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domingo, 22 de enero de 2017

Los grandes números…

Los grandes números… ¿son patrimonio del Universo?

Acostumbramos nombrar como visible a todo suceso desde el cual nos llega su luz, es decir: aquellos eventos desde los cuales, una vez producidos, podemos recibir información electromagnética.

Se conocen otros canales de información o contacto entre distintos eventos del Universo, tales como las ondas gravitacionales y las partículas de muy altas energías. Estos sucesos (galaxias, cuásares, diversos oleajes de radiación emitidos) son cuantificados por la mente humana bajo patrones, los cuales en función de su adecuación a norma validan o descartan las diversas hipótesis y teorías propuestas.


Precisamente, el número se ha erigido como el estanco que todo lo mide, todo lo prevé, todo lo acepta o lo rechaza. Tu teoría puede ser hermosa, amigo, pero si un par de números -al menos- no cuadran entre tus papeles y los equipos detectores, olvídalo muchacho, esta morirá en el cesto.

Quiero recorrer ahora tan solo algunos de estos artefactos vinculados a los cielos: los números. Y ver si en realidad es él, el Universo, el dueño de sus exponentes colosales.

Trece mil millones de años (13.109 años) quizá sea el tiempo transcurrido desde el evento descripto como Big Bang, origen o Cosmos que conocemos.

Las teorías actuales aceptadas concuerdan sobre esa cifra. Son teorías nuevas, en realidad. No hace mucho tiempo aún era fuerte el concepto del espacio estacionario, que se basa en la generación permanente de espacio y materia, propuesto entre otros por Fred Hoyle (autor de al menos una novela magnífica: La Nube Negra). Pero hubo una detección casual, un error, casi, que inclinó la balanza hacia un Universo con principio, con origen en una poderosa emisión de energía-espacio-tiempo: la detección del eco de ese momento primero: la detección de la radiación de fondo. Una minucia, una nada propuesta por varios genios hace más de 40 años: escuchar el residuo de ese origen.

Diablos, cómo es el mundo. No sabemos nada, tan solo imaginamos. Pero cuando una imaginación se basa en números… ¡Ah!  Amigo, ya no es tal, ahora es ciencia… y de la buena.

De modo que tenemos 13.109 años * desde ese principio.

Lo llevaré a días:
13 . 365 .109 = 4745 .109 e iré redondeando, ya que la exactitud aquí no nos importa:
4,7 . 1012 días.

Lo llevaré a horas y luego a segundos:
4,7 . 24 hs. 1012= 113 hs .1012
113 . 60´ . 60´´ . 1012=  406.080 . 1012 = 4´´ .1017

4 .1017 segundos desde el origen del Universo o evento llamado Big Bang.

Cuatrocientos mil billones de segundos.

¡Buuummm! y cuatrocientos mil billones de veces el tiempo que te llevó leer ese buuummm… acá estamos, escribiendo y leyendo estas líneas. Parece mucho.

Llevemos los números a través del espacio.

¿Qué significa en kilómetros esa cifra primera sobre la cual los eruditos coinciden, los 13 mil millones de años desde el cual se formó el Cosmos?

Un espacio que surge y corre. El borde imposible se aleja de sí mismo a la velocidad de la luz –el universo es la famosa esfera de Pascal (o un Aleph) donde cada punto de su superficie es su centro. De modo qué, 13.000.000.000 de años después, su tamaño equivale a una esfera cuyo radio es de 13. 109 años luz**.

Pasemos esta cifra espacial a nuestros conocidos kilómetros:
1 año luz = 300.000km . 365 (ds) . 24 (hs). 60 (´) .60 (´´)
= 3. 105km . 365 . 86.400= 94.608.000 . 105 km
= 9,5 . 1012 km

Es decir, un año luz equivale a 9,5 billones de kilómetros.

Vayamos por el total:
9,5 . 1012 x 13 . 109 = 123,5 . 1021 km.

El universo vivible tiene entonces un radio de 123 por diez elevado a la 21, kilómetros.

Un 123 multiplicado por un 1 seguido de 21 ceros.

Guau. Es grande el bicho.

Su volumen es:
4/3 Pi . r3
4/3 . 3,14 . 123,5 . 1021x 3 Km= 7.778.424 . 1063 km.

Es decir, una esfera de 8 . 1069 km.

Inconcebible.

Estos números solo sirven para que uno pierda un poco el tiempo, pues nada significan a la mente humana, habituada por evolución a manejar distancias harto menores. El ser humano vivió durante 2 millones de años en un espacio no mayor de 10 kilómetros. Para desplazarse de África a Europa invirtió casi todo ese tiempo. Son números prodigiosos, sin duda y parece que el universo se queda con el lauro. Los grandes números son su reino.

Pero démosle una oportunidad a ese otro universo, más cercano, más arcano para muchos, el tablero de ajedrez.


El tablero de ajedrez está dividido en 64 escaques de color claro y oscuro. Las piezas son de seis categorías duplicadas en dos ejércitos. Creo que todos conocen la leyenda sobre el premio que un rey quiso dar al inventor –inexistente- de este juego maravilloso:


Un Rey vivía acongojado por la reciente pérdida de su hijo -en una batalla que salvó el reino. Pasaban los días y este padre no hallaba consuelo. Los alcahuetes de la corte salieron al pueblo en busca de una cura para el monarca. Vinieron magos, teatros, cómicos y bailantes, pero nada hizo efecto en la mente triste del rey. Un buen día llegó un anciano con una piel enrollada bajo el brazo, con una bolsa en la mano. La piel era un ajedrezado, la bolsa contenía los trebejos. El anciano enseñó las reglas al Rey y pronto comenzaron a jugar. En un momento de la partida el Rey vio que, si sacrificaba a su General, vencía en la batalla. Rápido tomo la pieza y, antes de bajarla sobre la casilla clave, sonrió. Había comprendido. Su hijo había muerto para salvar su reino. Miserable consuelo, pobre hombre condenado, para conseguir lo más preciado había perdido lo irremplazable. De todos modos el Rey se animó y desde entonces recuperó su ánimo. Confortado en parte, quiso premiar al viejo. Este pidió algo irrisorio: un grano por la primera casa del tablero, dos por la segunda, y así hasta completar la sesenta y cuatro. El Rey se sintió ofendido por la minucia pedida y mandó a sus ecónomos a dar paga. Pronto los matemáticos de la corte se acercaron temerosos, no alcanzaba el tesoro del reino para comprar el cereal que satisficiera al anciano. Más aún, no había sobre la Tierra la cantidad de trigo que ha menester.

Esta historia es harto conocida. 

1 en la primera, 2 en la segunda, 4 en la tercera, 8 en la cuarta, 16 en la quinta... 
Parece imposible que la cifra crezca hasta hacerse inmanejable. 
El número final es un 18 seguido de 18 cifras más. 
Diez y ocho trillones de granos de trigo. 
Imposible. 
Inabarcable.

Hay más. Dispuestas las piezas para la batalla, antes de la primera movida cada peón puede mover a dos casas y cada caballo otro tanto. Es decir, la primera movida blanca es una entre veinte (1/20). Y la respuesta negra nos mostrará una entre cuatrocientas posiciones distintas (1/20 blancas x 1/20 negras).

Algunos hombres y mujeres se han dado ya estos cálculos tan sencillos, y pesados. Hice por mi cuenta los del Universo y los que arrojan el total de granos de trigo –o de arroz, según la historia- pero ahora copiaré los datos vertidos en la página 

La cantidad de movidas posibles en la jugada 10 excede los 165 cuatrillones; es decir: 165 . 1024

Y las jugadas posibles de una partida de ajedrez, según este sitio, es de 10120.

En una palabra, el universo no parece ser el dominio de los números colosales… pero, ¿dónde si no está inscripto el juego de ajedrez?



*Los números grandes –como 13.000.000.000- suelen ser expresados como números pequeños (el 13) seguidos de un multiplicador elevado a una determinada potencia (el109) la cual significa que aquél va seguido de tal número de ceros. En nuestro caso: un trece seguido de nueve ceros.


**Para los humanos comunes es una esfera, para un matemático o un ser que perciba el espacio tiempo ¿es un cono? ¿De cuántas dimensiones?

1 comentario:

  1. maravilloso!!!, sobre todo el cuento, porque para mí los números y las cuentas...0 a la izquierda.

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