Cielo e infierno
En recuerdo de Carl Sagan
En estas madrugadas -privilegio para los que se levantan
temprano, así como para los que se acuesten tarde, acaso por haber pasado la
velada en brazos del amor- un astro notorio brilla a tres o cuatro palmos del horizonte
Este.
Intensa luz, es el llamado Lucero y guiará por un buen
rato a todos los que caminen hacia el punto en que pronto surgirá el sol.
Lucero es el nombre popular del planeta Venus. Brilla
siempre en dirección al Sol porque su órbita es interna con respecto a la Tierra ; como al girar en
una calesita, los que ocupen asientos cercanos al centro nunca alcanzarán la
sortija.
Hace muchos años le atribuyeron dos naturalezas:
cuando su órbita lo mostraba al oeste del sol (visible en las madrugadas), se
lo llamó Estrella de la Mañana
o Hésperos, y cuando se lo veía al este del sol, Estrella de la tarde o Vésperos,
y de allí vespertino. Más, pronto
medimos su vagabundear con respecto al fondo de estrellas y se ganó su título
de Planeta (vagabundo).
En muchos aspectos es gemelo de la Tierra : su volumen, su
masa, su naturaleza; difiere en otros: su día es más largo que su año; gira al
revés que el resto de nosotros; ¡su atmósfera!
Ah, ¡hermoso Venus! Te llamaron Diosa del Amor físico (Afrodita)
por tu belleza en el cielo, pero tu verdad ¡qué lejos de prometer amor! Al describirte
parece acertada la etimología de L
ucero: Lux ferre, Lucifer. Dios del averno,
el ángel más hermoso enviado por el Dios para perder a los hombres. Porque en la
atmósfera de Venus ¡llueve ácido sulfúrico a más de 470º centígrados!
Ya pusimos chatarra tecnológica sobre tu cálido suelo.
Medimos, contamos, pesamos. Sabemos que no hay ni habrá agua allí. Tu cielo es
un infierno para nosotros.
El hecho de que gire al revés que el resto de los
planetas no inquietó a los astrónomos, estos piensan que ha sufrido colisión
con algún astro pretérito, y que de ese embate su eje quedó invertido. Pon a
girar una pesa sujeta de un hilo; que tu mano la deje pender, que gire “hacia
abajo”, y hazla girar con el sentido de las agujas del reloj (movimiento
directo). Luego, con cuidado, a medida que mantienes su giro, invierte la
posición de la mano, que la pesa quede orbitando hacia arriba. Habrá invertido
su sentido de giro (movimiento retrógrado).
Así son las cosas en Venus. Si pudieras contemplar sus
amaneceres, verías al sol trepar por el oeste. Pero no; si fueras la bella
Sandra Bullock perdida en el espacio y fruto de la ficción o la gravedad
cayeras sobre Venus, no podrías ver sus atardeceres, porque ver implica que la luz llegue a tus
pupilas, y la atmósfera de Venus es tan espesa (y tan pesada) que no permite a
los rayos de sol llegar en forma directa. Sus gases crean lo que aquí llamamos
efecto invernadero. Los azules y celestes del sol son reflejados al espacio y
por eso le vemos tan brillante. Él solo admite naranjas y rojos, aún los “calóricos”
(infrarrojos); a esos rayos los apresa para crear su infierno en el cielo.
De todos modos, y aunque la Tierra vaya en camino a
convertirse en otro invernadero, él alumbrará las mañanas y las tardes hasta
que la última cita de placer y de amor se apague entre nosotros.
Leónidas, mi Lucero, pasa las hojas de un Venus en la enciclopedia.
Gracias a Aldo Kleinman por su generosidad al permitir la foto de portada aquí.
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