Con patente de Corso.
Que ahora son memoria y limo
Bajo los mares que asolaron.
El primer Corsario Argentino fue también un prócer que hoy, hombres como Felipe Pigna, rescatan del olvido. Hipólito Bouchard, marino, aventurero, patriota rioplatense. El gobierno de buenos aires le concedió la patente de Corso y merced a ella (y a un ato de grumetes de variada estirpe) se dio al solaz y azote de los mares en busca de naves españolas que saquear y hundir. Recorrió el mundo, peleó en Java y en Sumatra, y voy a rescatar para este cuento el sitio, bombardeo, rendición, saqueo y quema que hizo de la próspera San Francisco, costa este de Nuevo México (hoy robado por los iunaited, claro, y parte del infame iuesei). Si el Zorro en verdad existió, nuestro querido french le hizo vérselas y habérselas y no dudo que el enmascarado ha de haber salvado el pellejo sólo gracias a Tornado, al poner cuatro cascos en polvorosa pues consta en actas que nuestros piratas no dejaron pie con cabeza.
Bouchard logró además el primer reconocimiento oficial al gobierno de la 1º junta: el del Rey de las islas Hawai. ¡Bravo Bouchard!
Salvando las distancias históricas y personales entre este noble galo al servicio de nuestro futuro, me permito tender ciertas analogías pues muchas veces asaltamos las plazas con nuestros cañones ópticos para despojar a los cielos de sus tesoros. Acaso la mayor diferencia entre el héroe y un servidor, sea que don Hippolitte saqueó para la causa de gobierno, mientras que nuestro despojo al cielo es repartido entre los presentes.
Fondeamos junto a la vela de acero del reloj de sol y de entrada preparo a Nuevosagitario y a Pionero. A metros de la entrada del corso de Bigand, es previsible que los oculares no den abasto en la hora en que la gente empiece a llegar. De hecho, apenas alisto el 90/900 caen las primeras miradas. La elegida es ella, claro, la Lua preciosa que a medio empolvar el rostro nos ciega sobre los nailons blancos con que los organizadores del espectáculo intentan vedar la vista del espectáculo a aquellos que, pobres, no aporten los doblones suficientes. Amigos, qué curioso, justo ayer hablamos sobre estos temas, de esperanzas amonedadas.
Ya sabemos lo que ella vale (la luna) tras unos 25x y con el filtro adecuado. Ver los cráteres cual la cava donde pillos como nosotros ocultamos el producto de nuestras andanzas, hizo exclamar al público ¡rayos y centellas!
La gente, en carnaval y como bien narra el Nano en Fiesta, depone distancias y se mezcla en un festejo de sulfúrico origen. Un pequeño sector de la iglesia reniega de estas fuentes pero contra el deseo no hay excusas y en cada localidad se arman comparsas y se danza al son de ritmos extraños. No debió haberme sorprendido, entonces, que se acercaran a observar seres encapotados con una máscara por rostro, portando cachiporras y aerosoles de espuma. Vero, sobre las doce, casi muere de angustia cuando dos o tres pibes trabados en franca lucha, casi embocan su espuma dentro de Sirio (su H70/700).
Pasa gente de toda laya y nación, llega un matrimonio con sus hijos y una señora (¿la abuela?) y se declaran oriundos de General Belgrano, Córdoba. El pequeño pirata que tienen por hijo pronto confiesa, tengo un telescopio, pero no sé qué mirar. Guau, amigos. Imagínense. Tengo la guía observacional calentita de recién impresa. En un instante echo mano a la cartera y, junto a tres pesadas monedas del caribe -fruto de una goleta malhadada- saco una tarjeta con mis datos cibernéticos. La abuela mira ese portento de diseño y de color y dice, ¿Qué hago con esto? Señora –le digo- allí está la dirección de mi blog; usted me contacta; le envió una guía observacional.
