Recuerdo muy bien a Sergio, ahora, las manos en la espalda echando una mirada al horizonte y al lugar. Recuerdo también a los chicos de Rafaela, tan agradables y francos. Los recuerdos son como imágenes de fotografías: uno vuelve a instantes del pasado pero lo hace en tiempo presente. Por eso es tan lindo y tan doloroso -a veces- el acto de recordar. Más, las imágenes que me ligan a Dani y al Tocayo -así como a los norteños- son siempre felices. Después del conciliábulo comenzamos a intercambiar mensajes y opiniones sobre el arte de enseñar astronomía y sobre nuestras salidas a observar. A Dani volví a tratarlo, mates de por medio, en la SPVG (allí tuve el privilegio de conocer a Gerardo, vivaz e inteligente muchacho que espero prosiga con el ejemplo de estos Gigantes Ombres Cosmo Obsesos).
El sábado por la noche, la vida me regaló otros instantes, otras fotos para ojear en el futuro.
Con Sebastián Petrelli -el fotógrafo de Candela Celeste y las Plazas astronómicas de Casilda- llegamos al encuentro sobre las 2030hs. Él, con su increíble Canon 7d y su Essencial: 150/750 sobre EQ3, dual axis (la valija donde esconde y transporta el cabezal, junto a los oculares y accesorios es, simplemente, per fec ta); yo, con mi ultra conocido y siempre ponderado Maksutov 102/1300 y con los larguiruchos, los Meade 9x63.
El cenit mostraba estrellas pero en las bandas del paño de la noche, acechaban ingentes troneras de nube. Dejamos el 19 atado al palenque del lugar y descontamos los pasos que nos separaban del asentamiento. La tierra quemada por el glifosato mostraba yuyos fosilizados, blancos, muertos para siempre, ahí abajo. Cada vez que miro el campo arrasado por la soja y la gula de estos gauchos, comprendo que el hombre no tiene oportunidad sobre la Tierra.
La oscuridad era promisoria: dos carpas y un fuego crepita-crepita más las consabidas sombras de los diversos grupos de observadores. En un instante recordé la excelente Excursión a los Indios Ranqueles. Mansilla reconoce en esos textos la miseria que el porteño prodigara a los salvajes, y que nunca había compartido con gente más noble y más atenta, toda vez que acostumbró su nariz a la grasa de potro. Bueno, avanzamos con cautela, esa noche, pues iba advertido de que había allí quién no huele a grasa de potro, tampoco.
La primer posta correspondía al hacer sidéreo de Silvio, el de los pies ligeros (HBinET, nota de sagitarioblues) con su fenomenal Yeti, el Meade SN 8” sobre una precisísima LDX75 y todo el arsenal electrónico.
Le digo Hola Silvio, qué onda man? Y –así es el destino- me dice: Acá estoy, fotografiando Carina…
Uff, apenas llego y ya el mundo se ordena a mi alrededor (Carina es mi amor apasionado, lo saben todos, espero).
Presento a Sebi y a su vez me presentan a unas damas muy abrigadas, sumergidas en camperas y quillangos. Apenas se divisa una naricita o el destello de los ojos, allá abajo. Luego sabré que una de ellas participa del observatorio de Rosario.
Seguimos avanzando en el desierto y… ¡sorpresa! ¡Nuestros amigos de Rafaela¡ ¡Por dios, qué alegría más grande verlos de nuevo! Abrazos y besos y ver el excelente Skay watcher negro y blanco, un 150/650 luminoso como la sonrisa de un niño de Kentucky*, rubio. ¡Qué alegría fue para mí el verlos allí, sonriendo, juntos y jóvenes como siempre! Yo tenía algún reparo en rumbear hacia esas latitudes pero encontrar a estos valores…uff. Fue un lujo impensado.
Charlamos un buen rato, de esto y de aquello y las estrellas nos guiaron como de la mano hacia un cuadrilátero de cintas, dentro del cual pastaban dos o tres refractores. Uno negro, okay; uno celeste como mi Candela, okay; uno Black&White, chízaz!!! Este último era un tremendo brazo de 150mm que descolgaba el joyero para hacerte temblar las piernas!!!
La verdad sea dicha: una masa meter el ojo allí.
Este cronista del desierto ha de confesar que ya había tenido el gusto, en el encuentro de Uspallata, de pispiar por un refractor similar. De no haber sido así, no respondo de mi reacción.
Voy a explicarme: Ustedes como yo se sabrán kappa crucis (NGC4755) de ultra recontra re mil memoria, su estrella rojita (DU crucis, una variable irregular, magnitud 7,2 promedio) y todo el grupo. Pero verla enmarcada en ese contraste… Bueno, felicitamos a Javier por allí tenerlo, y deploramos los cuatro mil morlacos por allí no tenerlos y haber podido cargar en la grupa al prodigio.
Encaramos de nuevo nuestro destino sudamericano. Avanzamos en la noche y en el tiempo. Cruzamos la toldería en dirección sur este, hacia unas sombras y toldos que lindaban con la nada (si esto pudiera ser posible). Enseguida descubro la figura de Daniel. Abracé a ese compañero y pronto a Sergio, que me observaba callado, sumergido el amistoso silencio de la luna.
Una eternidad sin ver a los amigos estaba rota. Otra vez el corazón alegre y la mirada viva. Ambos, como es su costumbre, habían llegado hacía rato y ostentaban su carpa cinco estrellas junto al Symbol. Dani, dueño del curso de la noche, lucía el trípode vacío del Celestron 8” , en lo que yo definiría el porche del rancho. El aparcero parecía tomarse su tiempo, en silencio, entre amargo y amargo, para armar el excelente Smith-Cassegraín. Acaso pensara él asomarse y otear, cual diletante el futuro, y ver, muy luego, ¡qué onda, man!
Lo distraje de su mágico ensueño, le presenté a Sebi y charlamos un buen rato antes de ir a por el 19 y su carga preciosa.
Cuando bajé a candelita vi cómo Sebi, con ademanes quirúrgicos, gradual armaba su hokenn. Por primera vez le colocaba sus motores. Luego tiró unas fotos -con una alineación sencilla- y pude ver de qué modo guiaba esa máquina. Nuestro hacer motivó a los GOCO, quienes metieron manos a la obra. Dani trajo al fin su Cel y sus cables. Sergio Bais sacó una madera y luego otra, y otras más. En menos de lo que un ranquel despanzurra a un gurí en el Martín Fierro, ¡el vago había armado una montura perfecta para su SW 250/1200!
Amigos, ustedes me conocen, desde que estuve preso por falso testimonio, nunca he dicho algo que no pueda probar: ese teles es un pozo de Siena, un Aljibe meridiano donde miles de soles reverberan. Uff, si Eratóstenes viviera, y en sus pasos topara con esta óptica inaudita, capaz sería el muy maula de medir el mundo (el cosmos, digo, que es la acepción griega antigua de mundo) -Sergio querido, ahí tenés mi nombre para tu arma mágica: El Pozo de Assuán, o El Aljibe Meridiano, capaz de medir el mundo.
Y, claro¡¡ cuántos baldes de fresca y grata agüita del cielo le sacamos a ese Pozo, con su correa Crayford!!!!
Mirar a través de esa focal me dejó obnibulado. Con DY crucis estuve un espacio de tiempo que no puedo definir. DY crucis allí dentro se me antojó una delicada y preciosa herida en el tejido del cosmos. Fue, esa lucecita carmesí, más que nunca, una lágrima antigua, un sollozo lejano y mudo que vertía eternas, eternas agujas bermellón.
Mientras miraba, pensé: ups, seguro que otro querrá mirar, también; seguro me estoy demorando demasiado; debo salir, retirarme del ocular, dejar espacio… espacio… espacio… (Palabra mágica, si la hay). Ahí me quedé; ahí estuve, firme, tieso, absorbiendo el mítico destello del carbono.
Luego –Sergio sabe cómo demoler a un hombre como yo, enfermo de estrellas- me mostró a Ella… sus preciosas curvas, sus trazas de rimel, sus pequeños y secretos recovecos… ¡Carina¡ ¡Mi Carina! Esa mujer del cielo, ¡desnuda para mí a través del Pozo de Assuan!
Ví otras muchas gemas en ese cielo extraño, durante esa curiosa noche. Pero en mi alma quedó grabada, como en la frente herida de un vampiro, el salpicado de agua bendita de Dy cruz.
