Qué es proyecto sagitario?

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Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

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domingo, 21 de diciembre de 2014

Vera, estridulaciones bajo las estrellas.

Vera, Estridulaciones bajo las estrellas.
Ojo con el Telescopio.
Observación astronómica.

Vera, inmerso en la estridulación de Orión.


                En el pasado he tenido la suerte de mostrar el cielo frente a diversas especies: Ante el nadar cansino de las Ballenas y las cálidas siestas de los Lobos de Mar, turistas desprevenidos caían a Punta Marqués en busca de su fauna y se llevaban en los ojos un sol rojo. En El Palmar observamos estrellas ardiendo más allá de las Vizcachas. Hubo que moverse con cuidado durante esas noches para no pisarles una patita a las muy pícaras. El viernes, en Vera, Santa fe, charlamos sobre el cielo bajo la amistosa estridulación de las chicharras.


Llegar a Vera, desde Casilda, es un evento, sobre todo si viajas sobre el asiento trasero de un Fiat Siena, con 3 telescopios nocturnos, uno solar, un proyector, una pc, y todos los bolsos y regalos de navidad del señor Coordinador de la futura charla y observación. El pobre coche, manejado por Fernando, nuestro chofer, trepó (o bajó) por la bota con un rumor sordo y constante que se prolongó por seis horas. No voy a aburrirlos con el calor, con los camiones, o con la letanía de la ruta 11. A Dios gracias solo llegamos media hora tarde y fundación Fundaluz estaba ahíta de pibes y mamás esperando la charla. El predio es una casa sita sobre una entera manzana, toda arbolada, verde de verano, sobre calles alejadas de la ciudad. La arboleda es tan exuberante que por un momento dudé de que pudiéramos observar una sola estrella, solo un abra tiene y te deja ver el norte, libre de luces. Sobre el este, que es por donde habría “algo”* para ver se alzaban los árboles más altos y frondosos. El sur y el oeste apenas eran accesibles a una altura digna de una estrella que no fuese el sol.

Precisamente, comenzamos por echarle ojo al astro mediante la segura y espectacular vista de Tuboro, el telescopio solar. Los pibes hicieron corro y esperaron en orden miliciano hasta que cada uno tuvo su imagen en la memoria. Había unas manchas lindas y una prominencia que en los sitios específicos ya hizo historia. Después miraron los grandes. Recuerdo que mi padre decía en los encuentros, mesa mediante: Comamos primero los mayores, que los niños tienen más tiempo de hacerlo… en el futuro. Aunque el concejo es bueno, siempre priorizo la vista de los más petizos, acaso por esa máxima que dice: Los únicos privilegiados son los niños. Y que buena risa me causara, al decirla y ver qué poco recuerdan nuestros jóvenes de los políticos del ayer.


Después de la observación solar nos acomodamos todos frente a la casa, para proyectar algunas imágenes y charlar sobre el cielo. Hubo madres, abuelas, tíos y amigos de tanto gurrumín allí echado. Entre todos, destacaron un niño y una niña, motivados y cultos: Ema y Stefanía. Ema debe de tener seis años, si acaso, y Stefanía ha pasado a quinto grado, es una niña hermosa y muy curiosa, con gran concepto y tino para lo que es y lo que no. Fíjense que en un momento de la noche me preguntó si es cierto ese bolazo que difunden algunos medios, acerca de que una tormenta solar dejará a la Tierra en oscuridad por tres días. En lugar de contestar, No es cierto, es una falacia más de los medios, le dije: Stefanía, veamos, ¿qué tendría que pasar para que la Tierra, por tres días, estuviese a oscuras? Pensó la niña un instante y dijo: ¿que se apagase el Sol…? Sí, es una de las posibilidades, y ¿podría apagarse el sol por tres días y luego volver a encenderse como si nada fuera? Dije y claro que habría otras posibilidades. Un vecino, técnico electromecánico, hace una semana me preguntó lo mismo probando que muy pocos son los piensan con la cabeza sobre astronomía. Con este adulto pude decir también que bien podría el sistema solar atravesar o sumergirse en alguna Nube Negra (como en la genial novela de Hoyle) pero que la irrupción de este evento jamás sería inmediato sino muy, muy gradual, por supuesto. En fin, zonceras argentinas que algunos se tragan y que Stefanía dejo atrás para siempre con un segundo de raciocinio. 


