Era mediodía, venía manejando desde Rosario con Mimoni
al lado. La naifa venía, como siempre, termo en mano, cebando unos amargos
filosóficos.
La profundidad conceptual de los rioplatenses sin duda se debe a la cantidad de mates que nos cebamos al día. Imagina, ningún
otro pueblo, salvo quizá los padrecitos de la estepa rusa, solo que ellos con
el té, tienen una costumbre tan habitual, tan ligada al pensamiento. Nada hay
mejor que chupar un mate para lograr la introspección necesaria, introito
perfecto de un pensamiento profundo, que derive en nuevas y revolucionarias
ideas.
En eso venía, entonces, pensando en qué diablos pensar
de nuevo… cuando recibo un sms de Damián, que dice, Sergio, hoy paso a buscar el teles. Humm, Damián es de Santa fe, nos conocimos en la virtualidad de la web
e hicimos amistad; compró ya unos binos en lo del Roger y hoy se viene en busca
de un excelente Maksutov ETX 125 de Meade, un teles lindo como la tarde sin
nubes, celestita, brillante, que prometa una buena noche observacional. Le respondo,
Llego tarde, y ya planeo cómo estar
en casa temprano. A las 16,30 le mando un mensaje que dice, Estoy, y él, En media, llego. A las 17,30 estamos mateando y mirando el sol por
medio del increíble Tuboro, el Coronado Solarmax de 40mm. El astro luce unas
prominencias fabulosas. A las 20hs se carga su regalo en la nave espacial que,
insiste, es su camión y parte rumbo al infinito sur; a Chubut, o más abajo va.
Se va Damián con su carga preciosa y debo apurarme
pues esta noche hay jaleo en Candela celeste, el Taller de astronomía más
antiguo de Casilda. Este año cumplimos tres largos añitos organizando
actividades, haciendo las plazas astronómicas, escribiendo las notas y tomando fotos
de sol y de Luna y de las increíbles
ocultaciones que sucedieron este año -no olvido del eclipse parcial que
retratamos a 2º bajo cero, hace unos meses.
Vienen los muchachos a observar la noche a casa y la
ocasión es propicia para armar al Pequeño Juan, última adquisición de Proyecto
sagitario, el increíble telescopio Meade LX200 de 305mm de cacerola (qfp).
Porque a ese muchacho no lo arreas con bolsa mojada. Oh no; no lo tratas solo, créeme.
Es tipo pesadito y delicado, amigo de las reuniones. Un esfuerzo mal hecho y te
rompes la espalda, o lo rompes a él, dios no lo permita, que kinesiólogos
consigo, pero, a él, ¿quién me lo compone?
La querida doctora Adriana
Fernández está lejos.
Vienen los muchachos, dije, Cristián, ATDL primerito,
y Matías, ATDL preescolar. El motivo es doble: al fin ha despejado –ya las
estrellas lastiman con su brillo inserto al cielo, bien lavadito- y tenemos
chiche para estrenar: un filtro Lumicon, Oxigeno III, recién llegado de baires,
enviado por The Lord of the Eyepieces, amigo rescatado de un foro*.
*El filtro de OIII aísla las dos líneas del oxígeno doblemente ionizado, esto es, longitudes de onda de 496 y 501 nm, emitidas por las nebulosas difusas, las planetarias y las de emisión tenue. El resto del espectro sufre merma de modo que la nebulosa resalta. El fabricante lo recomienda para teles de 250mm de apertura o superior.
*El filtro de OIII aísla las dos líneas del oxígeno doblemente ionizado, esto es, longitudes de onda de 496 y 501 nm, emitidas por las nebulosas difusas, las planetarias y las de emisión tenue. El resto del espectro sufre merma de modo que la nebulosa resalta. El fabricante lo recomienda para teles de 250mm de apertura o superior.
Cristián está estudiando y avanza como la luz, ya me
corrige sobre los objetos señalados; Matías lee lo suyo, circunspecto, su
entusiasmo es el de todos: nos enferma la avidez de cielo.