Pronto advertimos con desesperanza como las nubes trepaban al cenit. Las tunantes, cual malón, abandonaban las trincheras del horizonte para hurtarnos cada doncella. Corrimos las bocas de los cañones hacia el rey Escorpión y apenas tuvimos tiempo de observar dos o tres objetos que todo se nubló. ¿Íbamos a hacernos problema? No way. Aquí estaba Julio Nardón, aquí estaba su colega Moni Rinaldi, aquí Sebi y otros amigos. Soltamos con devoción la lengua y hablamos sobre un experimento que Julio ha imaginado, y sobre las charlas a las que asistimos en Octubre.
La provincia de Santa fe –amigas&amigos- tiene un compromiso con la UAI para generar difusores y didácticos en la enseñanza de la astronomía (of course, ya cursé). Ojalá muchos doctores lo aprovechen y aprendan a llegar a la gente. En fin, son deseos de un alma extraviada como la mía. Fíjense, los otros días hablaba con un empresario acerca de un tallercito nuevo de astronomía que Proyecto Sagitario abre esta semana (el cuarto ya; el cuarto en menos de dos años de trabajo¡¡ Ahí va otro, viejo querido¡¡¡), y me dice, el hombre: Realmente, Galarza, yo pensé que esto era una soncera, que no podía avanzar, pero ahora veo que no es así, que a la gente le interesa, pongámonos a trabajar¡¡
Esta es la realidad de la calle. Hay solo dos impedimentos al intentar difundir la astronomía: la primera, la negación de la gente común a comprometerse más de lo que su trabajo le exige. Por ejemplo, algunos maestros sin vocación: les hablás de observar de noche… te sacan carpiendo!!! Si es de día, sí -te espetan- pero, ¿¿¿de noche???? ¿¿¿Ir de noche al colegio…??? Y te miran con la peor cara de Gasalla en ese sketch horrible en el que hacía de empleada pública. La otra dificultad, al intentar un trabajo serio e intenso en la difusión, son los celos y la impericia. Pero nuestro gobernador ha tomado el guante y ahí está firmado el compromiso. La UAI y el CONICET forman parte del asunto, trabajando en pos de que nuestros docentes incorporen conocimientos y tácticas educativas sobre el área que nos desvela. Los frutos se verán en los años por venir; estos no serán inmediatos, como ocurre siempre con los verdaderos avances.
Con tanta cháchara le dimos tiempo al cielo a abrirse completo merced a un viento frío del oeste, o del suroeste. La cuestión es que toda esa descortés masa de nubes se corrió hacia el río y quedamos con la sesera al infinito. Javier bien lo merecía y, de hecho, sobre las cinco de la tarde, en un approach, en persona se lo había dicho: Javi, dont guorry, man, cuando hice el conciliábulo de noviembre, el cielo estuvo hecho una porquería hasta las 20, casi, y después, pim, todo estrellas¡¡¡ Aquí fue más o menos lo mismo, solo que despejó después de las doce (A propósito, vi con estupor que mucha gente llegó muy tarde y se fue muy temprano…).
Vuelvo al relato: había despejado, dije.
Sergio Bais, ante la desbandada de nubes, armó de nuevo su SW250, a quién por cábala había bajado de su base dobson made in home. Y el mismo Dani destapaba su cel.
Otra vez a ensartar astros y nosotros bla, bla, bla cuando veo, espaldas al norte, que Moni, Dani y Julio -parados frente a mí- se iluminan de blanco de gris y de verde. Giro sobre mis pies y veo claro como el agua un trazo de unos diez grados en el cielo. Blanco. Firme. Apenas cortado. Y en la cabeza tirando como un buey supersónico cayendo a cien mil kilómetros por hora un círculo o roca o qué sé yo qué cosa gigantesca que se quemaba velocísima irradiando todo. Proyectando sombras. Pintando de azufre el septentrión. Uff.
Recién aquí tuvimos tiempo de gritar, de vivar y de aplaudir al cielo. Alguno dijo, Nunca vi una cosa igual… le dije, Nunca verás una cosa igual…
Les aseguro, amigas y amigos míos, y tomo un compromiso: no volveré a mentirles nunca más en el futuro: ese bólido quemando fue magnífico, inmenso, colorido… si alguna vez veo algo más brillante, algo más notorio cayendo del infinito a casa, entonces temeré por mi vida!!!
La afición aplaudía y por supuesto Javier supo sacar cómico provecho de tal fenómeno. Eso solo, esa luz, valió el viaje y los esfuerzos, pagó las amarguras y consolidó las amistades, pues este recuerdo lo compartimos hasta el fin aquellos que lo vivimos uno al lado del otro, quienes nos tendremos ahora de prueba y mutua certeza.
