¿Qué sabés dónde está el norte?
SPVG 2013, San
Rafael, Mendoza
Viernes 12
Hasta la madrugada
del viernes 12 no sabía si partíamos hacia la reunión astronómica de Valle
Grande. Atenuantes: los costos y el probable estado del tiempo. Por acá pintaba
horrible y me acosté con un cielo encapotado. Cristián, amigo y copiloto,
estaba entusiasmado aunque compartía el dilema de hacer el viaje y perdernos el
cielo de San Rafael.
Cierto contacto dentro del sistema meteorológico cuyano -con muy lindas piernas, según dijo- nos mantenía informados de cada nube y su sigiloso decurso; tanto, que cada dos horas recibía en mi Nokia C2-01 un sms con mapas nefrológicos 3D y sugestivos encuadres de las extremidades de marras. Cuando a la hora del Gallo me llegó una toma de sus muslos, tersos aunque no tan bien depilados, me decidí; llamé a Cristián y le espeté: Poné el despe a las 6, macho, el cielo es lo de menos, ¡nos vamos!
Cierto contacto dentro del sistema meteorológico cuyano -con muy lindas piernas, según dijo- nos mantenía informados de cada nube y su sigiloso decurso; tanto, que cada dos horas recibía en mi Nokia C2-01 un sms con mapas nefrológicos 3D y sugestivos encuadres de las extremidades de marras. Cuando a la hora del Gallo me llegó una toma de sus muslos, tersos aunque no tan bien depilados, me decidí; llamé a Cristián y le espeté: Poné el despe a las 6, macho, el cielo es lo de menos, ¡nos vamos!
Cargar el
Scenic es cosa de niños para un ATDL. Hace cuatro años que atiborro de
telescopios y demás enseres didácticos el cofre de esa joya del Williams-Race-Team,
para salir a regalar estrellas, sombras y cuentos del ayer por los polvorientos
caminos de la infancia, en una siembra que dos por tres da una alegría.
Mimoni se
levantó detrás, empacó unos emparedados, calentó agua y me instó prudencia y tacto
durante el viaje. Sus intensiones eran transparentes: quería que vuelva gordito,
entero y con amigos.
A las doce
paramos en Rio IV a por más agua para los mates y seguimos dándole pata al
renó. No nos detuvimos a comer pues en el tren del ahorro llevábamos el morral
ahíto. Llegar a Mercedes fue una odisea pues las rutas y accesos piden a gritos un arreglo. No imagino en qué gasta sus
dineros la provincia de San Luís. Sin embargo, siempre escucho ponderar las
miles de farolas que, puestas en viborita hacia la nada, iluminan las gordas
arañas que al rato la cruzan.
Cuando
Cristián vio al lindo Júpiter, exclamó: …………
Es decir,
abrió sus ojos cuan grandes como el mismo artista soñó al Zeus de gas. Ante la
zozobra expresada por mi cosmonauta, el inefable titular del patio astronómico
Cebollita´s Star, antes de llegar a la Capital , le advertí: Cristián, templá tu espíritu
pues te esperan maravillas visuales sin igual. Llegar a San Luís de día es una
cosa; hacerlo de noche acojona. De muy lejos se ve un destello inextricable.
Hoy verás su origen bajo el sol y te impactará menos. Sucede que, mientras en
el mundo los gobiernos pugnan por acercarse a la gente, en La Punta el gobierno fijó su
sede en un escarpado lejano, acaso heredero del señor Kafka.
Pasada la
maravilla, encaramos el camino de La Horqueta con Rare Earth y su Get Ready a todo
vapor sobre los parlantes del auto. Conseguí el CD en Zivals, me lo trajeron en
una semana directo de los iunaited. Ante mí, entraron a la web-store, miraron el
precio de venta, multiplicaron por 5.30 y sanseacabó, ya lo tengo desgañitando
conos de cartón. Con los vidrios bajos, los acordes hacían bailar sobre el
asfalto a los calores del recién pasado
meridiano, y a no pocas lagartijas del achaparrado bosque nativo, cada año más
ralo: Papapa-papapa, papa-papapan, tanananana tananananana. (http://www.youtube.com/watch?v=Ky04q6V8-mI)
Corridos dos
tercios de ruta vacía hicimos un alto intempestivo pues Cristián cantó: ¡Capitán
Nemo, bicho raro a manderecha! Dimos con nuestros pies en tierra y cámara en
mano logramos la primera toma de la fauna autóctona: un insecto, más grande y
más ágil que mi cerebro, reptaba en busca de quién sabe qué antiquísimo sustento.
