EL VUELO de Marcial SOUTO
Los brazos abiertos, empiezas a correr. Por un momento no hay cambios: te fatigas, te duelen los brazos, te lloran los ojos. Pero en seguida comienzas a notar diferencias. Los brazos ya no te pesan tanto; son más largos, más chatos, y planean cortando el aire.
Tu cuerpo también se ha adelgazado, y avanzas inclinado hacia adelante. Pronto descubres que puedes dar largos saltos, sostenido por los brazos, que se han estirado y achatado y rebanan ahora las copas de los árboles. Ya estás en el aire. Ya no sientes peso ni cansancio. Traspasas las primeras nubes. Sientes el sol en el cuerpo. Mides tu país con los brazos extendidos, y allá abajo asoman los continentes y los mares. La luna flota en el vacío, a tu derecha. El sol queda allí atrás, y pronto aparecen Marte, Júpiter, Saturno; casi sin mirarlos sigues adelante. Ahora abarcas con los brazos todo el sistema solar, y en unos instantes alcanzas a alfa del Centauro y le pasas por encima, hacia el centro de la Vía Láctea, que pronto queda atrás, un remolino resplandeciente. Tu mano izquierda roza apenas la galaxia de Andrómeda, simple luciérnaga en una noche oscura. La derecha nada entre brillantes microbios espirales. Flotas entre las menguantes islas de luz, en un viaje que no ahorra ninguna dirección. Tus brazos, tu cuerpo, tu vista abarcan el infinito. Eres el universo.
Muy lindo Sergio, buena forma de arrancar la semana!
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