Qué es proyecto sagitario?

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Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

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martes, 28 de enero de 2014

Sunday Morning Viaje a El palmar II

Sunday Morning
Viaje a El palmar II
(parte I aquí)

Si la vida enseña algo es a no rendirse jamás. Antes al contrario, cada vez que tengamos un tras pié debemos saltar hacia adelante con iniciativas. Si la muerte nos pesca alguna vez, que sea en lucha, en un avance con la frente alta y la expresión fiera.
Al respecto, recuerdo la anécdota de uno de los mayores escritores de América, Javier Villafañe: Príncipe y mendigo, Javier estaba internado de cierta gravedad en un hospital español. En la semivigilia propia del padeciente, entrevió la Muerte que a por él venia. Entonces se puso a reír. Rió con todas sus fuerzas, una y otra carcajada estrepitosa, tronante. Las enfermeras acudieron desconcertadas, no comprendían la dura batalla que, invisible, se libraba sobre esa cama. La muerte retrocedió asustada, Javier se repuso y aún caminó mucho el mundo, y escribió siempre hermosos libros. En uno de ellos leí esta anécdota de su vida frondosa, y la tomé como blasón para la mía. 

El domingo 26 de febrero teníamos previsto una charla sobre relojes de sol y observaciones del astro. A las 10 de la mañana armamos el telescopio solar y sobre una mesa de bar preparamos los complicados y extraños materiales necesarios para la fabricación de relojes a sombra.




Pronto nos rodeó mucha gente adulta, con sus niños y niñas, todos expectantes. El sol mostraba las consabidas manchas (dos grandes, centrales) y el corte (filamento) de Paul Muni en Scarface, es decir, una marca atroz sobre el limbo (el limbo es la cara del sol). Había a la vista de los circunstantes más de muchas prominencias lindas, delicadas, algo tímidas entre las nubes que nos escondían la afición. Pero un ATDL troca en un instante las vistas por una historia, o una explicación como la que siguió, sobre el principio que permite medir el paso del tiempo con un estilo o gnomón.
Tanto vivimos en la cultura tradicional -comercial- que ignoramos que, el paso del tiempo, es algo subjetivo, escurridizo; es el tiempo un concepto que evolucionó con la misma sociedad, de modo que su medida no ha sido, por increíble que parezca, siempre la misma.

Párrafo obviadle si no tenés tiempo
Aclaramos que este recurso, el de medir el paso de un supuesto tiempo, surge de la necesidad de administrar recursos para el sustento de grupos humanos. En un principio, el hombre omnívoro comía bayas, frutos y raíces; el Tiempo era el tiempo del bagre, como decía mi abuelo: Si te pica el bagre, volvé, será la hora del almuerzo. Luego, el hombre formó clanes que se identificaron con los animales que perseguía y cazaba corriendo –esas imágenes en las cuales el hombre primitivo da caza a un mamut mediante arcos y flechas, acaso lanzas, corresponden a nuestra era; allí ya estamos viendo al homo sapiens sapiens y, desde entonces, tan solo aumentamos nuestra crueldad. Me refiero a un hombre anterior, que aún perdura en la Australia profunda, acaso en la Amazonia, donde, me contó Teo, en verdad existe la laguna Negra, sitio excepcional donde transcurren los hechos formidables del filme The Creature of the Black Lagoon, dirigida por el inmortal Jack Arnold. Teo es uno de los genios que conocí durante estos tres días de aventura en el Palmar, ya hablaré más de ellos, en especial de Teo.
Estos grupos humanos, decía, los que vivían de la caza, dieron origen a la exogamia y al tótem. El tótem es la identificación primitiva con el animal que da sustento y a la vez es prohibición de mezcla sexual con individuos del clan. De aquí obtuvimos una buena y una mala, como es ley. La buena fue que el sistema inmune se perfeccionó, se hizo más fuerte; la mala fue que el tótem derivó en las religiones, extraño camino del pensamiento. Aquí es donde nace la primera medida del tiempo: las estaciones. Los animales mudan de territorio acorde las estaciones se suceden. Este momento está plasmado en pinturas rupestres. Allí un toro, unas avispas, un carnero, los hombres de las cavernas observaron el cielo y lo registraron con idoneidad para que las estrellas les valieran como almanaque. Y qué bello almanaque, por díos, esas pinturas que solo puedo comparar con algunos que he visto en las gomerías y los talleres automotores.
Este es el nacimiento del año y acaso los primeros almanaques tallados en hueso tan solo apuntaban dos o cuatro tiempos. Poco después nace la medida del tiempo por medio de la Luna, precisísimo relojito que apenas atrasa, dado que la compañera genera mareas, el giro terrestre merma y ella se aleja y se aleja; pero bueno, esto lo sabemos ahora; entonces no había tantas vueltas; a tantas lunas, tantas noches para la primavera, y listo.
La medida del tiempo por medio del paso solar es bien próxima. Los egipcios y los babilonios lo hicieron por probidad. Precisamente, el pueblo de Ur, el pueblo de héroes como Nippur de Lagash (aunque Nippur es una ciudad) fue el que acotó el tiempo dentro de los múltiplos de sesenta que conocemos. Ocurre que fue entonces cuando se midió la sucesión de soles que correspondía al año: 365 y fracción. Mas, 365 y fracción es cifra que no admite submúltiplos redondos por lo cual el año fue acotado en 360 soles, hecho que determina los 360 grados de la geometría. De aquí surge la hora como división de esos 360º: 24 horas, 60 minutos, 60 segundos, y las mismas unidades se aplican a la medida del cielo, pues el paso del cielo es el paso del tiempo para hombres que admiramos su belleza. Si en mundos como Venus tuviéramos que medir el tiempo, de seguro este no correspondería al año solar, pues allí no se ve un pito (al menos hasta que la vida nativa no desarrollara los telescopios infrarrojos –o acaso la vida nativa desarrollara ojos infrarrojos y entonces sí, su año podría ser en base al sol, como el nuestro).

