El rapto de las Sabinas
A las 10 de la mañana tenía el Scenic a full: litros de gasoil, ropa de abrigo, vituallas para el viaje y dos telescopios en la cajuela: Luz del cielo, el increíble Meade LX90 8´´ ACF GPS, el lamborghini de los telescopios, como me gusta decir, y Tuboro, el Coronado Solarmax, recién compradito para poder darle durante el día, ya que hace tiempo extrañaba la actividad nocturna en las horas de sol. Sucede que, meter el ojo al teles, llega a hacerse una adicción. En mi caso esta es doble, o triple, ya que he tomado el compromiso de sembrar talleres y telescopios en todo el sur de la provincia. Muchas veces reparo en este propósito descomunal, más propio de locos que de tipos centrados y ecuánimes como yo, pero mis compañeros del pabellón me instan a que lo haga; argumentan que los geniecillos se lo piden en las noches y, gracias a la complicidad de enfermeros y médicas que me aflojan con el Lorazepam, me escapo cada vez que puedo, con mi maleta de ópticas y cuentos del ayer, a derramar historias del cielo por ahí. Precisamente, conocer al doctor Leonardo Julio fue la excusa perfecta para una de mis escapadas. Con una receta del hipocrático y un certificado de sanidad, convencí a Mimoni para que me preste otra vez su Scenic; la atiborré de equipo y, pasaditas las diez, me lancé a la ruta como expliqué al inicio.
Ah, nada como una buena ruta santafecina¡¡¡ El tacómetro a dos mil ochocientas, la radio en nacional y a darle aire a la sabiola con la ventanilla a media asta.
Atrás quedó muy pronto Venado Tuerto, localidad otrora muy querida, ya que su historia me registra como vencedor asiduo de lides ajedrecísticas, esa otra pasión árabe que guardo en mi corazón. ¿Han pensado ustedes cuánto le debemos a esos cultos hombres de la arena y el rumor del agua? ¿Cuántas palabras maravillosas? ¿Cuánto saber del cielo? Si tuviese que elegir mi prosapia, si tuviera un día que inventarla, sería árabe.
Pasando Rufino vi a mi derecha una escuela de campo con sus alumnos en el patio. Llevaban puestos sus guardapolvos sarmientinos y faltó así para que me detuviese y ofreciera a la directora observar el sol que brillaba entre las nubes del cielo. Elefantes y otras figuras se arracimaban arriba pero yo iba calmo y seguro hacia la invitación de Leo. Ya una vez, en Bigand, cuando el Alto era una grima, él, tranquilo, dijo, Entré al satélite, la nube está partida, veremos qué pasa… y a la media hora armábamos nuestros teles bajo un despropósito de estrellas que en la vida voy a olvidar. Durante esa velada de noviembre (es tanto lo que ha pasado en este año, espero nunca tener que medir el tiempo con calendarios), la del 1º Conciliábulo de Bigand, conocí a Leo y Adriana, y otros queridos amigos del cielo.
Ahora, en Intendente Alvear también esperaba Adriana.
Adriana es amable y atenta como pocas personas. Aplicada en su hacer, casi sigilosa y tiene su mirada toques de gris. Es franca y desgrana un tono al hablar que atrae tu atención pues dice lo necesario, con las palabras justas, mérito que más de uno añoramos. Todo lo que le he preguntado, me lo ha sabido responder; pero además me ha convencido de sus juicios y opiniones, y ha sido siempre cariñosa en sus conceptos.
La verdad, corría por esa 33 en mi lata verde con mis chicos (mis teles) atrás y era un hombre terriblemente feliz. Tan feliz como ahora que por contarlo, lo recuerdo.
