Un Paseito por el Cielo
Un paseito por el cielo es un proyecto de estudio y produccion sobre Astronomía
llevado adelante por las maestras Analía y María Cecilia, responsables del 4º
grado de la escuela Fiscal Domingo F Sarmiento, de la localidad santafecina
Santa Isabel. Este grupo, formado por directivos, docentes y alumnos, logró que
la inventiva y los aprendizajes mutuos plasmaran una muestra magnífica y un
Campamento Astronómico como cierre luminoso.
A esta última actividad fui invitado a colaborar con
los telescopios y las observaciones diurnas y nocturnas.
La vida de cualquier persona puede ser maravillosa. La
mía lo es. Siempre me sorprende la gente con un cariño o deferencia. Cuando
entré a la escuela, un edificio sólido y cómodo, fresco, con techos a dos aguas
-de seguro una de las escuelas construidas por el peronismo de los 50s- vi adheridos
a las paredes unos dibujos de planetas, naves e intrépidos astronautas,
sonrientes en su espacio.
Analía me aclaró, Estos
dibujos las han hecho los alumnos de 2º y 1º grado. Ellos leyeron tus cuentos,
La orilla del Cosmos y Tycho, y luego se abocaron a dibujar.
Me pregunto: ¿Cuántas personas han tenido la suerte de
haber aprendido a leer y a articular letras en palabras? ¿Cuántas de estas
pocas, han sido libres para poder elegir el camino de sus vidas, como pude hace
cuatro años, ya: mi Senda del Choike,
pleno de horas y horas de lectura, esfuerzos, inversiones y algunas escrituras?
¿Y cuántas, al fin, de esas escrituras, han sido leídas y disfrutadas lo
suficiente como para haber entusiasmado a un niño a querer saber sobre el
cielo?
Conozco muchas; en primer lugar, las que han escrito
los libros que amo, los que disfruto una y otra vez, y que me han formado como
formador; por eso, al ver que mis cuentos han motivado en esos chicos y chicas
lo que en mí Bradbury, Hoyle, Saizar -entre tantos- sentí el mayor orgullo y
agradecimiento.
Pasado el corredor, aún emocionado, me dirigí a la
sala donde daría la charla. ¡Para qué! Nomás entrar, vi en la pared principal
la famosa bella frase del poeta de América, el cubano Martí: “Yo
he visto en la noche oscura, llover sobre mi cabeza, los rayos de lumbre pura,
de la divina belleza…”
Aquí me dije, Vaya,
estas mujeres y estos niños han sabido ganarme… Qué fuerte ver todo eso
allí, y los restantes trabajos, todos magníficos, hermosos, ¡ciertos y plenos como la luna llena! Me
dí la vuelta; las sorpresas no acababan; el cuento Tycho, con las
ilustraciones de Ester, nítido sobre esa otra pared.
Los chicos del turno tarde ingresaron al SUM y se
sentaron en orden respetuoso. Yo iba y venía haciendo nada, esperando que todos
se acomodaran para la charla; para hacer tiempo (y para interesarlos) abrí la
caja de un telescopio refractor que llevé para mostrar sus partes
constituyentes y sus respectivos pasos de armado; saqué el trípode, lo dejé a
la vista. No hay nada como el misterio.
Por eso amo la astronomía.
Entraron los chicos de 3ro, los de 2do, al fin los
gurrumines de 1º. Viéndolos, pensé en mis alumnos grandotes: Cristián, quien ya
rinde primero y promueve a segundo en la ardua carrera de ATDL; Aldo, quién
rezaga porque es ciruja, pero a quien le tengo mucha fe; y Carlos, recién
inscripto. Miré de nuevo a los chiquitos y por enésima vez me sentí agasajado. Grandes
sus ojos, preguntaban con las miradas.
En un momento, uno dijo ¿podemos saludar? Y la maestra
asintió. Entonces se pararon y vinieron todos a saludarme en persona; me dieron
la mano los varones, me dieron besos la niñas; sentí que lo hacían con respeto,
por ahí hasta pensé que con cuidado, como si fuera especial (¿espacial?) en el
espacio de la sala. Tal vez la secreta palabra sea, valorado.
Arranqué con una de mis charlas como hago siempre, por
cualquier lado, confiado en que la pasión y el agradecimiento pronto me llevarían
a dónde quería llegar, a entusiasmarlos a observar, a preguntar, a saber más y
mas cada día.
Enseguida dije, Que
nadie me deje hablar si llego a decir una palabra desconocida, una palabra que
ustedes no conozcan. Y agregué, para saber cuál era -el o la- más
despierta: Que nadie se quede con una
incógnita… Al instante una niña levantó su mano, la miré y ella: ¿Qué
quiere decir incógnita? A los docentes les digo, esa niña es acaso la
más lúcida, jamás le permitan que no triunfe.
La charla que hilé nos llevó de cabeza a las
constelaciones y, entre ellas, a la mejor, la única, la constelación del Choike
(Cruz del Sur, Crux).
Aquí cambiaré
de verbo.
Llegamos con la charla al Choike y no hay niño, niña,
portera o docente que no mire con los ojos brillantes. Ya no se aguantan,
quieren saber qué sigue.
Y les cuento la leyenda del Choike.
Las palabras, además de ser conceptos, son como las
notas de una sinfonía, aunque suene contradictorio. La realidad es que nadie
lee lo que está escrito. Todos leemos lo que creemos que está escrito. De otro
modo no podrían escribirse extensos párrafos con números. Números que ordenados
forman frases plenas de significado. Esa es la prueba de que nadie lee en
realidad. La lectura es como un lienzo que impacta los ojos, como un sonido de
antiguos ritmos que recordamos por su armonía o disonancia.
Por ello, las palabras… las palabras tocan, porque son
notas musicales antes que conceptos.
Al respecto de lo que digo, jamás olvidaré el
testimonio de una madre inglesa que escuchaba a León Gieco en un recital que
este diera en Bretaña. La pobre madre lloraba desconsolada cuando León cantó Solo
le pido a Dios. Y no sabía esa mujer la letra ni entendía el español.
Cuando salió del recital buscó el significado de esa
canción; leyó una traducción a su rústico y duro sajón. Entonces dijo, ¡Con
razón, con razón lloré tanto!
Esa madre había perdido un hijo en la guerra.
Cuento o interpreto mi leyenda del Choike y los niños
se asombran, escuchan con unción, comprenden la metáfora, aunque mucho les
falte para saber qué es una metáfora.
Cuando termino con ellos me dispongo con el
telescopio. De cero lo armo: trípode, montura, pesas, tubo, espejo y ocular.
Esto se dice rápido, pero un ATDL puede enseñar aquí tres o cuatro decenas de
cosas, y por cierto, casi lo hago.
Una vez armado el teles observamos hacia afuera, las
plantas, las hojas en el viento.
Vamos afuera y afuera miro arriba; arriba veo la Luna y la Luna todos la observan, todos
la tocan con la mirada.
Vaya, cómo toca una mirada.
Por ello amo la astronomía.
Se retiran, en hora y media deben regresar para el
campamento. Me tomo un descanso, el único. Me cambio la ropa. Llegué al colegio
a las 16,14 y son las 17,35. Luego miro el patio, la cancha, entro la chata con
los tres telescopios. Las porteras me ofrecen mate y torta.
A las 19 comenzamos a observar el sol. Lo hacemos a
las apuradas, ya se oculta el tipo tras los altos árboles de ese pueblo tan
lindo y tranquilo.
A las 20 estamos a full con Luna y pronto el sugerente
perfil de Venus.
Cuando impera el crepúsculo, la noche resplandece.
Se observan estrellas por todos lados, claro que las
brillantes pero además, las otras, las que poco veo desde casa. Santa Isabel es
un vergel de cielo. Muy poca luz tiene gracias a dios ese pueblo. Consérvenlo
así, por favor.
Los chicos de 7º aprenden a manejar las monturas
ecuatoriales, les dejo al mando de los dos refras, el 70/900 y el 90/910, ambos
Hokenn; solo intervengo para correcciones finas; ellos se encargan poco a poco
de soltar sus frenos y moverlos en pos de los astros de su desvelo.
Luz del cielo vaga por su propio ímpetus, al decir de los
filósofos de sXVII. Luz del cielo es un catadióptrico de 203mm de boca, con
sistema de seguimiento celeste. Puesto el ocus de 26mm arroja una Luna
quebrada, y no por la fase. Venus luce maravilloso. Imagínense esto, un Meade
LX90 de 203mm es mucho más de lo que muchos de personas han soñado tener; en
Santa fe, sin embargo, lo tiene cualquier escuela a su disposición, basta
llamar por teléfono, pedir una actividad, y listo, mirás Venus más cómodo que
sentado en el living de Susana…
Y mejor acompañado, claro.
Luego, fuimos todos a por M7 y Shaula y Lesath, las
púas del bicho. Todos conocieron y reconocieron la figura del Escorpión.
Miramos Achernar; 47 tucán; la 2070, la increíble
Tarántula, la nube de la Nube
grande.
Creo que tan bueno como lo observado fue lo que
hablamos, lo mucho que tratamos de pensar en conjunto en pos de respuestas que,
de ordinario, solo sabe un profesor.
Los dinos, los continentes, las atmósferas, los soles,
los colores, las distancias, los tiempos, las trayectorias orbitales, las
estaciones y las estaciones internacionales, fueron algunos de los muchísimos
temas que, entre vista y vista, llevamos detrás del inconmovible giro de la
noche.
Poco a poco los chicos se fueron a llenar la barriga.
Unas ricas hamburguesas habían cocinado los papás. Estas marcharon con jugo
Tang, aunque sí lo merecían.
A la luz del tiempo quedamos los papás, las mamás y un
servidor. Vuelta a comenzar, Luna, Venus, el resto de la parentela celeste.
Muchas mamás me agradecieron como se agradece a un
artista, pero el mérito no fue mío sino del firmamento, que lucía como nunca.
A las 23,30, después de probar dos hamburguesas
riquísimas, después de haber empacado el arsenal, me despedí de todos.
Me rodearon, me abrazaron, me pidieron que no me fuera
o bien, que volviera en la mañana.
Pero soy como Tycho, un ser de galaxias, y la gravedad
ya me tira hacia otros colegios, escuelas, campamentos, hacia nuevas Plazas
Astronómicas.
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