Qué es proyecto sagitario?

Cursos de Iniciación a la astronomía.

Didáctica astronómica. Talleres de Ciencia.

Charlas, cursos, campamentos, observaciones grupales.

miércoles, 17 de abril de 2013

¿Qué sabés dónde está el norte?


¿Qué sabés dónde está el norte?
SPVG 2013, San Rafael, Mendoza
Viernes 12
Hasta la madrugada del viernes 12 no sabía si partíamos hacia la reunión astronómica de Valle Grande. Atenuantes: los costos y el probable estado del tiempo. Por acá pintaba horrible y me acosté con un cielo encapotado. Cristián, amigo y copiloto, estaba entusiasmado aunque compartía el dilema de hacer el viaje y perdernos el cielo de San Rafael. 
Cierto contacto dentro del sistema meteorológico cuyano -con muy lindas piernas, según dijo- nos mantenía informados de cada nube y su sigiloso decurso; tanto, que cada dos horas recibía en mi Nokia C2-01 un sms con mapas nefrológicos 3D y sugestivos encuadres de las extremidades de marras. Cuando a la hora del Gallo me llegó una toma de sus muslos, tersos aunque no tan bien depilados, me decidí; llamé a Cristián y le espeté: Poné el despe a las 6, macho, el cielo es lo de menos, ¡nos vamos!
Cargar el Scenic es cosa de niños para un ATDL. Hace cuatro años que atiborro de telescopios y demás enseres didácticos el cofre de esa joya del Williams-Race-Team, para salir a regalar estrellas, sombras y cuentos del ayer por los polvorientos caminos de la infancia, en una siembra que dos por tres da una alegría.
Mimoni se levantó detrás, empacó unos emparedados, calentó agua y me instó prudencia y tacto durante el viaje. Sus intensiones eran transparentes: quería que vuelva gordito, entero y con amigos.
A las doce paramos en Rio IV a por más agua para los mates y seguimos dándole pata al renó. No nos detuvimos a comer pues en el tren del ahorro llevábamos el morral ahíto. Llegar a Mercedes fue una odisea pues las rutas y accesos piden a  gritos un arreglo. No imagino en qué gasta sus dineros la provincia de San Luís. Sin embargo, siempre escucho ponderar las miles de farolas que, puestas en viborita hacia la nada, iluminan las gordas arañas que al rato la cruzan.
Cuando Cristián vio al lindo Júpiter, exclamó: …………
Es decir, abrió sus ojos cuan grandes como el mismo artista soñó al Zeus de gas. Ante la zozobra expresada por mi cosmonauta, el inefable titular del patio astronómico Cebollita´s Star, antes de llegar a la Capital, le advertí: Cristián, templá tu espíritu pues te esperan maravillas visuales sin igual. Llegar a San Luís de día es una cosa; hacerlo de noche acojona. De muy lejos se ve un destello inextricable. Hoy verás su origen bajo el sol y te impactará menos. Sucede que, mientras en el mundo los gobiernos pugnan por acercarse a la gente, en La Punta el gobierno fijó su sede en un escarpado lejano, acaso heredero del señor Kafka.
Pasada la maravilla, encaramos el camino de La Horqueta con Rare Earth y su Get Ready a todo vapor sobre los parlantes del auto. Conseguí el CD en Zivals, me lo trajeron en una semana directo de los iunaited. Ante mí, entraron a la web-store, miraron el precio de venta, multiplicaron por 5.30 y sanseacabó, ya lo tengo desgañitando conos de cartón. Con los vidrios bajos, los acordes hacían bailar sobre el asfalto a los calores del  recién pasado meridiano, y a no pocas lagartijas del achaparrado bosque nativo, cada año más ralo: Papapa-papapa, papa-papapan, tanananana tananananana. (http://www.youtube.com/watch?v=Ky04q6V8-mI)
Corridos dos tercios de ruta vacía hicimos un alto intempestivo pues Cristián cantó: ¡Capitán Nemo, bicho raro a manderecha! Dimos con nuestros pies en tierra y cámara en mano logramos la primera toma de la fauna autóctona: un insecto, más grande y más ágil que mi cerebro, reptaba en busca de quién sabe qué antiquísimo sustento. Uff, durax vitax ex, pensé.
Llegar a San Rafael me emocionó pues recordé sendos arribos con Mimoni, ausente en la aventura. El otoño aun no enseñoreaba pero sí latía en un diezmo de hojas sobre las banquinas; de Monte Comán en adelante, que atrás es desierto, claro.
El Migue nos recibió con sonrisas, mate y alfajores –curioso si no adrede- santafecinos, es decir, de hojaldre y dulce de leche. Charlamos con el Señor de los Celulares una media hora y ¡arriba!, al valle, que aun debíamos alojarnos y ¿dónde? era una equis. El Rodo, siempre atento, me había mandado preguntar, ¿Che, por qué no se alojan en el hotel? La realidad fue esta: íbamos a lo seco o pegábamos el faltazo. Nos alojamos en una cabaña modesta a la vera misma de ese jade que es el Atuel, y del rumor del mismo que a cualquier hora del día te enamora.