El grupo quedó mirando al norte, ávido y melancólico. No iba a repetirse, claro, pero nuestras mentes simples eso esperaban o deseaban. Recuerdo esa escena gigantesca de 2001, en que los homínidos tocan TMA1: ellos se quedan embobados. Así nosotros quedamos en el suelo, en el pasto muerto, en este nuevo vietcong que es la pampa argentina. Bípedos crueles, la boca abierta y el cerebro vacío mirando arriba, a donde ya no estaba y a donde nadie podría probar que estuvo, ese fenómeno verde.
Bueno, después comimos unos choris excelentes, con seben.
Cuando voy a por mi ración, con el amigo Sebita a la par, un hombre desconocido me dice, ¿Usted es el poeta? Sonrío y pienso, Tal vez, de algún modo, he hecho algo por mí mismo, algo que al fin y al cabo se recuerde entre los que me aprecian con amistad o mínimo calor en el futuro. Un trazo de tinta en el papel, un mísero meteoro dejando una mísera huella en el blanco espacio de la hoja.
Sonreí, dije, y asentí, pues el término, que me va de sobra -por supuesto- bastó para alegrarme un poco. Muchas veces he pensado en largarlo todo, en hacer lo que los levantiscos, los matreros y los renegados, tomar mi caballo y mi apero, mi teles y mi carona, y marcharme al paso hacía la frontera, a vivir a una verdadera toldería, lejos de las urbes y en especial de la urbe Candelaria, con sus muchas luces y sus cartitas en las escuelas. Uff. En fin. A dios gracias también habita la posta gente como Sebi, el Roger, Nancy, Moni –la primera- y tantos otros y otras que me sostienen en la tarea.
Al chori lo sacaron de la parrilla, como debe ser, y junto a ella crepitaba alto un fuego de llamas y de brasas. Tres chicas re mil amables colaboraban con la cantina. Gente de coro y gente de artes marciales había allí, trabajando para que nosotros disfrutáramos.
Sepan, amigos y amigas, que lo hicimos!!
Con la pancita caliente uno piensa de otro modo, che. Las amarguras como dije te las borra un plato de sopa caliente, la risa de un niño, la palabra del amigo o del padre, y un choricito caliente y rico como el que más. Volví a comprar, por supuesto, otra ración, pues mi bolsa reboza de cobres y mi otra bolsa, la que va del gañote a los ijares, esa estaba vacía.
Seguíamos en la noche y en el campo, bajo el campo de las múltiples estrellas apuntando astros. Le dimos durísimo a omeguita y a la gema y al alfiletero y al dios devorador (por cierto, saturno devoró a sus hijos, recuerden, lo hizo temeroso de que estos le mataran, como él había obrado contra su padre, Uranos, a quién castrara. uff). Otra vez nos enfrascamos con Dani en las diversas argucias de la docencia astronómica pues esta nos desvela, y me pasó gentil unos videos padre sobre el sistema solar que ya estoy viendo cómo sumar a mis clases.
El fuego no dejó de alumbrar nunca y de hecho a veces cegaba mi ocular. Pero el calor del encuentro todo lo permite y avala. Es muy fácil un encuentro en diciembre o en enero. Lo que vale es esto, un conciliábulo vernal. Aquí sí que se ven los pingos
Precisamente, preparando los bártulos para el star, me di una vueltita por la zapatería y la tienda, en busca de ropa más abrigada que la normal. Amigos, más me hubiera valido pasar por lo del Roger y sacarle otro Meade¡¡¡¡ El platal que me esquilmaron, esos sátrapas.
En fin, ustedes saben que vivo escribiendo. Ahora estoy en la redacción de mi famoso libro El Manual del Perfecto Astrónomo Pirata. En él incluiré un capitulo que advierta sobre estos gastos imprescindibles.
La noche y el viaje melló los ánimos y los chicos de Rafaela se iban a dormir a Rosario; Dani y Sergio daban vuelas como perro que va a echarse y comprendimos con Sebi que era la hora del regreso. Otros no quedaban, creo. Sólo Javier y los amigos y amigas que sostenían la fogata sucediendo troncos y troncos.
Cargamos el 19 y montamos, dimos una amplia voltereta por el camposanto y, parados sobre los estribos, gritamos desde la tranquera: Hasta la vista, amigous!!!!!
Sergio Galarza.
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