Rosario se ha
convertido en los últimos años en la ciudad más abierta, inclusiva y amable de
nuestro país. Diversas gestiones en pos de un mismo proyecto la han llevado sin
titubeos a donde hoy está: la mejor salud municipal de América Latina; el plan
Habitat (copiado por UN); la descentralización del gobierno; los
planes de trabajo cooperativo; el apoyo a la cultura; la adhesión
al proyecto de Francesco Tonnucci, que la hace Ciudad de los Niños; el Consejo de los
niños, el cual sesiona paralelo al Consejo Municipal; y otros desarrollos de este
tenor. Todo ello la hace la elegida de los turistas nacionales e
internacionales (Rosario fue la primera ciudad argentina en tener un monumento al
Genocidio perpretado por Turquía contra el pueblo Armenio y en tener un paseo dedicado
a la diversidad de género, entre diversos proyectos dignos, como el de pintar
las fachadas de los edificios con cuadros famosos de autores locales, hecho que
convierte a la ciudad misma en un museo de arte).
Esta Rosario
nos recibió ayer, en el seno de su ribera al Paraná, el padre de los ríos.
Allí desembarcamos, con el taller de Astronomía dela
Comuna de Bigand, el taller Juan Carlos Galarza, padre del
fantástico Proyecto sagitario, el plan de difusión astronómico más ambicioso
que conozca. Bigand es el pueblo de mis progenitores, y el único lugar que reconozco como propio. Por Bigand, por mi padre, por su memoria, quiero este trabajo sembrado en toda la provincia... por ahora.
Allí desembarcamos, con el taller de Astronomía de
Allí bajamos nuestros
telescopios, dije, en el Parque de las Colectividades, bajo el bello sol, el amable sol; bajamos el Coronado Solarmax con filtro Ha, más conocido como Tuboro, tal su
aspecto y valía, y el fantástico Nuevosagitario, el refra 90/900 sobre eq2,
caballito de batalla de nuestras tropelías astronómicas. En el asiento trasero
de la Scenic
dormía aún el mítico Lumbre pura, el 200/ 1000, aguardando por las gemas de la
noche.
Pronto los
paseantes pudieron ver el sol en directo, sus manchas, sus filamentos, sus
increíbles prominencias (ayer el vago se lució, ya que era el cumpleaños de mi
hija Natalia, hija que, en marzo, tendrá su primer hijo o hija, dios la
bendiga, y, claro, me hará abuelo. Pueden ir imaginando qué planes, qué nuevos
trucos inventaré entonces, para llevar la astronomía hasta a los bebes. De hecho,
ya el cielo prepara sus festejos acordes al motivo: en 2013 se hará visible un bello
cometa).
Jóvenes de aquí
y de allá pasaban caminando por nuestro sitio de ataque, Moreno y el río, en
pleno Parque y le metían ojo al magnífico, y se despachaban
con las explosiones, grandes como el proyecto suramericano en vigencia, libres,
hermosas, rojas, rojísimas, expandiéndose en el infinito que nos rodea.
Había en un semáforo cercano, un matrimonio joven trabajando. Él hacía malabares, ella
cuidaba los coches estacionados. Ambos vinieron a observar y charlar con
nosotros. Les convidamos mates y explicamos la naturaleza de lo observado. Por lo
general la astronomía seduce a todos y las incógnitas son tan, tan democráticas.
Al rato llegaron
dos estudiantes alumnas de Bigand, que nos acompañaron hasta el final y a
quienes les agradezco de corazón pues el esfuerzo era para ellas.
Como a las dos
horas de observar, el viento frío nos corrió a reparo de un bonito restaurante.
Cortado el mismo, la observación fue broma.
Seguía pasando
gente, aunque ya teníamos público permanente pues nuestro gancho había pescado
a tres, cuatro, cinco y en un momento ocho o nueve jóvenes, hombres y mujeres
que se prendieron a la charla, a las incógnitas que el cielo nos propone cada día,
si tenemos la voluntad de escucharle u observarle un minuto.