Ingresamos al Nitra para saludar y de boca nos topamos con Álvarez, el Turco, Jaime; al fin, en el parque del hotel, estrechamos brazos con los dilectos Sergio, Marce, Dani, y Aldo, enredados en el armado de sus equipos, echando vistas, que allí se ve la cruz completa aún con el cielo azul. Lamento mucho no haber conocido a Víctor Bibé, a quién admiro por su trabajo educativo, allá en Ushuaia.
El sitio elegido para la observación nos inquietó de entrada: los autos a pocos metros bajo los árboles, un gazebo, cables por el suelo y gente con lámparas blancas encendidas armando sus equipos. Justo unas horas atrás había desafiado al Migue a armar el Lamborghini con los ojos cerrados (el LX90, ACF & GPS de 203mm de cacerola), de caja cerrada a teles andando, sin mirar ni una vez, y el Migue: Sos loco, ya sé, sí, se puede. Sabido es que la vista humana precisa una media hora para comenzar a ver en la oscuridad, y cada reflejo de espectro continuo echa por tierra la química de la fóvea. En fin, no fue sino escaramuza. La gente en el Nitra no había cenado. A guardar y a comer.
Con Cristián nos fuimos a nuestra cabaña, sita a escasos doscientos metros. De haber ido en blanco, dimos con doña Eli y su complejo vecino al encuentro. Las puertas principales y la del baño de la cabaña no cerraban, pero la cocina era chiquita y las piezas bien frías. Aunque casi nos vuela un ojo el calefón, la falta de luz en el parque le daba al predio su más alto valor. Es que el cielo es otro en el valle, se lo ve negro y muy contrastado. Con baba en los ojos estábamos los dos cuando el hijo de la patrona, un tal Mariano, nos suelta: Esto no es nada, muchachos; arriba, a una legua del dique… eso es cielo. Allí las estrellas te tocan la cara... dijo.
Así habló el muchacho y nosotros picados. La figura de las estrellas tocando los rostros ya la había escuchado en otro lado, sabía que era una descripción válida. Un cielo perfecto latía allá arriba.

Cenamos unos sánguches que casi le pagamos a una buena anciana en la ciudad. El almacén, sobre la Ballofet, hacía honor a su etimología, ya que alternaba arvejas con sábanas, y carbón con calzones o medias shirt. Aunque no lo crean, la frágil y cálida abuelita, mientras le hacía morisquetas a un nieto que sonreía a cada cliente desde su cochecito, nos cobró 70 mangos el kilo de queso cortado. Alá le tice en el averno. A ella y al mocoso, quién sin duda iba a una parte en el timo.