Cuando por fin di con Coronel Villegas -cuna del gigante Manuel Puig- me di un respiro y aparqué en una gasolinería azul y blanca. Gentes en autos de medio millón hacían cola en busca de combustible. Paré mi Scenic con la excusa de cargar y la necesidad de estirar las piernas. Vi a esos hombres bajarse de sus lujosos carros negros. Hace tiempo perdí el ojo para las marcas. Cuando niño no se me escapaba una. Como nada veo si no es astronómico, recordé la relación que hace Objetivo Universo con una de estas carrocerías negras y brillantes en relación al concepto de Cuerpo Negro, un cuerpo capaz de absorber toda la energía que recibe, y de emitirla. Pobres, qué dirían si supieran que su coche solo me sirvió para compararlo con el burdo carbón.
Pocos kilómetros después recibo el fonazo de Leo, ha calculado el transcurso de mi viaje y me pregunta dónde ando. 90 km más y estoy, Leito.
Entrar a Intendente Alvear trae bálsamo. Unos kilómetros antes del ingreso los árboles prefiguran el oasis a la vera de la ruta y cuando vas llegando las canchas de polo se suceden a la derecha. Después dirá el anfitrión que los Hueguy son nacidos y criados allí.
La amplia avenida de ingreso te recibe con un curioso monumento que sugiere una linealidad histórica o devenir etnográfico. En la primer columna hay la figura de un indio, debe de ser un pampa antes del español porque está de a pié. La segunda columna enarbola la figura de un soldado o militar; lleva quepís. Cuando adolescente leía todas las revistas de editorial Columba y allí el quepís era casi un personaje. En especial me gustaba el Cabo Sabino que estaba escrita por Jorge Morhain y dibujada por Carlos Casalla. El último monumento muestra al colono, al hombre traído de Europa para sembrar y cosechar la tierra. Los pilares son desiguales, el del medio es el mayor. Estuve un espacio de tiempo pensando en lo que esto sugería pero las ganas de ver a la gente amiga me distrajeron. Me sumergí en una ciudad callada, limpia y hermosa bajo el cielo cubierto de las dos de la tarde.
Leo me recibe con un abrazo, casi exánime. Le tomo el pulso y le recomiendo el infalible tónico de anís, para que recomponga el ánimo; a modo de justificativo me explica que no ha dormido, casi, por una noche de fotos en el aeroclub. Adriana torra como él deseara para sí y la única persona fresca como una rosa de Denis Martin es su media naranja, Julia, enfrascada en una dura batalla posicional contra un puzzle maravilloso de 3000 piezas. Las anécdotas sobre batallas eran caras a mi padre, quien se había tragado los nueve libros de Herodoto. Poco antes de que le espetaran su diagnóstico (la cosa está en el pulmón, le dijo un morocho, desde atrás de su escritorio, sentado, tan lejos e importante y con cara de usted se ha portado muy mal, amiguito… Mirá Leo, querido amigo, si un día debés decirle a un ser humano que nada le queda en el rollo, parate, abrazalo o al menos poné una mano sobre él y miralo a los ojos, que algunas verdades solo se dicen hacia el alma y desde ella)... Me regaló, decía, mi viejo, poco antes de saber que se moría, dos libros: los Nueve de la Historia y uno increíble de astronomía, de tapas rojas; las dos veces dijo, Tomá, vos le sacarás mejor provecho…
El motivo del rompecabezas: El Rapto de las Sabinas, de un tal David.
Leo se preocupa por mi barriga; Todo okay, llevo el tanque a full, le digo, pues Mimoni no iba a dejarme escapar sin un buen morral de frutas, bayas, semillas y otras porquerías que comíamos los prohombres hace tres millones de años en plena sabana cuando todos éramos sobrinos o nietos de Lucy.