Uff, durax vitax ex, pensé.
Llegar a San
Rafael me emocionó pues recordé sendos arribos con Mimoni, ausente en la aventura.
El otoño aun no enseñoreaba pero sí latía en un diezmo de hojas sobre las
banquinas; de Monte Comán en adelante, que atrás es desierto, claro.
El Migue nos
recibió con sonrisas, mate y alfajores –curioso si no adrede- santafecinos, es
decir, de hojaldre y dulce de leche. Charlamos con el Señor de los Celulares una
media hora y ¡arriba!, al valle, que aun debíamos alojarnos y ¿dónde? era una
equis. El Rodo, siempre atento, me había mandado preguntar, ¿Che, por qué no se
alojan en el hotel? La realidad fue esta: íbamos a lo seco o pegábamos el
faltazo. Nos alojamos en una cabaña modesta a la vera misma de ese jade que es
el Atuel, y del rumor del mismo que a cualquier hora del día te enamora.
Ingresamos al
Nitra para saludar y de boca nos topamos con Álvarez, el Turco, Jaime; al fin,
en el parque del hotel, estrechamos brazos con los dilectos Sergio, Marce,
Dani, y Aldo, enredados en el armado de sus equipos, echando vistas, que allí
se ve la cruz completa aún con el cielo azul. Lamento mucho no haber conocido a
Víctor Bibé, a quién admiro por su trabajo educativo, allá en Ushuaia.
El sitio
elegido para la observación nos inquietó de entrada: los autos a pocos metros
bajo los árboles, un gazebo, cables por el suelo y gente con lámparas blancas
encendidas armando sus equipos. Justo unas horas atrás había desafiado al Migue
a armar el Lamborghini con los ojos cerrados (el LX90, ACF & GPS de 203mm
de cacerola), de caja cerrada a teles andando, sin mirar ni una vez, y el
Migue: Sos loco, ya sé, sí, se puede. Sabido es que la vista humana precisa una
media hora para comenzar a ver en la oscuridad, y cada reflejo de espectro
continuo echa por tierra la química de la fóvea. En fin, no fue sino
escaramuza. La gente en el Nitra no había cenado. A guardar y a comer.
Con Cristián
nos fuimos a nuestra cabaña, sita a escasos doscientos metros. De haber ido en
blanco, dimos con doña Eli y su complejo vecino al encuentro. Las puertas
principales y la del baño de la cabaña no cerraban, pero la cocina era chiquita
y las piezas bien frías. Aunque casi nos vuela un ojo el calefón, la falta de
luz en el parque le daba al predio su más alto valor. Es que el cielo es otro
en el valle, se lo ve negro y muy contrastado. Con baba en los ojos estábamos
los dos cuando el hijo de la patrona, un tal Mariano, nos suelta: Esto no es
nada, muchachos; arriba, a una legua del dique… eso es cielo. Allí las
estrellas te tocan la cara... dijo.
Así habló el muchacho
y nosotros picados. La figura de las estrellas tocando los rostros ya la había
escuchado en otro lado, sabía que era una descripción válida. Un cielo perfecto
latía allá arriba.
Cenamos unos
sánguches que casi le pagamos a una buena anciana en la ciudad. El almacén,
sobre la Ballofet ,
hacía honor a su etimología, ya que alternaba arvejas con sábanas, y carbón con
calzones o medias shirt. Aunque no lo crean, la frágil y cálida abuelita,
mientras le hacía morisquetas a un nieto que sonreía a cada
cliente desde su cochecito, nos cobró 70 mangos el kilo de queso cortado. Alá
le tice en el averno. A ella y al mocoso, quién sin duda iba a una parte en el
timo.
