La abuela
Ahora, Tycho duerme la siesta sobre la silla de paja
que era de la abuela. Ella le daba leche y más de una vez casi tropieza con él.
Mamá temía que la abuela se lastimara y por eso le advertía:
“¡Tycho, fuera de aquí!”
La abuela vio dos veces el paso del cometa Halley.
Un cometa es una gran bola de hielo que se desgrana
cuando se acerca al Sol. Así se forma la cola del cometa. Hace muy poco vimos
uno muy lindo que vino para Navidad. Su figura
se alzaba desde el horizonte hasta la
Cruz del Sur.
A Ester y a mí nos gusta observar el cielo. A Tycho
también le gusta. En casa observamos desde el patio, junto al tapial. Allí
trepa nuestro amigo y se sienta a observar. Envuelve sus patas con la cola y
alza la cabeza. Si algo se mueve abajo se alerta y sale disparado porque es un gran
cazador.
Mientras él hace de las suyas, nosotros disfrutamos al
ver los astros.
Muchas noches papá nos acompaña y nos enseña lo que
sabe. Él usa unos gruesos anteojos pero para mirar por el telescopio se los
saca y arruga la cara.
Papá fue quien nos contagió el gusto por el cielo.
El primer libro de astronomía que leímos era suyo y,
antes, del abuelo. Es un libro muy viejo. Las hojas son rústicas y los bordes
se han teñido de amarillo. Tiene fotos en blanco y negro. Son imágenes de
galaxias pero allí no dice eso; debajo de cada foto, dice: “Nebulosas”.
¡Son galaxias pero en el viejo libro dice nebulosas!
Papá explicó un día que los hombres siempre hemos
ignorado cosas y que nunca podremos saberlo todo.
¡Yo sé lo que es una galaxia! Las galaxias son islas
de estrellas que viajan por el Universo. Todos nosotros vivimos en una galaxia.
¡Tycho es un ser de galaxia!, como dice
una canción.
Papá nos ha mostrado algunas de ellas. Si observás
desde un lugar oscuro las podés ver hacia el Sur; son como dos nubecitas y les llaman
Las Nubes de Magallanes.
Magallanes fue un piloto muy avaro que navegó por
nuestros mares. Sus marineros, una noche calma y sin Luna, escribieron en el libro
de bitácora:
“En el cielo sur hay dos nubes blancas: una, grande;
la otra, chica”.
Desde entonces, les dicen: La
Gran Nube de Magallanes y la Pequeña Nube de
Magallanes.
Esto creían los conquistadores. Los pueblos de América
creían que esas nubes eran las plumas de un ave mágica llamada Choike.
Un Choike es como un ñandú pero más chiquito, con
plumas grises, se lo conoce como el ñandú petizo.
Los Choike y los ñandues no vuelan, cualquiera lo
sabe. Por ello esas nubes del sur tienen que ser las plumas de un Choike
mágico. Porque para que estén tan altas, el ave tiene que haber volado.
Nuestros indios tenían otra creencia maravillosa,
creian que las estrellas eran las almas de sus seres queridos que habian muerto.
“Cuando alguien muere -dicen ellos- sube por una
escalera al cielo y allá se transforma en estrella, y brilla para que la veas”.
Esta es la razón por la cual titilan las estrellas,
porque con su titilar nuestros antepasados nos hacen señas.
Una mañana, hace unos meses, la Abuela también murió. Por
eso Tycho puede hoy usar su silla en la galería de casa para dormir la siesta.
Desde entonces, buscamos la estrella en que se ha
convertido.
Nos gusta creer que Tycho sabe dónde está y cuando él
mira al cielo seguimos su mirada en busca de la Abuela.
Fin
Maravillosas imágenes: Ester.
Texto: Sergio.
Texto: Sergio.
Corrección: Ester y Moni.
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