Leo se preocupa ahora por el indispensable tuneo de mi Meade LX90 8´´, with ACF & GPS, el lamborghini de los telescopios, como me gusta decir; Todo okay, le digo; Hice las pesas, Leo; Hice el adapter para el tubo guía, le digo; Hice el excéntrico para las pesas, le digo; pero Leo se preocupa acaso porque sabe que soy absolutamente neófito en esto. Julia sonríe y la cara se le ilumina en las tres de la tarde; muy despacio, dice, Leo, esperá a ver lo que ha hecho, a lo mejor funciona…
Leo se preocupa ahora por el indispensable tuneo de mi Meade LX90 8´´, with ACF & GPS, el lamborghini de los telescopios, como me gusta decir; Todo okay, le digo; Hice las pesas, Leo; Hice el adapter para el tubo guía, le digo; Hice el excéntrico para las pesas, le digo; pero Leo se preocupa acaso porque sabe que soy absolutamente neófito en esto. Julia sonríe y la cara se le ilumina en las tres de la tarde; muy despacio, dice, Leo, esperá a ver lo que ha hecho, a lo mejor funciona…
Un par de cosas más hablamos y por fin se acuesta Leo. Como soy hombre serio, digo: Bueno…, me voy a dar una vuelta… y dejo la casa y la esposa del amigo ausente en paz.
El pueblo es un espacio quieto en el tiempo. Nada parece fluir aquí. Está en silencio y ordenado. Camino unas cuadras y siempre destaca la pulcritud, los árboles, la plaza, un comedor precioso frente a ella, los invariables carteles cerrado en las puertas de los negocios. Son las cuatro y media del viernes 28 de octubre y parece la ciudad una siesta del domingo en Bigand. Recién en otra estación de servicios YPF encuentro a un joven atento; le digo: Esquiusmi youngman, in this town… at what hour… open de bisnes??? El muchacho me mira apenas extrañado, evalúa mis alpargatas nuevas, mi pantalón viejo, el volumen de mi panza, mis canas unánimes, y me espeta, Ya abren, Señor!!! Le digo gracias en su idioma y les suelto el freno a las ruedaluna, quienes me siguen vareando al tun-tun por las diversas hermosas calles… Mi celu no tiene antena y como no duermo si Mimoni no está tranquila voy en busca de una cabina de Telecom.
Aplacada la fiera, quien en realidad casi no me recordaba, ya que cuando anhelante le dije, Soy yo, Beatriz, soy Borges!!! Me dijo, ¿¿Quién?? ¿¿Gordo?? Te volviste loco, vos??
No, no, le digo, volviendo a la realidad. Sucedió que estaba recordando el Aleph, del maestro, y me ganó la pulseada el recuerdo y el cariño por esa frase gloriosa exclamada por el personaje del cuento al retrato de la amada ausente. En fin, pasa en las mejores familias, uno vive leyendo y es común que la ficción se cuele en la vida real; además, estoy escribiendo, estoy narrando; es decir, estoy tratando de hacer de mi viaje real, de mis amigos reales y de las hermosas estrellas reales, los más amables y queridos personajes de ficción que mi estilo permita. Por eso no me parece extraño que confunda el nombre de la propia amada ausente.
Cuando llego de vuelta se ha levantado Adriana, está preparando mate o café. Deja lo que hace y viene a abrazarme. Enseguida le damos duro a los verdes, admiramos la Sabina terciando entre los bandos y hablamos de esto y de aquello. Por cierto, no hubiese devuelto a la prienda si hubiese sido Romano; esa Sabina es un bombón. Después, afuera, junto a la pileta, probamos el galileo 80400 que llevo para tubo guía; con el plus de un barlow sin lente logramos foco contra un árbol de bolitas.
Ya tenemos todo. Leo me presta la cuña ecuatorial y el circo está completo. Falta… Andrés, quién, mentado, llega. Se baja de su impresionante Honda no sé cuantos y saluda a los conocidos primero.
Andrés Vauttone es joven, alto, atento, y trae una carga descomunal en todo lo ha dejado libre del auto; es decir, en todo el auto, porque viene solo y sin otro equipaje que un teles Takahashi refractor que es la locura; además una Astrophysic, o algo así; una cámara SBIG y mil artilugios de brujo que de algún modo me recuerdan a ese que cruzaba a través de la muralla china en los noventa. Era el un mago flaco y alto que anduvo por estas pampas deslumbrando con sus imaginerías. Andrés en nada se parece al showman, pues Vauttone es culto, amable y para nada kitsch, y ese flaco de la tele que volaba era todo lo contrario. Se me figuraba el parecido en la cantidad de equipo y de cajas que bajaba y subía de aquí para allá.
