A Happy Birthday in Erézcano Town
Conocí a Daniel Fontano en una Star Party (conciliábulo) del año pasado. Fue atento, en extremo amable y jovial; contestó cada una de mis preguntas y me llenó de ánimos para acometer mi incipiente empresa. Me presentó a Chico Suárez y a ellos debo todo lo que siguió. Yo buscaba conocer gente, tender redes para lograr organizar un evento astronómico. Ellos fueron, sin saberlo, la llave sobre la cual se erige lo que el taller de Bigand ha hecho desde aquella fría noche en adelante.
Anoche, Dani cumplía sus famosos “a la pucha… casi 42” y no tuvo mejor idea que festejar en medio del campo, a 3 leguas de Erézcano, entre el Arroyo del medio y el Ombú del patíbulo.
Sin querer hice como caperucita y fui por el camino largo, así que llegué una hora tarde y me perdí la caminata por los lindes del arroyo, pero llegué sano y contento sobre las ocho y unos mosquitos gordos como gorgojos qué, en 5´, olvidé.
La nota de color del viaje fue al indagar, en Erézcano, a dos paisanos que, acodados al palenque de sus chatas Nissan Patfinder, dejaron de lado sus hesperidinas y me soltaron: ¿al Ombú va, mozito?? ¿A donde remataron a Noséquién??? Uff. Se me heló la sangre y pensé “Macri tiene razón, hay que acabar con la inseguridad”, y encima seguro que la Garré , a pedido de la Presidenta , para atentar contra los pocos gobiernos democráticos que le quedan a este país, le quitó la guardia al Ombú¡¡¡¡¡
Los gauchos del siglo XXI debieron de notar mi aversión a dar un paso más y temiendo que mi ataque de pánico derivara en otra muerte, como la que ocasionó esa mediducha en la villa, me aclararon: “No ze preocupe, mozito, zi ezo fue como hace dozientos años. Al fulano lo trajeron esposado de Córdoba y al pié del Ombú lo remataron… Por ezo es zitio histórico”. Uff, me dije: Qué alivio! Puse primera y a la hueya la hueya. De todos modos, al sortear el arbusto de mentas, no pude evitar un escozor.
Dani, Marcos y dos amigos esperaban junto al giyo. La antena sintonizando la crux y el dobson hacia un temprano Virgo. El Ioptron en su proceso de orientación.
Era oscuro, che, así que apeé lejos por no molestar. Allí estaba la pila de leña y allá los amigos. Dani se acercaba alto y contento a recibirme. Saludos a todos y al ver las armas anuncié: ¡traje a Lumbre pura! Para mí era una ocasión, como ponerse la camisa de domingo. Lumbre tiene su peso y por eso lo saco poco, pero el cumple del amigo y una noche en medio de la nada eran ese domingo y él –entre todos mis teles- es mi camisita.
La luna embromó hasta las diez y chirolas y, pobrecita, no le dimos ni la hora, pues la charla y la broma ya nos había echado mano. Dani contó detalles acerca del progreso de su antena 500 y las últimas dificultades con respecto a parabolizar esa pista del Carneggie Hall. Pero si llegó hasta acá bien sabe él -y confío yo- que esta peli acabara como todas: la chica con el muchachito y el 500 ensartando estrellas como ninguno.
Sobre las diez, después de perderse por quién sabe donde, llegó Chicho con el coche y la amistad de Silvio. Silvio traía su Yeti, el monstruo de las nieves (Meade SN 8´´/ LXD75). Silvio demostró anoche que un hombre que se mete con sus monstruos no tiene otra posibilidad que valerse de sus piernas. Ya verán porqué.
Apenas apeado Chicho –hombre experimentado- advirtió, “Y el fuego… para cuando?” El hombre sabe lo que dice, me dije por mis adentros. Eran como las once y la única lumbre la aportaba mi Hokenn 200/1000. Así que Dani, capitán de esa batalla, sugirió que el más nuevito se arremangase y pusiera manos a la obra. En un tris las rojas flamas nos regalaron con su elusiva figura y con el humo, gracias a lo cual los mosquitos hicieron mutis por el foro.