A las 2130 ya
teníamos el ojo en el ocus de 2´´ Orión plossl de 50mm y 60º sobre Luz del
cielo. Nuestro setap fue el que reza: LX90 8 pulgarcitos; diuyell de goma eva,
rojo y verde; diagonal OPT dieléctrico de 2´´; ocus varios, a saber: Meade SWA
de 28mm y 70º de 2´´, Meade HD de 18mm y 60º, de 1.25´´; y el mencionado Orión,
dueño de medio metro de ayreliev, que allí ves el Joyero en detalle, sentado en
la galería de tu casa y el teles plantado en medio del patio. Nunca hubiera
creído esto. Me lo vendió The Lord of the Eyepieces, quien siempre dispone de
algún Lanthano o un Naglercito para recreo de los mortales. Gran ocular es
este, amigos, amigas. Carina entra con coche y todo en él, y la 42 se abre como
un cóndor, no ya un pájaro, cual usual reza hasta en notas anteriores mías de
cuando no podía ver. Se me ocurre ahora que no haber mirado por este Plosl fue
como vivir en la Caverna ,
encadenado a la pared, sin haber visto nunca el mundo, según narra el bueno de
Sócrates en el capítulo VII de la República.
Porque uno se acostumbra ver el Alfiletero, por ejemplo, en un
paneo de un 20mm genérico. Mas, cuando metés esta bestia al cielo, la isla de
soles que forma NGC3532 se aglutina en el centro del cristal y hacia los bordes
se distribuyen unos cuantos parsecs de estrellas, ensalzando al primer actor.
En lo temprano
de la noche, dimos con Aldo Kleinman y su amable esposa, y enseguida con Daniel
Acosta, y Sergio Bais and Marce Patín. Una montura más había allí, callada,
sola y baja en medio del agua que gradual condensó sobre sus caños fríos.
El campo de
batalla fue el que sigue y les aclaro que lo describiré tal como hizo Ptolomeo,
es decir, con nosotros en el centro: Apenas entrabas a la pista estaban los
amigos de EP, con sus teles desmesurados, un apo de 130mm y unos mak grandes
como el concepto que Macri tiene de sí. Algo a la izquierda estaba montada una
yunta de Celestron que presumo habrán sido de Cesar Brollo, titular de óptica
Saracco; aunque ahora que lo pienso andaba por allí el pillo de Juan Dovis,
amigo de Sunchales; sé que él también ha adquirido una belleza de ocho
pulgadas.
En el centro y
a la derecha, como cuadra a un buen socialista santafecino, estábamos nosotros con el hermoso Meade azul, llamado Luz del cielo, el Lamborghini de los
telescopios, ACF &GPS, como me gusta decir (por cierto, si Binner hubiera
estado en la estar, seguro que ponía su teles sobre la ruta al dique).
Al fondo a la
izquierda (uy) estaban los buenos amigos de San Luís con sus pequeñitos equipos
y sus camaritas sp900 modificadas y adheridas con cinta scotch. Claro que estoy
mintiendo: Eric se había hecho fuerte detrás de un LX200 de 250 mm de cacerola -con perdón
de la palabra- y a mano tenía un tremendo white apo de 80mm, con un ocus más
grande y profundo que la mismísima brecha que Cosentino fija entre el dólar
oficial y el que te cobra, el cual abandonó el color violeta para hundirse en
las frecuencias gamma. Muy a punto estuve de adquirir uno de esos HD, por los
cuales, a pesar del ánimo convidador de Eric, podés ver el cielo como si allá
estuvieses, junto a San Pedro. Cuando me presenté le dije, Un equipazo el LX,
¿eh? (tengo un LX200 de 300 y sé que es infalible) Eric me respondió con
orgullo desde su jardín enhiesto y me aclaró que ese es solo uno de media docena
de ACFs, que en La Punta
aguardan a por las pupilas del mundo, a la vuelta nomás del Cabildo.
Comencé a
entender allí adónde se licuan los recursos puntanos.
A la derecha
de los astrónomos sanluiseños pintaba el Schmidt-Newton de Gustavo,
astrofotógrafo de San Juan. Albo, asimismo, pues Meade -cuyas fábricas han
trasladado a China y México para elevar con esa mano de obra calificada la
calidad de sus productos, de modo que ninguno de nosotros pueda decir nunca que
un Meade no es sino un Galileo caro- abusa de nuestros colores patrios.