¡Qué negocio! La señora sonríe como si le hubiesen abierto un tajo con alabarda, el nieto tendrá su guía y quién firma sentirá el ego aún más reconfortado.
Cuando mis acólitos de fierro, Matías y Nicolás se hartan de ver Selene, comenzamos a hurgar en Orión, para desentrañar el leve blanco de su nébula. Tengan en cuenta que ese mínimo rincón de la plaza oculta el este, el oeste y parte del sur. Es decir, cuando allí anclamos, a las horas de la gente bien, pocas alternativas quedan bajo las muchas luces.
Pero Pionero es un grande, y no hay mercurio halogenado que con él pueda. M42 resplandece a 45x y enseguida le damos a NGC 1981, a Betelhause y a nuestro querido Sirio (el astro).
Por cierto, amigas, ustedes saben que los niños -como dijo Nietszche- crean los valores. Matías tiene 6 años y su mayor preocupación, el día que nos conocimos, en esta esquina, fue con qué edad él podía ser alumno del Taller de Astronomía. Como entonces yo ignoraba su edad, le dije: Niño ¿cuántos años tienes? Seis, apuntó. Pues tienes mucha suerte -le dije- a los seis años ¡puedes ser alumno del Taller de Astronomía! Todavía recuerdo su melena amarilla flameando al irse corriendo para contar a los padres su pronta inclusión en nuestras artes apolíneas.
Bien, este niño inquieto, observando Sirio y su M41, creó lo siguiente (creó porque nombró, hace unos días): muy lindo el Ñoqui.
Busqué anoche para él su Ñoqui (M41) y no pude hallarlo. Entre mi impericia y las luces que se filtraban a los ojos cual fulguración de pólvora en el mosquete, le dí unas vueltas a alfa canis y me rendí.
Vero estaba con Aymará, y estaba mi vieja. Mi vieja llegó tarde porque muchas noches le cocina a mi abuela. Mi abuela, María Eugenia, nació en uno de los tantos pueblos que el ferrocarril sembró en la pampa. Pronto se estableció en Casilda y de allí fue a Bigand, para ser maestra. Ahora esa vieja está viejita y apenas oye lo que no ve. Pero tuvo una personalidad de hierro que pocos recuerdan como virtud. Una alumna suya cada año le lleva tortas y dulces para su cumple. Mi abuelo la eligió por linda y por guapa y una que otra vez la alcanzó hasta el pago cuando eran menos que novios, hace 70 años, ya. Uff. Una dama de entonces jamás viajaría con un hombre y por eso ella se hacía acompañar por una colega. Pero mi abuelo me heredó su ansia de saber, su voluntad y su escribir, y entonces comprendo que haya sabido asir ese duro hueso, y que no lo haya soltado hasta roerlo. Mi abuelo venía de la lejana Quilmes y era médico. Era agnóstico, por supuesto, como correspondía a un hombre educado en francés. Adoraba también a Borges y tuvo varios hijos.
Pueden saltearse el párrafo siguiente:
Como tengo cerquita los cincuenta me doy el lujo de mirar atrás y de pensar lo que pasó, a veces con nostalgia y cada vez más con indulgencia. Pocos años atrás renegaba de los hechos adversos, pero la astronomía me enseñó más que el cáncer que se comió a mi viejo. Si está nublado está nublado y a otra cosa mariposa (M6 o NGC6405 Esto es para compensar a los cientificistas, amigos). Hay sucesos que deben aceptarse sin rezongo. Recuerdo cuando un médico canalla de la calle Oroño me dijo, a un costado: tu viejo está listo, está MUY grave, después de haber visto sus estudios. Pero el mismo facultativo nos mandó con otro que nos quiso sacar 2.000 mangos por un análisis que pagaba la mutual, y después a una oncóloga que lo frió en una sola sesión. En fin, catarsis pura. Ahora lo borro. O mejor lo dejo y aviso arriba para que se lo puedan saltear.