¡Ahora me acuerdo de algo genial! Cuando ese Ilusionista cayó a Argentina ¡le hicieron desaparecer el equipaje con los equipos! Él hacía desaparecer a sus ayudantes en escena y los vagos del aeropuerto le hicieron desaparecer hasta el último bártulo. Bueno, gajes del oficio.
La cuestión es que don Andrés Vauttone llega con su Honda y caga más valijas que Amira Yoma. Desciende y dice, Hola, ¿vamos a armar?
Recórcholis¡¡ pienso Este tipo sabe lo que quiere¡¡¡ pero luego comprenderé su apuro. Un equipo como el que trae, sumado a la flema inglesa de tal caballero, dan cuenta de las horas en una escala comparable al paso del tiempo en el horizonte de sucesos de un hoyo negro, de una singularidad, digo. Debe de perdonárseme el exabrupto, es que no he observado más que con los Próceres y los Hermanos Macana del Valle del Atuel, y ambos grupos, urgidos por razones propias que no vienen al caso, en menos de lo que una antena transita sobre Júpiter descargaron, armaron y se procuraron una vitualla.
En media compramos gaseosas, chocolates y demás y estamos listos para irnos. Leo advierte que esta noche hay una cena en el aeroclub (que es adonde vamos), que hizo todos los esfuerzos posibles por lograr una noche limpia de vecinos y de luces pero… Sé bien como es esto. Uno se desgañita y los demás apenas te prestan atención; me pasa en Bigand; me pasa en todos lados. No importa, los hombres y mujeres del cielo tenemos una tenacidad a toda prueba. Ni siquiera las nubes pueden tapar tanto brillo…
Hummmm, me parece que me equivoqué otra vez, eso era una canción. Quise decir que nada podrá con nosotros, si algo queremos. Fíjense en lo que hicimos con el taller de Bigand, nomás, como ejemplo. Hace dos años apenas existíamos y ahora tenemos en marcha un plan de enseñanza astronómica que lleva ocho telescopios y tres cámaras a las escuelas del Sur de Santa fe ¡gratis! Próxima sur ha solidificado hace tiempo su camino y acumula experiencias y premios; esta semana, nomás, se va el grupo para Chile con un aporte de Julio sobre captura de tránsitos en el encuentro de astronomía vecino. Lo que quiero decir es que a nosotros no nos preocupa en lo más mínimo si llueve o si hay una fiesta o si explota el mundo en confeti esta noche… (slowly, Sergio, esa es otra!). Nosotros hacemos nuestros encuentros, dictamos nuestros cursos y sacamos nuestras fotos como sea. Y si no me creen sigan leyendo.
Vamos al aeroclub de intendente Alvear en cuatro autos repletos de ópticas, ropas, y ganas de pasarla como la pasamos, remil bien. Ya cuando entro al predio (Leo se ha adelantado unos 800 metros y no vi por donde ingresó) me mando la primera macana. Clarito veo un sendero de grava que ondula como la emisión de la cromosfera de Antares, es decir en unas curvas suaves y amplias aunque acá es piedrita blanca y aquella no, pero sobre el verde y cuidado césped advierto con la agudeza de un águila yanki unas leves marcas de pasto aplastado. Le meto derecho hacia la pista frente al hangar. Detrás mío viene don Vauttone y por supuesto se manda detrás de mis huellas too. Apenas descendemos sobre la pista, Leo exclama, Pero, por qué pisaron el césped¡¡¡¡ Una vez el conserje echó a uno que vino por ahí¡¡¡ Uff, que cosa. Apenas llegar y meter la pata. Típico de mí. Esto me hace acordar a cómo me trató una vez un franchute, en su estancia sudaca, es decir, en nuestros campos por su abuelo "adquiridos". Me equivoqué esa vez como ahora y mi amigo dice, Qué hacés, estás como los milicos que entrás por donde no se debe¡¡¡ Uff, amigos. Leo estuvo por demás educado en su apreciación; por empezar no nos comparó con nada que eso es cosa que no se hace. Para seguir, en él no había enojo sino congoja porque parece que el conserje es medio huevón, nomás. Para cerrar diré lo siguiente: menos mal que el cerbero de marras no vino a decirme nada, porque… lo hubiese tenido que aceptar y acaso retirarme con la cabeza gacha, y quien sabe qué figuras del cielo se perderían de ver los próceres de Ep y otros foros desmadrados.