A las 2130 ya teníamos el ojo en el ocus de 2´´ Orión plossl de 50mm y 60º sobre Luz del cielo. Nuestro setap fue el que reza: LX90 8 pulgarcitos; diuyell de goma eva, rojo y verde; diagonal OPT dieléctrico de 2´´; ocus varios, a saber: Meade SWA de 28mm y 70º de 2´´, Meade HD de 18mm y 60º, de 1.25´´; y el mencionado Orión, dueño de medio metro de ayreliev, que allí ves el Joyero en detalle, sentado en la galería de tu casa y el teles plantado en medio del patio. Nunca hubiera creído esto. Me lo vendió The Lord of the Eyepieces, quien siempre dispone de algún Lanthano o un Naglercito para recreo de los mortales. Gran ocular es este, amigos, amigas. Carina entra con coche y todo en él, y la 42 se abre como un cóndor, no ya un pájaro, cual usual reza hasta en notas anteriores mías de cuando no podía ver. Se me ocurre ahora que no haber mirado por este Plosl fue como vivir en la Caverna, encadenado a la pared, sin haber visto nunca el mundo, según narra el bueno de Sócrates en el capítulo VII de la República. Porque uno se acostumbra ver el Alfiletero, por ejemplo, en un paneo de un 20mm genérico. Mas, cuando metés esta bestia al cielo, la isla de soles que forma NGC3532 se aglutina en el centro del cristal y hacia los bordes se distribuyen unos cuantos parsecs de estrellas, ensalzando al primer actor.

En lo temprano de la noche, dimos con Aldo Kleinman y su amable esposa, y enseguida con Daniel Acosta, y Sergio Bais and Marce Patín. Una montura más había allí, callada, sola y baja en medio del agua que gradual condensó sobre sus caños fríos.

El campo de batalla fue el que sigue y les aclaro que lo describiré tal como hizo Ptolomeo, es decir, con nosotros en el centro: Apenas entrabas a la pista estaban los amigos de EP, con sus teles desmesurados, un apo de 130mm y unos mak grandes como el concepto que Macri tiene de sí. Algo a la izquierda estaba montada una yunta de Celestron que presumo habrán sido de Cesar Brollo, titular de óptica Saracco; aunque ahora que lo pienso andaba por allí el pillo de Juan Dovis, amigo de Sunchales; sé que él también ha adquirido una belleza de ocho pulgadas.
En el centro y a la derecha, como cuadra a un buen socialista santafecino, estábamos nosotros con el hermoso Meade azul, llamado Luz del cielo, el Lamborghini de los telescopios, ACF &GPS, como me gusta decir (por cierto, si Binner hubiera estado en la estar, seguro que ponía su teles sobre la ruta al dique).
Al fondo a la izquierda (uy) estaban los buenos amigos de San Luís con sus pequeñitos equipos y sus camaritas sp900 modificadas y adheridas con cinta scotch. Claro que estoy mintiendo: Eric se había hecho fuerte detrás de un LX200 de 250 mm de cacerola -con perdón de la palabra- y a mano tenía un tremendo white apo de 80mm, con un ocus más grande y profundo que la mismísima brecha que Cosentino fija entre el dólar oficial y el que te cobra, el cual abandonó el color violeta para hundirse en las frecuencias gamma. Muy a punto estuve de adquirir uno de esos HD, por los cuales, a pesar del ánimo convidador de Eric, podés ver el cielo como si allá estuvieses, junto a San Pedro. Cuando me presenté le dije, Un equipazo el LX, ¿eh? (tengo un LX200 de 300 y sé que es infalible) Eric me respondió con orgullo desde su jardín enhiesto y me aclaró que ese es solo uno de media docena de ACFs, que en La Punta aguardan a por las pupilas del mundo, a la vuelta nomás del Cabildo.
Comencé a entender allí adónde se licuan los recursos puntanos.
A la derecha de los astrónomos sanluiseños pintaba el Schmidt-Newton de Gustavo, astrofotógrafo de San Juan. Albo, asimismo, pues Meade -cuyas fábricas han trasladado a China y México para elevar con esa mano de obra calificada la calidad de sus productos, de modo que ninguno de nosotros pueda decir nunca que un Meade no es sino un Galileo caro- abusa de nuestros colores patrios.
Al fin, muy cerquita en nuestro terreno de la noche y del corazón, estaban: Aldo, Astrofotógrafo rosarino, con su excelente 150/750 sobre una az2; y los olavarrienses: Bais, Inventor, dueño del Pozo de Assuan (newton 250/1200), montado en la Bais-dob, montura dobson con el exclusivo y revolucionario Buscatú®, automatismo que centra objetos con mayor precisión que mi Autostar; Marcela con su precioso Mak de 180 morlacos, montado este SW sobre otro ingenio de maderas, la AZBais, espectacular montura acimutal con mandos finos, la cual puede desarmarse en un santiamén y enroscarse sobre sí, a modo de economizar espacios en un baúl; y mi querido amigo Daniel, con su estupendo Celestron C8. Daniel y Sergio Bais son gente muy especial. Olavarría parece tener un aire muy sano, ya que de allí no provienen sino entrañables personas: Cristián, Gerardo, Marce, Camila y muchos más.

