La Vía Láctea:
Durante las noches de invierno, si te
alejas de las luces, puedes ver sobre tu cabeza una franja que brilla, una
borrosidad blanca más o menos ancha contra lo negro del cielo. Los antiguos
llamaron de diversos modos a ese impacto que corta la noche. Los griegos la
vincularon con el pecho de la diosa Hera, le llamaron Galaxia. Los Vikingos,
camino o puente a Valhala. Los Americanos vieron en esta franja un río por el
cual ascienden las almas de los muertos al cielo. Estas, una vez arriba, se convertirían
en estrellas para seguir presentes en nuestras vidas.
Ciencia:
A Galileo cupo el extraño honor de
barrer las quimeras con un tubo a cuyos extremos adosó dos vidrios pulidos, de
modo tal que la imagen resultante tuviese una perspectiva más cercana que la
real. Desde una plaza, hace cuatrocientos años, este Curioso enfocó por vez
primera un telescopio hacia la Vía Láctea (nombre latino de la Galaxia).
Comprobó que las manchas blancas que vemos a ojo desnudo son en realidad miles
de millones de estrellas, unas sobre las otras, superpuestas en la distancia.
Vistas:
Si prestas atención verás que unas
noches se distinguen de otras en la cantidad de estrellas que puedes ver.
Sucede que observamos el cielo nocturno desde un planeta que gira alrededor de
su estrella. Luego, unas noches permiten
ver el centro del plato galáctico, y por ello el fulgor es magnífico (invierno
austral); meses después, cuando Tierra ha dado media vuelta al Sol, las noches muestran
el borde del plato (verano austral, prolíficas en estrellas pero menor en su
número). Las veladas de otoño y primavera nos muestran el espacio vacío que se
extiende fuera del disco de la Galaxia. Es entonces cuando miramos hacia la
inmensidad, el abismo fuera de la Galaxia.
Nebulosas:
Más, el vacío no existe. Esa zona “muerta”
oculta otras sorpresas. Allí podemos ver uno de los mayores misterios y
bellezas del cosmos: un dispar salpicado de raras Nebulosas. Algunas con forma
de aguja, otras de hélice, aro, remolino; las hay sin forma. Precisamente, dos
de estas nebulosas irregulares son fácilmente visibles
desde casa, las llamadas Nubes de Magallanes, fáciles borrosidades visibles en
las noches del cielo sur, desde noviembre a febrero.
Pequeña Nube de Magallanes
Pequeña Nube de Magallanes
Saberes:
Hoy sabemos la forma, estructura,
evolución y constitución de las nebulosas que llamamos galaxias, pero ellas
fueron un enigma durante siglos. Primero se pensó que podían ser sistemas proto
solares en lenta evolución. Luego, que eran islas de soles a la deriva en la
inmensidad del mar nocturno. Hasta que no fue posible medir la distancia al
centro de la Vía Láctea y luego a dichas nebulosas,
la cuestión no pudo ser zanjada.
Pequeña conclusión de una noche de
verano:
La Vía Láctea es lo que vemos -desde
nuestra perspectiva- del centro de una estructura autónoma mayor que nuclea
miles de millones de soles como el nuestro. A esa estructura le llamamos
Galaxia e incluye nubes moleculares, gas, polvo, planetas, toda una gama de estadios
estelares y, al menos, un agujero negro supermasivo en su centro.
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