Las nubes que durante el día se habían ido juntando en el cielo y que pintaban blancas, eran ahora negras como la conciencia de ya saben quienes y se aglutinaban en un grotesco amenazador. Leo había testeado el accuweather y no sé qué otro windguru y porfiaba No va a llover. En menos de lo que creas, esto está limpio como el espejo del Epsilon 180. Epsilon qué, si no corremos a tapar, en un instante se llena de agua, porque apenas habíamos armado las monturas y bajado los varios bultos, nos cae un fonazo de la Juli desde Alvear, diciendo en su tono bajo y medido siempre, acaso con un par de cuerpos del puzzle en la mano, dubitativa aún, Leo, mi amor, corazoncito, acá está lloviendo, tal vez te convendría tomar alguna precau… pero a esta altura del discurso, Leo había tirado el teléfono entre los motores de los aviones desarmados y corría a tapar su excelente DAP para mantener el Epsilon en condiciones de dar ejemplos de pulcritud y aplomo ante el alto cielo y los lectores. Andrés no se movía con menor rapidez y la misma Adriana recibió la ayuda del grupo para correr todo a resguardo. La montura astrophysic no es cosa de mover en dos minutos, pero somos nosotros los que estamos aquí, y no timoratos que suspenden al primer chaparrón. Así que Andrés cuenta con nutrida tela de nylon para cubrirlo todo y pronto nos aúna el techo del hangar. Se imaginarán que un tipo de mis kilates (kilajes??) no iba a andar corriendo.
Allá la noche enseñorea apoyada por los espesos cúmulos del susto. Acá los amigos y la amiga reíamos a buen resguardo. A mi me parecía raro que tan orondos armásemos ante semejante augurio. La reflexión me lleva de un toque a las memorias de Plinio el Joven, quién con humor y velada ironía narra la infeliz muerte del otro Plinio, Plinio el viejo, quién –creo- era su tio.
Plinio el viejo, como cualquiera sabe, murió tapado por las rocas y lava expulsada por el Vesuvio en la bellísima ciudad de Pompeya.
El volcán hacía días que bramaba y expulsaba humos y piedras pómez por doquier. Todo el que tenía unos mangos se costeaba un viajecito hasta tierra firme para tomar distancia de tan orondo acontecimiento próximo. Pero nuestro Plinio era un genio, era un hombre de letras y también un estudioso de la naturaleza. Había estado indagando el fenómeno del volcán y esa tarde descansaba echado en su litera. Varios esclavos advertidos por los procaces signos de la realidad, vinieron a advertirle, don Plinio, don Plinio, por qué no se levanta y nos mandamos a mudar, le dijeron. Esto esta pasando de castaño a oscuro, don Plinio, un viajecito al continente no nos sentaría mal…, insistieron los esclavos que eran unos brutos y unos ignorantes, como todo estudioso de la historia sabe, pues en aquellos dorados años la AUH no existía y la gentuza y los negros no asistían a clases ni estudiaban vulcanología, por ejemplo. Pero Plinio el viejo les dijo, Déjense de joder, no ven que estoy durmiendo la siesta!!!! Eso es literal, claro, por extraño que les parezca; lo leí de puño y letra del sobrino, del Plinio el joven, que en tierra firme estaba. Ante tan culta y expresiva respuesta, no les quedó otra a los obedientes esclavos que sentarse a esperar y rezar a sus múltiples y lejanos petates por su destino, mientras el patio se cubría de pómez futura que entonces solo era ardiente y roja ceniza expulsada en los instantes previos al desastre.