Dejo de escribir zonceras y vuelvo al relato
La actividad de fabricación de relojes estuvo muy linda, los chicos y los grandes participaron con entusiasmo, ya ayudaban con un estilo recogido del suelo, ya medían una sombra acotada con un guijarro, ya reían y estaban allí, ayuda imprescindible para el que se para ante todos a meter verba no siempre lúcida o coherente, se estimule y discursee.
Entre los modelos posibles solo describí el que copia el eje terrestre como estilo y usa el plano del piso como cuadrante, es decir, el que posa el gnomón según la latitud del observador. Hay una foto en la que Julio sostiene un caño de desagüe verde. Este caño estaba por allí y me vino de perlas pues lo usé como regla para señalar la declinación solar y luego como estilo recto. Pero de los relojes que hicimos con cartulina ofrecimos los de mesa y los de muñeca. Un niño y una niña se fabricaron sendos de muñeca y los muestran en la tomas. La actividad duró más de una hora lo que atestigua el entusiasmo y la pasión por el conocimiento. De hecho, el posteo de estas actividades multiplica otras en diversos lares, y esto también es parte de PS.


 El sábado 25 ocurrieron tantas cosas que no pude narrarlas en la nota anterior. Por la madrugada acudí a mi urgencia cotidiana de quincuagenario y a través de los mosquiteros de las ventanas ví el río gris en la semipenumbra. En la orilla opuesta la selva se extiende un par de grados y sobre ella vi el capote de nubes. Me quedé despierto, me vestí y salí armado con la Canon. Apenas el sol insinuó su brío comencé a tirar instantáneas. No paré hasta que el tipo brilló rojo y nítido a otro dedo del horizonte. Para entonces la casa había dejado atrás la tela de araña de la noche y los pájaros hendían círculos vacíos arriba. Cuando Mimoni estuvo a mi lado partimos hacia la aventura. Dios, un hombre enamorado es capaz de cualquier cosa.




¡Caminar!¡Caminar a esa hora! Peso 130 kilos, mis rodillas aúllan de dolor, mis pies se derriten. Sin embargo, mantuve el paso. La mañana se alzaba y el rumor de los pájaros era ubicuo. Pateamos tres kilómetros y pico hasta dar con las ruinas por medio de los caminos para los autos, y de las ruinas de la calera bajamos a la playa. Este lugar es magnífico. Arena negra, hay. Y agradezco al cielo haberla conocido. Es arena basáltica, la imagino símil de la que cubre los mares lunares. Volvimos despacio, charlando y disfrutando de la vida pues lo natural te muestra el alma, o te abre una hendija para que la mires. Yo lo hice y la vi henchida de gozo. Los días que pasé allí me dieron placer, el entorno, la gente, aún el cielo parco.
Volvíamos dije, y dimos con un sitio super aparente para observers, en febrero me tiro unas vistas desde ese abra, lo juro.
Cuando doblamos la curva peligrosa íbamos cansados y callados, y entonces alzo la vista adelante y lo veo. Dios. ¡Un tremendo Carpincho!
Si me guío por mi sentido común he de decirles que debe de haber sido este el Dios de los carpinchos, porque era inmenso. Anoche le conté a un desconocido sobre él, y le dije, era tan grande como un fiat 500. Estimo que el tipo no me creyó, sobre todo por su actitud inmediata, se levantó y se fue de la mesa, pero, les juro, era tremendo. Agradezco a la diosa Tierra que el bicho caminara imperturbable y lento, cómodo en el fresco y la sombra de la mañana. Si nos hubiera encarado, es probable que allí mismo dejara el cuero, en defensa de mi amor. El animal iba de derecha a izquierda, esto es de este a oeste y justo de donde venía, a la vera del camino, había un cartel de decía: Despacio, y al lado de la palabra había un dibujo del carpincho. Es increíble, ¡cruzaba por su senda peatonal! Moni y yo apenas dimos crédito a esta visión, más propia del filme la Princesa Mononoke que de mi vida simple y llana. Poco después supe que había un camino optativo para llegar a la playa, el cual es solo de mil metros, pero si por allí hubiese ido en defensa de mis kilos me hubiera perdido la bestia.

