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El absurdo de poner una empresa tecnológica nacional bajo conducción extranjera
El postulado que en los ’70 propuso Oscar Varsavsky [1] sobre la necesaria correlación entre estilos tecnológicos y modelos de país ha podido ser validado experimentalmente en nuestro país [2].
En el período (2003-2015) el modelo de desarrollo inclusivo basado en el consumo creciente del mercado interno y en la potencialidad innovadora y productiva del triángulo empresas del estado-pymes-SNC&T* pudo encarar la terminación y puesta en marcha de una compleja central nuclear (Atucha 2) con tecnología nacional; pudo diseñar, construir y exportar a Australia una central nuclear de baja potencia para producción de radioisótopos y ser técnicamente la mejor opción en la licitación de una central semejante para Holanda; pudo diseñar y construir radares y satélites de comunicaciones y de observación de la Tierra; pudo comenzar el desarrollo autónomo de lanzadores satelitales y aviones; pudo desarrollar, desde CONICET, una innovación absoluta como son las semillas resistentes a la sequía** que, integrando el acervo tecnológico, permitirá que la empresa argentina Bioceres se apreste a cotizar en Wall Street. El Estado traccionando la innovación tecnológica, como es lo normal en los países de alta industrialización [2].
Actualmente estamos involucionando a gran velocidad hacia un modelo neoliberal- periférico***, en el que los sectores hegemónicos, objetivamente opuestos al DTA****, son (i) el sector financiero, (ii) las transnacionales cuyo objetivo industrial es establecer maquilas que permitan por múltiples mecanismos fugar divisas y (iii) las industrias extractivas que localizan en el país solamente la etapa extractiva propiamente dicha, importando equipos y localizando en el exterior la industrialización de la materia prima extraída de campos y minas; lo opuesto al estilo australiano al que tanto se alaba últimamente.
En este modelo de país, el INTI está necesariamente destinado a achicarse a un tamaño mínimo porque lo que se refiere a desarrollo tecnológico de empresas estatales y pymes nacionales o al monitoreo de la salud y seguridad pública frente a posibles desvíos de normas de las “empresas líderes” será progresivamente debilitado hasta su eliminación. En este modelo solamente están destinados a sobrevivir los servicios en los que las transnacionales encuentren que, ya sea para ellos o para sus pymes proveedoras, la optimización de costos pasa por el outsourcing; seguramente también optarán por mantener un cierto nivel de actividad en sectores mínimos de metrología y en las representaciones del INTI ante organismos normativos internacionales, en los que deberán defender las posiciones de las transnacionales que controlen al instituto.
Tecnalia
En este marco surge el tema Tecnalia, consultora que está desarrollando, según se dice, el Plan Maestro para la transformación involutiva del INTI y, también según rumores, próxima copropietaria del instituto a ser parcialmente privatizado.
Siendo Tecnalia***** una empresa de propiedad pública–privada del País Vasco, de alto perfil, con 1405 empleados en su plantilla, un ingreso anual de 102.1 millones de euros y 4050 industrias españolas como clientes, surge la pregunta: ¿es admisible poner el poder de decisión en el INTI en manos de una empresa española, dependiente de los intereses de la gran industria de su país?
Antes de contestar esta pregunta propongo considerar los siguientes puntos que expondré telegráficamente:
- Al encarar un desarrollo tecnológico nacional invariablemente surge la legítima necesidad de importar materiales y equipos no fabricables en el país hasta ese momento, por supuesto con su tecnología incorporada. Minimizar, no necesariamente anular, esas importaciones es siempre un objetivo del DTA; más aun teniendo en cuenta que, mientras sigan siendo imprescindibles esas importaciones, el país corre el riesgo de que ya sea por motivos comerciales o políticos estos suministros nos sean negados.
- También surge en el camino de un desarrollo tecnológico nacional la necesidad de comprar en el extranjero apoyo de consultoría en temas en los que carecemos de suficiente know how; nuevamente el objetivo siempre es ir minimizando esas contrataciones de consultoría.
- La condición necesaria para que las importaciones puntuales de materiales, equipos y know how no impidan el DTA, es precisamente tener en nuestra manos el conocimiento necesario para garantizar la disponibilidad del know why y así poder controlar el diseño de nuevos productos y procesos y consecuentemente las decisiones que se tomen******.
Así como puede resultar instrumental en el DTA la importación de determinados bienes y servicios, es inadmisible importar las decisiones de política tecnológica, en particular de nuestros competidores actuales o potenciales. Eso es precisamente lo que implicaría el poner a una empresa extranjera en la conducción del INTI.
Volviendo al principio de esta nota, entender como una contradicción insalvable el que una empresa extranjera, dependiente de la gran industria europea, controle el INTI, exige identificarse con el camino de la Soberanía Tecnológica.
Notas
* Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología
*** Las políticas neoliberales impulsan la globalización, pero no es la misma la globalización vista desde el centro que desde la periferia; en nuestro país, el que hemos denominado neoliberalismo periférico es mucho más dañino que el neoliberalismo central. Por ejemplo, Macron y Merkel, exponentes relevantes del neoliberalismo central, no destruyen en sus respectivos países las estructuras educativas y de C&T como sí lo está comenzando a hacer Cambiemos en nuestro país [3].
**** Desarrollo Tecnológico Autónomo
****** El know how (saber cómo hacer) puede puntualmente importarse; por ejemplo, incorporado en equipos. El know why (saber por qué) siendo la base de un desarrollo de tecnología, no es importable y en su creación local es imprescindible el SNC&T [2]
Referencias
[1] | O. Varsavsky, Estilos Tecnológicos – Propuestas para la selección de tecnologías bajo racionalidad socialista, Buenos Aires: MinCyT, 1974 (reeditado en el 2013). |
[2] | E. Dvorkin, ¿Qué ciencia quiere el país? Los estilos tecnológicos y los proyectos nacionales, Buenos Aires: Colihue, 2017. |
[3] | E. Dvorkin, «El triángulo: Ajuste continuo de la ciencia, desindustrialización y espejismo emprendedor,» Realidad Económica, nº 310, pp. 9-24, 2017 |
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