De paso por las tierras del Migue, durante el fin de semana largo, le tiré unas tomas a Febo con la Canon sobre el espejo de Tuboro, el Coronado solarmax de 40mm a f20.
Son todas tomas únicas a 100 iso editadas con PS CS2.
Las prominencias que arriba dan en filamento se veían espectaculares en visual, aquí apenas se sugieren con el doble contraste de sol y espacio, es decir, en absorción y emisión respectivos. Las manchas las apreciamos mejor sin el filtro ha, pero la granulación y los detalles brillantes se aprecian con él.
Pensar en el tamaño de esos accidentes y verificar el eterno cambio de los mismos es algo que apasiona y deleita al curioso de toda laya. Cuando viajamos a San Rafael, tierra del Migue y el Rodo, tratamos de llevar siempre a Tuboro -el Coronado- ya que Liz, la bella compañera de nuestro amigo, es una enamorada de su astro, además. Da gusto ver cómo pasa minutos enteros con sus ojos sobre el HD de 60º y 18mm de focal, que en el f10 del Solarmax nos arroja unos 22x.
El sol entra en lo que los teóricos llaman su último año de máximo solar, así que, dios mediante, le echaremos ojo tupido.
La noche de superluna se presentó nubladón y, como había prometido unas vistas a mis sobrinos María José y Matías, solo le dimos en visual, no obtuve la foto. Luna se mostraba esbelta y blanca como nunca; su ubicación sobre su órbita la situaba a escasos 357.000 kilómetros de casa, sobre el perigeo, una distancia que hoy cubre cualquier auto mediano sin reventar sus caballos, contra los 406.700 kilómetros en los que suele hallarse durante el apogeo, es decir, el punto más lejano a la Tierra.
El hecho de que Luna muestre esa disparidad en su tamaño aparente o angular alertó a los sabios de antaño sobre la oblicuidad de su trayecto, sin embargo, sabido es lo que tardamos en aceptar dicha geometría para las órbitas sidéreas. Pensar en lo que atrasó la ciencia europea da grima, los indios obtuvieron respuestas correctas mil años antes que nuestro querido y simpático Johannes Kepler y su pobre madre bruja.
Cuando uno ingresa a la astronomía sueña con disponer de grandes equipos. Tuve la suerte hace unos años de conocer al mítico Roger Elena, mi socio (nuestra sociedad es perfecta y se basa en lo siguiente: él vende telescopios; yo los compro),
así las cosas, en cuatro años he observado por excelentes ópticas y, como acá pueden ver, de viaje a Mendoza me llevé al lindo Galileo 70/400. Por supuesto, lo usé sobre un buen trípode ya que ninguna marca en Argentina parece dispuesta a proveer del equipo justo para observar sin más -mas allá de los Maksutov (Sky Watcher, por ejemplo, provee unos oculares que mama mía, es decir, regulares, pero en una focal 15 pasan desapercibidos; Galileo, por su parte, solo provee un equipo decente: este, el pequeño Dolar marcado, pues si bien no es gran cosa "al menos te salva". Por cierto, vi "El dolar marcado" hace 40 años, fue excepcional, gracias al cielo hoy existe Django, de Tarantino, quien rinde homenaje al cine Spaghetti. En dicho filme, el personaje salva su vida gracias a un dolar, el único que posee: los malos le disparan pero la bala se incrusta en la moneda que lleva en el bolsillo de la camisa. Genial).
La observación con el Galileo 70400, volviendo a lo nuestro -aunque a mí me gusta el cine tanto como la astronomía- es razonable, siempre que le sustituyas pié y oculares y buscador y espejo y le quites el diafragma; en suma, siempre que solo te fijes en el costo y en lo transportable del mismo.
Creo que el análisis de un equipo astronómico es infinito. Acabo de mencionar un hecho infranqueable: el costo de nuestros equipos. No hace una semana me llama uno de mis informantes destacados, suena mi celu y la consabida voz, desesperada, dice: Sergio, estoy parado frente a una vidriera en pleno centro, un Galileo está a 600 morlacos¡¡¡¡
El hombre de la calle no sé cómo reaccionará, pero uno de los nuestros quiere morir ipso facto al dar con tales numerillos. Seiscientos mangos por un Galileo es una locura, lo mires como lo mires. No entiendo qué espera nuestro empresariado para lanzar la fabricación y venta de equipos astronómicos. Nunca haremos algo inferior a un Galileo.
Aún así, es un equipo que suelo recomendar cuando un papá me consulta sobre un equipo para su hijo pequeño. El 70 400 es ideal porque es barato comparado con los equipos medianos y siempre le servirá al obsequiado como tubo guía si acaso se prende y continúa este hermoso camino.
La Luna hizo su aparición por entre unas nubes densas como el alma del malbec que había despachado en el almuerzo. Su esfuerzo lumínico vence la condensación atmosférica y, para beneplácito de Hombres Lobos y afectos a la astronomía como lo es cada niño de este hermoso país. De hecho, estábamos en la vereda, e invitamos a observar a vecinos y paseantes desprevenidos.
Mi obstinación por el que las personas disfruten del cielo me lleva a improvisar pizarrones en cada vereda de tierra o portland. Aquí, con dos piedritas, mostraba el por qué del efecto mal llamado superluna, es decir, lo elipsoidal de su órbita.
María José es hija de Darío, el flaco canoso de la foto anterior que no soy yo. María José es abanderada en su colegio y tal honor le permite elegir el colegio secundario para continuar su formación. Tal política social, la creía superada: los alumnos deben optar por colegios según su desempeño en la primaria, algo incómodo para mi modo de ver pues supone condiciones y prerogativas.
Esta niña mira la Luna y se apasiona por el cielo, hace años que la veo picada con nuestra ciencia o pasión. Charlando ha dicho que desea ser abogada. Ojalá en próximas visitas pueda modificar su vocación, es harto inteligente y sería una científica de valor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario