El Náufrago.
Supongamos la siguiente situación:
Una persona se halla sola, en un lugar
indeterminado.
No sabe dónde está, no sabe qué día es, no dispone
de relojes ni calendarios.
Tiene a su alcance una moderada fuente de recursos, digamos peces, leña, frutos, agua para beber.
No está apurado de vida o muerte pero debe
comunicar dónde se halla para que puedan rescatarlo.
Y, por suerte, hay a su alcance un modo de hacerlo, hay un canal abierto para comunicar
su posición para que vengan a rescatarlo de su soledad, de su extravío.
Pero, -ay, siempre los peros- solo puede usar ese canal o medio de comunicación una sola vez.
Es decir, debe comunicarse y en un solo
mensaje –por medio de esa sola llamada, digamos- tiene que transmitir datos suficientes
como para que los rescatistas sepan dónde ir a por él.
Por supuesto, no está en la base de ningún volcán
activo, o en una isla paradisíaca con infraestructura, o en un atolón claro de reconocer
desde el espacio. Se halla en un punto sobre la Tierra, aislado de cualquier
otro ser, y debe, si o si, transmitir su posición a otra persona, es decir,
debe dar una idea somera de dónde está.
¿Puede hacerlo?
¿Puede esa persona transmitir su posición al cabo de
determinados esfuerzos o ingenios?
¿O perecerá solo cuando llegue a viejo o se enferme
de algo sencillo pero fatal sin medicamentos, o se le acaben por fin los
recursos?
Si este desafío te interesa, no te pierdas la
próxima clase taller de Astronomía en Bigand, este jueves, desde las 20,15
horas.
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