San Antonio de Areco
foto de José Fabro
El sábado pasado concurrimos con Moni a
una juntada astronómica en San Antonio de Areco, preciosa ciudad del oeste de
la provincia de Buenos Aires.
Llegamos
medio tarde, a eso de las 19 horas, y como solo había mirado una vez el mapa me
ubiqué casi perfecto. El casi fue la feliz razón por la cual conocí a Ignacio,
un Doc de baires, tan amable y buena persona como mi abuelo, quién daba
caramelos a los niños que iban a su consultorio y aparcaba su Dodge sobre la plaza del pueblo, fue el primer doctor del hospital local y jamás aceptó patacones por derivar pacientes a los cirujanos.
En
fin, decía que apenas entrado a Areco me bajé frente a un quiosco a preguntar
diantres quedaba el parque Guiraldes; la noche asomaba sobre la mucha fronda,
me paré porque una luces venían de frente, estas eran una Partner, aparcó, bajó
su cristal la ventana de mi lado y desde adentro un tipo, sonriente me preguntó:
¿Sabe
usted dónde queda el parque Guiraldes?
¿Vas
a la juntada astronómica? contesté.
Sí,
dijo.
Perá
que pregunto y nos orientamos los dos, también voy p´allá.
Sonrió
de nuevo, porque es hombre que conoce el justiprecio de esa moneda, y aguardó
en su Partner. Pregunté al parroquiano, transmití las señas y en un tris los
tres estábamos en el parque.
El
parque Guirades es hermoso, linda con el infinito campo bonaerense, la mejor
tierra del país, sin duda. Las gentes armaban sus teles junto a un alambraú y
el oeste los encaraba con el crepúsculo y, en él, un Venus que apenas se podía
creer. Qué digo un Venus, pá el gaucho, venus era el Lucero, de Lucifer, el ángel más hermoso expulsado de la vera de
Dios, arrojado a la Tierra, Pero ellos, los peones de la noche, lo desafiaban
aún, haciéndole frente con cámaras de fotos y las oscuras bocas de sus armas…
Quién
haya leído las tribulaciones del jovencito que conoció a Don Segundo Sombra,
sabrá de los males que el alambrado causó al héroe de la literatura argentina. Todos
los Segundos Sombras del país desaparecieron en los fortines de frontera cuando
llegó este hilo de acero pinchudo, porque con él, el ganado ya no necesitaba de
aparceros. El Segundo Sombra es una epopeya que se derrumba, es el canto del
cisne, la última redada de un paisano que sin duda moriría pobre y olvidado en
algún cantón del oeste, comido por los piojos o lanceado por el indio, acaso en
el Pago de los Siete Arroyos de dónde nosotros éramos oriundos.
En
fin, pá qué voy a hablar de estas sicologías… si lo hago me censura un administrador
de espacio profundo… y a Dani tampoco le contenta. Cómo extraño la época en que
las razones del vivir valían más que las buenas costumbres.
Dimos
una vuelta por el parque, se respiraba cielo, se escuchaban las palabras
sagradas: abertura, aumentos, focal, la cruz, venus, etc. Etc. Pregunté por
Daniel y nadie supo rumbearme. Me presenté ante el organizador y le dije, Hola,
¿Sos Claudio?, Sí, me dijo, Soy Galarza, le dije y él, Ah,
viniste… Sí, le confirmé. Y siguió con sus recomendaciones y sus charlas
pues estaba en lo suyo, en su mar de bañistas que apenas bracean, con sus teles
nuevos, con sus orientaciones, sus puestas en estación para acometer la dura
pelea contra la esquiva casa de los astros, siempre lindos, ellos, invisibles
sin las ópticas.
Anduve
al garete, mirando y mirando, un 114 Galileo, un 90900 de Meade, un 130
Celestron, un 200mm Celestron más lindo que todos los autos nuevos de cualquier
magnate.
Esto
es para contar. Un Celestron naranja, una ricura de 8 pulgares de cacerola,
algo magnífico. Y ya que hablé de autos diré que este teles era como un Mustang
del 70, algo así.
Me
impresionó (a Moni le enamoró) la devoción con que un padre cuidaba de su hija,
Isa, una niña de… 6 años, a lo mejor, la cual esgrimía un lindo refra 30 300. Estaban
mirando Venus, tuve que arrodillarme para ver, y allí estaba la media cara de
la diosa y la niña, contenta, enroscaba un nuevo ocular. Me quedé prendado de
esa vista, el papá, muy joven, la dejaba hacer, la guiaba, la aconsejaba, pero
la niñita la que se desempeñaba con todo.