Esa primera noche tiré a Orión, después de nivelar y enfocar como pude, a ojo, la canon, la DSI y el Galileo. Horas después le tiré a la Tarántula unas tomas que ahora andan por ahí y constituyen mi primer procesado.
Lo realmente curioso del viernes fue -amen de la table mediante la cual Andrés se comunicaba (y visualizaba) con su arsenal óptico cibernético, y la cantidad de piza que cenamos gracias a la amabilidad de Juli- cierta confesión que en la madrugada me hiciera cierta persona del grupo.
A ver si empezamos a entendernos, que por ahí esta nota la leen gentes de dispar o nulo roce con este mundo.
Cuando conocí por ejemplo a Adriana, estaba recontento porque hacía unos pocos días había recibido a Lumbre Pura, el newton Hokenn 200/1000. Este era mi mejor equipo y veo el William Optics, apo, blanco y dorado, precioso como la mujer deseada. Luego, hoy, ver el Taka de Leo, amplio, notorio, complejo, y además el apo de Andrés, del cual no sé siquiera cómo describir su solidez y delicadeza. En fin, ver esos equipos es la locura… qué será entonces ver a través de ellos, me preguntaba.
Y la respuesta es… no lo sé¡¡¡ Sigo con la duda¡¡¡ Sigo con el entripado pues estos leones de las fotos y los equipos… no observan¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Uff, amigos, denme agua¡¡¡ Permitan que me tome un respiro.
Volví.
Sobre las 6 guardamos el circo, un rato antes en realidad, pues se nubló el cielo, pero no íbamos a volver dejando un hombre atrás, un rezagado. Gente como uno se ha forjado con series como Combate, carajo¡¡¡ Vic Morrow era el Sargento Sanders y él nunca hubiese dejado atrás a un hombre, que todos entendíamos a esa tierna edad de sensibles niños miraseries que los alemanes eran los realmente malos, terribles seres capaces de dañar a niños, mujeres y viejos. Ellos eran la personificación del mal y por eso, ni en broma, dejaban soldados extraviados.
La cosa es que, como en Salvando al gilipollas de Ryan, nos quedamos aguardando el lento y prolijo acomodar esto aquí lo otro allá del soldado Andrés. Y solo cuando cada granada estuvo en su lugar, disimulamos las trincheras con ramas y hojas hasta la noche próxima, no sea que algún maldito yermain nos tendiera una emboscada.
Torramos unas horas. Me levanté temprano. Juli me hizo acordar esta vez al personaje de El perjurio de la nieve, de mi querido Bioy Casares; la chica que sobrevivía solo a base de eternas repeticiones minuciosas, porque ahí estaba Julia, armando sus Sabinas. Si no fuese porque el cuadro progresaba y el avance era notorio, hubiese yo dejado llevar mi alma a aquél relato primero de un Bioy todavía deslumbrado por las tramas misteriosas y las fantásticas alegorías.
Ofrecí sobre el meridiano mi hacer culinario pero con firmeza y descrédito aclararon: Sergio, acá comemos en el comedor, venimos por dos días y no vamos a andar haciendo comida. Uff, okay. Ustedes se lo pierden. A eso de la una caemos en el lugar de marras. Pensé que iríamos al precioso comedor que describí al principio, pero nos corrimos un par de cuadras para dar con un cálido refugio administrado por un amable caballero que nomás vernos exclamó sonriendo: Por dinero soy capaz de cualquier cosa¡¡¡ o así lo recuerdo yo.
Almorcé un rico filet de merluza y a dios gracias Andrés me acompañó con un blanc casi frío. De otro modo, a la extrañeza de la cantidad de piza hubiera debido sumarle la extrañeza de los abstemios.
Almorcé un rico filet de merluza y a dios gracias Andrés me acompañó con un blanc casi frío. De otro modo, a la extrañeza de la cantidad de piza hubiera debido sumarle la extrañeza de los abstemios.