A las observaciones solares de la tarde se acercaron personas de todo el mundo, que allí acampaba. Pude charlar con compatriotas de nuestro querido Copérnico, dos o tres parejas de jóvenes polacos, a los cuales les hablé con entusiasmo del astro, y ellos, tan atentos como yo, me contestaron efusivamente. Off course, all we was stendin notin.
Por la tarde, antes de conocer a los copernicanos, pude charlar con Sara, bella neozelandesa que en el parque se aloja, por medio de mi fluido inglés. Ahora recuerdo, le pregunté, mientras ella pispiaba dentro de Tuboro: Your vision, is rich, or poor? Y me dijo: Poor… Es que ella miraba con mi foco (tengo 51 y ella pisaría los 22), apenas hubo corregido el helicoidal, exclamó ¡guau!
Alemanes, brasileños y porteños fueron otros tantos extranjeros que pasaron a por su vista tranquila de nuestro dios máximo. De los tres, a los from allende la General Paz, los sentí como los que más les costaba el objeto y sentido del Parque. De una niña, más linda y coqueta que las Híades, escuché que dijo con un dejo de desilusión: ¿Y los animales? Eran las 10 de la mañana, ella acababa de bajar de un Corolla frente a la proveeduría. Los bichos del parque son mansos pero no actores de Disney. Seguro esa piba y su familia creían haber recalado en Temaiken o Mundo Marino. Luego, de un niño, asimismo, sentado con desgano y frustración sobre un tronco de las barandas: Bueno, vi un sapo y un sol…
Aclaro, el sapo era inmenso.


Durante la observación de la noche un grupo de turistas me acompañó por tres horas, ya dije que las nubes iban y venían sin empacho por lo que el apo corría de un hemisferio al otro. Las pléyades; la 42; Alnitak, Alnilam y Sigma orionis en un campo; M41; Mimosa y NGC4755 (el Joyero); Rigel kent; parte de Carina; todo eso miramos y describimos con palabras cuando las estrellas se opacaban. Y mucho más charlamos en la penumbra. Julio había armado su 150 nuevo y su SW dobson de diez pulgadas. Qué lindos equipos, qué vistas. En la alta noche (B.) supe que varios circunstantes se organizaron para juntarse a observar en el Palmar. Esto también es parte de PS.

No puedo cerrar sin hablar de los genios. Fueron dos, al menos.
Uno solo me dedicó unos minutos, miró el sol, preguntó naturalezas y razones, las asimiló en silencio, repreguntó, y me dijo adiós. Reconcentrado y digno se alejó pateando guijarros multicolores hacia el sendero corto de la playa. Su padre, henchido de orgullo y amor, sonreía.
El otro es Teo. Teo es un niño de 12 años que ingresa a 1º año secundario. Cuando miró el sol enseguida comparó las prominencias con la capa de ozono terrestre. es claro que no habrá muchos puntos de coincidencia entre una y otra naturaleza, pero el esfuerzo indica algo muy especial. Cuando hablamos de no se que célula, me dijo, claro, como sucede en la mitosis. Y agregó, sabés, no. Le pedí que me recordara el hecho para ver qué tan hondo se metía y su explicación fue perfecta. Moni, profe de biología, entre otros estudios, me dijo: Comparó la mitosis con una clonación, es perfecto el concepto. Teo es niño que necesita con quién dar rienda a su desaforado conocimiento y curiosidad. No hallará pares en los ámbitos áulicos, difícil que lo ayude un docente atorado con 30 vándalos en un container macrista. Había leído la novela del monstruo de la Laguna negra y resumió el argumento en cuatro palabras. Cuando se refirió al secuestro que el monstruo hace de la bellísima chica, dijo: aunque ella no era como él, pues no tenía agallas ni escamas, de seguro se sentía solo y necesitaba con quién hablar…
Teo, agradezco mucho que charlaras conmigo, que me ilustraras, que me consideraras digno de tu motivación intelectual, aunque no tuviera yo las páginas leídas que tu necesitabas, ni las agallas suficientes.