Cuando
dimos dos vueltas más y no dimos con don Daniel, dije a Moni, vamos a buscar
alojamiento, no sea que no encontremos. San Antonio es localidad tan cálida y tan
linda que todo porteño que se precie de ser se da una vuelta por el pago. Los
gauchos están a la vera de los fuegos y los fuegos asan vaquillonas o
costillares, juegan a la taba en cualquier vereda y las casas son todas de dos
siglos atrás… Lo mejor, lo que me voló la cabeza, las luces. Las luces no
contaminan el cielo, son luces bien orientadas, miran las farolas hacia abajo y
su potencia es baja. Qué lujo, qué lugar. Los únicos pícaros en Areco son los
dueños de los hoteles; lo demás es perfecto, ya verán.
Buscamos
con Moni un albergue, algo bonito y cómodo, y cuando llamamos a dos plazas…
nada, todo ocupado. La crisis. Todos echamos a andar y huimos de nuestras
moradas citadinas, inundamos el país con nuestros coches cero, de modo que casi
no encontramos un maldito lugar dónde tirar la osamenta.
Pero
haber, lugar había. Luego, cuando en la hora de las ánimas nos largamos a
hablar de estos menesteres bajo las estrellas, todos confesamos un mismo dolor,
sobre el muslo derecho algunos, sobre el glúteo, otros, es decir, bajo nuestras
respectivas carteras, que entre los observadores no hubo gauchos y por tanto
nadie llevaba cobres en el cinto, junto a la pitanza, del otro lado del
fiyango.
Querido
lector, si no entiendes de qué hablo, fiyango, pitanza, es hora que le des una
ojeadita no a los giles de Tinelli y sus caras amantes fáciles, obscenas,
desnudas carnes tristes, sino a esos otros amigos del tiempo, de buen lomo
asimismo, le llaman libros, libros de un pasado que en Areco está a la vuelta
de la esquina. De la literatura gauchesca, hablo: el Martín Fierro, el Don
Segundo Sombra, El Matadero, La Cautiva, el Facundo… Ah,
tantos buenos ratos hemos pasado Dani, Moni, seguro que Ignacio, y un servidor
recostado con estos amigos, cabalgando sus hojas, sufriendo con sus párrafos
descarnados: Sombra terrible de Facundo…
Metánle verga a este mocito… Lleva el
cuchillo de modo que cuando salga, salga cortando… Hacete amigo del Juez… Es difícil
guardar prienda que otros codicean… Estoy citando de memoria, algunas
lecturas de la adolescencia. Voy a releer todos esos libros, ahora que las
canas me dan algo de seriedad, ya que no el espíritu… y mucho menos el tino.
Decía
que todos estábamos dolidos en el bolsillo, porque la inseguridad acecha. Nos robaron,
nos asaltaron a mano armada. Ochocientos pesos fuertes por una pieza de 2 x 5. No
se podía abrir la puerta del baño sin correr la cama. Cuando fui a bañarme, no
pude discernir cómo habían doblado el caño de la cortina para que no dejara ir
el chorro de la ducha afuera y que mi cuerpo fofo entrara allí, en la ducha. Bidet,
bien gracias, ¿pá, qué? ¿No es acaso Buenos Aires el Paris argentino? Pucha,
amigo, si hasta el palacio San José con el traidor Urquiza tenía donde lavarse
el culo… Para completarla, cuando me dieron la boleta me facturaron de menos. Ladrones
al cliente y al fisco. Platita labrada, se decía antes.
Volvimos
entusiasmados a la juntada, y al fin nos abrazamos con Dani. Estaba bajo la
unánime noche (JLB) con una gorra dada vuelta, hablamos sobre la vida, la
escuela, la docencia, y algunos temas que seguro no querrá él devele aquí.
Cenamos,
sanguche de vacío, exquisito.
Armé
a Luz del cielo, el increíble Meade de 205mm, un LX90 ACF and GPS y no sé
cuántas cosas más porque nunca he leído su manual. Lo enciendo, apunto una
estrella, le digo, Hermano, esa es Rigel, arréglate, y él se las arregla, sin
empacho, toda la noche mostrando esto y aquello.
Enseguida
vino uno y miró y después otro y miró, y ya me fui detrás de 114 que pastaba a
mi vera, y ya a otro, y enseguida organizamos una vista doble, mirábamos un
mismo objeto con el Luz del cielo y con el 114, en ambos se veía perfecto. La
noche hizo gala de su tesoro. Miramos primero NGC5149, el cúmulo de Omega, una
belleza, muy bien resuelto en el 114, impecable en el 200. Después, le dimos a
todo lo que hay allá.
Por
suerte, Ignacio, el doc de la Partner, se nos unió y pude conocerle, un genio,
un tipo magnífico con el cual pasamos toda la velada, de estrella en estrella,
paladeando esos sabores: Carina, el Alhajero, Rigel kent x 2 perfecta, el
alfiletero, notable, un sin número de estrellas miramos. Regor, por ejemplo,
nos demoró un buen rato.