Al fin, muy cerquita
en nuestro terreno de la noche y del corazón, estaban: Aldo, Astrofotógrafo
rosarino, con su excelente 150/750 sobre una az2; y los olavarrienses: Bais,
Inventor, dueño del Pozo de Assuan (newton 250/1200), montado en la Bais-dob , montura dobson
con el exclusivo y revolucionario Buscatú®, automatismo que centra objetos con
mayor precisión que mi Autostar; Marcela con su precioso Mak de 180 morlacos,
montado este SW sobre otro ingenio de maderas, la AZBais , espectacular montura
acimutal con mandos finos, la cual puede desarmarse en un santiamén y
enroscarse sobre sí, a modo de economizar espacios en un baúl; y mi querido
amigo Daniel, con su estupendo Celestron C8. Daniel y Sergio Bais son gente muy
especial. Olavarría parece tener un aire muy sano, ya que de allí no provienen
sino entrañables personas: Cristián, Gerardo, Marce, Camila y muchos más.
La observación
arrancó entonces y cae Rubén barros. Saluda y dice, Hola, traigo el vinogueber
de Leonardo, un Denkmeier apocromático que es la locura, ¿lo ponemos? Uff.
¡Cómo no! Tiramos por allí el ocular Orión de 50mm, el cual ya valía menos que
nada y le zampamos al espejo dieléctrico esta pieza de inusitada belleza,
engarzado con dos ocus genéricos de 26mm. Como primera luz elegí a mi
enamorada, la preciosa Carina, NGC3372. Y Aquí debo hacer un espacio de silencio….
Observar
Carina es un lujo, hasta en visual, pues brilla u opaca, según su hidrógeno
ionizado le manda, con fuerza sin par sobre esos cielos que Jaime García y César
Brollo gestionaron para los asistentes al SPVG 2013.
Dicho esto,
que Carina es un milagro del Cosmos, trataré ahora de decir cómo se veía dentro
del binoviewer: la barra más amplia de polvo barría de izquierda a derecha como
un río del mas espeso y terso negro, un negro más prieto que el del mismo
espacio, un negro que te susurraba a los ojos: hermano, broker, mortal,
miserable, soy un río un cauce un aluvión de tiempo y misterio que divide a tu
amada y desde esta lejanía de vos me burlo al seducirte y negarte.
Así se veía la
barra de Carina, aquello que yo recordaba como una vaga figura oscura bajo los
cielos de la pampa húmeda, sin el mencionado artefacto, obra de Satán, sin
duda, porque mi alma con él se fue.
Para que me
crean del efecto que en todos causaba tal visión unificada de este ojo y del
otro ojo, pueden leer esto que sigue: por allá, adelante y a la derecha estaba
el señor Enzo por todos conocidos. Alma matter de Surastronómico, muchacho
tocado por el mismo Dios sin duda, a juzgar por la simpatía de su amiga, tuvo a
bien venir a observar Carina al LX cuando Rubén le llamó. Se acercó, humilde y
callado como es en él costumbre y saben hacer los verdaderos grandes, y,
después de decir Hola, zampó sus ambos ojos sobre los escuetos plossl del
binocular. Y allí quedó el hombre. Pasaban los minutos y nada, solo veíamos su
gorrito anti-frío-total, pues de la cara, nada, hundida en el cosmos. La cola
de gentes que, atraídas por el revuelo visual, se extendía hasta el lobby del
hotel, se apoyaba ora en un pie, ora en el otro, aguardando el bendito momento
en que el Enzo levantara su vista y emitiera opinión. Un guaso que nunca falta,
dijo: ¿te quedaste pegado…? Fue entonces qué, traído al mundo infraurano, al
undergrund de cada día, pudo al fin Enzo alzar su cara enjuta en la gorrita.
Sus ojos aún brillaban y ese fue su único comentario.
Seguimos
adelante, mirando todos. Carina nos robó una buena hora en su vista
privilegiada.