Leo recibe un mensaje de texto y su ánimo se muestra atribulado. Esperábamos para la tarde a Sergio Eguivar y a Ezequiel Belloccio pero por medio de un lacónico sms anuncian que rescinden el viaje, que no vienen. También me siento desilusionado pues esperaba conocerles con entusiasmo, a uno por sus trabajos y al otro por la confianza demostrada al enviarme su DSI. Será otra vez. A rey muerto rey puesto debemos de haber pensado pues pronto hablamos con alegría de diversos temas. Adriana siempre amable y Leo siempre obsedido por la economía de los esfuerzos y los resultados. Apuesto doble contra sencillo que en su práctica médica, si puede recetar una pastilla en lugar de dos, así lo hace para que el paciente economice un paso en pos de su cura.
Con Andrés tuve un verdadero viaje conceptual y de placer estético. Es increíble lo que uno encuentra en la vida. Tu vas hasta La Pampa en busca de unos pocos fotones para intentar transformarlos en imágenes que nadie mirará y das con gentes que luego llevas en el alma hasta que por fin te mueres. No sé como hago mención a la frase Que acaso no sabrá manejar, del inmortal Borges en Sur, y pronto divagamos sobre sus dolencias, sus amores y su pésimo hacer político. Es entonces cuando Andrés desvela su calidad de lector. Ha leído a Borges en castellano y en inglés y adora Two English Poems. Le pido que me recite algo y suelta enteros varios versos de la verba nórdica. Deslumbrado él por los brillantes significantes que por bruto se me escapan, y deslumbrado yo, por el sonido magnífico de esa lengua que nos narra las vicisitudes de un hijo loco por el dolor de haber perdido a su padre a manos de un traidor, entre tantas historias soberanas que nos llevan a exclamar: Algo suena muy bien, en Dinamarca¡¡¡
Habiendo dado cuenta del almuerzo nos retiramos a por la siesta, imprescindible para sortear la noche. Había llevado a Tuboro, el Coronado Solarmax, pero a nadie picó la idea de ver manchas o eyecciones y todos a la cama.
Soñaba no recuerdo qué cuando identifico voces nuevas. Comprendo lo sucedido y doy media vuelta para retomar el hilo de mi estado REM. Hora después me confirman que sí, que los porteños llegaron, nomás y que se han ido en busca de un hotel. El mensaje era solo una broma y ahí me entero que Sergio Eguivar además de excelente persona es gran embromón. Mandaron el mensaje cuando en realidad estaban a solo dos horas de nosotros. En fin, este es el humor típico de seres tan cultos como nosotros, los astrofotógrafos argentinos. Y perdón por incluirme. Tómenlo como otro chascarrillo del tenor de aquél: Ahora sí que puedo considerarme un astrofotógrafo¡¡¡¡
Esta vez fuimos al aeroclub a las seis de la tarde. El cielo con cúmulos enormes pero la confianza ciega en el despeje. Armaron los gladiadores/gladiadora y armé también yo, verdadero paje en la Justa.
Eguivar monta su eq6 y me dice, esto es joya. Se alinea con tres estrellas y le cargás lo que se te ocurra. Okay pienso, me encargo una apenas llego (andá apuntando, Roger). Sobre la eq6 pone un TMB que sencillamente es la locura y me pide el aplanador para ver mejor la cuadrícula de la latitud. Sergio usa lentes y ya verán qué me dice luego.
Ezequiel tiene un Takahashi de 106 mm como el de Andrés pero su montura es como la de Leo, una Losmandy Gnosécuántos. Ya dije que Andrés tiene una Astrophysic con su respectivo Taka y que Adriana monta sobre una LXD75 su William Optics. Yo llevó mi LX90 8´´ y esto ya parece el juego de palabras que tenían Abott y Costello acerca de Quién ocupaba la primera; no, Quién estaba en la segunda, Cuando? Cuando estaba en la tercera, y así la cosa se iba al carajo y uno nunca sabía Quién era Cual ni Cuando estaba Donde.
