgicos con lámparas ultravioleta.
Cuando en el medio del día observas el cielo lo ves azul pues la luz se descompone en las altas capas de la atmósfera porque el gas ozono es un escudo que repele las frecuencias altas. Así, los ultravioleta se reflejan al cosmos y la bóveda se ve celeste. Por el contrario, en los ocasos, cuando amanece o cuando atardece, vemos el cielo rojo en el horizonte pues las frecuencias bajas pueden llegar hasta la tierra.
He aquí un fundamento para sentir respeto por nuestro mundo y no contaminarlo. La contaminación producida (especialmente) por los gases dentro de los refrigeradores y aire acondicionados, destruye el ozono, permitiendo a los UV ingresar a la atmósfera, alcanzar la tierra y afectar nuestras células.
Tengamos bien claro que, si el hombre sigue esta carrera de consumo capitalista, muy pronto será polvo sobre la tierra.
Sobrevivirán ciertas algas, bajo los mares.
En unos pocos millones de años más, ellas se encargaran de regenerar el ozono. Pero ¿qué hombre puede esperar tanto?
Sergio Galarza
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