Silicio
y Convexo
La
escuela
El
martes pasado ofrecimos una charla taller a dos colegios primarios de Chabás. La escuela anfitriona, mi querida Bernardo Monteagudo, la 208 de Chabás; los
invitados, docente y alumnos de sexto grado de la María de Belén.
Quiero
a la Monteagudo porque fue mi primera institución educativa como docente de
ajedrez; fue, además, la escuela que eligió mi hija mayor para instruirse.
Cuando
Natalia enfrentó la disyuntiva de comenzar su educación primaria, a los cuatro
años de su edad, con su madre le ofrecimos que eligiera dónde cursar. Recorrimos juntos los tres colegios del
pueblo y su decisión fue categórica: ¡la Monteagudo! porque era la única que
tenía patio de tierra, pasto y verde. Las otras… solo cemento, el frío e impersonal
cemento (de verdad lo digo: nadie puede pensar sobre el cemento, el cemento es
el kitsh absoluto).
Por
desgracia, bien pronto la 208 sufrió el mismo progreso, el absurdo pavimento cubre hoy su patio. Cuando mi nieto Leónidas
deba elegir su escuela, ay, ya no tendrá esa elección magnífica (si cada
educador leyera a Tonucci, alguna vez).
La
charla
La
charla-taller ofrecida, terciaría sobre los términos Solsticio y Equinoccio. Los
niños y docentes estaban sentados bien abrigaditos dentro de un amplio salón
cuyas ventanas miran al noreste, en sombras a esa hora. Por romper hielos, pregunté:
¿Chicos,
chicas, sobre qué hablaremos hoy?
Silencio
acsoluto -como decía un director de secundaria local.
Los
miré. Esperé. Insistí:
Queridos
párvulos, inocentes niños y niñas, blancas palomitas, como decía un personaje
de un programa de los setenta, Alguno de ustedes, por gracia del buen Señor, ¿tiene
la más pálida idea de qué temas trataremos hoy?
Un
niño levantó la mano, bien alta, la sacudió con fuerza.
Sonreí;
le dije¡habla! Y él:
Hoy
hablaremos sobre Silicio y Convexo…
……………………………………………………………..
¡Paaaaaajarito!
Qué bien me vino esa pequeñísima diferencia en los significantes: silicio por
solsticio; convexo por equinoccio.
No
está nada mal. En realidad, a cualquiera le pude pasar. Quedé fascinado con
esas palabras. ¿Por qué un niño de formación media, que ya había escuchado de
sus maestras el verdadero título de la charla: Solsticio y Equinoccio, se zarpa
con estas dos palabras tan sabrosas: silicio y convexo? Inmediatamente le
pregunto si conoce el silicio, si conoce lo convexo… no contesta, no sabe. Le
pregunto de otro modo, ¿qué es el silicio? ¿Qué es lo convexo? Nadie. Nada.
Silencio otra vez. Trabajaría mucho sobre estas cosas que suceden, sin duda el
niño ha oído estas palabras, no las ha inventado, y como solsticio y equinoccio
le han de haber resultado ajenas -demasiado ajenas- otras dos le vinieron a la
boca, más cercanas creo: Silicio y convexo.
Silicio
y convexo, dije y, Sin el silicio no estaríamos
aquí, ninguno de nosotros, ni siquiera esta escuela, ni este sitio en el mundo,
ni el mundo mismo.
Convexo… ya hablaremos de lo convexo.
Y
comencé mi charla sobre el solsticio y el equinoccio.
El valor de lo
verdadero
Un
proyector con el Stellarium y el Celestia corriendo;
un globo terráqueo armado sobre su trípode “al revés”; unas cartulinas amarilla
y negra; y nada más. De hecho, los programas sobran, aunque sean los que más
llaman la atención -a chicos y grandes.
Sobran
los programas, digo, porque un ordenador no prueba nada. Un programa que genera
y alterna imágenes, en realidad exige un principio de veracidad que no posee.
Quién cree en lo virtual, en realidad cree en el programador y, antes que en
él, debe creer en el observador, en el técnico que ha aportado las coordenadas y
efemérides de cada astro para que luego podamos reproducirlas. Pedirle a un
niño que crea todo eso, así, sin más, me suena a burla… aunque siempre lo haga.
Por ello prefiero explicar y basar las pruebas sobre lo afirmado en elementos
palpables: el globo; un Sol recortado en cartulina amarilla; una sombra
plasmada en negro.
Así
comencé la charla, con los programas en la pared y con los móviles o
herramientas en las manos: blandí el globo frente a la clase y, desde atrás de
su horizonte, repetidas veces hice aparecer un sol amarillo que otro alumno
recortó. Mostré el solsticio que acababa de pasar; el equinoccio por venir, los
sucesivos eventos que a ambos astros involucrarán, por los siglos de los
siglos…
No
sé hasta qué punto los alumnos comprendieron o imaginaron la solución propuesta
para tales días, los solsticiales y los equinocciales (por supuesto vieron
todos la noche de seis meses, el día de medio año de duración, y su contraparte,
la noche igual*), lo que sí puedo asegurar es que dedujeron conmigo cuál es la
posición real del eje de la Tierra, proyectado en el amplio espacio que nos
rodea.
