Orgullo y cariño.
El Orgullo:
Anoche volvimos a las andadas con Proyecto sagitario.
Qué fácil vivir así, qué lujo, qué feliz se siente uno cuando el prójimo te mima con su atención y su curiosidad, cuando con el infinito respeto de la participación inteligente te enseña a pensar, a razonar una respuesta detrás de otra.
Universo, soles, vidas estelares y por supuesto los temas preferidos: agujeros negros y vida extraterrestre. Todo quiere saber un joven y bien que así sea. En la curiosidad de las personas habitan los logros del porvenir. Si nadie se sintiera motivado por nada no hubiera habido vacunas, energía eólica, agua potable, telescopios rodando bajo las infinitas estrellas de la noche.
Llegué al Colegio Colonia Candelaria con mi notebuc y mi bolsa de recursos astronómicos, el muy famoso Morral del Perfecto Astrónomo Pirata ® (Ya les hablaré de el; es un modesto y útil cofre de sorpresas y tesoros). Lloviznaba, pero confiaba en que allí estarían los destinatarios de Proyecto sagitario: los jóvenes, los queridos alumnos de la Candelaria. Y estaban.
Armamos el proyector y pronto Alicia -la profesora de naturales- me pregunta: ¿De qué vas a hablar, así te presento? ¿De qué voy a hablar… ¡Del cielo! dije sonriendo y Alicia habrá pensado… no sé qué. Lo que ocurre es que armo diversos paguer enhebrando imágenes. El orden de esos filmes siempre persigue una idea o sentido pero si algo odiaría es hablar siempre de lo mismo, repetir una presentación, aprenderla de memoria.
El conocimiento debiéramos adquirirlo por sedimentación tras lecturas y experiencias; luego, sin que te des cuenta, llegará el momento en que este saber puede salir libre, no importa en qué orden o sentido. Una vez que amas algo, puedes hablar de ello como sea. Hasta patas arriba podríamos hacerlo.
En mi concepto, entonces, nada hay mejor que una improvisación responsable y algo divertida. Ver hacia donde va la cosa y moverse con el hilo del discurso en consecuencia. Uno sabe lo que quiere; el resto lo dirá el grupo, los participantes, los imprescindibles alumnos con sus preguntas y desvelos.
Blanco y negro:
Comenzamos con imágenes en blanco y negro, hablando del ojo humano y sus capacidades, de la pupila y la retina, de las células fotosensibles. Ya las primeras imágenes suscitaron admiración y con ella el crédito suficiente para pisar en firme. Hay que recordar que uno llega de afuera, sin conocer mayormente a nadie y que suele haber un hielo que romper. Pero en este colegio entré por la puerta grande. No hacía un mes me habían invitado a su excelente fiesta del estudiante, donde pude disfrutar de exquisitos choris y de un espectáculo divertido y amable. Por otra parte, Mimoni ocupa una vicedirección y tal vez haya ganado cariño y respeto de compañeros y alumnos.
Con esas cartas entré, lleno de agradecimiento hacia los docentes y de admiración hacia los chicos. Hay que tener ganas de llegar a la escuela de noche, después de haber trabajado todo el día o de haber atendido a tu hijo, o de haber lidiado con la vida -en fin- como nos toca mas o menos a todos.
Admiro a los jóvenes que se mueven desenvueltos en la marea de la vida, que se mantienen a flote aunque el viento a veces sople en contra; que persisten en sus obligaciones (el estudio) en pos de sus derechos (trabajo, salud, familia, conocimiento, amor). Es muy fácil ir a la escuela cuando te levanta tu mami con más de un besito y un cálido arriba nene así tengas 20 años. Luego un desayuno variado y rico con azaleas en la mesa y todo. Después un auto más caro que todos mis telescopios juntos que te lleva hasta la escuela. Créanme, el que así no se reciba es porque no tiene siquiera un gramo de cerebro. Para mí siempre valdrá el joven que la lucha, el que viene de una casa común, de familia común muchas veces ya disuelta por este y aquél motivo, de una vida del montón como la que tuve, sin saber a veces qué iba o no a comer, la próxima mañana.