La  charla, cuando el público incluye tal variedad de edades, no es sencilla, hay que hablar de un modo que no aburra a niños ni adultos y eso no es fácil. Por suerte tengo mi chapa de ATDL, y creo que ahora sumaré la de animador. Al menos así fui formalmente presentado: expositor animador. Por dentro pensé: qué cerca estoy de lograr mi objetivo, el fin que me he propuesto en la vida: ser un auténtico payaso estelar (y aquí se me ocurre una frase para la Rana René, en face: A veces me levanto y quiero ser un payaso estelar para enseñar astronomía... después me acuerdo de Patch Adams y se me pasa). Las preguntas ¿por qué se apaga una estrella y qué es el Big-Bang? fueron contestadas al instante por niños de 6,  8 y 9 años. 



Dije antes que el parque estaba repleto de árboles, infinitos altos árboles que todo lo cubren con su amable y mansa sombra. ¿Mansa? De ningún modo: un estruendo de chicharras hizo casi imposible que nos comunicáramos. Por lo general aborrezco de los micrófonos y alta voces porque generan distancia. Sin el equipo de audio hubiera sido imposible comunicarse. Las chicharras salen de debajo de la tierra solo una vez en su vida, lo hacen por el único motivo que algunos seres esgrimen desde hace 600 millones de años: aparearse. Así es, gente, aunque esta nota debiera ser de astronomía, nos hemos metido con el tema más apasionante, divertido y atractivo de todos los temas que a un ser, inteligente o no (sobre todo si no), puedan interesarle: el sexo. 

La vida inundó la Tierra hace aproximados 3.500 millones de años. Desde entonces se empecina (vida debiera ser sinónimo de empecinamiento) en seguir adelante, en soportar inclemencias, variaciones, cataclismos, impactos cometarios, fluctuaciones energéticas, glaciaciones, derivas continentales y, ahora, gobiernos como el estadounidense o el israelí, dispuestos a todo por extinguirla. De dichos 3.500 millones de años que llevamos sobre el rocoso mundo, 3100 millones de años lo hicimos sin la alternativa sexual. El sexo se ha desarrollado hace solo 600 millones de años y ha permitido una variedad de especies fabulosa, así como una rapidez en su evolución, adaptación y desaparición. El sexo, el comportamiento más caro del que se tenga noticia entre los seres vivos (aparearse requiere de dos especímenes, mientras que la reproducción asexuada solo necesita de uno), fue causa, este viernes, de que charláramos inmersos en un canto ubicuo y estentóreo, apenas creíble, fabuloso para mí, producido por centenares o miles de bichos qué, surgidos del inframundo ávidos de francachela, no hacían más que frotar sus timbales, aturdiéndonos.



Finiquitada la charlita pasamos al abra. Allí armé dos teles, el increíble LX90 de 200mm de cacerola (con perdón de la palabra) y el digno Lumbricita, el refractor de 90mm y 910 de focal. Los chicos deliraron con las Pléyades, Aldebaram, Orión, y el lindo Sirio. Mucho por ver no había por la fronda, pero todos los chicos y los grandes miraron la M42 como no podrán verla en ningún otro lugar de la provincia, y muy pocos del país. Les dejé a las chicas una foto de lo que vieron, ese útero estelar tan cercano, que en el LX es un lujo digno de estos niños, los únicos privilegiados.







Estuvo presente la prensa e hicimos unas lindas notas con un celu. Stefanía aportó su saber e impresiones y creo que quedó muy linda para difundir frente a actividades futuras. Este plan, Ojo con el Telescopio, es un lujo que la Secretaría de Ciencias ofrece a toda la provincia, a veces me da pena que más localidades no lo soliciten.

Muchas veces andamos por la vida y no miramos a nuestro alrededor. Muchos son los que ignoran el cielo y yo lo miro. Pero a mí me pasó que no miré arriba, hacia lo que entre los árboles allí había: en la arboleda había un nido de unas arañas tan grandes que parecían viejas suegras tratando de que de allí te fueras de una buena vez. Eran como sapos inmensos, negros, patonas, la tela se desenvolvía por metros y de uno caía otra y de otro, otra más. Solo las vi cuando en casa miré las fotos que sacó Andrés, el coordinador de actividades. Si las hubiese visto in situ hubiera delirado.
















Volví a casa el sábado a las 15,30 horas, desgarrado o acalambrado en la espalda, aún estoy duro y no me puedo mover. Había salido el viernes a las 12. Muchos me dicen que esto es una locura y me preguntan: ¿por qué lo hago?
¿Lo haría de nuevo?


Lo haría cada vez, tan solo porque alguien guste de la astronomía, porque cada persona que quiera ver el cielo pueda hacerlo, en cada rincón de este mundo,  en el que las amarguras se diluyen cuando ves una gigante roja, un conjunto de jóvenes azules, o el estruendoso canto de una nebulosa como la de Orión.

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