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sábado, 13 de septiembre de 2014

Ocho minutos de Gloria

Ocho Minutos de Gloria
El Sol I
El Sol es nuestra estrella, es eje del sistema que habitamos y fuente de energía para la vida que conocemos, ya que existen formas de vida que se nutren de energía disipada por el núcleo terrestre. Esta escapa a través de chimeneas en las dorsales centro-oceánicas. Aunque ese calor es mínima expresión de la energía que recibimos del Sol, garantiza la vida sobre el planeta porque periódico suceden extinciones masivas (por efecto invernadero descontrolado, y por efecto bola de nieve) de modo que los pocos organismos que superviven gracias a dichas fumarolas, son los encargados de repoblar la Tierra, millones de años (MA) después.


Nuestro astro se ha formado a partir de una nebulosa de átomos, moléculas y polvo cósmico que colapsó hace 4.500 MA a causa de la fuerza de gravedad. La fuerza de gravedad es una manifestación de la materia. Esta modifica el espaciotiempo y tiende a ordenarse sobre uno o más sitios. La unificación de esa nube antigua dio origen a un número desconocido de estrellas, una de las cuales fue nuestro Sol.

Por las noches de invierno puede verse sobre nuestras cabezas un camino o río de luz llamado Vía Láctea. Es nuestra galaxia, un conjunto de soles y polvo que nos contiene. Sobre ese río blanco se advierten manchas oscuras. Esas manchas negras son nubes similares a la que dio vida al Sol; en ellas están naciendo miles y millones de nuevas estrellas, cada una con su cohorte de planetas, acaso con inimaginables formas de vida.
Vista de la Vía Láctea sobre el Cañón del Atuel, en San Rafael, Mendoza, uno de los pocos sitios donde el cielo está libre de las estúpidas luces humanas. 

Una estrella se alimenta de los átomos y el polvo preexistentes que daban cuerpo a la nube madre -en su mayoría hidrógeno H; cuando el núcleo de la proto-estrella alcanza una determinada presión -generada por las capas de gas que soporta- dichos átomos sintetizan en nuevos átomos de helio He. Este proceso genera una contrafuerza que se opone a la gravedad. La nube que al contraerse colapsaba en una masa de átomos, se infla ahora fruto de la fuerza termonuclear. Cuando ambas fuerzas se equilibran (la gravitatoria y la nuclear), dicha masa logra un periodo de estabilidad durante el cual radiará energía al espacio. Al ver esa luz y ese calor salir de la nube madre, es cuando decimos que la estrella ha nacido.


Todos conocen las Tres Marías. Es el Cinturón de Perlas que enlaza el vientre femenino para los árabes, pueblo culto y sensual que jamás podría ver sino belleza en el cielo. Los belicosos griegos vieron en esas estrellas azules el cinturón de un guerrero llamado Orión y nuestros pueblos antiguos, la batidora o peine que ajusta los hilos de un telar donde los dioses tejen ponchos para los cuzqueños.

Como sea, las estrellas están allí y sobre las Tres marías hay un brillo parco. Si le observás con telescopio podrás ver una nube blanca. En esa nube, en la Nube de Orión, verás nacer soles. Mientras esto escribo su luz parte hacia nosotros. O, en realidad, y por verlos ya, hace 1200 años que partió hacia acá.



Este es uno de los tópicos que más sorprende. En el universo, las distancias son tan grandes que los hechos no se perciben simultáneos. Las estrellas de Orión han nacido hace mil años y nosotros recién nos enteramos porque su luz, corriendo a 300.000 kilómetros por segundo, recién ahora llega a casa. El mismo sol que brilla afuera es en realidad el que brilló hace 8 minutos. Si se apagara ahora, a no preocuparse, disfrutaríamos aún de 8 minutos de gloria.

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