La observación arrancó entonces y cae Rubén barros. Saluda y dice, Hola, traigo el vinogueber de Leonardo, un Denkmeier apocromático que es la locura, ¿lo ponemos? Uff. ¡Cómo no! Tiramos por allí el ocular Orión de 50mm, el cual ya valía menos que nada y le zampamos al espejo dieléctrico esta pieza de inusitada belleza, engarzado con dos ocus genéricos de 26mm. Como primera luz elegí a mi enamorada, la preciosa Carina, NGC3372. Y Aquí debo hacer un espacio de silencio….


Observar Carina es un lujo, hasta en visual, pues brilla u opaca, según su hidrógeno ionizado le manda, con fuerza sin par sobre esos cielos que Jaime García y César Brollo gestionaron para los asistentes al SPVG 2013.
Dicho esto, que Carina es un milagro del Cosmos, trataré ahora de decir cómo se veía dentro del binoviewer: la barra más amplia de polvo barría de izquierda a derecha como un río del mas espeso y terso negro, un negro más prieto que el del mismo espacio, un negro que te susurraba a los ojos: hermano, broker, mortal, miserable, soy un río un cauce un aluvión de tiempo y misterio que divide a tu amada y desde esta lejanía de vos me burlo al seducirte y negarte.
Así se veía la barra de Carina, aquello que yo recordaba como una vaga figura oscura bajo los cielos de la pampa húmeda, sin el mencionado artefacto, obra de Satán, sin duda, porque mi alma con él se fue.
Para que me crean del efecto que en todos causaba tal visión unificada de este ojo y del otro ojo, pueden leer esto que sigue: por allá, adelante y a la derecha estaba el señor Enzo por todos conocidos. Alma matter de Surastronómico, muchacho tocado por el mismo Dios sin duda, a juzgar por la simpatía de su amiga, tuvo a bien venir a observar Carina al LX cuando Rubén le llamó. Se acercó, humilde y callado como es en él costumbre y saben hacer los verdaderos grandes, y, después de decir Hola, zampó sus ambos ojos sobre los escuetos plossl del binocular. Y allí quedó el hombre. Pasaban los minutos y nada, solo veíamos su gorrito anti-frío-total, pues de la cara, nada, hundida en el cosmos. La cola de gentes que, atraídas por el revuelo visual, se extendía hasta el lobby del hotel, se apoyaba ora en un pie, ora en el otro, aguardando el bendito momento en que el Enzo levantara su vista y emitiera opinión. Un guaso que nunca falta, dijo: ¿te quedaste pegado…? Fue entonces qué, traído al mundo infraurano, al undergrund de cada día, pudo al fin Enzo alzar su cara enjuta en la gorrita. Sus ojos aún brillaban y ese fue su único comentario.
 