Le tiré a la tarántula media noche y sobre las cuatro, cuando la cámara me dejó sin pilas, saqué todo y le mandé un ocular al meado. Y allí la cosa tomó un leve derrotero que no esperaba. Más de uno vino a meter el ojo y ese es terreno que piso firme, pues cada noche me visto como el Knight of the Night y salgo a las rutas a llevarle dos o tres telescopios a los pibes de las escuelas de Santa fe. La cosa es que como en los patios de las escuelas de mi tierra, estos hombres y mujeres dueños de los telescopios más afamados del mundo exclamaban asombro al observar este cúmulo y aquella hermosa querida Carina por medio de mi nada despreciable Meade LX90, 8´´ etc. etc. Fue aquí cuando Sergio me dice una verdad grande como una casa que ignoraba. Mete el ojo al ocular y dice, No veo nada, por eso me dedico a la astrofotografía¡¡¡ Sergio usa lentes y tal vez le cuesta disfrutar del cielo en visual. Así, sus fotografías son excelentes y allí puede deleitarse como el alto manda. Me sacó un peso del alma, lo juro. Muchas veces pensé con desconcierto qué haré el día que mi vista me abandone¡¡¡ Ahora tengo la respuesta, ese día, seré un verdadero astrofotógrafo¡¡¡¡¡
Muchas cosas dejo en el carril por estar ya urgido por el tiempo.
Sergio demostró ser amable y desinteresado, al igual que el resto. Todos me halagaron Luz del cielo (el Meade) e incluso hubo quien dijera: es el mejor equipo que podías tener. Bueno, el que lo dijo tiene otro modelo y otra marca y no porque no pueda comprar un Meade Lx90, 8´´, acf y gps, el lamborghini de los telescopios, como me gusta decir, pero el cumplido vale. Gracias.
Sergio demostró ser amable y desinteresado, al igual que el resto. Todos me halagaron Luz del cielo (el Meade) e incluso hubo quien dijera: es el mejor equipo que podías tener. Bueno, el que lo dijo tiene otro modelo y otra marca y no porque no pueda comprar un Meade Lx90, 8´´, acf y gps, el lamborghini de los telescopios, como me gusta decir, pero el cumplido vale. Gracias.
Andrés me deleitó con su table y unos juegos de ninjas verduleros que es la locura, pero prometí no comprarme una hasta el viernes, y aún me aguanto, que soy hombre de voluntad y criterio suficiente. No voy a gastar en eso ahora, ahora que, además de la eq6, ya me encargue el ED 80 600 de SW. Equipin que pienso montarle arriba al 8 pulgadas para tirar un guiado de la madre, anque unas tomas cojonudas de campo amplio, anque unas observaciones machacas, ya que es uno de los tubos que me faltan, un semi apo de cierta calidad (hasta que llegue al WO o al TMB) que cargás en cualquier lado cuando te vas con tu chica o con los amigos de parranda por los caminos del señor, bajo los cielos de mi viejo.
Mucho se podrá decir de estas lides y de estos gastos, sin duda superfluos y más propios de clase medias con humos de Bruno, que ardió en su hoguera. Yo les voy a decir que mirar el cielo me curó el dolor infinito que me produjo la muerte de mi padre, arrastrado por sus cánceres y arrasado por una quimio inútil que le quito de un día para el otro los pocos que le quedaban. Encontré de yapa jubilosa amigos y amigas increíbles, capaces de darme su saber y su experiencia, de acompañarme y defenderme de los malos de la peli y, aún, de confiar en mí y en mis proyectos mas allá de toda cautela y juicio.
Leo, Juli, Adri, Andrés, Eze y Sergio… y también los que estuvieron presentes en espíritu: Enzo, Rodo y Migue; Sergio el otro y Dani, David y el Roger, los Próceres y ahora, Analía. Gracias a todos porque juntos me han raptado de mi tristeza y me han traído hasta aquí, hasta este nuevo país y esta nueva gente con la que hoy soy feliz.
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