Pronto se sumó
al grupo Gabriel, de Junín. Gabriel es el mas amable conocedor del cielo que
haya yo conocido. Sabe no sólo dónde se encuentra cada joya, sino que además susurraba,
mientras buscaba una nebulosa: se ve así y asá. Y cuando buscaba un cúmulo
globular: se ve de este otro modo… El hombre domina el cielo como yo conozco mi
nombre y lejos de vanagloria solo profesa humildad y amistad respetuosa.
Intrigado ante tanta sapiencia, le pregunté: ¿Qué telescopio tienes, Gabriel?
Ninguno, me dijo, a veces observo con un amigo que posee un 150. Esta respuesta
maravillosa prueba que el disfrute del cielo tan solo depende de nosotros, y no
de nuestras posibilidades económicas al adquirir un equipo.
En un momento
estábamos con Saturno y dije algo del norte. Fue entonces que, en la oscuridad,
una figura furtiva dice, a modo de desafío o reto: Qué sabés vos dónde está el
norte… Giro y miro y veo a un flaco con la cara oculta que al paso se aleja con
el rostro dentro de una capucha. Cristián también lo mira incrédulo pues el
hombre se mostró pesado. Por las dudas miró la Cruz del sur para chequear lo que creía, no fuera
que estuviese en realidad equivocado. Centro así el sur y trazo con el brazo
estirado la meridiana, digo, Allá, allá está el norte, según creo. Y el pesado
se acerca y dice, ¡Jajajaja, changuito, soy yo!
¡Era el Migue!
El querido y franco Migue, que se había llegado a la estar haciendo sin duda un
sacrificio pues el hombre trabaja duro para ganarse el pan… y los oculares
Celestron Ultima LX que por allí tiene. Le abrazamos y reímos pues a punto
estuve de montar en el brioso caballo llamado Cólera, que poco me cuesta
arrancar por nada.
Con el Migue
sumado al equipo de los timadores, la lucha contra el cielo fue jarana y
choreo. Íbamos de un objeto a otro siempre riendo y disfrutando de las
anécdotas y las vistas perfectas que nos regalaba el Lamborghini. Ya caía
omeguita, ya la barra ondulada de la Centaururs
A , enseguida el triplete y de nuevo una planetaria, la azul o
la hormiga. Le dimos a todos los cúmulos que pudimos, de Centauro al Escorpión.
En ese recreo
estábamos cuando cae… ¡el Rodo!
Llega el Rodo
y saluda y alude a la humedad que, junto al río, se hacía notar. Es que el
cielo mostraba algún brillito raro, alguna danza de alfileres típica de un
seeing medio. Habla con Rubén y dice: ¿Armamos el teles? Se refería al Ojo de
japeto, al LB de 16´´ que allí tenían estaqueado, quién sabe por qué. Le digo:
Rodo, armá ese equipo, y él, a Rubén, Me parece que no da, está feo el cielo. Insisto,
Rodo, hicimos mil kilómetros para venir a mirar el cielo ¿y vos no vas a armar
esa belleza, ese magnífico telescopio que allí, a dos pasos tienes? Vuelve el
Rodo a hablar con Rubén y por allí se fue, después, para seguir evaluando el
seeing, la humedad y quién sabe que curiosas variables observacionales, solo
dominadas por gente de experiencia*.
Las estrellas,
como siempre, me dieron a beber su tizana y curó ella lo que curar tuviera.
Seguimos así mirando,
disfrutándolo todo. Mezclando objetos conspicuos con rarezas dignas de este
cielo privilegiado, pues en Casilda, cuando vemos mucho, la cruz tiene cinco
estrellas.
Cuando nos
relamíamos porque Sagitario mostraba sus primeras luces, unas nubes finitas y
altas comenzaron a avanzar desde el noroeste hacia el sudeste. Ya la gente
había picado al sobre y en el campo quedábamos cuatro: Gabriel, Sergio Bais,
Marce Patín, y yo. El gran Aldo había marcado su ticket con lo que reputó un
honroso quinto puesto, y con los pies hechos sopa partió en brazos de Morfeo.
A
las cuatro guardé el LX con la ayuda de Gabriel. Puse en cd, como cierre y por un
ratito, Apróntate, mientras Sergio empacaba los últimos bártulos, y al fin me
fui a dormir. Me había levantado a las cinco y veinte, había viajado
novecientos kilómetros y había mirado a través de eones la creación.
Continuará.
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