Casilda, Bigand, 27 de abril de 2011
Tuve el orgullo de poder participar de unas charlas astronómicas y una jornada observacional con la comunidad del colegio primario Domingo Faustino Sarmiento, de la localidad de Arnold.
Sabido es que Sarmiento, entre tantas cosas que hizo por nuestro país, fue el fundador del Observatorio Nacional Argentino, en la ciudad de Córdoba, el 24 de Octubre de 1871. El día de la inauguración, Benjamín Gould, flamante director del observatorio, pronunció su soberbia frase: “Los telescopios son cañones disparando contra la ignorancia humana”. Este bostoniano, en pocos años se forjó un lugar en la historia de la astronomía por su mapeo del cielo que nos cobija, y por utilizar el recurso de la fotografía astronómica para determinar posición y distancia estelar.
Llegué al colegio a eso de las cinco. Un Edificio antiguo, de paredes sólidas y anchas, de altas ventanas. El patio cubierto ya disponía la pantalla y el proyector pero un ventanal al oeste me daba el sol de la tarde y me sustraje. Los chicos corrían en el patio del recreo; las maestras me observaban, guardando cierta distancia ante el extranjero, en su pueblo. Pensé en el jinete pálido y en otros que, con el sol de la tarde, llegaban en las pelis a los pueblos, a imponer su justicia. Ay, yo no traía ninguna; solo un puñado de historias falsas, que tejen estrellas y nubes en el cielo. Se acercó una portera, amable y me ofreció su ayuda, así que volvió mi mente a mis asuntos. Atrás quedó la barba sucia de Clint y su poncho raído, flotando en el polvo del patio.
La primera charla, con chicos de 1º y 2º año del secundario. Cayeron unas veinte atentas, educadas alumnas. Traía una niña una carpeta de notas, y la usó. Ofrecí hablar de lo que a ellas les interesara, que ellas propusieran el tema, pero no arrancaron. Se habían sentado en bloque atrás y eso es duro. El que habla queda solo, adelante, lejos de todo. Por suerte, muy pocas se aburrieron. Hablamos de todo: ovnis. Hay ovnis, Sergio? Si, contesto siempre, Nosotros, los humanos, ya enviamos ovnis a otros planetas… Nooo, me dicen, ¿Hay ovnis, acá? No creo, digo, no creo, ¿venir de tan lejos, para dejar una foto dudosa a un periodista de Venado Tuerto? Medio raro, ¿no? Hablamos de la muerte del sol, tema que desgarra a la infancia. Saben… ¿por qué no mentir un poco de ahora en más y no decir que el sol va a morir? Ningún niño o niña queda conforme con ese saber. Y ¿de qué le sirve, saberlo?
Una niña me dice: ¿Y por qué no trabajamos los hombres para ir a otro sol, a otro lado? Le digo: los iunaited (siempre arreglo todo echándole la culpa a los pobres yankis) están abocados en guerras y consumos enloquecidos, ¿A qué país central le importa la vida? A ninguno, creo yo.
Otra niña: yo vi la película Wall-e: Ahí, en la tierra no quedaba nadie, solo una máquina y mucha basura… ¿Nos va a pasar lo mismo? Me dice. Uff. Amigos, lloré de emoción viendo Wall-e. Considero Wall-e unas de las muy pocas cosas potables que han hecho esos tíos de Pixar. Le dije, a la niña, Mira, niña, de ustedes y de nosotros depende, si vamos a salir como locos a comprar cosas, pues sí, olvidate del futuro, el futuro está perdido. Pero… Si vamos a obrar con inteligencia, con respeto, con amor a la vida, entonces otro puede ser el futuro del hombre, le dije, y recordé que tenía que confirmarle al Roger la compra de ¡Luz del cielo!
Bueno, también hablamos del color de las estrellas y de la temperatura asociada a ese color. Y hablamos de las emisiones de fotones y de cómo se enciende una estrella; de nebulosas planetarias y de agujeros negros, of course. Y miramos el espectro de la luz y, cuando quisimos mirar la hora era de noche y el segundo turno de alumnos esperaba demoliendo el colegio.
En un tris despaché a estos y el salón se llenó de chicos. Cuarenta, sesenta, más los pibitos de preescolar con sus mamás sentadas atrás y la señora directora, Teresita. El salón estaba repleto de esas mentes que me gustan, ávidas. Adultos y niños pequeñines… y entra la portera, se sienta, cruza sus brazos y se concentra para escuchar.
¿Cómo hablar de algo que los interese a todos? Me pregunté. Unos, 4 años, otros, 10 años, 12 años y ¿más de treinta las señoritas? ¿Cómo hablar un tema que los aúne y entusiasme por igual?
De entrada, apliqué la treta nº 72 de mi manual. Dije, serio: Aquél que se aburra, ¡¡¡tiene que pagar!!! Santo remedio. Comenzamos la charla y duro con los conceptos y los datos: “porque todos los soles nacen en nubes de polvo y crecen así y envejecen asa y mueren de aquél modo”, y va un bajito y me corta: ¿¿¿y cómo saben eso los astrónomos???
Imagínense. Ese alumno ponía el dedo donde debía. Ojalá cada niño o joven se acostumbrara a cuestionar con respeto e inteligencia al otro.
En esos momentos acababa de llegar Marcos, un amigo de San Nicolás. No había hecho más que bajar de su flamante moto e ingresaba al salón vestido de caballero andante, con su yelmo y su adarga.
Por supu, para salir de la estacada, argumenté: ¿Cómo deduce, un ser de otro mundo, que viniese a este salón por un minuto, cuánto vive el ser humano y cómo evoluciona? La respuesta la comprenden hasta los niños de 4; ¡qué digo, hasta sus mamás, la comprenden!
Un ser de otro mundo, echaría una lenta mirada al grupo dentro del aula y diría: “Puessss, los humanos… nacen con 4 años (preescolares); luego tienen 10 o 12 (6º y 7º grado); después evolucionan hasta tener 30 (las mamás, las maestras, la portera); y saltan hasta los 49 (quién escribe). Por último, deben de desaparecer, nomás, en el aire, o acaso entierren a sus muertos, porque cadáver no vi ninguno”.
Esto diría un extraterrestre que viniese al salón de la escuela Domingo Faustino Sarmiento, una tarde de abril, al deducir los grados evolutivos de la especie humana. Esto le dije al niño incrédulo, cazó al vuelo la analogía y me creyó.
Mil más preguntas fueron hechas con toda la saña y la inteligencia de que es capaz un niño, que aún tienen espontaneidad y la curiosidad les taladra el cerebro, gracias a dios. De nuevo la charla lo ocupaba todo y nadie largaba la verba para que pudiéramos irnos a armar los teles y darle duro al cielo. Tuve que rogar que me dejasen ir, prometer que volvería a charlar, tan solo. Parece a veces que, si por ellos fuera, les bastaría con charlar, sin mirar el negro y alto cielo, nutrido, hermoso, ahí fuera.
Quiso un chico hacer la última y dijo: ¿Es cierto que los astronautas sufren la no agregación de calcio a sus huesos cuando están mucho tiempo en el espacio…?
Miré a Marcos otra vez, Marcos sonreía y me miraba. Leí en el brillo malicioso o divertido de sus ojos algo así como: Embromate, ¿quién te manda a andar haciéndote el estrellita delante de estos leones??
Salimos al fin del salón y quedé patitieso. La oscuridad afuera era total. La directora había pedido a la Cooperativa que apagara la cuadra y habían cumplido. Por un instante me creí en la lejana Córdoba de Gould, con el viejo Domingo al lado, oteando el cielo. Todo era estrellas, allá arriba.
Marcos y yo armamos los teles, Pionero y Nuevo sagitario; Candela en ciernes, en la cajuela. Nos metimos en ese saco de carbón que era el patio de tierra. Qué cielo!! Qué cielo tiene Arnold. El Coalsack verdadero (il Canopo fosco!!!) destacaba entre sus magníficas Mimosa y la triple; Carina (NGC3372) era notoria como un salivazo en una pizarra (perdonen la metáfora, es que escribo muchas notas y se me agotan las figuras). Kappa crucis (NGC4755), ahí, de una, la señalaba con el dedo, y Omeguita (NGC5139), y poco faltó para que dijera ahora que M42 era visible a simple vista.
Hábiles soldados de las sombras, Marcos y un servidor nos repartimos el botín: él, Nuevo sagitario (hok 90 900); My, Pionerín (hok 150 1200). Toda vez que estuvimos listos, largamos con ambas filas de ávidos: Él, M42; yo, Betelhause. Enseguida enfocamos Saturno y sus lunitas. Y luego Eta Carinae. En lo mejor estábamos cuando lo veo a Marcos mirando algo, entre sus manos, alto en el cielo. Qué…??? No ví qué tenía. No dije nada, treinta children tenía encima. Mirando y preguntando cosas, a cada momento.
Hablábamos de esto y de aquello y vi en la penumbra que había varias maestras. La portera estaba a mi lado y era de fierro. Le digo, ante el dilema de los bajitos: ¿¿¿no habrá una escalera??? Salió corriendo, trajo una de dos metros, una de pintor. Todos pudieron observar, extasiarse, soñar. Todos decían, faa o uff, o qué bueno!!!!!
Fíjense; una niña de 7º, viene y me dice, vi saturno. Y no dice más. Le digo, ¿¿¿seguro, lo viste??? Sí, dice, seca. Me digo, no lo ha visto. Le digo, mira que si no lo viste pasá de nuevo (por la cola). Se va. Saturno estaba en el otro teles. Al rato, viene y dice, Sergio, yo no lo vi bien, a Saturno… Íjole –créanme- sentí la sangre arder!!! La tomé de un brazo y dije, Vamos!! Me fui de lleno a la valija de los oculares (cuando hacemos observaciones, coloco un ocular de bajo aumento para no tener que corregir tanto el eje horario) y saco el increíble super plossl de 10mm -genérico. Vamos con Marcos, ahora. Tun tu tu tu tun. Marcos, un reclamo de garantía… le digo y reemplazo el 25 mm por el 10 mm . Reenfoco y le digo a la nena, Milagros, mirá. Milagros mira, con y sin lentes, un espacio de tiempo y levanta el rostro; sonríe, el fuego en la mirada; lo ha visto, increíble, a 90x, con sus anillos y sus lunas… Regreso silbando a mi puesto de combate.
La portera cobraba más y más protagonismo. Vi cómo un niño la abrazaba y le daba un beso. Le digo, ya veo qué clase de persona eres tu, cuánto te valoran. Me dice -mientras ayuda a ver a otro niño más- Nooo, si es mi hijo, y sonríe y me oculta la noche. Pero le digo, No, amiga, ese hijo te quiere como todos veo que te quieren porque eres buena y respetuosa con ellos, y te esfuerzas por ayudar. No me contesta porque ya escuchó cuando joven esta perorata de Luís Sandrini, y porque está alzando a otros de modo tal que cada cual se lleva su Sirio en el ojo.
Al fin vienen los grandes. Recambio de grupo. Circo otra vez, mostrarlo todo y explicarlo todo. Al menos ahora la escalera sobra. También son menos. Vienen más madres y se van las maestras. Se va la directora. ¿Quién queda al mando? La portera. Le digo, ¿Cómo? ¿Te quedás sola? Si, me dice, no hay problema, a mí esto me encanta, yo siempre miro el cielo. Le digo, nosotros andamos buscando formar talleres de astronomía, ¿¿¿no te animás a organizar a los chicos?? Siii, me dice, claro. Yo te ayudo –le digo- vengo varias veces, hasta que se organicen y larguen solos. Tienen tres teles. Un tesoro para empezar. Y mucha gente en la zona, ávida de ayudar.
Los chicos y chicas de secundaria se miran todo y se deslumbran con la grácil figura del escorpión, un palmo arriba de una noria, hacia el este. Antares seduce, como lo hace Betel y Alde y Arcturus. Comparamos Sirio con Antares y los chicos no pueden creer tanto brillo.
En eso veo a unas niñas mirarse las manos elevadas al cielo. No entiendo y entonces percibo un destello azul, que se mueve. Me acerco y veo el juguete más increíble que haya visto en mi vida: un Ipod con gps y el stellarium cargado. Era de Marcos, era lo que no vi antes. Ahora, en manos de la pibada, lo hacían evidente. El ipod muestra sin tapujo el alto y el bajo cielo –vi el sol, debajo de la tierra. Qué increíble lo que el hombre inventa.
Así jugaron en la noche, con las imágenes del cielo y el Ipod hasta que se hartaron, o hasta que las vinieron a buscar. A todos les recordé que el sábado se realiza el encuentro de Zavalla. Todos, antes de irse, preguntaron ¿Vos vas a estar…?
Inocentes palomitas...
Cuando el patio queda mustio entramos los tubos. La portera nos ha preparado una mesa en la cocina: sanguiches y seben, a darle duro. Charlamos mucho, mientras devoramos los triples. Me entero de cosas. Marcos ha viajado por todo el mundo. Marcos tiene una hija, y la portera tiene dos nietos, hermosos.
Marcos ha vendido su fox, para quedarse con su moto. Marcos ha hecho 120 km . para venir a Arnold en su moto. Oro, oro en polvo, amigos.
La portera también ha viajado. Ha nacido y a crecido y a criado sus hijos y ahora mima nietos; ha tenido tiempo de subyugarse con el cielo y de atendernos como reyes, esta noche.
Al fin cargo todo. Marcos se calza su campera y su casco. Antes de irme voy adentro, ahí está la portera; le digo, ¿Cómo te llamás?
Norma, me dice.
Norma, le digo, la primer Norma astronómica.
Gracias Marcos Alegre por tu viaje y tu amistad; Gracias Norma Capriotti por tu esfuerzo y tu atención esmerada.
Sergio.
Genial Sergio!.
ResponderEliminarYa lo publico en mi muro de Facebook.
Y ya voy a ir a poner el ojo en "Luz del Cielo". :)
Saludos.
Demian, siempre serás tu y quiién quiera venir muy muy bienvenido
ResponderEliminar¡Qué hermosa nota! Genial el título. Me imagino lo linda que habrá sido la velada....
ResponderEliminarCuantos futuros amantes del cielo habras formado, sin darte cuenta, esa noche, amigo Sergio !!!
ResponderEliminarUna tarea hermosa. Que mas te puedo decir?
Como podria yo agregarle belleza a una rosa?
Que Dios te conserve las fuerzas y ese entusiasmo, Maestro !!!
Un abrazo
Roberto Feliba