La
noche fue increíble, en un momento nos vimos rodeados de muchas bellas y
coquetas mujeres… de unos…x años. No dejaban de reír y adular las vistas. Cuando
enfocamos Saturno se pudrió todo, hubo una cola de unas 40 personas como una
hora… hasta que pesqué a un vago queriendo sacarle fotos con un celu. Acá se
puso bueno, el muchacho resultó ser un director de teatro, estaba con su troupe
y encima era coucher de no sé qué. Resulta que el tipo te atiende y vos, chau,
si renegabas con algo, parece que a partir de ahí también renegás con él… o
algo así. No entendí todo porque justo en ese momento, cero horas, llevé a Moni
a dormir.
Pero
volví. El coucher seguía courcheando y en el LX estaba el dueño de casa mirando
la Centaurus A, que brillaba esquiva como una cuchillada de refilón. En eso me
hice amigo de un muchacho de Villa María. Vino y me dijo,
¿Me
muestra una nebulosa planetaria?
Sí,
cómo no.
Buscamos
la Planetaria azul de centauro y cuando dimos con ella casi la confundimos con
una miosotis. Después de verla, el muchacho se apartó un paso, se puso serio,
me ofreció la diestra, y me dijo,
Gracias,
señor, por mostrarme mi primera nebulosa planetaria.
Estreché
su mano fuerte, sincera, y casi me emocioné. Gracias, muchacho, por hacerme
sentir tan valioso. Luego, él solo la buscó con cuidado en su 130 900 y cuando
la hubo hallado me vino a buscar, y me dijo,
¿Es
esa?
Sí,
esa era, y qué linda estaba, solo un poquito menos amplia, pero tan extrema. Para
no dejar las cosas así nomás, nos metimos con la Gost of Júpiter, que en
cristiano quiere decir Fantasma de Júpiter, por si no hablás inglés, como una
vez me preguntó un pánfilo: ¿Qué, no hablás inglés, Sergio? Je,
je, las cosas que uno ha vivido.
Después
de ver estas dos soles muertos nos animamos a con las trémulas del norte, hablo
de la Helix y la Dumbell, gigantes esferas de gas tenue que diluye aún más su
brillo corriendo detrás de la nada , presurosas por llegar al futuro, nuevos
soles, planetas, vidas, quién sabe dónde, en qué lugar, en qué tiempo. Dije que
nos animamos porque el norte, amigas, amigos, estaba perdido, lo habíamos
recibido rendido a dos proyectores potentes como la sangre de los jóvenes, que
los llevó a esos rincones desolados, en la cálida noche húmeda. Sin embargo
allá miramos y ambas vimos, pálidas en la luz, bajas en el cielo.
Al
fin llegó la hora de Sagitario, y qué piña le dimos, por dios. Miramos como 5 o
6 objetos de su investidura: M22, M20 M21, M19… M19, la Swan, con el Cisne
estuvimos buen media hora, en 3 valores disímiles le dimos: 50x, 100x, 180x. Una
locura.
Miramos
por supuesto M7 y la Tabla de Scorpio, y miramos el lindo NGC6441 y su vecino G
scorpii. Miramos la Sombrero y también Júpiter, me había olvidado de él.
Creo
haber logrado nuevos amigos y alguna amiga. Ojalá pronto volvamos a
encontrarnos con ellos.
Un
joven hubo, alto, sonriente, cayó como si nada fuera con un “Dob” de 300mm o
alguna gloriosa pieza como esa. Todo de negro el armatoste impresionó a todos,
el Joyero allí era obsceno.
Nos
despedimos al fin, con Ignacio y Dani. Las charlas de Claudio seguían aún.
Me
acosté a las 3 y el día me alzó a las 8. Caminamos por San Antonio. Tiene una
plaza principal única, con sus caminos sin asfalto ni baldosa, como era está y
eso es algo para ver.
Voy
a volver a San Antonio de Areco. Es una localidad hermosa, prolija, limpia, agradable.
Tiene paseos, rio, plazas, comedores con costillares cociéndose a la llama, y con
estrellas, con muchas estrellas ardiendo más allá de Orión.
Sergio
Gracias por las fotos a todos los artistas que las tomaron, entre ellos Barros y una niña que no conocí.
Gustavo PatagonSergio Carlos Galarza
ResponderEliminar44 min ·
Sergio fué una maravilla la generosidad con que compartiste tus conocimientos y tu telescopio. Nunca me había interesado mucho el proceso químico de las estrellas, pero lo explicaste de manera tan sencilla y didáctica que me encantó.
Esa imagen de Omega Centauri fué gloriosa y yo nunca había encontrado una galaxia. Mi favorita en los libros es la Galaxia del Sombrero, durante años fantaseé con como sería verla en el telescopio. Vos me hiciste ese regalo increíble.
Inmensamente Gracias !!!...