Para
mostrar la posición del eje terrestre, con respecto al horizonte del observador
y al sol, basta con una pelota y dos rectángulos de cartulina (como ven, sin
cartulina no puedo imaginar la astronomía en la escuela; Aristarco y los demás
gigantes no poseían cartulinas, pero tenían a su mano palos y patios de tierra
donde clavarlos; como arriba dije, estas escuelas modernas no tienen ya patios
de tierra y acaso este sea el motivo del fracaso de la escuela actual como
generadora de niños experimentadores, o niños científicos).
Como
pelota, entonces, usé el globo terráqueo. Deduzca usted para qué usé los trozos de
cartulina.
Me
gusta mucho usar una pelota en lugar del globo (para representar a la Tierra) porque
los niños se sorprenden al ver que, para hacer ciencia, el maestro no ha
menester de “objetos científicos” (una vez di esta misma charla con alumnos de
profesorado, durante una noche fría, sin “elementos”, de modo que por mundo
usamos una gorra bien enrollada sobre sí; otra vez la di con el tacho de basura
del salón, por lo que me sorprendí a mí mismo como un emulo del genial
Anaximandro, quién así describía al mundo: un cilindro magnífico girando en el
cielo).
Con
los alumnos de sexto grado formando corro, expuse las pruebas que, inapelables,
demuestran a pleno día, en plena mañana (estaba ahora el sol a dos palmos dedos
de su culminación), cual es la inclinación y cardinal a través de los cuales se
proyecta el eje de giro terrestre. Razonamos el sentido y explicación que las
evidencias pueden aportar a quienes sepan leerlas, y todos miramos el cielo
sur, alto y celeste sobre el patio del cole, donde yace el impalpable polo sur.
Es
muy extraño que en los profesorados no expliquen estas razones tan simples.
Muchos docentes llegan al aula convencidos de que el sur “está abajo” y dan por
ciertas dos voces que en el Cosmos nada significan (arriba-abajo, palabras que solo
son válidas para el hombre en proximidad de campos gravitatorios; más aún,
arriba-abajo tiene valor en tanto que hemos evolucionado con el cerebro “lejos
del piso”, por protegerlo. Hay seres sobre esta tierra para los cuales su arriba-abajo es el norte-sur
magnético, y otros para los cuales arriba-abajo es la diferencia de temperatura
próximas a las dorsales oceánicas).
Después
de esta cháchara aburrida, nos dedicamos a observar –mediante el telescopio con
filtro Ha- el lindo sol que arriba lucía. El limbo mostró dos manchas
gigantonas y fue un verdadero espectáculo.
Como
cariño hacia los visitantes la directora había comprado varios presentes. A los
niños que se esforzaron en participar con preguntas o respuestas lúcidas se los
regalamos. Un acierto la elección de los mismos: lupas, calculadoras,
lapiceras. Por supuesto, estos dones me vinieron de perlas para explicar las
dos palabras que titulan la nota de hoy: silicio y convexo.
Con
la lupa nos pusimos concentrar luces del cielo y quemamos las cartulinas
amarillas que yacían en el piso, pues habían cumplido su labor*. Charlamos entonces
sobre lo convexo de sus lentes y enseguida aclaré, para cerrar, que el silicio
es elemento fundacional de mundos como el nuestro (y sus seres).
Elementos
que componen la Tierra
Oxígeno:
46 %
Silicio:
28%
Aluminio
Al: 8%
Hierro
Fe: 5%
Calcio
Ca: 3,6%
Sodio
Na: 3%
Potasio
K: 2,6%
Magnesio
Mg: 2,1%
Con
el sol a un palmo del meridiano, me fui a casa, contento por el trabajo
realizado. Ojalá los niños hayan podido aprender algo esa mañana.
Preguntas
de despedida:
¿Cómo
prueban dos cartoncitos, una pelota y un patio de escuela la posición real de
la Tierra en el espacio con respecto al sol?
¿A
qué hora comenzó la charla?
¿A
qué hora salimos a observar el sol?
*
noche igual = equinoccio, la noche igual al día en duración horaria.
*Estas
charlas, gracias al gobierno actual santafecino, son gratuitas para todos los
colegios y profesorados de Santa fe. Pueden ser solicitadas por mail a sergiogalarza62@gmail.com o al contacto
de la Subsecretaría de Apropiación Social, Ojo con el Telescopio, dependiente
de la SECTeI, Santa fe.
Felicitaciones Sergio, muy linda nota! Abrazo
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