El
Señor Galaxia
Un
hombre alto, gordo y viejo entró al salón cargado de cosas. Entre ellas traía
un globo terráqueo azul gastado que dejó sobre la mesa. El globo estaba al
revés. Después dijo el tipo que en realidad todos los globos de Sudamérica
estaban al revés, y que ese, el que entonces tenía en la mano y muy alto lo
blandía como si fuera una bandera, era el único globo terráqueo bien parado: Mi globo tuneado, dijo, y se reía.
Según
entendí, el tipo se llamaba Galaxia, y eso es muy raro porque vino al cole justo
para hablar del cielo. Parece que era un astrólogo o algo así.
Les
aclaro ahora que cuando antes dije que su globo azul estaba dado vuelta, quise
decir que, en él, la Argentina
estaba arriba y no abajo, como en todos los globos terráqueos que puedas
comprar, ver o soñar en el país entero; más, diría, en el entero y puto mundo.
Apenas la profe lo presentó el Barbeta empezó a hablar (tenía una barba blanca y tupida que le daba una pinta de Papá Noel atorrante), que las estrellas, que los planetas, las lunas, las nubes que lentas caen por el espacio…
Si no asisto esa tarde a clases, nunca hubiera imaginado que en el espacio pudiera haber nubes, y mucho menos que estuvieran cayendo.
¿A dónde va a caer una nube en el espacio? Y, si es que caen, ¿Caen también las estrellas, los planetas, las galaxias? ¿Caen las galaxias, tan grandes ellas? Porque yo de astronomía no sé nada, casi (astronomía era, y no astrología que parece ser otro tipo de ciencia). Apenas sé lo que aprendí en la escuela y en la tele. Allí he visto que las galaxias son ruedas gigantes de soles. Es decir, una galaxia es una especie de hélice que gira en el espacio, y esa hélice está hecha de estrellas…
La verdad, lo sé pero no lo entiendo.
O
entiendo pero no comprendo.
¿Cómo puede una rueda estar formada por estrellas o soles, si los soles están tan separados unos de otros?
¿Qué
cosa los une?
¿Cómo
algo que no está unido puede formar algo único?
Para
empezar, y discúlpeme cada viejo canoso que lo diga como si nada fuese, creer
que las estrellas sean soles ya es difícil. El sol es muy luminoso y las
estrellas son puntitos de luz. Mi mayor desilusión fue mirar una estrella por
el telescopio. Resulta que miraba la estrella con los ojos y esta era como cualquiera
la ve: un punto en el cielo. Después la miré con el telescopio y la estrella
era otra vez un punto adentro del ocular. ¡Ambas estrellas eran casi iguales! Lo
único distinto era el color. Al mirar la estrella por el telescopio pude ver
como un brillo extra y un color más fuerte. Recuerdo que era una estrella
naranja, aunque el señor Galaxia dijo que era roja… No sé. Es muy difícil creer
algo si ves otra cosa. Cuando le dije esto, que el decía rojo y yo veía
naranja, me dijo,
Tenés razón, muchacho, disculpame, lo que ocurre es que los astrónomos miden el color de las estrellas con un aparatito que descompone la luz, no con los ojos. Con los ojos se ve naranja esta noche porque también molesta la luz del pueblo. El brillo de las luces, dijo, lava el color y el brillo de los astros (estábamos observando estrellas en el patio de la escuela esa noche en que miré la estrella roja que era naranja… o al revés, bueno, ustedes me entienden).
Tenés razón, muchacho, disculpame, lo que ocurre es que los astrónomos miden el color de las estrellas con un aparatito que descompone la luz, no con los ojos. Con los ojos se ve naranja esta noche porque también molesta la luz del pueblo. El brillo de las luces, dijo, lava el color y el brillo de los astros (estábamos observando estrellas en el patio de la escuela esa noche en que miré la estrella roja que era naranja… o al revés, bueno, ustedes me entienden).
Los astros, dijo en un momento y eso también me llamó la
atención. Hay muchos modos de llamar a las cosas en el cielo. Cuando vos no
sabés de qué se trata, decís astros; cuando vos ya sabés, entonces les llamás
por su nombre: planeta, estrella, nube, cúmulo…
Algo
que me gustó de la clase fue aprender cómo reconocer una estrella de un
planeta. En casa nadie sabía y esa noche me sentí muy importante, en toda la cuadra
debo haber sido el único que sabía cómo distinguir una estrella de un planeta,
jua. Buenísimo.
Pero
a mí, por más que muchas cosas me divertían y me gustaban, me seguía dando
vueltas en la cabeza eso de que hay nubes en el espacio, y, peor, que esas
nubes caen.
Por educación dejé que don Galaxia hablara, nomás, pero apenas pude le dije,
Che, Señor, ¿cómo que caen las nubes? ¿A dónde caen?
Qué nubes, me dijo, y se ve que ya se había olvidado, tanto que
habló.
Las
nubes esas que hay en el espacio, le dije, esas, donde nacen las estrellas,
porque así nos había dicho que era, que las
estrellas nacen, viven y mueren, igual que nosotros, dijo, y eso fue otra
bomba.