Allí fue donde cayó el artista. Pancho, el músico que tocara con León Gieco y que filmara
Mundo Alas, venía con dos amigos y entre todos observamos Luna, Sol y varias
fotos que luego regalamos entre los presentes. El pasado finde, había tocado
con Jorge Rojas, contó, ese timador de las débiles notas que se ha hecho millonario, segregando
su melaza a los tímpanos del medioevo pampeano. Espero que le haya pagado algo, a Pancho, el
muy pícaro.
Antes de que
el frío echara a los paseantes y a los presentes, tuve la alegría de ver a
Claudia, una compañera de primaria, y a mi prima Ceci. A Ceci la veo más o
menos seguido, pero a Claudia hacía 35 años que no la veía y, por cierto, está como siempre. Pero uno es varón, y sabe valorar a la mujer a toda
edad. Pero ella es mujer y es sincera, así que pronto me dijo: Sergio, estoy
tratando de hacer encajar lo que veo con lo que eras… ¡Y no hay forma!
Nunca es dura
la verdad, lo que no tiene es remedio. Peso 120 kilos, 120.000 gramos , en
el Sistema SCG, y espero que me entiendan.
Andaba yo de aquí allá, como abombado tras la gente. En
un momento cayeron 6 o 7 señoras muy bien vestidas y todas pudieron observar
prominencias y cráteres por cero pesos. Y recuerdo ahora a dos personas que
observaron temprano. Ambos iban en bicicleta. Uno de ellos tiró su transporte y
dijo, Qué bueno, ¡gratis!, y, antes de irse: Es la primera vez que ligo algo
gratis por acá. El otro, un hombre de trabajo, me dijo, Qué mirar ni qué mirar,
apenas si puedo pedalear… y con eso me puso en mi lugar, venía muy cansado de
andar el monstruo con corazón de cemento. Y esto me sumió en el profundo
respeto que todos debiéramos guardar por los esfuerzos ajenos. Estoy acostumbrado,
por vivir en Casilda, a escuchar gansadas del tipo: Uy, ese barrio... Algo así como
lo que espetó ese muchacho llamado Chilavert (no el héroe Argentino, Martiniano
Chilavert, quién será recordado por siempre por su patriotismo y valor; hablo
arriba de un pánfilo que creo que jugó al fútbol y que hoy asevera su estulticia
por tv), sin reparar en que cada vez que una persona humilde tome un peso que
no le pertenezca (en el caso en que lo haga, cosa que no me consta) un señor
acomodado ha evadido impuestos hasta el hartazgo por millones en media vida de
trabajo.
Conocí gente
muy valiosa, estoy seguro. Francisco se vino desde Esperanza, con la idem de
pasar un buen rato observando el mundo, al decir de los griegos. Damián nos
acompaño con su curiosidad sin fondo (de hecho, me dejó la espina saludable de
querer observar La verdad desnuda). Y los hombres que me enseñaron tanto: cómo
hallar el norte con un reloj, cómo trazar un camino, y qué sé yo cuántas cosas
más.
Cuando la
noche prometía la mejor de las transparencias, la temperatura ambiente nos dejó
casi solos. Claudia y yo llevamos las cosas hasta el Scenic, justo a tiempo
para que Mimoni nos viera y llegara a saludar, Hola, Moni, Claudia, hola, y en
un tris nos despedimos.
Terminé de
cargar las cosas, pero ya la tenía encima. Moni quería asestarme unas preguntas más filosas que las bayonetas que abatieron al mencionado héroe de la argentina, quién
se inmolara frente a los cipayos que desde entonces, siempre han pugnado por la
caída de nuestra independencia. La cosa no fue a mayores conmigo, gracias al cielo, que por eso estoy aquí, escribiendo
aún entero, pero me demostró que, como siempre, la vida del astrónomo es muy,
muy peligrosa, más allá de la belleza de las estrellas que nos acompañan en el
viaje.
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