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sábado, 23 de mayo de 2015

Sombras suele vestir


Sombras suele vestir
El sueño (autor de representaciones),
En su teatro, sobre el viento armado,
Sombras suele vestir de bulto bello.
Luís de Góngora

El pasado viernes, a las 02,16 horas, mi compañero de andanzas, Jean Luc Dauvergne dejó escapar una interjección que no entendí en su literalidad pero sí en contexto. Chariklo -el centauro con anillos- acababa de ocultar una estrella, había proyectado su sombra presurosa a lo largo de varias unidades astronómicas -¿a qué velocidad corre una sombra?- e impactado esta no contra el CCD* de nuestra cámara Merlín 247 Raptor, sino contra el mullido lecho de nubes que nos cubrió durante la jornada. En los días anteriores hubo una nubosidad variable, pero con la caída de la noche esta disipaba y, merced a un viento nada despreciable, a veces molesto, también para la técnica requerida (el telescopio se zarandeaba un poco, razón por la cual Jean estimaba fotografiar con montura Altacimutal del Meade LX200), veíamos a las estrellas como las vieron los primeros hombres y mujeres, decenas de miles de años atrás.

Nuestro propósito, y el de cuatro puestos captores más, situados cual peine en diversos parajes de Mendoza y La Pampa, era capturar ese instante en el que, interpuesta a la luz de una estrella la silueta del asteroide, pudiéramos registrar su ausencia. Es decir, constatar el tamaño de los anillos y el asteroide como función del tiempo de ocultación estelar, el cual podía –debía- interpretarse a partir de un aumento en su magnitud, o simple desaparición de la estrella en el campo de la CCD.

Jean Luc se permitió solo ese gesto; no era una sorpresa, las nubes allí estaban desde hacía horas, pero al ver el segundo fatídico irse hacia la nada no pudo contener mon Ami su angustia. A mí, me dolía la barriga hacía horas. El fracaso en la captura era una voz cantada pero no nos resignábamos, esperamos hasta el último segundo el milagro de una ventana como M24.

Pocos minutos después guardamos todo el equipo: desarmamos al Pequeño Juan, el Meade de 305mm de cacerola; guardamos la Cuñataí y el trípode; la mesa portátil y los cables; las pe-ces y la cámara; todo bártulo a su caja y ésta a su valija.

Cuando hubimos empacado, dije:
Jean Luc, debimos comprar un buen vino, ahora podíamos ahogar las penas en él.
Ehh, me dijo, pues Jean habla muy bien el español pero a veces le cuestan los modismos, como es natural. A mí, por ejemplo, el modismo que más me cuesta es el de asir, en español, en Argentina…

Durante la tarde habíamos preparado todo. La montura estaba orientada en función de la puesta en estación que había logrado Dauvergne basado en Sigma octantis.

Un compañero me preguntó cómo se hace esto. Trataré de explicarlo: Se ubica el eje polar del teles más o menos al polo celeste, lo orientamos en atura con un semicírculo y una barra de aluminio (je, je, cosas de argentinos), luego orientamos el acimut con una brújula. A partir de aquí, y en vista de que el método tradicional demoraba, Jean Luc, dijo:

Voyg a probárj… con la estrey-á de Oggtántisss…

Y ahí nomás soltó los frenos de AR y Declinación, giró los brazos del tenedor Meade perpendiculares al piso –para que estos no le apartaran del buscador; enderezó el OTA hacia los 90°; zampó una rodilla al suelo y metió el ojo en el buscador 9 x50.
Identificó ipso facto a sigma octantis y entonces me pidió que, a medida que él girara el OTA con la mano en AR, yo corrigiera muy suave la Declinación en busca de los 90°.



Lento, observaba él por el buscador cómo se apartaba o no sigma del retículo, en función de su giro y de mis correcciones.


¿Muevo? Preguntaba yo, y él, Ok-e, y así, unas cuantas veces, pero muy rápidas, seguiditas, hasta que muy pronto, cuando estimó que sigma rodeaba con precisión al polo, sin apartarse ni mucho ni poco, me dijo, Creo que está biénj ásí… Y a partir de ese momento el campo observado mediante la Raptor no se movió ni un pelo en minutos.


Un doctor muy famoso de argentina, que publicó en Alemania su revolucionario método de quitarte porquerías del cuerpo, mediante un escalpelo y una pincita, alinea de modo muy similar. Solo que él observa un triángulo rectángulo sito en el polo.

Vean las imágenes. Sigma octantis es una estrella fácil, puedes verla porque es mag 5 casi 6 (no me vengan con precisiones que estoy viejito, ya), muy cerquita stellarium muestra a BQ octantis, una roja. A su vez, BQ octantis forma un triángulo recto con dos luces más. El polo sur celeste forma un rectángulo isósceles con las estrellas del cateto mayor de dicha última figura.

Paso en limpio: ubicas sigma octantis.
Ubicas BQ oct en base a un triángulo escaleno.
BQ oct forma un rectángulo con otras dos luces miserables.
El PSC forma un triángulo isósceles con el cateto mayor de dicha figura.

Si no me has entendido, amigo, amiga que lees, habla con Aldo Kleinman, quien así alinea su eq6, que si él le ha sabido enseñar a los germanos medicina, bien sabrá enseñarte mejor que yo.

*Un CCD es un Dispositivo de Carga Acoplada, mediante el cual los fotones emitidos o reflejados por un astro se transforman en pulsos de corriente eléctrica que un ordenador podrá recomponer una imagen digital del astro en cuestión. Antiguamente, se lograban fotografías sobre vidrio bañado en sales de plata; luego, con películas de celuloide tratadas con emulsiones fotosensibles; hoy se fotografía por medio de máquinas compuestas por celdas muy pequeñas, fotosensibles (cual ojo de mosca). Estas celdas funcionan en base al efecto fotoeléctrico enunciado por Einstein en su año milagroso, 1905. El efecto fotoeléctrico supone al fotón (la manifestación física de la luz) como una cantidad acotada de energía-materia, que puede interactuar con los átomos, de modo tal que estos emiten a su vez partículas. El principio fotoeléctrico fue desarrollado –como todo lo propuesto por Einstein- en base a experimentos mentales, sin fórmulas, casi, sin experimentos mayores, nutrido de lecturas acerca de experimentos ajenos. Este paper fue el que le hizo merecedor del premio Nobel de física en 1915. La teoría de la relatividad especial y su mejora, la general, en el 19, no ganaron premio alguno pese a ser hoy más mencionadas. Son estas últimas conclusiones basadas en desarrollos de cierta complejidad y en la época de su presentación causaron estupor y rechazo a los físicos eminentes.






























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