El solsticio de diciembre
marca, para el hemisferio sur, el comienzo del verano.
Este año, será el 22/12 a las 4 y chirolas UT.
Este año, será el 22/12 a las 4 y chirolas UT.
Solsticio
significa sol-quieto, sol-en-su-sitio.
¿A
qué se debe esta palabra-frase? Trataré de explicarlo:
Cualquier persona puede verificar que a lo
largo del año la altura aparente del sol varía.
Como
el sol no debe ser observado a ojo desnudo (a simple vista) nos fijaremos en
las sombras que por su influjo producen una columna, un mástil, una casa o, como
decimos los que practicamos este hobby, un gnomon.
Un gnomon
es un palo erguido vertical al piso; con su ayuda medimos las sombras
proyectadas a una misma hora solar, la llamada hora meridiana.
La meridiana
es –también- la sombra más corta de cada día: determina un trazo imaginario
llamado meridiano. Así, El meridiano indica el mediodía solar del sitio o punto
del observador.
Tenemos
que aceptar que no nos llevaría a nada comparar sombras de días distintos en
horas distintas. Siempre Debemos medir o comparar sombras obtenidas a una misma
hora.
Mas,
decir a una misma hora quiere decir en un mismo momento relativo de
las posiciones tierra-sol.
El momento
adecuado para verificar esta cota es el instante del llamado mediodía solar.
El mediodía
solar es el momento en que el sol alcanza el punto más alto sobre el horizonte,
llamado culminación o tránsito. En latitudes comprendidas entre los trópicos,
esta altura puede coincidir con el cenit, es decir el punto del cielo sobre
nuestras cabezas.
Como
la Tierra gira sobre sí la sombra que el gnomon proyecta varía segundo a
segundo. Pero, en esta continuidad de sombras que nacen al amanecer extendidas
hacia el oeste, que en nuestro hemisferio decrecen inclinadas hacia el sur, y,
que, pasado el mediodía, nuevamente crecen hacia el este, entre todas estas
sombras posibles, decía, habrá solo una–un instante o un momento- en que su
proyección será mínima. Esta será la sombra que acotaremos y que luego
compararemos con las sombras de registros anteriores y posteriores. La sombra más corta del día, la sombra
meridiana.
De este
modo –al comparar sombras meridianas- se verificará que:
El sol varía todos los días su altura sobre el horizonte del
observador.
Esta
variación podrá ser en aumento o en merma, según sea la época del año (es
decir, según sea el punto que en el espacio ocupa la Tierra sobre su órbita. El
año es un recorrido, un viaje, como
dice Siri Liniers). Al hacer este experimento veremos que sólo unos pocos días el sol
parecerá no variar su altura. Durante estos días el sol gnomon arrojará
sombras de una misma longitud (largas en invierno, cortas en verano). Habrá estado
aumentando o decreciendo, pero durante esos pocos días no variará, estará
quieto. Serán estos los días solsticiales.
Porque
el eje de giro terrestre está inclinado con respecto al plano imaginario de su órbita en derredor del sol.
Si un
planeta girara sobre sí con su eje perpendicular al plano de traslación, la
estrella del sistema mostraría en apariencia siempre una misma altura sobre el
horizonte de sus hipotéticos observadores. En un planeta con esta
característica no se sucederían las estaciones. El ecuador estaría bañado
durante todo el año por un sol implacable ya que sus rayos incidirían siempre
perpendiculares a la superficie (radiación máxima), lo cual produciría un
verano eterno; los trópicos mostrarían unas primaveras eternas; latitudes
mayores, otoños eternos e inviernos tan atroces como dicho verano. En un mundo
así no habría cambios estacionales y por lo tanto la vida no encontraría el estímulo
evolutivo suficiente (es aceptado por biólogos, antropólogos y demás estudiosos
de la vida que las variaciones estacionales, las inclemencias y todo aquello
que llamamos catástrofe, es en realidad un factor
multiplicador de opciones en la lotería evolutiva. Ver: Richard Leakey, La
Sexta Extinción, cap. VII).
Hablé
de un mundo imaginario, no del nuestro, el cual, merced a haber sufrido una colisión
con un planeta pretérito* el eje terrestre se encuentra inclinado 23,5° con
respecto al plano de la órbita alrededor del Sol.
Esta
inclinación del eje es la causal de que, según sea el punto de la órbita que
transitemos, la radiación solar sea mínima, parcial o máxima con respecto a un
hemisferio.
Es difícil
de imaginar tal vez: El eje terrestre está inclinado, sí, pero su estado o posición
nunca varía. Por ello, al desplazarse la Tierra en derredor del sol, ora un
polo apunta hacia él, ora hacia afuera, hacia el espacio infinito (permítaseme
esta licencia… poética). Cuando un polo apunta hacia el sol, sobre dicho
hemisferio la incidencia de radiación es máxima pues el sol se muestra en su
punto más alto sobre el horizonte. En el hemisferio opuesto, por el contrario,
su altura es mínima sobre el horizonte, así como la incidencia de su radiación.
En este modelo de variaciones del ángulo con que la tierra recibe la incidencia
de luz, habrá lógicamente días intermedios, en el sol se desplace en apariencia
por una altura media, ni la más alta ni la más baja, serán los llamados días
equinocciales.
El imaginario
eje terrestre se mantiene siempre en una misma posición gracias al giro del
planeta, así como por la presencia del satélite, el cual nos mantendrá en una posición
estable por eones.
*A este planeta pretérito se lo ha bautizado Theia, acaso
era similar al actual Marte. La energía cinética de su andar se disipó en
calor; la fuerza transmitida por su impacto fue suficiente para vencer la
inercia de nuestra masa en su posición espaciotemporal e inclinó nuestro eje de
giro. La masa de ese cuerpo se ha integrado en parte a nuestro núcleo y en
parte ha formado la Luna. Por increíble que parezca, sin este cataclismo la vida
no existiría en superficie; nuestra masa planetaria sería menor y por tanto
insuficiente para retener por campo gravitatorio a la atmósfera. La densidad y composición
de la actual atmósfera terrestre permite la expansión de su biosfera, pero la
mayor cantidad de organismos vivos terrestres habita o ha habitado en los intersticios
de las capas de la corteza terrestre e incluso en placas de litosfera en
subducción (ver Andrew Knoll: La vida en un joven planeta).
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