Armamos al Pequeño Juan en menos vueltas de las que precisa
para echarse un perro, con cuidado infinito y sin nivelar la montura gigante
porque ya hemos advertido que, la araña, luego no tensa bien las patas, si
estas están abiertas a diversos ángulos entre sí. No constituye problema eso,
pues el Autostar II tiene un chirimbolo ad hoc que le permite determinar el
nivel y así corregir los seguimientos, amén del GPS, el ACF y el true nort y no
sé cuántas cosas más, ya que aún no he leído el manual en inglés (lo hago para
aprender el idioma del Amo, según Hegel, y espero que la dama que se ofende por
mis alusiones políticas no lea esto, pues sino aquí me gano otro reproche). No
lo he leído en inglés, como viene el instructivo, ni en español, ya que me hice
socio del afamado club FPPJs (Felices poseedores de Pequeños Juanes) y me lo
enviaron traducido más rápido que lo que un € pierde valor, en estos días en
que por fin los de abajo estamos arriba.
Una vez en marcha el monstruo óptico, y ante un cielo
que creíamos oscuro, planeamos la siguiente estrategia observacional:
comenzaríamos la cena con los cúmulos de Escorpio, andaríamos largo por su
cuerpo y cola, beberíamos la ponzoña de su áspid y de allí, saltando por
Tolomeo y baterflay, nos hundiríamos en las nebulosas de Sagitario, donde
probaríamos el Lumicon a antojo. El nuevo filtro, a quién aún no habíamos
bautizado como corresponde, si queríamos seguir siendo ATDLs, o llegar a serlo
en pleno, tal el caso de los muchachos, nos sumía en angustias, pues, aunque sé
que mi amigo me había hecho precio especial, unos buenos morlacos había
depositado constantes y sonantes dentro de la ávida solapa metálica del cajero
automático.
Nombrar los objetos de trabajo o ayuda se me hace
indispensable desde que leyera el precioso cuento “El fantasma de Canterville”, el
mismo que inspirara a Charly García su canción homónima. Allí, el honorable
Fantasma, quien, aquejado por la simpleza de los nuevos dueños de su castillo,
unos yankis new rich, se propone matarlos de un susto, y, para lograrlo,
compone cuadros realmente escalofriantes a los que siempre le pone no un nombre
sino dos.
El nombre de las cosas rara vez es el que traen consigo
y uno debe conocerles un poco hasta advertir su naturaleza, único y verdadero
origen de un nombre que se precie. Esto queda muy claro con el caso del Lx200
de 12´´ el cual fue bautizado antes de recibirlo como “Ojos de cielo”, pero,
apenas hubimos alzado su OTA con los forkarms, comprendimos que ese nombre no
le iba. Este equipo es muy grande, muy grande y pesado. Además, venía a bajar
la riqueza del cielo para distribuirla entre nosotros, los comunes. Y ya está: ¡Pequeño Juan!, el gigantón amigo de Robín
Hood que le roba la plata al rico cielo para distribuirla entre los pobres.
Así son de complejas las cosas para un ATDL. Cada vez
que adquirimos un equipo o un leve artilugio como este, pequeñísimo filtro
OIII, capaz de desentrañar el leve polvo del infinito, corre nuestra mente en
busca de un nombre afín. Y lo encontramos. Lo encontramos luego de haber
observado el recorrido.
Comenzamos a observar sobre el cúmulo globular M4, saltamos
a NGC6144 y de allí al M80, pequeños huevitos de araña que acompañan al gigante
Antares, rojo corazón del bicho. De allí nos fuimos silbando bajito hasta La
tabla, NGC6231, después de sobrevolar las lindas μ1 y μ2, que los pibes ven de
una y yo, Bien, gracias.
Derrapamos al doblar sobre las ζ1 y ζ2, íbamos a la
terrible velocidad de 1,5º del Autostar II, y nos fuimos de boca hacia NGC6441,
sobre la bella Gscorpii, la mismísima púa del escorpión. Si quieren saber de esa
bonita cosa del cielo, échenle ojo a mi nota “El preferido de Bais”, porque él
fue quién me lo enseñó hace algún tiempo.
De allí a M7, el cúmulo de Tolomeo, es un paso, aunque
el hermoso cúmulo abierto no cabe en el ocular del Meade HD 18mm, de 6
cristalitos y 60º de campo, debido a los 3 metros de focal del
Pequeño Juan; así que, con el pad de mano, fuimos un poco acá, un poco allá,
hasta que le hicimos cosquillas a cada estrella.
Matemáticas en la noche.