La noche postrera cenamos con Julio y su familia. No he hablado de los anfitriones como antes acostumbraba, no voy a hacerlo más por varias razones, la primera es por respeto y cierta unción ya que la amistad es como el cielo, puede disfrutarse en silencio.
En la cena, julio me agasajó con un mate invaluable, escrito y dibujado por el artista.

Nos fuimos a la casa, eran las doce y el lunes viajábamos temprano. Las nubes lo cubrían todo y el viento del este anunciaba el agua que luego llegó. Sobre el ocaso habíamos ido con Moni a una playa secreta desde la cual vimos a un bañero sobre unos bancos de arena, lejos, en el cauce. La noche caía y el cuerpo no se alzaba. Sentado sobre la arena húmeda, el muchacho atisbaba el Uruguay. Allí estuvimos nosotros, en la oscuridad, mateando tranquilos, tanto que otro carpincho pasó caminando con parsimonia a un metro nuestro. Nos quedamos hasta que el joven se alzara y en la magia del lugar, aunque estaba a unos doscientos metros de la orilla, volvió caminando sin hundirse, como Jesús, dijo Moni. De entrada había sugerido que el bañero no había nadado para llegar tan lejos ya que su remera blanca estaba limpia. La arena formaría secretos puentes bajo la poca agua, dije con racionalidad tonta, algo celoso por la juventud, la soledad, y el aura que Mimoni le atribuía. A este muchacho encontré en la hora de las almas frente a nuestro albergue. Tenía ganas de charlar y de compartir su bebida. Me quedé una hora casi. Hablamos de astrología, de la adivinación del futuro, de las masas gravitatorias de las estrellas y los camiones, interrumpidos tan solo por los extraños gruñidos de quién sabe cuántos y cuáles bichos que a nuestro alrededor oscuro medraban. Cuando creí que ya nada me deparaba el viaje, con la mirada fija en lo negro de los arbustos y la fronda, Nicolás me dijo: por aquí vaga el alma de la Princesita, la antigua dueña de la estancia y la casa. ¿Cómo es eso? Le dije, y él, la Princesita tenía unos ochenta años cuando el gobierno expropió la estancia para crear la reserva. Ella pidió que la dejaran habitar la casa y se negaron, murió en Buenos Aires. Desde entonces se dice que por aquí vaga su espíritu…
Me quedé callado. Los ruidos eran muchos y sutiles. No sé cuántos nacían de las cosas vivas.




Gracias Julio, Nancy, María, Santiago, Juan, Teo, Gustavo, David, Nico y todos los demás.


2 comentarios:

  1. Estimado Sergio:
    Mi nombre es Gerardo Gomeñuka y con mi familia tuvimos la suerte de visitar EL Palmar el fin de semana del 25 y 26 de enero del corriente. Le quiero agradecer la noche inolvidable donde mis hijas miraron las estrellas de una forma que las maravillo al punto de que me piden volver a El Palmar para "ir con el señor de las estrellas", y ademas disfruté enormemente de la charla que siguió a las observaciones. Visité su pagina de Proyecto Sagitario y me encantó el relato de su visita a El Palmar, y como dedicó el final del relato para Teo, ese chiquito que maravilló a todos con su curiosidad y sorprendentes razonamientos. Como objetivo me pongo el de conseguir mi propio telescopio para mostrar a mis hijas las maravillas de nuestro universo. Le comenté a mi querido viejo la experiencia y aunque no profeso religion alguna me contesto con un versiculo bíblico: "Los cielos publican la gloria de Dios y el firmamento anuncia la grandeza de la obra de sus manos"...
    Esperamos volver a verlos algún día o noche, mientras tanto le dejo cordiales saludos de mi familia para usted y su esposa.
    Atte.:

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  2. Muchas gracias, Gerardo por tus palabras y por dejar que las posteara, son algo muy valioso par mí tus conceptos, las impresiones que lograron con las actividades. Un abrazo.

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