¿Cómo
que mueren las estrellas…? ¿Va a morir el sol?
Sí, dijo, sonriendo de nuevo –el señor Galaxia es muy raro, siempre ríe o
hace chistes cuando habla, tanto se ríe de todo que lo suyo, eso que hace, no
parece una clase.
Bueno, pero por más que se ría a mí no me causa ninguna gracia que el sol se vaya a morir, porque yo tengo a mis papás, a mis hermanos y a "la Juli".
La
Juli y yo… Pronto la Juli
va a tener nuestro hijo. Si me acuerdo bien que esa noche la miré de lleno apenas
pensé que mi hijo, tan chiquito que apenas abulta la panza, iba a nacer a un
mundo sin sol. ¿Qué va a ser de él si es que el sol se va a morir?
Bueno, pero por más que se ría a mí no me causa ninguna gracia que el sol se vaya a morir, porque yo tengo a mis papás, a mis hermanos y a "
Cuando
uno de nosotros le dijo esto, el señor Galaxia hizo silencio, la sonrisa se le
achicó un poco y le tapó los agujeros de los dientes que le faltan, y contestó
que no había de qué preocuparse, que para la muerte del sol faltaban muchísimos
años, cinco mil y pico, dijo, o algo así, y que los hombres, en tanto tiempo,
seguramente iban a poder mudarse a otro sol que tenga planetas como el nuestro…
Ya
ven, esto era como el cuento de la buena pipa que me contaba mi abuelo: cada
vez que este tipo explicaba algo una nueva duda surgía, una noticia ridícula o
increíble. Ahora resultaba ser que todas las estrellas eran soles y que todos
los soles tenían planetas, ¡muchos como nuestra Tierra andando por allí!
Bueno,
así íbamos esa tarde, o aquella noche, porque -y hoy lo sé más que nunca- las
tardes terminan siendo noches por el hecho de que la Tierra gira de oeste a
este, es decir, desde Chile hacia el África, y no al revés, como parecen
señalar todos los putos globos de este ancho mundo de locos en que te enseñan
algo durante toda la primaria, y toda la secundaría, hasta que cae un gordo
bala y te zampa toda esta cháchara inentendible que, y eso es lo peor, de a
poco íbamos entendiendo, por más brutos que fuéramos todos.
Íbamos,
entonces, esa tarde que cambió hasta hacerse noche, de noticia en noticia medio
sin poder creerlas, aunque Galaxia trajo unos trucos para demostrar algunas
cosas.
Por ejemplo, lo del globo.
Por ejemplo, lo del globo.
Dijo
en un momento que iba a demostrar que el globo de él, el tuneado, el que estaba
dado vuelta, era el único que estaba bien parado, y que aunque nosotros estuviéramos
podridos -perdón, cansados, dijo él- de ver los globos todos dados vuelta,
íbamos a terminar aceptando la realidad.
¿Íbamos
a aceptar nosotros que todos los mapas y los globos de la escuela, y de la
biblioteca, y del infinito y podrido mundo, estaban mal hechos?
Sí, casi gritó, iba a probar que decía la verdad, que el sur estaba arriba nuestro y no abajo.
Sí, casi gritó, iba a probar que decía la verdad, que el sur estaba arriba nuestro y no abajo.
Eso
sí que quise verlo. Empujé hasta que quedé delante de todos, en el patio, porque
hasta allá nos llevó. Dijo, vamos al
patio, y todos afuera.
Consigo llevó el globo y dos cartulinas recortadas.
Consigo llevó el globo y dos cartulinas recortadas.
En
el patio se puso al sol, tomó una cartulina y la dobló de un modo que quedó una
aleta con patas. Con la otra hizo lo mismo. Dos aletas con patas, fabricó y
dijo que eran relojes de sol.
Sí, eso dijo, cuando puso las cartulinas sobre el piso una al lado de la otra dijo que esa sombra que ellas creaban sobre el patio eran en realidad una marca o medida de dónde estaba el sol. Dijo que los hombres y las mujeres antiguas aprendieron a medir el día con esas sombras que proyecta cualquier palo o piedra que pongas en el piso, que así puede saberse la hora (él nombró una palabra rara, un nomo o algo parecido).
Al
sol, aclaró, no
debíamos mirarlo nunca en forma directa o con telescopios, porque
íbamos a quedar ciegos, y ahí soltó una historia sobre Galileo, que había
mirado mucho el sol y que por eso había quedado ciego –de todo esto no tengo ni
idea si es cierto o falso, no se puede uno acordar de todo lo que dice el señor
Galaxia, que Galileo, que Kepler, que Aristóbulo del Valle…
La
cuestión es que estábamos todos alrededor del viejo en el medio del patio bajo
el sol pobretón de junio y se agachó para hacer lo que ahora les cuento:
Mientras apoyaba los cartoncitos dijo que si los dos relojes estaban situados uno al lado del otro sobre el piso, en realidad estaban los dos situados sobre
Dijo después que si el globo terráqueo era de verdad un modelo para poder conocer
Acá
voy a decir que no entendí ni entiendo nada. Y no debo de haber sido el único,
las maestras lo miraban con el ceño fruncido entre mensaje y mensaje que se
mandaban con hijas, esposos, madres y amigas a través de sus celulares.
¿Desde
cuando un globo es un modelo? Las únicas modelos que conozco son mujeres, están
re fuertes y son flacas como una escoba, como la Juli hace unos meses…
¿De
qué modelo hablaba Galaxia?
Explicó entonces que los modelos se fabrican
para explicar aquello que uno no comprende, o cuando uno no puede hacer
experimentos con algo,
Allí, dijo, uno fabrica un modelo y experimenta con él. Por ejemplo,la Tierra y su movimiento de
rotación. Experimentar con la
Tierra puede ser medio difícil pero con un globo terráqueo
uno puede darle vueltas sin problemas.
Allí, dijo, uno fabrica un modelo y experimenta con él. Por ejemplo,
La
próxima vez que lo vea le voy a pedir que fabrique un modelo de un modelo,
porque no entiendo bien esto.
La
cosa siguió así, dijo el Vejete que si el modelo servía para explicar las cosas
es porque el modelo tiene propiedades de lo que es real, por ejemplo, la
forma. El globo es mas o menos una
pelota y la Tierra
lo mismo. Hasta ahí, perfecto.
Pero, dijo, sila Tierra está parada con el
norte arriba, según como se ve en todos los globos terráqueos, ¿cómo es qué,
cuando lo giramos de oeste a este -como nos dicen que en verdad gira la Tierra- resulta que el sol
sale por Chile?
Pero, dijo, si
Se
imaginarán que nadie contestó ni mú. Giré la cabeza a un lado y a otro. Unos
miraban el suelo, otros el globo, otros simplemente miraban la nada con las manos
en los bolsillos, como si el infinito tiempo que tenemos por delante fuera a
quedarse allí, adelante, precisamente, sin venir jamás, jóvenes por los siglos
de los siglos. Joven la Juli ,
con su pancita hinchada y nada más, sin inflarse más, sin parir ese chico que
viene de la nada a cuestionar nuestro cariño y nuestra vida, justo como el
viejo este, que cayó hoy a plantear cosas que nadie se ha planteado nunca, a
ponernos ante más problemas de los que ya tenemos. Y al pedo.
Ahí
lo miré, él agachado, le ví la cabeza blanca, unas marcas, unos claros debajo
de las canas. Seguía hablando como si su cuestión de si el globo así o asá le
interesara hasta al mismo Papa argento:
Que yo sepa, decía ahora, el sol nunca jamás de los jamases ha salido por Chile. El sol siempre sale cerca del este, es decir, por el Uruguay, o por el Atlántico, y jamás sale ni ha salido ni saldrá por el lado de la cordillera de los Andes.
Claro,
lo que dijo parecía cierto. Siguió:
El modelo, entonces, tiene la misma forma quela Tierra
real, y, si quiero comprender el espacio, debe el modelo tener la misma
ubicación u orientación que la
Tierra real. De otro modo, siguió, los movimientos aparentes de
los astros –otra vez esa palabra- no pueden explicarse; y no solo eso, serán
contrarios a la simple y llana observación.
El modelo, entonces, tiene la misma forma que
Acto
seguido, cumplió nomás lo prometido. Tomó uno de los relojes de cartulina y lo
pegó con cinta sobre la
Argentina del globo. Pidió luego a cualquiera de nosotros
que, colocando el globo como se le antojase, pudiera lograr que ese reloj,
hermano del que aún sombreaba sobre el patio del cole, arrojara la misma, la
mismísima -la misma puta sombra, agrego yo- que la sombra de la realidad.
Y fue
Tomó el globo –el modelo- con su relojito pegado sobre la falsa y linda Argentina, y empezó a darle vueltas. Que así, que asá, hasta que la muy genia consiguió en esa sombra de juguete la misma sombra del reloj que yacía en el piso del patio del cole, en
Mi
linda Juli allí estaba, en el centro del círculo que todo el curso formó en el
patio, maestras incluidas, todos alrededor de la Juli con su pancita, del
viejo con su panzón, de ese globo tuneado que, sí, triunfal debía estar allí,
con la argentina arriba y no abajo para igualar las sombras de ambos relojes.
Maldito
viejo zorro, ¿nos había engañado?
¿Por
qué razón tuvimos que aceptar que ambas sombras eran iguales solo si la Argentina está arriba y
no abajo del globo?
¿Por
qué, si la Argentina
está arriba nos la muestran, desde que nacemos, abajo?
Mi hijo no la verá abajo; eso, se los juro.
Mi
hijo nacerá en una Argentina nueva, limpia, alta, en una Argentina que, en el
espacio, mira hacia arriba con la frente bien alta. Y, si esto se lo debo a la
astronomía, ¡bienvenida seas, Astronomía!
Bueno,
me mando a mudar porque ahí vienen los pibes y me da vergüenza que me vean
escribiendo. Otro día les cuento cómo es que las nubes, los soles y las reputas
galaxias se caen en el cielo.
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