Seguimos adelante, mirando todos. Carina nos robó una buena hora en su vista privilegiada.
Pronto se sumó al grupo Gabriel, de Junín. Gabriel es el mas amable conocedor del cielo que haya yo conocido. Sabe no sólo dónde se encuentra cada joya, sino que además susurraba, mientras buscaba una nebulosa: se ve así y asá. Y cuando buscaba un cúmulo globular: se ve de este otro modo… El hombre domina el cielo como yo conozco mi nombre y lejos de vanagloria solo profesa humildad y amistad respetuosa. Intrigado ante tanta sapiencia, le pregunté: ¿Qué telescopio tienes, Gabriel? Ninguno, me dijo, a veces observo con un amigo que posee un 150. Esta respuesta maravillosa prueba que el disfrute del cielo tan solo depende de nosotros, y no de nuestras posibilidades económicas al adquirir un equipo.
En un momento estábamos con Saturno y dije algo del norte. Fue entonces que, en la oscuridad, una figura furtiva dice, a modo de desafío o reto: Qué sabés vos dónde está el norte… Giro y miro y veo a un flaco con la cara oculta que al paso se aleja con el rostro dentro de una capucha. Cristián también lo mira incrédulo pues el hombre se mostró pesado. Por las dudas miró la Cruz del sur para chequear lo que creía, no fuera que estuviese en realidad equivocado. Centro así el sur y trazo con el brazo estirado la meridiana, digo, Allá, allá está el norte, según creo. Y el pesado se acerca y dice, ¡Jajajaja, changuito, soy yo!
¡Era el Migue! El querido y franco Migue, que se había llegado a la estar haciendo sin duda un sacrificio pues el hombre trabaja duro para ganarse el pan… y los oculares Celestron Ultima LX que por allí tiene. Le abrazamos y reímos pues a punto estuve de montar en el brioso caballo llamado Cólera, que poco me cuesta arrancar por nada.
Con el Migue sumado al equipo de los timadores, la lucha contra el cielo fue jarana y choreo. Íbamos de un objeto a otro siempre riendo y disfrutando de las anécdotas y las vistas perfectas que nos regalaba el Lamborghini. Ya caía omeguita, ya la barra ondulada de la Centaururs A, enseguida el triplete y de nuevo una planetaria, la azul o la hormiga. Le dimos a todos los cúmulos que pudimos, de Centauro al Escorpión.
En ese recreo estábamos cuando cae… ¡el Rodo!
Llega el Rodo y saluda y alude a la humedad que, junto al río, se hacía notar. Es que el cielo mostraba algún brillito raro, alguna danza de alfileres típica de un seeing medio. Habla con Rubén y dice: ¿Armamos el teles? Se refería al Ojo de japeto, al LB de 16´´ que allí tenían estaqueado, quién sabe por qué. Le digo: Rodo, armá ese equipo, y él, a Rubén, Me parece que no da, está feo el cielo. Insisto, Rodo, hicimos mil kilómetros para venir a mirar el cielo ¿y vos no vas a armar esa belleza, ese magnífico telescopio que allí, a dos pasos tienes? Vuelve el Rodo a hablar con Rubén y por allí se fue, después, para seguir evaluando el seeing, la humedad y quién sabe que curiosas variables observacionales, solo dominadas por gente de experiencia*.
Las estrellas, como siempre, me dieron a beber su tizana y curó ella lo que curar tuviera.

Seguimos así mirando, disfrutándolo todo. Mezclando objetos conspicuos con rarezas dignas de este cielo privilegiado, pues en Casilda, cuando vemos mucho, la cruz tiene cinco estrellas.
Cuando nos relamíamos porque Sagitario mostraba sus primeras luces, unas nubes finitas y altas comenzaron a avanzar desde el noroeste hacia el sudeste. Ya la gente había picado al sobre y en el campo quedábamos cuatro: Gabriel, Sergio Bais, Marce Patín, y yo. El gran Aldo había marcado su ticket con lo que reputó un honroso quinto puesto, y con los pies hechos sopa partió en brazos de Morfeo.
            A las cuatro guardé el LX con la ayuda de Gabriel. Puse en cd, como cierre y por un ratito, Apróntate, mientras Sergio empacaba los últimos bártulos, y al fin me fui a dormir. Me había levantado a las cinco y veinte, había viajado novecientos kilómetros y había mirado a través de eones la creación.

 
Continuará.

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