He aquí un ejemplo del porqué no entra M7 en mi ocus
de 18mm y 60º de campo aparente. El cálculo que debes hacer es el siguiente:
Primero has de determinar los aumentos que logras,
dividiendo las focales del telescopio y del ocular:
3.000mm/18mm= 167x
Muy bien, 167 aumentos, ahora, has de dividir el campo
aparente provisto por el ocular, por los aumentos que esa combinación arroja, y
ya das con el fov real de cielo, es decir, el field on vision = campo sobre
visión. Esto es:
60º/167x= 0.36º = 0.36
x 60´= 21.6´
Ya tienes la respuesta, el ocus admite unos 21´ de campo
real y, según el Skymap, M7 tiene unos 75´ de tamaño; luego, ¡solo veíamos un
tercio de él con el ocus de 18mm, joya preciosa si las tengo!
Es claro que luego cambiamos a un excelente Silver Park
de 40mm y 50º fov (otro cariño de mi friend), y allí las cosas resultaron de
este modo:
3000mm/40mm= 75x; y 60º/75x=
0.8º = ¡48´!
¡Guau, seguíamos sin hacerlo caber en el ocus!
De M7 o cúmulo de Tolomeo, el famoso
astrónomo egipcio del siglo II, autor del Almagesto en función de un catálogo
estelar de Hiparco de Nicea.
Cuando largamos al erudito que escribía en griego, traducido por los
árabes (¿qué hubiéramos hecho nosotros, sin los árabes?), nos fuimos sobre M6,
la mariposa del cielo y por fin convinimos en que basta de cháchara, que fuéramos
a por la nebulosa M17, Omega o Swan, el bello Cisne. Por cierto, es claro que
he leído a Marcel Proust, hace como 20 años, ya, en uno de los capítulos más
populares de A la búsqueda del tiempo perdido.
El capítulo leído se titula, en la edición que poseo, Por
el camino de Swan, y nunca antes de ingresar a este mundo infinito había
sabido qué significaba Swan. Swan, Cisne. La nebulosa del
Cisne. Bella forma de luces y sombras que miro con otra cara desde que
relaciono su aspecto y sentido con los bellos párrafos melancólicos del famoso texto,
donde se detiene el paso del tiempo en pos de remembrarlo todo, de revivir
(re-cherche) cada minuto sin la persona amada o, como en el relato, y peor,
sufrir el infierno interno de imaginarla en brazos otros, no los nuestros.
Pero bueno, ¡basta corazón mío! Tu tienes por ahora a
la persona amada bastante cerca -cada diez o quince minutos mirábamos la hora
pues Mimoni estaba pronta al regreso y, antes de que eso sucediera, queríamos
guardarlo todo, que el pobre ángel no solo ya tolera unos 6 o 7 telescopios
arrumbados en casa, sino que ahora también se lía con toda la gente que invito
a observar, por suerte muy educada y fina, como son el Cristián y el Matías,
quienes casi no beben alcohol.
Cisnes enamorados y jóvenes sin romanticismo
Ya que estamos con los moribundos cisnes enamorados,
me olvidaba de contar lo que sucedió en una de mis charlas, en un secundario de
primera, el otro día. Ahí va:
Tengo una charla sobre relojes de sol con un cuarto
año de una secundaria más bonita que los sueños de una niña. Entro a la escuela
y los jóvenes van de aquí allá con sus pc, sus piercing y sus pelos peinados
con un frasco de gel. Toca el timbre. Entro al salón con el increíble Coronado
solarmax, el llamado Tuboro por los ATDL, que ya son muchos los que ostentamos
ese título en el país. Entro con el teles y la eq5 y me acerco a las ventanas
que dan al este. Son las 9,30 y el querido sol viene trepando sobre las copas
de los plátanos (estamos en un 1º piso, lo aclaro por si un perspicaz me lee y
pronto colige y reprocha que, en setiembre, a las 9,30hs, no podría el sol
estar tan alto. Cosas del oficio, ¿eh?). Los jóvenes y las jóvenes disfrutan su
edad, unos charlando y otros también. Entra la docente, me presenta con mucho
cariño y largo con la clase, la cual, como dice Calle 13, tiene más cuentos que
García Márquez. Pronto todos participan con atención y esmero, preguntando y
contestando. Les explico al detalle cuál es la posición exacta del mismo
planeta tierra sobre el cual estamos ahora y antes parados. No solo se los
explico… sino que mediante un pequeño truco ATDL les doy una prueba inequívoca de
lo que les digo. Prueba que callo aquí no por ocultarla a ustedes, que son
todos mis amigos, sino porque en breve le explicaré en detalle y con nota propia.