Silvio desempacaba al Yeti. Vi en su delicado hacer el culto que la mayoría de nosotros esgrime a la hora de armar o desarmar los teles. Puso unas maderitas blancas sobre el césped del campo, y luego conectó todo a unos cables que -increíble- nadie pisó, y metió cámara y tubo guía y notebuc y mesita. Como todo esto era la mar de interesante pero el bagre picaba más que los coleópteros, nosotros despachamos salame, pancitos saborizados, pan casero y coca con ferné; y bueno, pobre Silvio… cuando se quiso acordar el salame estaba más muerto que el fulano del ombú.
Entonces empezó la ronda de las fotos. Puse la xs sobre el tripié y a darle a este y a aquél. Dani en todas las instantáneas y por fin vemos unas luces en el lejanísimo horizonte, en el far far east. Eran Martita y Javier que llegaban para los bifes… perdón, quiero decir, para los choris.
La cosa es que estábamos todos los que éramos y las fotos ahora debían mapear el grupo. Así que Dani empezó: Silviooooooooo! Y Silvio, queeeeeeee? Y dani, Veniiiiiii para la foootooo. Y Silvio salía corriendo para acá, con el Yeti a medio enhebrar, y yo sacaba una foto y él volvía a los trancos para allá, al fondo. Pero la foto me había salido oscura, así que Dani, Silviooooo, y Silvio, queeeee, y otra vez lo mismo. Amigos, Silvio no corrió en su vida lo que corrió anoche. Para posar en cada una de las fotos que posteo corrió para acá y corrió para allá unas treinta veces.
Las observaciones se resumen en dos etapas: Antes del rocío y después de él. Antes, veíamos; después, no. De la primera gran etapa destaco la resolución de Lumbre, vi como tres o cuatro satélites de Saturno, vi la sombra del anillo sobre la panza del devorador y vi el negro espacio intersticial de los anillos. Uff.
El Yeti no me dejó echar ojo –de buena gana le hubiera metido mi óculo- porque Silvio forma parte de la legión astrofotográfica, aunque pude pispear con definición touchscreen cada galaxia en la notbuc.
Le dimos durísimo a DY crucis, a M104, a la Blue , al triplete, a la 83, a carina y su homúnculo, a joyero, a la perla, al alfiletero, a la nébula de corvus, a alfa centauro, a centauros A, y a muchos objetos más.
Cuando por fin llamaron a la mesa nuestra atención me hizo acordar a la bolilla que le presta un bebe de tres meses a cualquier otra cosa que no sea la blanca y gorda teta de su madre. Los tubos de todos los colores quedaron en un solitario y perdido camino de David Vincent, y nosotros junto al fuego dando cuenta de esas entrañas embutidas. Lo que fue eso se explica con cuatro palabras: Du ri si mo.
El fuego aúna a los hombres, es sabido. La astronomía, casi también. Bajo la Vía láctea hablamos de Carl Sagan y de un loco que come vidrio y de otro que solo se alimenta del sol. No dejamos de mentar el libro del que viajó a Ganímedes (Yo viajé a Ganímedes) y luego elucubramos sobre los alcances futuros de la ciencia. Los ecos del SPVG siguen resonando y pudimos contar que el famoso “osoyogui”, por error o por gusto, el viernes mostró su rostro.
El humo nos guarecía de los moscos, y servía de pantalla para que Javier y Silvio jugaran con sus lasers compaginando para nosotros una coreografía digna de greenpeace.
La noche anunciaba lo mejor, pero la humedad veló nuestras intenciones. Los teles chorreaban agua. Dani -es sabido que lo hace- secó su espejo diagonal y oculares sobre las brazas de la parrilla y así ganó unos minutos observacionales. Pero la causa estaba perdida. Primero uno, después el otro, la gente arrió el circo. Eran las tres y pico.
Me quedé hasta el final, para ver a la Antena y al dobson de marcos sobre el peugeot, atados con cinta scotch, y -perplejo- partí hacia casa.
Me acosté a las seis. Había pasado unos de los mejores momentos junto a esos locos del cielo.
Gracias Daniel, Marcos y toda la gente.
Ojalá repitamos pronto.
Sergio
No hay comentarios:
Publicar un comentario