Las imágenes siguen mutando gracias al proyector y al proyecto sagitario. De pronto descubro que ha pasado una buena hora de charla y ejemplos de la vida que explican por qué gira una galaxia; por qué vemos una estrella; por qué la vemos roja o azul según sea que aún se encuentre en su útero de nube o no. Todo esto va pasando y los alumnos meten sus preguntas y siempre estas son interesantes, agudas, sorpresivas. Es la parte que más me gusta de participar con las charlas astronómicas. El momento en que todos te preguntan algo y tú apenas sabes un poco. Pero la naturaleza nos dio la bendita sinapsis neuronal y gracias a ella cualquier incógnita puede ser resuelta. Qué importa lo que pregunten, pensamos y respondemos. Si pensamos con rigor, o contestamos o admitimos no saber, no darnos cuenta: tan solo has dado con el tema para estudiar mañana.
*http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/a/a0/Sinapsis.png/350px-Sinapsis.png
Un ejemplo: preguntan si cada sol tiene un grupo de planetas a su alrededor. Pregunto a su vez: ¿Cómo harán los astrónomos para determinar si una estrella tiene o no planetas a su alrededor? Todos callados. Insisto y pido que inventen una forma, lo que se les ocurra, digo. Enseguida aclaro que el problema es que no puedes ver un planeta aledaño a un sol por el brillo descomunal del astro. Pronto un joven alegre y desenvuelto dice: ¿Observando permanentemente? ¡Perfecto! ¡Ese muchacho no sabe nada de astronomía, pero el primer paso es observar la estrella candidata durante mucho tiempo! Ha dado en el clavo con el primer paso y es un neófito¡¡¡¡
Al rato de hablar y mostrar esas imágenes toda poesía llega el momento de las galaxias. Las galaxias me emocionan siempre. No puedo dejar de ver en ellas a seres macilentos relacionándose en los campos del cielo. Se que es la gravedad la que les marca su dirty dancing, pero no puedo dejar de ver sus contactos como algo infinitamente sensual, algo que haría por el elemental gusto de compartir mi pasión con los otros, algo muy similar a lo que hago ahora, al escribir.
Y si de escritores se trata por supuesto que me tomé el tiempo de contar un cuento de Borges. El Aleph, que tantos puntos en común tiene con la matemática, con el espacio y con el amor. Pobre Borges. Tantos años solo, sufriendo por amor. Escribiendo para canalizar su libido. El Aleph explica varios tópicos del universo y de las geometrías no euclídeas que no voy a contar aquí, pero que leve esbocé anoche para los chicos de la Candelaria.
El cariño:
Ya para esa hora mi alma trashumaba de alegría pues el aula estaba repleta y gente había aún en el pasillo, de pie, atendiendo en silencio respetuoso. Me ayudó mucho el respeto. El respeto que esos jóvenes me mostraron no lo vi en ningún lado antes y sepan de ahora y para siempre lo agradecido que estoy. Se los dije en el comienzo: nunca he comprado un equipo para mí, todos mis telescopios, cámaras y libros están a su entera disposición. Pero eso fue antes de ser objeto de su cariño. Ahora, ahora no sé cómo voy a pagarles.
La charla terminó en un momento pero las preguntas y la curiosidad se habían desatado. Varias compañeras se quedaron a esperar para transmitir sus perplejidades y a contagiarme su pasión como si fuera yo el alumno (lo soy) y ellas las profes. Fíjense en esto: Una jovencita dice con elocuencia de qué modo y qué dudas le asaltan al respecto del afuera de nuestro universo… una compañera le escucha, la mira, y dice: Cómo hablás, con qué entusiasmo¡¡¡¡
Cuando por fin salgo del salón toca a las profes y demás amigas del colegio sugerir que se han quedado con ganas de más preguntas… Se darán cuenta ustedes de mi alegría, de mi regocijo ante la onda contagiada, una vez más.
Moni sonríe y felicita por el resultado de la actividad y ofrece un asiento en la vicedirección, un instante. Me siento, dejo el bolso, el morral del perfecto astrónomo pirata ® a un costado, y miro sin ver a través de la ventana. Pienso en mi viejo otra vez, en lo mucho, en lo muy rico que me ha hecho al dejarme tanto infinito saber en las manos. Porque ninguna duda tiene quien me conoce: soy rico. Sé cuatro estrellas, cinco causas, seis razones, siete preguntas… con eso basta y sobra a una persona para ser feliz. Con eso y con los amables y atentos alumnos del colegio Colonia Candelaria.
Sergio Galarza
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