Mi hermana Vero se compró hace muy poco un 114/900. Ahora quiere comprar una Canon para empezar a tirarle fotos al cielo. Vero llevó, según creo, lo peor de nuestra infancia. Muchas veces es así la vida, uno gasta lo que otro paga. Fíjense, en Argentina es así, los ricos no pagan un sope y los pobres padecen todo. En Santa fe y gracias al Lole las exportadoras no abonan ingresos brutos. Si hasta en los foros de astronomía se postea sobre la posibilidad de comprar telescopios sin pagar los impuestos locales o los márgenes de ganancia que los empresarios locales. Con todo respeto, cuando debemos meter la mano en el bolsillo enseguida empezamos a darle vueltas al asunto: que los impuestos, que las ganancias…
No sé para qué me meto, cuando se me antoja un teles atraco algún galeón y listo, el Roger se lleva su cofre de rubíes y topacios y yo feliz mirando arriba.
Volviendo a Vero, es una mujer hecha y derecha que te pasma a cada paso. A todos ayudó y por tener los valores que tiene le yantearon más de un trabajo.
Anoche, en el furor del abordaje, se acercan tres muchachos de pelo negro, azul y amarillo. Caminan con desparpajo y pasan a nuestro lado, sigilosos y ajenos a la propuesta, así como una fragata escapa a veces al avistaje enemigo, en la niebla. Entonces Vero sale disparada tras el rubio y lo toma del hombro. Este gira y Vero comienza una rápida gesticulación de labios y de manos. Enseguida comprendo: el pibe es sordo y ella -quién sabe cuando- ha estudiado el modo de comunicarse con él.
Cuánto orgullo siento. Qué lingotes llevo bajo cubierta. ¡Por los siete mares!
Cuando envío estas notas hay veces que las ponderan. Amigos, lo único a destacar son esas personas que nos enriquecen la vida. ¿Cómo pudiera yo contar que ese joven hipoacúsico disfrutó de la Luna, de Orión, del Joyero y que fue invitado a participar del Taller de Astronomía, en su idioma por Mi Hermana, si no fuera ella la mujer que es, involucrada con su gente y con sus necesidades e idiosincrasias.
La fiesta del corso magnificaba la noche. En un instante veo unas chicas vestidas de bailarinas, con la piel negra y brillitos en todo el cuerpo. Se acercan a echar el ojo aunque nada habrá allá arriba más bonito que ellas. Sonríen y la tierra brilla. Y brilla el alma y baila. Les hago una toma.
Cada tanto pregunto por qué tal cosa y por qué tal otra. Siempre, alguno contesta. Ya son muchos los chicos que han ido a los conciliábulos o a los campamentos para lunáticos, o a las plazas astronómicas, o tienen la guía, o han recibido las clases de astronomía de Proyecto Sagitario, en Bigand. En eso estaba y caen seis o siete adolescentes, atildadas para el evento (el corso). Las reconozco un poco y digo: ustedes están en séptimo? No, me corrigen, pasamos a 1º año. Guau, crecen los alumnos y uno los ofende al confundirlos con la primaria. En eso llegan seis o siete chicos del taller de astronomía y de ajedrez. Estos chicos también pasaron al secundario así que no me voy a equivocar de nuevo. Los vagos no son sonzos y cuando ven que las niñas parten en romería dicen, ey, esperen a que veamos. Las chicas se vuelven y se saludan. Todos se dan un beso y los varoncitos empiezan a observar por turno. En eso uno dice: ¿Julia, vos te pusiste pintura en los labios? Mientras se refriega la mejilla. Meneo la cabeza, enternecido por esa conjunción de incipiente adolescencia y de infancia remanente.
A las doce pido la toalla y arrío la bandera. En media hora di cuenta del circo. En media hora, hoy domingo, voy a escuchar a Horacio Verbitski y el lunes repetimos en Parque Sarmiento.
Uff. La vida del astrónomo.
Sergio Galarza
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