Cuando les hube dado a esos chicos mi prueba, creyeron
en mí más que en sus propios familiares. Si hubiera sido Chávez, no hubiera
concitado allí más votos, créanme.
Así iba con mi clase, contento como chancho pa´l mái, cuando
veo una jovencita que estaba callada. Miraba el lindo sol y participaba pero
como poco, se me hacía. Entonces, la puse de sol y, claro, sonrió satisfecha,
mientras explicaba yo ahora por qué él retrocede contra el fondo de estrellas
fijas. En esto estábamos cuando unos muchachos charlan y distraen al grupo.
Entonces los encaro y les suelto: Muchachos, aprendan esto, un día necesitarán
impresionar a una chica, y podrán hacerlo con estas historias del cielo…
los varones se ríen y la chica abstraída dice, como desencantada otra vez de la
vida, o de la suya, lo cual es aún más grave, Sí, de astronomía te van a
hablar, justo… A lo que yo respondo, Mirá, yo lo hice y no me fue nada
mal. Y ella: Pero los pibes… ahora no son románticos…
y yo, Vengan a un curso mío, les garantizo algo: en dos meses, todos tienen
pareja. Se largan a reír y festejan, pero más de uno dice, ¿Y
cuando empiezan?
Creo de verdad que la astronomía es una de las
materias más profundas e inquietantes, más apasionadas, más eróticas, diré, que
haya yo visto nunca.
Al fin en el patio de casa seteamos el Autostar sobre la Swan nebula. La miramos
primero con el 40mm y luego con el 18mm, ambos sin el filtro; luego, con unción
casi, mientras me alumbran con una luz roja, abro la tapa del Lumicon, tomo el
disco negro y lo rosco en el tambor, cambio el ocus que hay en el portaocular
por éste que tengo en la mano. Con cuidado, con ansiedad contenida echo una
pupila sobre la imagen…
Río, río mucho con la vista en el teles, como lo hago
siempre cada vez que algo me inunda de alegría observando.
La nebulosa surge de la nada a través de las
frecuencias que con sigilo se filtran hasta nosotros a través del tiempo, las
distancias y los átomos del filtro. El cisne está entero inmenso y nítido, tan
nítido como invertido se ve desde nuestros lindos cielos del sur. Los muchachos
le meten ojo y se asombran no pudiendo creer lo que ven. Sin filtro: nada, una mancha
gris; con filtro: un fantasma verdadero, intenso y blanco como las aspiraciones
del pueblo bolivariano, ¡el ALBA!
Tanto me plació esa vista de M17 que saqué ahí mismo
mi fabuloso Samsung blanquito -reseteado por el Migue- y le metí números hasta
que The Lord of the eyepieces me contesta del otro lado, Sergín, me dice, y yo,
Rami,
te llamo para agradecerte, agradecerte el filtro OIII, estamos con unos amigos
mirando la M 17 y no
sabés lo que es esto, ¡la nebulosa estalla en el ocular!, y él,
Si,
Sergín es una masa ese filtro y con tus cielos…
Charlamos un rato más y nos despedimos. Él sigue en lo
suyo –el celu es cosa extraña pues tu estás acá y quién sabe cómo, y tú estás
allá, como sea, como dios te deja, el muy maula, y ambos se hablan y se dicen
qué tal, qué tal, y nadie sabe cómo está en realidad el otro.
Rami sigue en lo suyo, digo y nosotros observando sin
poder creer lo que puede la química aplicada a la observación.
Poco después, en la oscuridad, siento como tiembla mi
bolsillo. Es el celu, es un sms. Lo leo. Contesto después de un momento y me
quedo pensativo. En eso me traen al mundo, me dicen, Sergio, son las once menos diez
¿Guardamos el circo? Los miro, los muchachos, los veo en la oscuridad.
Nos sacamos unas fotos. Guardamos después sin apuro.
Apenas hemos entrado el OTA, cae Mimoni. Saluda, charla un momento y se
acuesta. Al rato nos despedimos nosotros, no sin antes urdir planes futuros,
juntadas trascendentes por venir. Cuando ponen su chata en marcha me dicen,
¿Y el filtro? ¿Cómo se llama el filtro, Sergio?
¡Sigilo!,
les digo, El sigilo de la noche.
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